Los profesionales de la salud nos acercamos al paciente a través del síntoma; en otras palabras, del fenómeno. La ética fenomenológica del valor, propulsada por pensadores como Edmund Husserl o Max Scheler, presenta los objetos como valiosos en sí mismos. Es el propio valor del objeto lo que mueve la afectividad y la voluntad del observador para procurarle un bien. Pero, ¿somos capaces de captar el verdadero valor del objeto, sea éste el paciente como un todo, sean sus cualidades? ¿Nos dejamos afectar por la dignidad del paciente, por sus virtudes y capacidades? ¿Y saben los pacientes reconocer el valor de otros? El entrenamiento de la observación y la educación de la sensibilidad y la voluntad son necesarios para reconocer los valores, hacer el bien y así autorrealizarse. Solo haciendo el bien llegamos a ser quienes realmente somos.