EMILIO MIRA Y LÓPEZ
Doctor en Medicina
Ex-Profesor de Psiquiatría en la Universidad de Barcelona
Docente libre de Psicoterapia y Psicología Médica de la
Universidad de Buenos Aires
LA PSIQUIATRÍA EN LA GUERRA
("PSYCHIATRY IN WAR")
Editorial Médico-Quirúrgica
Buenos Aires
1944
RECONOCIMIENTO
El autor queda profundamente agradecido al
Dr. John L. Simon
Por su inapreciable colaboración
en la preparación de este manuscrito
PRÓLOGO
La Ciencia debe ser más que la simple búsqueda y registro de la verdad; la Psiquiatría
debe ser el esfuerzo objetivo, lógico y desinteresado para conseguir la salud mental por
medio de conocimientos científicos.
El autor, como psiquiatra, se considera un combatiente contra las enfermedades
mentales, preocupaciones, sufrimientos y desesperación; su opinión personal es que la
Psiquiatría no ha alcanzado aún la realización de todas sus posibilidades y que merece
un papel más importante en los problemas vinculados a la guerra actual.
Este libro trata de integrar los puntos de vista psicológicos y psiquiátricos acerca de
algunos de los problemas más urgentes en el manejo de los hombres en servicio militar,
de manera que el mayor peso posible de poder humano pueda apresurar la victoria de la
democracia. Un propósito tan ambicioso ha sido solamente posible gracias a la
amabilidad del Salmon Memorial Comittee y a la energía de su presidente, Dr. C.
Burlingame.
Este libro ha sido escrito en una atmósfera de guerra, mientras el autor viajaba miles de
millas por el continente americano. Estas circunstancias pueden servir para explicar la
pobreza de datos concretos y de referencias que solamente hubiese podido alcanzar en
la paz de su perdida biblioteca.
SUMARIO
Capítulo I . El psiquiatra y la guerra
El significado de la guerra. Interpretación psicológica y psiquiátrica del fenómeno de la guerra.
Aspectos sociales y biológicos. La concepción humanista. Fines de la psiquiatría en la guerra.
Ajuste de la población a la guerra. La higiene mental en la guerra, Influencias remotas e
inmediatas de la guerra sobre la vida. La ley del todo o nada. Disociación del ser y la
apariencia. Efectos remotos de la guerra.
Capítulo II. El miedo y su significado
Psicogénesis del miedo. Terribles situaciones durante la guerra española. Niveles evolutivos
del miedo. Factores fobigénicos. Factores tranquilizantes. Reglas para prevenir el miedo
incontrolado. Psicoterapia del miedo. Técnicas de recondicionalización en las fobias bélicas.
Capítulo III. Cólera o rabia
La reacción colérica y su origen. Amalgamas de miedo y cólera.. Factores determinantes de la
agresividad y del poder combativo. Cólera y agresividad. Rabia y elación.. Efectos deletéreos
de la envidia, los celos, el resentimiento y la venganza. Delirios persecutorios derivados del
desplazamiento colérico.
Capítulo IV. La Psiquiatría en el ejército nazi.
Medios de selección psiquiátrica en el ejército. Principios generales de la selección personal en
Alemania. La selección de oficiales. Redacción del informe caractereológico. Notas acerca de
la selección alemana de aviadores.
Capítulo V. La Psiquiatría en el ejército español republicano
Instrucciones para la aplicación de las causas de inutilidad en el ejército español republicano.
El cuestionario psiquiátrico para despistar a los neuróticos potenciales; selección de nuevos
reclutas.. Reajuste de los hombres ya enrolados. Integración de los criterios psicotécnico y
psiquiátrico para la selección de hombres para cargos especiales. Organización general de los
servicios de Psiquiatría y de Higiene Mental en el ejército español republicano. Incidencia de
las psicosis endógenas. Observaciones especiales en la epilepsia. Personalidades y
reacciones psicopáticas. Reacciones de automutilación.
Capítulo VI. Transtornos especiales
Las reacciones psiconeuróticas. Las organoneurosis. Alteraciones psicomotrices. Tratamiento
de las alteraciones psicomotrices. Alteraciones neuróticas sensoriales y perceptivas. Reglas
generales de terapia psicosomática. Neurosis traumáticas. Amnesia traumática. Aprosexia.
Fugas. Estados fóbicos. Psicosis tóxicas e infecciosas. Psicosis sintomáticas. Diagnóstico
diferencial de los estados depresivos
Capítulo VII. Recuperación y Readaptación
Recuperación y reajuste de los casos curados mentalmente. Centros de recuperación y
readiestramiento en el ejército español republicano. Porcentajes de incidencia y recuperación
de bajas mentales en el ejército y población civil de España republicana durante su reciente
guerra. Delincuentes, remisos, lisiados e inválidos.
Capítulo VIII. Moral
Concepción experimental de la conducta moral. Fines de la moral de guerra. Como integrar la
moral. Persuasión, sugestión y coerción. Evaluación de la moral combativa en soldados y
civiles. Índices de moral. Evaluación de la capacidad combativa individual. El axistereómetro.
Resultados con los aviadores. El principio de la psicomioquinesis.
Capítulo IX. Higiene Mental
Higiene mental en época de guerra. El criterio psicosomático. Colaboración del psiquiatra con
las autoridades civiles y militares Importancia de un buen compañerismo en el ejército.
Vademécum de higiene mental del ejército español republicano. Puntos de vista germanos y
soviéticos. Unas palabras sobre el mundo de la postguerra.
Apéndice. Técnica e interpretación del Psicodiagnóstico Miokinético
Objeto del Psicodiagnóstico Miokinético. Técnica actual a) material b) instrucciones previas. c)
técnica propiamente dicha d) datos a considerar en el PMK. Resultados normales y
patológicos. Colofón.
Bibliografía.
CAPITULO I
EL PSIQUIATRA Y LA GUERRA
El significado de la guerra.
La guerra, según la Enciclopedia Británica, "es una lucha entre sociedades humanas primitivamente entre tribus salvajes; en el mundo civilizado, entre naciones -". Su explicación
involucra el análisis de los términos de su definición y requiere la ayuda de ciencias que tratan
de sus diversos elementos: de la Biología, para explicar la lucha; de la Sociología, para explicar
el Estado, y de las Ciencias Históricas, para trazar la evolución, en conexión con la del Estado,
de las fuerzas armadas y de las diversas formas de su empleo.
No es de extrañar que la palabra psicología y sus derivados no estén siquiera mencionados en
la definición precedente. La enorme influencia de los factores psicológicos en los motivos,
incidencias y resultados de la guerra sólo ha sido bien reconocida últimamente.
En una época tan reciente como la Guerra Mundial N° 1, se creía que las fuerzas combatientes
estaban simplemente ocupadas en una contienda física o mecánica; cuando los factores
psicológicos eran aceptados se les incluía en la estrategia militar, exclusiva propiedad del
Estado Mayor. De acuerdo con este punto de vista, el conocimiento técnico, más una
determinada cantidad de hombres y materiales, conduciría automáticamente a la victoria o a la
derrota, según los valores correspondientes del enemigo. No hace tanto tiempo que Napoleón
dijo: "Dios está del bando que tiene mejor artillería".
Pero las condiciones presentes difieren grandemente de las del tiempo de Napoleón. Entonces,
soldados semiprofesionales luchaban sin importarles los asuntos de aquellos por quienes
luchaban; muchos ciudadanos permanecían totalmente indiferentes y alejados de los detalles
del conflicto. Tan separado estaba el pueblo del combate que la moral civil se puede decir que
no existía.
Hoy, las guerras son de vital e inmediato interés para todo el pueblo de una nación en lucha; se
han transformado en un total y global acontecimiento. La lucha ya no está confinada a la línea
de fuego, sino que se extiende a todos los sectores de la vida; ya no es sostenida por
mercenarios profesionales, sino por todos los ciudadanos. Además de los combatientes, hay
legiones de espías, agentes secretos, guerrilleros, quintacolumnistas, etc., que emplean
invisibles y sutiles armas psicológicas.
Por consiguiente, ya no es posible ocultar el papel de la Psicología. Por el contrario, ésta se ha
tornado tan importante que en varios de los países beligerantes hay ministerios especiales
dedicados a ello, los llamados ministerios de propaganda o información, a los que sería más
apropiado denominar ministerios de guerra psicológica.
Una vez que estamos conformes respecto a las ventajas de aplicar conceptos psicológicos a la
administración de la organización militar, ¿cuál es el papel que desempeñarán los psiquiatras?
Aunque parezca raro, a pesar de que éstos fueron los primeros en llegar, los psicólogos están
ahora de moda, en tanto los psiquiatras permanecen indecisos respecto a su propia función.
Fue ampliamente probado por la Guerra Mundial Nº 1, que los psiquiatras deberían empezar
una campaña de Higiene Mental tan pronto como la guerra se declarase, para prevenir
desórdenes mentales, desadaptaciones, delincuencia y otros contratiempos. Uno puede
apropiadamente preguntarse si están cumpliendo ahora plenamente su tarea. No creo que ésta
haya sido totalmente valorada. Los líderes militares consideran que el hombre (soldado) medio
es normal y, por lo tanto, pertenece a la esfera de la psicología normal. Aun suponiendo esto,
olvidan que este hombre va a ser sumergido en situaciones anormales a través de toda la
guerra, para las cuales sus formas habituales de reacción son inadecuadas. Hasta podríamos
afirmar que en la medida en que una guerra es más sangrienta y fieramente conducida, se
vuelve más normal conducirse anormalmente. Volveremos a este punto más tarde.
Todo hombre tiene ciertas posibilidades para desenvolver reacciones anormales, que serían
consideradas patológicas en tiempos de paz. Uno de los mejores jefes del Ejército Republicano
Español, me dijo una vez: "Creo que durante la guerra todo el mundo está trastornado,
nervioso y quizás levemente loco. No es extraño, entonces, que usted no encuentre un
creciente número de locos. Simplemente carece de un fondo apropiado para establecer la
comparación". La tarea que debe ejecutar el psiquiatra durante la guerra aumenta en
importancia más bien que disminuye.
No es posible establecer lindes artificiales entre los deberes del psicólogo y del psiquiatra.
Cada uno necesita del otro y debe trabajar con espíritu de cooperación. Considerándome tanto
lo uno como lo otro, nunca me pregunté cuál de los dos sería más indicado para resolver un
problema determinado. E1 trabajo en equipo se muestra eficiente para tratar con las
enfermedades desde un punto de vista psicosomático; ¿por qué deberíamos renunciar a él en
el trato de asuntos tan complicados como selección de reclutas, mantenimiento de la moral,
etc. ?
Aun cuando el psicólogo está bien equipado para medir las aptitudes específicas, el psiquiatra
está mucho mejor preparado para calcular la resistencia de un sujeto a un determinado
esfuerzo. Más aún, prevenir y evitar una temprana fatiga en un jefe sobrecargado de trabajo es
mucho más importante que hacer una regular clasificación de cien reclutas.
Interpretación psicológica y psiquiátrica del fenómeno de la guerra.
El primer paso para captar el significado psíquico de la guerra fue efectuado por un gran
hombre, quien, no sabiendo si denominarse psicólogo o psiquiatra, inventó un nuevo nombre:
psicoanalista. El psicoanálisis puede servir muy bien de puente para unir la brecha existente
entre la psicología y la psiquiatría.
Según Freud, la guerra puede ser considerada como "una especie de neurosis colectiva" o
como "una tentativa para descargar periódicamente el exceso de impulsos libidinosos
reprimidos". Ambas interpretaciones presuponen que la represión tiene un doble significado,
puesto que es al mismo tiempo fuente y efecto de la civilización. Freud afirma textualmente "la
conciencia es el resultado del renunciamiento intelectual". A su vez, sin embargo, la conciencia
pide nuevas renunciaciones, y así se forma un círculo vicioso que conduce a la Humanidad
más bien a sufrir que a aprovechar su cultura y civilización. Freud escribe con pesimismo que
nuestra llamada civilización es la culpable de una gran parte de nuestra miseria y que seríamos
mucho más felices si pudiéramos volver a las condiciones primitivas.
Junto a los puntos de vista de Freud - que no intento discutir -, es interesante recordar que
hace más de dos mil años Plotinus dijo: "E1 amor insatisfecho se trueca en rabia". Ambos
autores coincidirían en afirmar que la guerra no significa la ausencia, sino más bien la privación
del amor. El punto de vista no es, pues, tan malo como parece.
Para el psicólogo práctico, la guerra es un período durante el cual la vida humana es
completamente revolucionada. Las relaciones morales, legales, económicas, sociales y hasta
materiales son alteradas de acuerdo con las nuevas necesidades. Hábitos, afectos y credos
son rotos.
Durante la guerra la gente debe repetir el proceso de su aprendizaje infantil respecto a los
ajustes básicos de la vida. ¿Quiénes están mejor preparados para guiar en esta emergencia
sino aquellos que más saben sobre el mecanismo del aprendizaje humano? A los alumnos les
falta la plasticidad mental de la infancia: son de diversas edades, niveles culturales y a menudo
no desean ser enseñados. Se deben esperar resistencia, dificultades y fracasos; por eso el
Gobierno ha de buscar los maestros más eficientes y los métodos más didácticos para el nuevo
arte de vivir la guerra.
El cambio se torna más difícil en los países democráticos, especialmente en aquellos cuyo
nivel de vida es elevado y confortable. La necesidad y la desesperación, según una antigua ley
psicológica, impulsan al pueblo a luchar; la autosatisfacción, el "confort" y el lujo lo hacen
conservador y pacífico. Esto puede explicar por qué Francia y Holanda fueron mucho más
rápidamente vencidas que Grecia y Yugoslavia. Esta ley también aclara por qué las masas de
los países del Eje, que han vivido bajo circunstancias adversas durante muchos años, se
adaptan tan rápidamente a las condiciones de guerra.
El psiquiatra, por otra parte, se dedica preferentemente al estudio de las relaciones patológicas
humanas, individuales y colectivas. Considera la guerra como una reacción colectiva anormal
que conduce a la substitución de las formas sociales avanzadas de conducta por otras más
primitivas. Todo el progreso de la mente humana ha sido obtenido subordinando la fuerza a la
razón, la opresión a la libertad, el instinto a la ética. Nadie se puede sentir libre hasta que
adquiere el control de sus deseos corporales; a través de toda la historia humana, el Derecho
de la Fuerza ha sido lentamente reemplazado por la Fuerza del Derecho.
En la guerra, la violencia, la fuerza mecánica y hasta la brutalidad, prevalecen sobre la
persuasión y la razón. Lo mismo ocurre en la locura. Como consecuencia, los psiquiatras, si
fueran simples observadores profesionales, contemplarían la guerra como una psicosis
nacional que afecta la mente colectiva. Entonces podrían sentarse y observar con calma
ambos bandos beligerantes, o hasta podrían trasladarse de un lado a otro, para comparar
mejor las reacciones de los grupos opuestos, adquiriendo así datos más valiosos.
Sin embargo, los psiquiatras no son solamente observadores curiosos, sino más bien
ciudadanos que deben cumplir una tarea más fundamental. Como médicos, su obligación es
aliviar los sufrimientos. Puesto que la guerra trae consigo tantas penalidades, han de reprimir
sus deseos investigadores y dedicarse a obtener propósitos más concretos, que discutiremos
en las páginas siguientes.
Aspectos sociales y biológicos
Los biólogos ofrecen una explicación muy sencilla de la guerra; para ellos ésta es simplemente
un caso particular - muy lamentable por cierto - de la lucha por la existencia, tan antigua y
difundida como la vida misma. De acuerdo con el punto de vista de Lamarck, el animal fuerte
sobrevive y el débil perece. Pero esta ley es solamente cierta mientras tratamos con
organismos faltos de inteligencia. Nicolai, en su libro sobre la biología de la guerra, niega su
validez en el hombre. En aquel remoto día en que el joven y fuerte guerrero cayó de rodillas
ante el mago débil y anciano, el hombre se convirtió en algo más que un simple organismo
natural: había descubierto el reino de los valores. Desde un enfoque realista, la guerra, en las
condiciones presentes, significa la supervivencia de los débiles - que son excluidos del servicio
militar -, no de los fuertes. Por esto, cuando Hitler acude a la biología para justificar su
afirmación de que la guerra es un fin humano natural, prueba estar equivocado una vez más.
Sin embargo, no debemos olvidar que el hombre es también un animal natural, que todavía
conserva signos de su fiera y cruel ascendencia; no es por casualidad que tenemos dientes
caninos. Por eso los biólogos pueden contribuir con sugestiones para garantizar las fuentes
físicas y fisiológicas de energía. La guerra española probó que si se olvida esto hasta la mejor
moral de guerra puede fallar; por eso los alimentos son sujetos a bloqueo. Aquí, sin embargo,
no es éste un problema que nos afecte y deseamos simplemente remarcar la insuficiencia de
todos los intentos biológicos para explicar la guerra desde un punto de vista puramente
naturalista. La misma inaptitud caracteriza todos los esfuerzos realizados por los sociólogos
para dar explicaciones religiosas, económicas o políticas de ella. Puesto que se trata de un
fenómeno humano, no puede ser bien comprendido, a menos que tomemos en cuenta todos
los factores complejos que integran la vida humana. Los sociólogos siguen ocupados
discutiendo cuál de las diferentes teorías de organización política y social puede explicar mejor,
y si es posible prevenir, las guerras. Deseo que la sociología aumente su prestigio en un futuro
próximo, pero creo que esto sucederá en la medida que se infiltren en ella la psicología y la
psiquiatría.
La concepción humanista.
Vamos a efectuar, finalmente, una síntesis. El hombre ha sido descrito como "una perpetua
oscilante e inestable síntesis de antinomias". Su vida es la expresión de fuerzas en conflicto y
su conducta el inevitable resultado. En el hombre, siempre hay algo más que una lucha por la
vida; hay también una lucha dentro de su vida.
Los seres humanos no están simplemente en conflicto con sus congéneres; están también en
conflicto con ellos mismos. La guerra es un modo de conducta que altera, en cada individuo, la
proporción relativa de los problemas alternos y externos; por esto, durante ella, algunas
personas cambian para mejorar y otras para empeorar.
La característica general más importante de la guerra consiste en privar al hombre de sus
dimensiones espirituales y trascendentales, y en limitarlo a la vida natural más simple y salvaje,
en la que el único fin es asegurar la supervivencia.
La guerra significaría solamente un daño para la Humanidad si no tuviera como finalidad una
mejora en el estado de vida. Los dirigentes de las naciones beligerantes, por tanto, se ven
forzados a prometer grandes cambios culturales, económicos y sociales como premió a la
victoria. La gente quiere saber no solamente contra qué están luchando, sino para qué luchan.
"Desde el punto de vista humano la guerra es un acontecimiento crucial y nuclear en la historia
de la humanidad; un suceso del cual depende el destino de pueblos y naciones durante siglos y
del que emergen cambios progresivos o regresivos. La forma de vida anterior a ella nunca
puede ser restaurada".
Fines de la psiquiatría en la guerra.
La psiquiatría debe desenvolver su máxima eficiencia para alcanzar el mejor ajuste de los
recursos humanos con el mínimo sufrimiento, tanto en la zona de guerra como en la
retaguardia. Varias opiniones han sido expresadas recientemente respecto a los fines
concretos de este deber. El profesor Overholser en los EE. UU., el profesor Moreno en México
y el profesor Pacheco e Silva en Brasil, los han descrito. Creo conveniente discutir tales fines
con cierto detalle, puesto que no existe un acuerdo completo acerca de sus límites.
La mayor parte de los objetivos de la psiquiatría en la guerra deben lograrse por el trabajo en
equipo, de parte de los psiquiatras y otros profesionales, tales como los psicólogos,
psicoanalistas, sociólogos, jefes militares, etc. La supresión de interferencias e imbricaciones
debe ser cuidadosamente considerada por cada una de estas categorías para obtener los
máximos beneficios.
Las principales tareas que deben ser ejecutadas son:
I. - Ajuste de la población al esfuerzo de guerra, de acuerdo con su capacidad
y su energía mental.
II.- Profilaxis mental de la población militar y civil durante la guerra para
mantener sus miembros adaptados a sus trabajos y para prevenir la depresión
mental.
III.- Cuidado apropiado de aquellos individuos o grupos que se tornen
mentalmente enfermos o exhaustos a pesar de las medidas preventivas.
IV.- Reajuste continuo de convalecientes mentales para prevenir recaídas.
V. - Mantenimiento de una alta moral de guerra.
Veamos cómo estas diferentes metas pueden ser logradas y cuál es el papel apropiado del
psiquiatra en este logro.
I. Ajuste de la población a la guerra.
Este propósito es tan ambicioso que no puede ser alcanzado sin un plan perfecto y sin la
integración del trabajo de todos los expertos responsables de él. Un previo análisis de
requerimientos y necesidades debería ser efectuado para ajustar los recursos humanos a las
situaciones de emergencia. Sin embargo, este análisis es imposible sin una información exacta
de los recursos e intenciones del enemigo.
Penetrar en tal laberinto está más allá del objeto de este libro. Nos limitaremos, pues, a
estudiar el problema de selección de personal militar y civil. La frase "the right man in the right
place" es, quizás, más aplicable en tiempo de guerra que en tiempo de paz. No puede haber
ninguna duda de que los psicólogos deben proveer las bases para una designación adecuada
de los individuos en todos los niveles de la maquinaria bélica.
Pero los psiquiatras también tienen algo que decir en esta ocasión. No deben esperar a que los
llamen para dar su consejo. Su función no debe ser concebida como la puramente negativa de
determinar quién no debe emprender un determinado trabajo de guerra. Por su experiencia en
tratar a los hombres desde un punto de vista global y por su particular conocimiento de la
tipología y caracterología, los psiquiatras están mejor preparados para determinar la capacidad
de acción de un determinado sujeto y predecir su rendimiento y eficiencia bajo condiciones
anormales de esfuerzo.
Por otra parte, no hay línea divisoria entre la reactividad normal y la anormal de un sujeto
determinado. Todo el mundo tiene en su interior ambas potencialidades. Es un asunto de
umbral, más bien que de calidad o esencia, lo que determina la conducta apropiada o
inapropiada del individuo. Por lo tanto, debería existir una íntima colaboración entre el
psicólogo y el psiquiatra; ésta permitiría hacer mejores pronósticos que si ambos trabajasen
separados. El primero podría medir las capacidades, aptitudes y habilidades vocacionales del
sujeto; el segundo podría medir su poder para usarlas. Entonces, el problema del desajuste
psicopático -a pesar de los cuidadosos "tests" psicológicos- no tomaría incremento, pues no
solamente sería posible para los expertos designar el empleo más apropiado para cada
individuo, sino también determinar cuándo, dónde y durante cuánto tiempo estará capacitado
para desempeñarlo.
Los psicólogos se hallan interesados en los rasgos comunes y superficiales de la mente; más
bien que en tratar con los fatigosos problemas de las relaciones psicobiosociales bajo las
condiciones opresivas de vida, se ocupan en ordenar los valores relativos de los instrumentos
mentales. Los psiquiatras, en cambio, están más interesados en la valoración práctica e
inmediata de la eficiencia individual, cuando una influencia injuriosa o nociva, heredada o
adquirida, perturba la integración del equipo de hábitos mentales. Las posibilidades de
compensación, sobrecompensación, desplazamiento, transferencia, inhibición temporal, cte.,
de los moldes de reacción deben ser cuidadosamente consideradas en el pronóstico.
Resumiendo: favorecemos la adición, más bien que la substracción de esfuerzo. No se trata de
cómo los psicólogos, autoridades de clasificación y psiquiatras deberían colaborar: deben
colaborar a menos que se quiera perder tiempo y trabajo en el proceso selectivo.
II. La higiene mental en la guerra.
La higiene mental es otro objetivo para el cual los. "oficiales de moral" (Moral Officers), los
psicólogos y psiquiatras, deben unirse y trabajar asociados. Aquí los últimos desempeñan el
papel más importante. Nada puede afectar más adversamente el ánimo colectivo que la visión
de gente enloquecida por la guerra. Aunque parezca raro, el promedio de los civiles o soldados
soporta mejor la noticia de que uno de sus amigos ha sido herido o muerto que la de que ha
sido internado en un hospital mental. Un hombre teme más perder su razón que su cuerpo o
hasta su vida; cualquier baja mental posee, especialmente en tiempo de guerra, un poder
psíquico desmoralizador.
Pero los peores resultados ocurren cuando una persona desequilibrada no es reconocida y sus
delirios son aceptados por su grupo. A causa de la creciente sugestionabilidad de la mayoría,
tales personas semilocas son quizás más peligrosas que el verdadero psicótico y pueden ser
usadas con gran éxito por los quintacolumnistas. De ahí que sea tan importante controlar y
observar periódicamente no sólo a las personalidades psicopáticas previamente determinadas,
sino también aquellas que no han sido reconocidas como tales. Esta es la tarea que debe
desempeñar el servicio de Higiene Mental, tanto en el frente como en la retaguardia.
Creemos que nadie negará el tercer objetivo de la psiquiatría en la guerra: el cuidado de bajas
mentales - tanto como en la paz -. El tratamiento, sin embargo, es algo diferente del usado en
épocas de normalidad; en un país pacífico no se observan epidemias de neurosis, estados
colectivos paranoides, etc., tales como los que a veces se presentan en la guerra.
En el cuarto fin - reajuste y colocación de los pacientes mentales curados - encontramos de
nuevo la necesidad del trabajo en equipo con psicotécnicos y oficiales encargados de centros
de recuperación. Los psiquiatras deben ayudar calculando la probabilidad de recaída y
sugeriendo la atmósfera psicológica más apropiada para tales pacientes.
Aun más importante, quizás, es la contribución de los psiquiatras para la obtención del quinto
fin: el mantenimiento de la moral de guerra. Antes de que lleguemos a su análisis concreto, sin
embargo, debemos tener un bosquejo de los rasgos más prominentes que caracterizan la vida
en tiempo de guerra, desde el punto de vista de la psicología dinámica.
III. Influencias remotas e inmediatas de la guerra sobre la vida.
Hay muchas clases de guerras, así como son muy distintas las gentes involucradas en ellas.
Las diferencias de origen, raza, cultura, temperamento, inteligencia, posición económica y
social son las responsables de las distintas actitudes. Presentaremos lo que debe ser, más
bien, una perspectiva abstracta y formal del campo, puesto que no se puede negar que, una
vez juntos, el pobre no reaccionará como el rico, el joven y sano como el viejo y enfermo, ni el
afortunado como el desgraciado.
No obstante, para cada ciudadano, la guerra implica un cambio de deberes y derechos, una
dislocación de propósitos y una ruptura de hábitos, afectos y creencias. Por eso trataremos de
describir algunas de las diferencias más importantes de las formas de vida en tiempos de
guerra y de paz.
En términos generales, en tiempo de paz, las relaciones interpersonales se desenvuelven en
un ambiente de confianza, amabilidad y amistad, mientras en tiempo de guerra están
impregnadas de desconfianza y dureza. En tiempo de paz un hombre está raramente enfadado
y, todavía menos, en estado de temor; pero en tiempo de guerra es un lujo estar tranquilo y de
buen humor. La existencia en esos tiempos presupone una regresión psicológica hacia las
condiciones primitivas de la vida emotiva que prevalecieron durante la primera infancia, cuando
las actitudes negativas, de temor y rabia, predominaban sobre las positivas de simpatía y amor.
Este retroceso proviene principalmente del hecho de que la guerra no se limita a privar al
individuo de su "confort" y diversiones usuales, sino que rompe con el pasado y requiere la
rápida creación de nuevos hábitos. A1 mismo tiempo, coloca al sujeto cara a cara con lo
desconocido, impidiéndole hacer planes para el futuro. Nadie sabe, al levantarse por la
mañana, qué le sucederá antes del anochecer: puede verse privado de su libertad o de sus
propiedades, transferido a otra ciudad, herido, muerto, o hasta imposibilitado de dormir en la
misma cama que la noche anterior. A pesar de la incertidumbre -el factor más temible y
depresivo- debe continuar con su trabajo como si el peligro no existiese, y, aún más: debe
aparecer entusiasta acerca del futuro, sonriente y ocultando sus dudas y temores. La gente
está, de esa manera, sumergida en un presente peligroso, difícil, molesto, incierto y
complicado; nuevas conquistas y, lo que es peor, privada de libertad e iniciativa personal.
Puesto que en la guerra todo lo que no está prohibido tiende a ser obligatorio, hay una
absorción progresiva del individuo por la máquina bélica. No es, pues, extraño que el creciente
gasto de energía mental coloque al ciudadano medio en un estado de nerviosidad y lo impulse
a actuar con dureza, perdiendo así su espontánea afabilidad. La pérdida de la libertad personal
es, naturalmente, más marcada en los soldados, puesto que están ligados (soldados) a sus
respectivas unidades del ejército.
La ley del todo o nada.
A causa del súbito cambio del marco ambiental de referencia y de la dislocación de los
soportes, básicos y aparentes de su actividad mental, cada individuo especula
considerablemente, en el comienzo de su nueva vida, sólo para alcanzar la misma
incertidumbre acerca de su futuro. Finalmente, cesa de intentarlo y se abandona a la forma de
vida espontánea, natural e irracional (afectiva) que prevalecía durante las fases primitivas de la
evolución humana. 0 bien obedece las órdenes dócilmente, sin tratar de absorberlas; o, por el
contrario, lucha con rebeldía contra su acorralamiento. La gente que vive bajo las condiciones
de guerra está así expuesta a abruptos choques emocionales y se torna, como consecuencia,
más sugestionable. Es imposible predecir su conducta; obedece la ley del todo o nada que
caracteriza las formas más simples de vida; el organismo, o bien permanece insensible y no
afectado por el estímulo, o reacciona en la forma más enérgica.
Uno de los problemas más difíciles se presenta. Los encargados de la instrucción de los
nuevos reclutas encuentran al tipo medio, o bien apático e inhibido o bien excitado y nervioso.
Puesto que estos hombres sufren un aumento de tono emocional, se crean fuertes pulsiones
que restringen su pensamiento. Es bien sabido que los estados emocionales tiñen con su tono
de sentimiento peculiar todos los niveles de las actividades intelectuales del individuo, durante
un largo período. Cuando éste está asustado, sus pensamientos son medrosos; no importa lo
que piense, sus conclusiones serán siempre pesimistas. La escuela de Pavlov explica este
hecho diciendo que las emociones básicas, por hallarse conectadas ancestralmente con
situaciones de vida o muerte, tienen el máximo poder de irradiación sobre el cerebro, y así
excluyen la posibilidad de un cambio voluntario, mediante el discernimiento.
Para los fines militares es prudente averiguar los temores individuales específicos, odios y
afectos de cada soldado. Los soldados deben obtener un completo dominio de sus emociones
básicas. Deben albergar odio contra el enemigo pero no contra sus superiores; evitar
cuidadosamente ciertos peligros y despreciar otros; sentir amistad y cordialidad hacia sus
compañeros al mismo tiempo que estar alerta para denunciarlos en caso de traición. Lo que es
peor, deben estar prontos para obedecer ciegamente las más extravagantes órdenes de sus
superiores y, al mismo tiempo, poseer iniciativa, determinación y espíritu de razonamiento. Por
ello, uno de los más prominentes soldados españoles republicanos resumió así la situación:
"los oficiales deben estar locos. Nos ordenan comportarnos como salvajes y media hora
después como gente civilizada; dos horas más tarde como bestias, y, al poco tiempo, de
nuevo, como seres humanos refinados. Toma mucho tiempo convertirse en tal acróbata mental
y tengo miedo de perder la razón en el proceso de tal aprendizaje".
IV Disociación del ser y la apariencia.
Otro aspecto importante del reajuste social en la guerra, es el súbito cambio de prestigio y
poder de muchos hombres. Frecuentemente, como resultado de sucesos casuales, los
individuos se tornan héroes nacionales u objetos de la admiración general. El humilde zapatero
se convierte en superior del propietario del taller; el muchacho ascensorista, ahora brillante
cabo de aviación, dicta órdenes al hombre de negocios que cierta vez le despidió de su
empleo. No se sabe nunca quién está dentro de un uniforme ni se puede predecir cómo se
conducirá. Todo lo que se sabe es que tiene más o menos poder de mando. La gente debe ser
juzgada por su apariencia y no por su valor personal. Esta peculiar disociación del Ser y el
Parecer (apariencia) aumenta la dificultad del ajuste psicológico en tiempo de guerra.
Sin embargo, el hombre medio posee una plasticidad mental increíble y puede sobrellevar
estos obstáculos si está totalmente convencido de la necesidad de hacerlo. Obtener esta
convicción no es fácil. Si es estúpido, no entenderá el "porqué" de los pedidos que se le hagan;
si es inteligente, presentará una docena de "peros". De ahí que una enorme cantidad de
información acerca de la guerra debe ser proporcionada y las discusiones sobre su motivación
filosófica estimuladas, cubriendo los ángulos de las varias ideologías. En todos los ciudadanos
de la nación, a pesar de sus opiniones políticas y religiosas, debe existir la creencia de que no
hay otro recurso sino luchar. Deben estar convencidos de que hay que "hacer" la guerra, no
simplemente soportarla.
Si este fin es logrado la gente deseará prenderse, más bien que escapar, del espíritu de
guerra. Producir la convicción necesaria requiere el trabajo colectivo de los mejores cerebros
del país, especialmente de aquellos mejor equipados en psicología, psiquiatría, sociología,
filosofía, ética, ley y hasta política.
V Efectos remotos de la guerra.
Cuando se soporta una guerra durante varios años y su fin es, aún, incierto, aparece otro
peligro: la gente pierde su interés en ella y se vuelve apática y deprimida. Nada les importa ya y
actúan como autómatas. Ni las noticias buenas ni las malas afectan a los que desean
solamente tranquilidad y paz.
Observamos este estado en el final de la guerra española, cuando el pacto de Munich había
borrado la única esperanza de ayuda externa, esperanza que hubiera permitido a los
republicanos soportar la falta de comida, municiones, sueño y la pérdida de sus hogares.
Durante los meses que siguieron al de octubre de 1938 hasta un gran accidente callejero en las
calles de Barcelona, era insuficiente para revivir los instintos de curiosidad y solidaridad, antes
tan fuertes entre los catalanes. Más impresionante aún, era que las propias víctimas
permanecían indiferentes, sin pedir auxilio aunque estuviesen gravemente heridas.
Cuando tal estado de estupor aparece (los franceses lo han denominado "n'importequisme",
que podría ser traducido por el neologismo "nimportequismo"), la guerra está realmente
terminada. No importa si este estupor aparece en el frente o en la retaguardia. En cualquier
parte significa el fin de la lucha, puesto que si no es posible para el ejército resistir cuando la
retaguardia se hunde, tampoco puede ésta efectuar resistencia cuando el ejército está
moralmente destruido.
Antes de que ocurra este desastre, naturalmente, muchos signos advierten su cercanía.
Fuertes medidas psicoterapéuticas pueden ser aplicadas para prevenirlo. Discutiremos esto al
final del libro. Aquí trataremos del obstáculo más importante que se presenta al principio de la
guerra: el miedo. Numerosos países han sucumbido sin luchar -aun cuando, indiscutiblemente,
quisieron oponerse a los invasores - porque un terror colectivo paralizó al pueblo y a los
gobernantes. Muchos errores pueden ser evitados al principio de la guerra si los nuevos
soldados pueden controlar su miedo. Por lo tanto, en el próximo capítulo nos dedicaremos al
análisis de esa emoción básica y a los métodos para prevenir sus desastrosos efectos entre
individuos y grupos.
CAPITULO II
EL MIEDO Y SU SIGNIFICADO
Supongamos que toda una población está concentrada en la tarea de destruir a su enemigo. A
pesar de su determinación y entusiasmo, tan pronto como se vuelven perceptibles los efectos
físicos de la guerra (explosiones de bombas, visión de los muertos y heridos, etc.) casi todos
sienten un cambio en su interior. El miedo ha hecho su aparición y no desaparecerá
completamente hasta que vuelva la paz.
Para citar la Biblia: "En el comienzo, Dios creó el miedo". La Biología confirma que hasta los
más simples organismos vivientes, tales como los protozoarios, poseen, no solamente la
propiedad de conmoverse por determinados cambios del medio ambiente (irritabilidad), sino
también la de paralizarse, parcial o totalmente, temporal o permanentemente, cuando son
sometidos a acciones de estimulación perturbadora. Creo que esta propiedad, a la que
denomino inactividad, es tan importante como la irritabilidad. E1 fenómeno de muerte aparente,
ya desarrollado en los asteroides, y "el reflejo de la defensa pasiva inmovilizante" observado en
muchos animales, cuando se ven ante seres humanos, son ejemplos de dicha propiedad.
Pavlov, después de someter a mamíferos superiores a la acción de varias situaciones nocivas,
extrajo la conclusión de que "en el fondo del miedo normal (timidez o cobardía) y en particular
de los miedos patológicos (fobias), hallamos un predominio del proceso psicológico de
inhibición". Si consideramos que este término implica la cesación de los movimientos en curso,
podremos decir que, desde la humilde amiba hasta el hombre, prevalece la misma ley
biológica, según la cual la vida requiere ciertas condiciones de equilibrio para seguir su curso.
Fuera de estas condiciones, tiende a desaparecer.
Como consecuencia, experimentamos este proceso de inactivación como un estado disfórico
de creciente incapacidad, ineficiencia, duda e inseguridad. La pérdida consecutiva de nuestro
poder reactivo, es vivida como un sentimiento de contracción y empobrecimiento del yo.
Simultáneamente con la exageración de esta experiencia consciente, el desasosiego y la
inquietud se extienden a través de todos los niveles de la mente y el individuo experimenta el
ataque del proceso inhibitorio bajo la forma de una creciente sensación de impotencia. La
poderosa fuerza de este mecanismo primario de supuesta defensa de la vida contra la muerte,
consiste, después de todo, en el parcial anticipo de la agonía.
Contrariamente a lo afirmado por la Psicología clásica, según la cual el miedo emerge o
proviene de la idea de peligro, o del sentimiento de amenaza o lesión del Yo, creo que el
peligro, tanto subjetivo (imaginario) como objetivo (real) no es su causa ni siquiera su motivo.
Por el contrario, el miedo es engendrado por la carencia de una reacción conveniente; en otras
palabras, por la pérdida de fluidez y continuidad del curso reactivo natural, que asegura la
descarga, en la vía final común, de todos los potenciales excitados por los estímulos, internos o
externos.
La necesidad de asegurar el libre curso y la fluidez del proceso es tan grande que el miedo
puede desarrollarse, hasta sin pretensiones de justificación, siempre que la inercia del proceso
decrezca o esté exhausta. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el signo desencadenante de una
acción prevista no aparece, y, por lo tanto, el efecto deseado no ocurre. Ilustraciones de este
hecho en el campo de la patología son las "neurosis de expectativa" (Er wartungsneurose;
neurose d'atteinte) y la intensa panfobia experimentada por los enfermos que sufren de una
depresión vital (Kurt Schneider).
Simplificando: el porvenir es todavía más terrorífico que lo cierto e inmediato; el conocimiento
de lo que ocurrirá es menos terrible que la ignorancia o la duda. Los hombres prefieren la
certeza de la muerte a la inseguridad de su destino. Como dijo Aníbal Ponce: "la duda es la raíz
de la ansiedad".
Puede parecer que este concepto es opuesto al primeramente defendido por Darwin y más
recientemente por Walter Cannon, que conceden un significado utilitario, en sentido teológico,
a la reacción del miedo. Cannon considera que la emoción del miedo resulta de una excitación
anormal del sistema nervioso simpático, que sirve para el combate o la huída. Sus
investigaciones de las dos "simpatinas" -una de las cuales se supone que ejerce una acción
inhibitoria- coinciden estrechamente con los conceptos de Pavlov. Con todo, cuando Cannon
describe como sinónimos los cambios somáticos subyacentes en el miedo, la rabia, el dolor y el
hambre, me inclino a atribuir sus resultados a una infortunada selección de los animales de
experimentación. Obtiene una mezcla de estos estados pero no consigue la pura respuesta
inactivante. Para despertar miedo puro, más bien que obtener un "cocktail emocional", hubiera
sido preferible arrojar a los animales desde un aeroplano y examinarlos inmediatamente
después de su aterrizaje con paracaídas. Entonces, quizás, un reflejo de defensa pasiva, como
el descripto por Pavlov, hubiese sido obtenido.
Psicogénesis del miedo
La psicogénesis del miedo ha sido objeto de numerosos y recientes trabajos de los cuales
solamente citaré unos pocos.
Sabatier establece que el miedo es el efecto del desamparo e incapacidad para enfrentar la
vida: "L'homme jeté nu et désarmé sur la planête à peine refroidie marchant en tremblant sur un
sol qu'il sentait encore trembler sous ses pas
connut un état de misère et de détresse qui
remplit son coeur d'une épouvante infinie"
La opinión de Levy-Bruhl es que el miedo despertó en los seres humanos junto con la
superstición a causa del "misterio de lo desconocido". "Attrait et horreur, adoration et crainte se
donnent ensemble La peur fut d'abord une engoisse diffuse, émotion du mystère".
De acuerdo con el punto de vista de Rignano, el miedo sería el resultado del oscuro y primario
propósito de cada organismo de subsistir de una manera fija en su estado psicológico :
"tendence de l'être à perseverer dans son être, tendence a l'invariance"
Lacroze cree que el miedo proviene de la lucha entre una tendencia a la inmutabilidad y otra
hacia la precaución vital: "Une vie qui est essentiellement mouvement et progrès, des individus
qui en sont les aspects figés et arrêtes telle est l'opposition fondamentale d'où nait
l'angoisse "
Las opiniones de Christin y Meyerson coinciden en considerar el Yo como la fuente real del
temor. El primero dice "L'angoisse est la peur de soi-même"; el segundo opina "L'angoisse est
surtout la peur du mystère que tout homme porte en soi"
Brissaud afirma que el miedo y la angustia son "una meditación de la muerte".
Janet escribe: "L'angoisse est une émotion avortée, un processus affectif arrété ou dévié dans
son cours L'angoisse se rapproche de la peur qui est la plus élémentaire des émotions De la
mime façon que l'action dégénère en agitation, l'émotion dégénère en angoisse "
Freud sostiene que el miedo es un elemento mórbido que acompaña algunas veces a las
reacciones defensivas. Su origen proviene del sufrimiento inherente a la acción de nacer. Su
discípulo Reick, se apoya en el hecho de que el miedo de la vida precede al miedo de la
muerte y que el primero - estando implícito en el llamado instinto de conservación - no es sino
un reflejo condicionado del último. Por su propia cuenta, Jones, otro discípulo de Freud, cree
en la existencia de una insuficiencia de gratificación libidinosa en los niveles profundos de
todos los temores; coincide con la creencia popular de que el valor es el compañero de la
probidad, pero esto difiere de "tests" clínicos en muchos ejemplos.
Wallon sostiene el criterio de la existencia de una cierta oposición entre la luz e intensos grados
del miedo, puesto que mientras los primeros son de origen externo, los segundos son debidos
a "un debilitamiento del tono postural"
En cierto modo similares son las opiniones de Devaux y Logre cuando sostienen que la
angustia representa "le fait affectif original" y su causa debe ser buscada en la "structure
psychobiologique de l'animal "
Estos estudiosos que han hecho observaciones directas en pacientes que sufrían los efectos
de situaciones horripilantes, no nos suministran menos variedad de opiniones. Schilder
sostiene: "La expectativa de algún daño" como la causa del miedo citando el organismo tiende
a evitar, más bien que a combatir el peligro.
K. Go1dstein remarca que la ansiedad no se debe, generalmente, a ningún objeto concreto
("Der Anttgst ist gegenstandlos") sino que nace, como nosotros sostenemos, cuando el
ejercicio de determinadas funciones constitucionales se torna imposible.
W. Stern dice: "La fuente de la cual emerge el miedo es una repugnante impresión de
inconstancia e indecisión (inconclusión en el futuro) con la vida y el mundo" .
A pesar de su gran variedad, estas definiciones remarcan el hecho, ya verificado por Gardiner
Murphy para todas las reacciones emocionales, de que es mucho más fácil discutir los efectos
del miedo que sus causas, puesto que éstas no están originadas, como anteriormente se creía,
en la idea de peligro, sino justamente en lo contrario: la idea de peligro brota de la experiencia
de los efectos del temor. En su trabajo "Sentimiento y Emoción", Murphy afirma: "La teoría de
la emoción es un problema de funcionalisrno orgánico o correlación y casualidad dentro del
organismo, no entre éste y el ambiente exterior o curso de la conducta Así pues el problema
real del miedo se halla dentro del organismo".
Por ello un cándido alumno replicó a la pregunta de su maestro - "¿Tiene Ud. miedo de mi
pregunta?" - "No señor, tengo miedo de no saber la respuesta "
Terribles situaciones durante la guerra española.
Todas las guerras son terribles, pero la guerra española fue de las peores, porque no era
simplemente una guerra de invasión, sino que al mismo tiempo era una guerra civil y una
revolución. Algunas veces un individuo temía más a un miembro de su familia viviendo en el
mimo cuarto que a las bombas que los aviones enemigos arrojaban sobre él. No describiré los
innumerables casos en que el miedo fue experimentado u observado por mi en ese clima. Un
solo ejemplo puede demostrar cuán terriblemente trágica era la vida durante esos días. En el
frente de Madrid, los rebeldes emplearon un cierto número de mineros asturianos para
comenzar peligrosos ataques contra nuestras trincheras delante del Hospital Clínico.
Dichos mineros habían sido tomados prisioneros cuando la caída del frente del Norte, después
de haber luchado en el bando republicano. Fueron forzados, a enfrentar el peligro de muerte en
todas direcciones: detrás suyo se hallaban sus verdaderos enemigos, preparados para
matarlos en cualquier momento; delante estaban sus compañeros quienes, sin embargo,
debían matarlos también; bajo sus pies había un campo minado, arriba estaban explotando,
por todos lados granadas; una lluvia de bombas, completaba el anillo mortal. Algunas veces
tenían la suerte de ocultarse en un agujero producido por alguna bomba u obús y esperar la
caída de la noche para llegar a nuestras trincheras. Aquellos que sobrevivían llegaban en un
lastimoso estado. Presentaban un excelente material clínico para estudiar la evolución del
miedo, cuya descripción sigue.
Niveles evolutivos del miedo.
Basándome en mi experiencia, tanto como en la de los otros, he llegado a la conclusión de que
es de gran utilidad diferenciar diversos grados en la evolución del miedo. Estos, de acuerdo
con la teoría de Hughlings Jackson corresponden a distintas fases de desintegración funcional
de los más altos centros cerebrales. Kretschmer los interpretaría como "regresión adaptativa".
Naturalmente no debe esperarse hallar en un determinado sujeto una seriación completa de
esos niveles, Las peculiaridades constitucionales, el grado de fatiga, la constelación afectiva
(estado mental previo), la duración y severidad de la situación fobígena, etc., pueden hacer
cambiar en cualquier caso la rigidez de nuestra, descripción abstracta. Pero, prescindiendo de
estas excepciones, creo que es posible diferenciar 6 niveles o grados de la emoción miedosa,
de cada uno de los cuales puede hacerse una descripción tanto introspectiva como
extrospectiva.
1. Prudencia y retraimiento.- Observado exteriormente el sujeto aparece modesto, prudente y
sin pretensiones. Por medio de un retraimiento voluntario limita sus fines y ambiciones y
renuncia a todos los placeres que implican riesgo. El individuo está ya en ese grado bajo la
influencia inhibitoria del miedo. Reacciona entonces evitando profilácticamente la situación que
se aproxima.
Introspectivamente, el sujeto no está todavía consciente de tener miedo. Por el contrario, se
halla bastante satisfecho y orgulloso porque se considera dotado de una previsión mayor que la
de los demás seres humanos.
2. Concentración y cautela. - En el segundo nivel el sujeto ya ha entrado en el campo de la
situación fobígena, pero todavía controla sus reacciones. Sus movimientos evidencian unía
actitud cautelosa: ya no son espontáneos - puesto que están sometidos a un severo control de
atenta autocrítica sino que son lentos, correctos y minuciosos. La concentración voluntaria está
destinada a asegurar el básico e inmediato propósito de mantenerse en una situación de
seguridad, propósito en el que concentra toda su energía disponible. El sujeto actúa, no
solamente para lograr el éxito, sino para asegurarlo. Se observa en él una tendencia a repetir y
revisar sus movimientos (reiteración).
Subjetivamente la víctima está preocupada; concentra su atención e interés en los sucesos
exteriores. Una pequeña nube de pesimismo invade su espíritu; para borrarla, intenta reunir
todo su valor. Para el mundo externo todavía pretende, con éxito, hallarse en calma, ser
confiado pero reservado.
3. Aprensión y alarma - En el tercer nivel, el paciente está objetivamente asustado; su actitud
es de preocupación y desconfianza. Los movimientos superfluos hacen su aparición; acciones
secundarias e insignificantes son agrandadas; manifiesta todas sus dudas y sufre oscilaciones
y alteraciones en el ritmo y precisión de movimientos esenciales.
A causa de la inmoderada estrechez del campo atentivo, la conciencia del sujeto se ve
oprimida. Se observan fallas práxicas que disminuyen el control, al mismo tiempo que una
tendencia a la extensión de las extremidades, con repentinos temblores.
Subjetivamente, la preocupación existente en los niveles anteriores es aumentada hasta
producir una división en la corriente de la conciencia. La ideación desaparece y el pensamiento
pierde su claridad. El Yo experimenta una creciente sensación de desamparo e inestabilidad. A
medida que el sujeto se convence de su ineficiencia, aumenta esa vivencia.
Ejecuta acciones sin sentido común, que frecuentemente no concluye, resultando una
confusión de movimientos. Se aproxima al próximo nivel, durante el cual perderá totalmente el
control de su conducta.
4. Ansiedad y angustia. - En el cuarto nivel, la conducta del individuo pierde su unidad funcional
y su sentido; intenta ejecutar nuevas acciones antes de finalizar las anteriores; los moldes
psicomotores se desorganizan. La creciente excitación de los centros subcorticales y
mesencefálicos es responsable de continuos movimientos, obtusos, algunos de los cuales son
insistentemente repetidos. El sujeto semeja un autómata, pero todavía es consciente y capaz
de dar respuestas verbales atinadas. .
Una tendencia a descargar en la esfera neurovegetativa los impulsos que han sido rechazados
por el barrage de los efectores da lugar a la llamada "tempestad visceral". La actual anarquía
en los niveles conscientes se extiende también a los órganos internos. En este grado, el
diencéfalo comienza a apoderarse de la corteza que todavía no está completamente inhibida;
contraolas conflictivas invaden los centros superiores y subcorticales, en tanto se observan
externamente gestos estereotipados, movimientos disociados y acciones unilaterales, así como
temblores y espasmos.
Subjetivamente, el sufrimiento alcanza su cumbre. El sujeto experimenta una extremadamente
desagradable sensación de pérdida del equilibrio y proclama que ya no puede controlarse. En
algunas ocasiones actúa desesperadamente y se deja llevar por un impulso de destrucción o
autodestrucción. Al hacer esto, no experimenta ningún sentimiento particular de odio o rabia; es
simplemente espectador, no autor de sus impulsos.
Otras veces, el Yo consciente aparece completamente disociado del arco efector del sistema
nervioso. La víctima puede negar que se está moviendo y asegurar que se halla
completamente tranquila y obedeciendo órdenes, al mismo tiempo que comete actos sin
sentido común.
5. Pánico. - Anteriormente el sujeto estaba al borde de la pérdida completa de conciencia.
Ahora su conducta es dirigida por los centros talámicos y menencefálicos. Se observan
movimientos de gran violencia, que no pueden ser reprimidos, ni conscientemente por la
víctima ni, externamente, por uncambio de la situación.
La tempestad motriz final ha comenzado: algunas veces da origen a arrebatos y otras causa
catastróficos "deflejos" defenso-ofensivos. El sujeto puede empezar a correr - y será cuestión
de suerte que lo haga hacia delante o hacia atrás. Nadie puede detenerlo y se necesitan 3 ó 4
personas para asirlo, aun cuando normalmente sea de complexión débil.
No es extraño que, en el campo de batalla, soldados en esta fase de pánico puedan efectuar
actos que luego serán considerados como heroicos. En realidad cuando, en un instante de
obnubilación cerebral, "escapan hacia delante" pueden conquistar posiciones y despertar el
coraje de sus camaradas, que ignoran la ausencia de motivación voluntaria en su acción.
Subjetivamente, el estado de pánico es vivido como una pesadilla consistente en una peculiar e
irregular sucesión de imágenes mentales oníricas, la mayor parte de las que se olvidan
prestamente, cuando la víctima se serena. La denominada subconsciencia - actividad de la
persona profunda (Kraus) es la que únicamente puede rememorarlas, y es por eso que se hace
necesario el tratamiento hipnótico para explorarlas a posteriori.
6. Terror. - Cuando se alcanza esta última fase del miedo es imposible diferenciar sus aspectos
objetivos y subjetivos. La inhibición ha alcanzado todos los niveles encefálicos y ha paralizado
incluso las reacciones automáticas, que se hallaban en su apogeo en la fase anterior.
Existe, a veces, la posibilidad de conservar un suficiente tono postural como para mantener de
pie al sujeto; o quizás éste se halla en una extravagante postura, inmóvil, sobre el suelo. De
cualquier modo, es tan inactivo como una piedra: se halla, en realidad "petrificado", o
aparentemente muerto. Su palidez y falta de expresión revelan la completa ausencia de vida
psicoemocional. El retorno a la tierra - y creo que la palabra "terror" proviene de la raíz "terra"
antes que de "tremor" - se ha completado. Tal inactivación, puede, incluso, hacerse
permanente: esto ocurre cuando la inhibición invade los centros vitales del bulbo. He
observado, en efecto, dos casos de muerte sin traumatismo, en soldados que estuvieron
sometidos a un espanto prolongado, hallándose previamente exhaustos. Cannon explica tales
muertes por un proceso de deshidratación, disminución del volumen sanguineo y precipitación
coloidal.
Cuando se recupera del estado de terror la víctima empieza por abrir sus ojos, aun cuando el
cuerpo siga inmóvil. Entonces ha de ser tratada con cuidado, pues puede ocurrir que,
bruscamente, entre en el estado precedente - por desinhibición súbita - y exhiba una reacción
ciega y agresiva, de pánico. Otras veces el retorno a la normalidad es lento y persisten, largo
tiempo, síntomas depresivos; el sujeto continúa apático, perezoso e indiferente a cuanto le
rodea.
Factores Fobigénicos.
Los factores fobígenos o fobigénicos son los productores o agravantes de la reacción miedosa.
No hay duda que unos sujetos nacen con mayor predisposición que otros al miedo. Cuando se
estudia esta emoción en el neonato con la técnica propuesta por Watson puede obtenerse una
idea de su acción inactivante en un determinado caso. No creo que exista una definida relación
entre la constitución física y el grado de miedosidad, pero sí la hay entre el valor de la energía
vital, la salud y la fuerza física, de un lado, y la resistencia individual al proceso fóbico
inactivante, por otro lado.
También existe una clara relación entre la concienciación de un peligro y el
desencadenamiento del miedo. Esta correspondencia, empero, no ha de ser exagerada, pues
como ya se ha dicho el miedo depende más de cómo ve el sujeto su situación que de los
caracteres objetivos de ésta. Así, p. ej., soldados inexpertos se asustaban más durante un
lejano e impreciso bombardeo de artillería que cuando marchaban a exagerada velocidad,
manejando un camión por caminos desconocidos, en condiciones de peligro físico mucho
mayor.
Así, pues, la imaginación nos asusta más que el peligro en sí. Del propio modo, un
a
IMPORTANTE: Algunos textos de esta ficha pueden haber sido generados partir de PDf original, puede sufrir variaciones de maquetación/interlineado, y omitir imágenes/tablas.