En la pedofilia hay un componente afectivo que complica desde el punto de vista psicológico la situación. Las tendencias pedófilas pueden iniciarse en un individuo a edades tempranas y en personas aparentemente normales y próximas, en la mayoría de ocasiones, en los círculos familiares o de amistad del niño que se convertirá en su objetivo. Este trabajo trata de entender los mecanismos utilizados por un pedófilo para atrapar a una menor, así como los factores de riesgo que provocan la captura. Un estudio descriptivo sobre la forma de actuar de un pedófiilo, enmarcado en un diseño cualitativo. En nuestro caso, el acercamiento se realiza desde el colegio utilizando la figura de rol educativo, la seducción se perpetra durante un año buscando el momento de malestar emocional de la menor para iniciar besos y tocamientos. Mediante el uso de premios y regalos, atrapa a la menor. Para ello el adulto ahonda en el aislamiento social, amenazando con su propio suicidio si lo abandona, desarrollando una alta dependencia emocional. Su fin es conseguir una relación sexual disfrazada en relación de pareja, con roles de dominación (adulto) y sumisión-dependencia (niña). El temperamento de la menor (introvertida e insegura) junto a los mecanismos utilizados por el pedófilo, el aislamiento y la estigmatización crean una conspiración de silencio que se rompe tras sentirse engañada emocionalmente por él. A partir de ahí comienza la toma de conciencia por parte de la menor de los hechos. Tres años después, la menor abusada presenta ansiedad, depresión, baja autoestima, sentimientos de culpabilidad y estigmatización, dando lugar a un estrés postraumático, que requieren intervención psicológica, si bien se presume un buen pronóstico. El pedófilo no reconoce los hechos, se enamoró y el amor está por encima de todo, a pesar de los 33 años de diferencia.