Estilo de vida, salud y sociedad de la información. 1
(Lifestyle, health and information society.)
FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2008; 12(1)
Eulàlia Hernández i Encuentra; Manuel Armayones Ruiz; Lourdes Valiente i Barros.
Grup de Recerca Psinet.
IN3- Universitat Oberta de Catalunya,
Rbla del Poble Nou, 156
08018 Barcelona
Tel: 93 3263898
www.uoc.edu/in3/psinet/
1 Este trabajo ha sido posible gracias a una ayuda del Ministerio de Ciencia y Tencología al proyecto: Salud y calidad de vida en la sociedad
del conocimiento: aspectos conceptuales, metodológicos y aplicados. (DGCYT SEC2003-0343/PSCE)
Recibido: 15/05/2008
PALABRAS CLAVE: Estilo de vida, Salud, Tic, Sociedad de la información y el conocimiento.
KEYWORDS: Lifestyle, Health, TIC, Information and knowledge society.)
Resumen
En este artículo analizamos de manera crítica las relaciones entre el estilo de vida, la salud y la sociedad actual.
Concluimos que la tecnología no es la responsable de nuestro estilo de vida, sino un instrumento creado por él.
Sin embargo, un uso automático e indiscriminado por parte de las personas e instituciones tiene, a menudo, un
efecto no deseado sobre la salud; y que es el contrario para el que fue diseñada. Consideramos necesario que los
profesionales contribuyan a facilitar que las personas recuperen el control de sus acciones y el uso de la
tecnología, y para ello es necesario conocer y analizar las experiencias que viven los usuarios de las tecnologías
de la información y la comunicación. Para ello proponemos y reflexionamos sobre algunas estrategias tanto a nivel
de intervención individual como social y comunitario que pueden dar como resultado un uso más adecuado,
eficaz, eficiente, pero también sereno y razonado de las nuevas tecnologías para que estas potencien realmente la
calidad de vida de los ciudadanos.
Abstract
In this paper we analyze the relations among the lifestyle, the health and the current society. We conclude that
the technology is not who is responsible for our lifestyle, but an instrument created by it to give answer to its
demands. However, an automatic and indiscriminate use of technology on the part of the individuals and
institutions has, often, an undesired effect on the health; and it ends up being the contrary for which it was
designed. We consider that professionals should contribute to facilitate that individuals retrieve the control of their
actions and of the use of the technology. For that it is necessary to know and to analyze the experience of use of
the technology. Finally, we reflect on some strategies of intervention at individual, social and community level so
they can give as a result a more suitable, effective, efficient, but also serene and reasoned use of the
communication and information technologies in order to really promote the quality of life of the citizens.
¿Sociedad tecnológica? No. El uso que la persona hace de la tecnología
Parece que aún no hay un acuerdo establecido sobre cómo llamar a nuestra sociedad. Los sociólogos destacan
algunos aspectos que podrían ser considerados clave: la información, el conocimiento, y la Red como forma de
estructura y expresión; de este modo hablaríamos de la Sociedad de la información, Sociedad de la información y
el conocimiento (Castells, 2002) o de la Sociedad Red (Castells 2000). En los tres apelativos existe un acuerdo
mayoritariamente establecido: la información (comunicación del conocimiento) se configura como la base de las
relaciones de producción, de las experiencias y de las relaciones interpersonales (los tres procesos alrededor del
cuales los sociólogos organizan las sociedades) y la Red sería una forma de representar la estructura compleja de
esas relaciones.
Hasta ahí parecería que nos hemos olvidado de la tecnología y, ¿no sería el uso de la tecnología el elemento
definidor de nuestra sociedad? Si así fuera, sería más adecuado usar los términos de Sociedad tecnológica o
Cibersociedad (Jones, 1998), o Sociedad On-line (Howard y Jones, 2003) poniendo énfasis en las experiencias de
uso personales de la tecnología (Lorca y Jadad, 2006).
Si bien el acuerdo respecto al papel de la información en la sociedad es amplio, no está claro el papel que ejerce
la tecnología. Su presencia es innegable, así como su importancia, pero queda por establecer si su papel es el de
causa de los cambios en la sociedad, el de consecuencia de ellos o el de un elemento en covariación con ellos.
"The current commercially run, communication oriented internet emerged only after a long process of technical,
organizational and political restructuring." (Abbate, 1999, p2).
Siguiendo la frase de Abbate (op cit), autores como Anderson y Tracey (2001); Wellman y Haythorntwaite
(2002); o Castells (2002) proponen una nueva perspectiva, presentando la tecnología como una forma de
expresión de la sociedad y su evolución. De acuerdo con ello, la tecnología (internet, banda ancha, ipods,
domótica, telefonía móvil...) sería un conjunto de instrumentos que usan las personas para sus actividades diarias.
Sin duda nuevos instrumentos, pero las necesidades que cubren siguen siendo las tradicionales y clásicas. De este
modo, la tecnología vehicularía el cambio social y no sería la causa de éste. Porque, a pesar de que la tecnología
se ha establecido en todas las esferas de la sociedad y proliferan las "e" en cada una de las disciplinas y campos
sociales, no todo el mundo la usa (p.ej. las personas mayores manifiestan que no les interesa o no la necesitan).
Es más, tomando internet como uno de los elementos tecnológicos principales, sigue persistiendo la idea de
trasladar al plano online las actividades de la propia vida. Y ello es tomado por algunos como el mantenimiento de
la separación entre el mundo real y el mundo virtual (Howard y Jones, 2003; Selwyn, Gorard y Furlon, 2005), y
otros identifican como el principio de la fusión e indisolubilidad entre ambos mundos (Armayones y Hernández,
2007). En consecuencia, parece difícil sostener que sea la tecnología únicamente la que está promoviendo los
cambios sociales.
Los tres elementos señalados hasta el momento (comunicación, Red y tecnología) se configuran alrededor de la
persona como eje central de la sociedad. La persona es quien teje su proyecto de vida, la que debe disponer de la
información y medios necesarios para dirigir su actividad personal y laboral de manera ágil, flexible y segura. Es
ella la que debe establecer su propia red dinámica de relaciones. Con lo que no debería extrañarnos que algunos
estudios muestren que es precisamente la persona que tiene un proyecto personal propio e independiente quien
revelen unos índices más altos de uso de la tecnología (Castells y Tubella, 2002).
Numerosos estudios sobre la sociedad actual se detienen en el análisis de dos elementos básicos de la conducta
humana: a) la comunicación, señalando que actualmente la persona tiene la posibilidad de estar en contacto
permanente con sus congéneres (Katz y Rice, 2002), aunque se trate de un contacto controlado a voluntad
(Rheingold, 2002); y b) la descripción y la comprensión del estilo de vida de los ciudadanos (Anderson y Tracey,
2001). Este segundo es el enfoque que adoptamos en el presente artículo.
Nuevas sociedades, nuevos estilos de vida
En las ciencias psicosociales existe un acuerdo en considerar el estilo de vida como un patrón de conductas que
organiza la vida cotidiana de las personas en un contexto social y cultural. En relación con la salud, el estilo de
vida, que tradicionalmente se ha referido a las conductas que representan factores de riesgo para la salud (p.ej.
hábitos tabáquicos, baja actividad física, dietas desequilibradas...), presenta hoy día una posición más positiva
focalizando su estudio en las conductas cotidianas que promueven la salud y la calidad de vida de las personas
(Cockerham, 2000).
En este marco, cabe destacar dos elementos que consideramos importantes. El primero de ellos es que
habitualmente el estilo de vida está considerado como un conjunto de conductas aisladas. Hecho que afecta la
práctica de la salud pública, concretamente los programas de intervención actuales que intentan cambiar
conductas específicas (por ejemplo los hábitos de sueño) sin considerar el contexto ni la incidencia sobre otros
ámbitos de la vida de la persona (la vida familiar y horarios de comidas, p.ej.). (Coreil, Levin y Gartly Jaco, 1992;
Boixadós, Pousada y Valiente, 2005).
El segundo se relaciona con la rutinización de la conducta de las personas. Si el estilo de vida es un conjunto de
conductas cotidianas, y que por tanto no necesitan ser decididas en cada momento (Rodríguez-Suárez y Agulló,
1999), la acción consciente de las personas respecto al estilo de vida que adoptan sólo sería imprescindible ante
la situación de un cambio en su estilo de vida, y no para el mantenimiento de un estilo una vez adoptado.
Por ello, será especialmente importante estudiar el estilo de vida en nuestra sociedad cambiante; que está
sufriendo cambios cualitativos importantes acompañados por la incrustación de las tecnologías de la información y
la comunicación en nuestra vida cotidiana, donde la salud y su cuidado han dejado de ser la mera ausencia de
enfermedad para ser un bien de consumo y disfrute. Consumo que parece desaforado a tenor de la proliferación
de productos y publicaciones con contenidos eminentemente dirigidos a potenciar y promover la salud y el
bienestar, haciendo un gran hincapié en los aspectos más psicológicos de estas amplias dimensiones (satisfacción,
autoestima, felicidad...).
¿Qué cambios sufre el estilo de vida de las personas en la sociedad actual?; ¿Podemos identificar claramente
efectos favorables y adversos para nuestra calidad de vida y bienestar? Nuestra respuesta a ambas preguntas
defiende que cualesquiera que sean los efectos, éstos no van a depender tanto de la tecnología o de la sociedad,
sino de las personas que utilizan la tecnología y viven en esta sociedad tecnificada. Ellas deberían ser provistas de
los conocimientos y formación necesarios para vivir saludablemente con la tecnología. Veámoslo.
Nuevos estilos de vida; ¿Cambios en la calidad de vida?
A la luz de las características de la sociedad del conocimiento creemos que los patrones clásicos de estilo de vida
son insuficientes para entender nuestra conducta y su relación con la salud y calidad de vida en esta sociedad
actual inmersa en la tecnología, la información y la Red. Por una parte, ahora más que nunca la información y el
conocimiento a los que acceden los ciudadanos están posibilitando que éstos sigan patrones de conducta
saludables. Los ciudadanos del siglo XXI parecen más saludables puesto que fuman menos, van al gimnasio dos o
tres veces a la semana, siguen una dieta rica en cereales, frutas y hortalizas, realizan controles de salud, etc.
Pero también forma parte del estilo de vida la forma en qué se realizan estas actividades de la vida diaria, y en
cómo se viven.
Así, en una sociedad que ha sido descrita como descentralizada, multitarea, multirol, sincrónica, líquida (Castells,
2002; Wellman y Haythornthwaite, 2002; Bargh y McKenna, 2004; Bauman, 2003), parece que nuestro estilo de
vida puede fácilmente definirse a partir la necesidad de gestionar una gran cantidad de tareas de forma
simultánea, y de nuestra interacción generalizada con la tecnología. Por ejemplo, un ciudadano común de nuestra
sociedad lleva el teléfono móvil conectado las veinticuatro horas de día, juega a golf o va esquiar los fines de
semana, va al gimnasio dos o tres veces por semana, está matriculado en la academia de inglés, se programa
unas vacaciones a Estados Unidos o un safari fotográfico para todo su mes de vacaciones, visita grandes
superficies comerciales varias veces al año, va de rebajas el primer día, ve la televisión hasta las dos de la
mañana sintonizando distintos canales, sigue los programas de telebasura para poder comentar con los
compañeros de trabajo, está dado de alta al Messenger y chatea diariamente con cuatro o cinco amigos a la vez,
envía o reenvía mensajes de correo electrónico a los amigos diariamente, está leyendo el último bestseller de
moda, sigue una dieta, tiene navegador en el coche, una pda como agenda telefónica, realiza gestiones a través
de un dispositivo electrónico a distancia, juega con la wii en familia... Este patrón de conducta (que puede parecer
excesivo pero es real), permite a la persona sentirse miembro de la sociedad, "estar al día", ser como los que le
rodean, ser igual de importante que los demás. Y ello le sirve para identificarse y definirse como una persona de
su tiempo.
Sin embargo, la necesidad de realizar treinta tareas diarias, tres o cuatro de ellas en paralelo, ejerce una presión
temporal sobre la persona que desemboca fácilmente en la experiencia de sentimientos de insatisfacción, de
frustración y de culpa. La persona se lamenta porque se cree incapaz de controlar las tareas de su vida diaria y
tiene la ilusión de que si incorpora dispositivos de última tecnología a su vida, podrá tenerlo todo apuntado, todo
ordenado, podrá trabajar más, y realizar todas las tareas que no puede completar en el día.
Esta ilusión está formada en base al aura de modernidad, reconocimiento social y en definitiva de valoración
positiva respecto al uso, y sobre todo al uso intensivo de la tecnología. En determinados contextos sociales y
profesionales es realmente difícil afirmar, sin ser sospechoso de "disidente" que el uso de las tecnologías debe
modularse igual que cualquier otra cosa. Que no es inadecuado apagar el teléfono móvil al llegar a casa, que el
tener un servicio de correo electrónico asociado a nuestro móvil no implica tener que contestar los mensajes en el
momento de recibirlos, y en definitiva que no siempre se está localizable o simplemente que en ocasiones una
persona puede decidir "no estar localizable".
Así nos encontramos con hombres y mujeres con herramientas tecnológicas en los sitios más insospechados, y en
muchas ocasiones no consiguen tener la sensación de que realmente estén consiguiendo aprovechar mejor el
tiempo por adelantar tareas, sino que dichas tareas pasan a ser programadas para realizarse en los "espacios
muertos" (por ejemplo la sala de embarque de un aeropuerto, o en las gradas de un estadio de deportes). Con
ello, la persona continua con la misma sensación de carga y presión laboral que hace unos años cuando no
disponía de tanta tecnología. ¿Es ésta la mejor solución de entre las posibles? Seguramente no, porque se
acrecientan los pensamientos como: "no llego", "necesito más tiempo", "deseo disfrutar más de la vida", "estoy
siempre corriendo y no llego a nada"... y la ilusión de control se quedó en una mera utopía.
Paradójicamente, para recuperar las riendas de la vida multitarea, la persona realiza actividades que le permitan
liberar tensión y olvidar la sensación de falta de control (taichi, stretching, pilates, spinning, artes marciales,
yoga, ikebana...) lo que le lleva a tener aún más tiempo ocupado, más tareas a realizar y menos tiempo
disponible. En estas situaciones "la solución intentada", la manera de enfrentarse a un problema de "estrés" o de
"necesidad de desconectar" se acaba convirtiendo en otra fuente de estrés si cabe aún mayor. A todo esto,
muchas organizaciones establecen políticas de conciliación que analizadas en profundidad no tienen el efecto
esperado, y probablemente en muchas ocasiones es porque los propios empleados-ciudadanos no son capaces de
beneficiarse de ellas.
Hay muchas personas que son plenamente conscientes de haberse subido a un carro trepidante y que pueden
disfrutar del camino, sobre todo en sus vidas laborales. Quizás sacrifican aspectos de su vida personal que
consideran menos prioritarios o porque piensen que vendrán tiempos en los que no deberá trabajar con tanta
prisa. Pero también hay muchos ciudadanos que se ven inmersos en los cambios del estilo de vida acaecidos en
nuestra sociedad sin haberlo elegido, y entre ellos están aquellos que tienen dificultad para adaptarse a la
tecnología por distinto motivos (nivel de formación, edad, situación personal o simplemente posición ante la vida).
Estas personas pueden experimentar incomodidad, desconfianza e inseguridad y puede aparecer en ellos la
sensación de que se vive en un mundo impredecible, poco fiable, incontrolable e inseguro. Justo lo contrario de lo
que las personas necesitan para mantener su salud, bienestar y felicidad (Avia y Vázquez, 1998), por lo que hay
que pensar en estrategias que permitan que toda la sociedad pueda incorporar la tecnología en su estilo de vida
cotidiano y beneficiarse de ella. Un ejemplo de ello son la política de la unión europea i2010, o las iniciativas del
Instituto para la Innovación y Bienestar Ciudadano I2BC del Parque Tecnológico de Andalucía.
¿Y entonces?
Si algo no tiene sentido en una sociedad cambiante, que requiere a sus ciudadanos una velocidad de adaptación
muy superior a la que debían tener ciudadanos de otras épocas, es una "receta" para solucionar los problemas.
Y aún así somos conscientes de que lo más fácil pudiendo acceder a inagotables fuentes de información,
experiencias, testimonios, etc, sería dar una receta a modo de material de instrucciones o de autoayuda. Sin
entrar a valorar el nivel científico de muchos de estos textos vale la pena destacar que su efecto no parece ser el
esperado, al menos para sus lectores, habida cuenta de que en muchas ocasiones acumulan textos sin acabar de
encontrar el sosiego esperado en una espiral interesante desde el punto de vista editorial, pero quizás no tanto
desde el de la salud.
Desde nuestro punto de vista la estrategia para lograr que muchas personas perciban realmente cómo el nuevo
estilo de vida incrustado de tecnología aumenta su bienestar, su calidad de vida y en definitiva, y utilizando
terminología al uso, les hacen "más felices" requiere abordar la complejidad del problema desde varios frentes.
Apuntemos simplemente algunos datos de cómo este proceso ya se ha iniciado y como creemos que puede
continuar.
Refiriéndonos a estrategias de promoción de la salud y prevención de los efectos derivados de un estilo de vida
como el descrito para muchos ciudadanos de la sociedad de la información y el conocimiento, se podría intervenir
a varios niveles:
· A nivel de análisis de las necesidades y percepción que tienen los ciudadanos sobre las demandas múltiples y
simultáneas- de esta nueva sociedad en la que ya estamos absolutamente inmersos. Son por tanto necesarios
estudios rigurosos en los que se analicen las experiencias de los usuarios.
· Asesorando a organizaciones públicas y empresas sobre como casar adecuadamente las posibilidades
tecnológicas con las necesidades de los usuarios a través del seguimiento y análisis de la evolución de distintas
variables individuales como las de satisfacción, tipo de uso de la información, cambios decisionales, efectos
psicológicos positivos o negativos, etc.
· Analizando detenidamente los movimientos sociales que han empezado a centrar su atención y actuación
precisamente sobre los cambios en el estilo de vida determinados por las nuevas tecnologías y sus efectos sobre
las personas: tanto a nivel físico como psicológico.
Pero en cualquier caso, el objetivo de todos debe ser el devolver el control de la propia vida al ciudadano,
favorecer la autorregulación y, en definitiva, contribuir a que las personas "serenen" su estilo de vida y puedan
utilizar las nuevas tecnologías de la manera más adecuada para aprovechar todas sus posibilidades sin perder por
ello la serenidad necesaria para rendir al máximo, tanto en lo profesional como en lo personal.
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