Se ha extendido la costumbre de utilizar indistintamente “sexo” y “género”. ¿Son intercambiables? La OMS considera que no. Define sexo como un conjunto de variables biológicas dependientes de cromosomas que muestran unos niveles hormonales y una anatomía particular. Género se refiere a las atribuciones sobre el sexo con roles socialmente construidos, expresiones conductuales, identidad, etc.
Ante la “moda” de usarlos como sinónimos, investigadores e instituciones han propuesto guías para facilitar que el buen hacer científico no se vea alterado por ideologías, presiones mediáticas o sociales, moral, religión o intereses económicos.
Esto favorece la diversidad y la inclusividad en la clínica y en la investigación. Podemos estar de acuerdo o no con estilos de vida, modos de relacionarse o conductas, pero si los científicos queremos trabajar con calidad y aportar conocimiento es necesario que trabajemos sobre la realidad. Las diferencias debidas al sexo son inmunes a cualquier ideología o interés sociocultural, porque se rigen por parámetros genéticos determinados biológicamente.
Considerar que hombres y mujeres son iguales es muy loable desde una perspectiva moral o social, y es inaceptable desde una perspectiva biomédica. La organización de un sistema sanitario o de investigación que no tuviera en cuenta la diferente morbilidad, evolución o respuesta a tratamientos, generaría sesgos.
Para trabajar en innovar con perspectiva de género, es necesario tener en cuenta las diferencias e incluirlas, observar lo diverso y estudiarlo. Mantener un criterio científico y académico ayudará tanto al avance de la ciencia como al enriquecimiento de leyes o ideologías.