Autor/autores:
José Ignacio Quemada
, Naiara Mimentza
Fecha Publicación: 03/10/2019
Área temática:
Psicología general .
Tipo de trabajo:
Post/Entrada de Blog
Director de la Red Menni de Daño Cerebral de Hermanas Hospitalarias
El ictus es un trastorno brusco de la circulación sanguínea cerebral que genera una combinación de síntomas físicos y de alteraciones mentales que pueden persistir en el tiempo. En un estudio realizado en España, hasta el 45% de los pacientes a los tres meses después del ictus presentan discapacidad moderada o severa y, por tanto, una limitación en su capacidad funcional. Estamos hablando de la primera causa de discapacidad, ya que la padecen entre 500 y 600 personas por cada 100.000 habitantes.
De esta patología cerebral se derivan un conjunto de problemas mentales. Las afasias y los síndromes demenciales severos se reconocen con facilidad; sin embargo la heminegligencia, el deterioro cognitivo leve, los cambios de personalidad y las alteraciones emocionales tienden a ser ignorados. Las alteraciones emocionales en particular, ansiedad, tristeza, llanto o anhedonia, son interpretadas como reacciones naturales a la pérdida de la capacidad física.
Dada la naturaleza aguda de los ictus, los esfuerzos sanitarios se concentran en los días o semanas posteriores. Esto garantiza la detección de problemas motores, sensoriales y sensitivos en fase aguda y subaguda pero una menor detección de los cambios mentales en fase subaguda y crónica, especialmente los que fluctúan y no pueden ser fácilmente medidos. En este capítulo entran los cambios en la conducta social que generan problemas de convivencia y gran deterioro en la calidad de las relaciones interpersonales.
Por otro lado, el hecho de que la Psiquiatría se haya autoexcluido de la atención a este grupo de pacientes tiene como consecuencia que haya una pobre atención a los problemas psicopatológicos que presentan estos pacientes y sus familias.
Depresión, síntomas depresivos y otros trastornos emocionales
Los intentos por determinar la prevalencia de la depresión post-ictus han dado lugar a resultados muy dispares. Tal dispersión obedece fundamentalmente a: la diversidad de instrumentos de evaluación y de criterios nosológicos, a las diferencias en las poblaciones estudiadas y, por último, a los distintos momentos post-ictus en que son evaluados los pacientes. Que el llanto patológico o la apatía sean incluidos o excluidos dentro del grupo de pacientes con depresión tiene un claro efecto en los datos finales de prevalencia. La presencia de afasia o de deterioro cognitivo severo es criterio de exclusión en algunos estudios de depresión post-ictus.
En cualquier caso, las alteraciones psicopatológicas y conductuales que muestran coincidencias sintomatológicas con la depresión son diversas. Se mencionan a continuación las más habituales:
El cambio conductual más frecuente es la irritabilidad. Para algunos autores es un estado emocional caracterizado por un reducido control del temperamento, un estado de ánimo que predispone a ciertas emociones (el enfado), ciertas cogniciones (valoración hostil de una situación) y ciertas conductas (agresividad). La experiencia clínica sugiere que la irritabilidad puede tener orígenes diversos: bajo estado de ánimo, fatiga, intolerancia a la frustración, reducción en la capacidad para la resolución de los problemas (trastorno ejecutivo). Una expresión especialmente grave de la irritabilidad es la agresividad física, hacia objetos o hacia personas.
Palabras clave: ictus, trastornos emocionales
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