¿Síndrome posvacacional? Los seres humanos tenemos la costumbre de poner nombre a las cosas para intentar entenderlas mejor y, de paso, si es un problema, pues intentar buscarle solución. Pero en muchas ocasiones utilizamos términos que confunden más que aclaran: y eso nos pasa con el llamado «síndrome posvacacional», que ni es un síndrome, ni una enfermedad mental; es tan sólo, y ya es mucho, ese cambio del «modo vacaciones» al «modo rutina» que hace que nuestro cuerpo necesite unos días para acostumbrarse.
Y claro, en ese proceso, nos sentimos físicamente más cansados, nos cuesta más arrancar, tenemos las emociones a flor de piel y nos sentimos más vulnerables. Nada que no se cure con una dosis de realidad, un par de cafés y un rato de charla con los compañeros de trabajo, o con el señor de la charcutería o la señora de la farmacia, que nos ponen al día de todo lo que nos perdimos durante las vacaciones.
El estrés de la vuelta al trabajo es como la inquietud de los niños cuando deben volver al colegio tras dos largos meses de vacaciones: nervios en la barriga la noche anterior, que desaparecen mágicamente cuando llegan al patio del colegio y ven a sus colegas de pupitre. Quizás este año la transición sea un poco más dura, pues nos espera agazapado el coronavirus y todas sus incertidumbres, con sus geles hidroalcohólicos, sus mascarillas outfit, su distanciamiento social y el trabajo pendiendo de un hilo. Así que el estrés no vendrá por volver a la rutina, sino por no saber si volveremos a trabajar, o si los niños volverán al colegio.
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