La depresión consiste en una pérdida de interés por las actividades habituales, pérdida de la capacidad de experimentar placer, sentimiento de inutilidad, tristeza e incluso ideación suicida. Además de afectación en el estado de ánimo, también aparecen síntomas somáticos como: pérdida de apetito, pérdida de peso, insomnio y falta de concentración. Actualmente el tratamiento que se sigue es la medicación antidepresiva y la terapia cognitiva conductual (TCC), ya que han resultado eficaces para reducir la gravedad general de la depresión.
Los antidepresivos se clasifican en función de la diana de actuación; tenemos inhibidores tríciclicos no selectivos de la recaptación de Na y Serotonina, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (isrs) y otros menos frecuentes como inhibidores selectivos de la recaptación de NA, inhibidores selectivos de la recaptación dual e IMAOs.
En la revista World Psychiatry se ha publicado un estudio que analiza la eficacia de diferentes tratamientos para la depresión; los medicamentos frente a la terapia cognitivo conductual. El análisis se centró en un solo grupo de fármacos, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (isrs), ya que estos son los fármacos antidepresivos más recetados. La muestra fue seleccionada en pacientes con un diagnóstico primario basado en el DSM de un trastorno depresivo.
Los cambios en los síntomas de depresión individuales se evaluaron utilizando los 17 ítems separados de la escala de depresión de Hamilton (HDRS), cuyo objetivo consiste en una medida cuantitativa de la intensidad del trastorno depresivo y cuantificar la evolución de los síntomas bajo el efecto de un tratamiento.
Los resultados evidenciaron que la medicación fue ligeramente más eficaz que la TCC y que esto fue independiente de la gravedad de la depresión previa al tratamiento.
Se determino que los síntomas individuales difieren en su respuesta a la medicación antidepresiva en relación con la TCC. En general, la medicación fue más eficaz que la TCC para reducir los síntomas afectivos (es decir, estado de ánimo depresivo y ansiedad psíquica) y los síntomas cognitivos (por ejemplo, sentimientos de culpa y pensamientos suicidas), mientras que su eficacia fue menor para para la mayoría de los síntomas relacionados con, por ejemplo, ansiedad somática, sueño, excitación y funciones corporales. Esto sugiere que los pacientes que sufren más los dos primeros síntomas y menos los dos últimos pueden beneficiarse más de los ISRS, y viceversa.
Estos hallazgos podrían ayudar a mejorar la identificación de los pacientes que tienen más probabilidades de beneficiarse de un tratamiento en relación con el otro. En consecuencia, para mejorar la práctica clínica sería importante identificar los síntomas principales de cada paciente, ya que como hemos observado juegan un papel clave en la respuesta clínica al tratamiento.
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