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Nadie se avergonzaría de decir que tiene una hipertensión, ¿por qué sí de una depresión?



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Noticia | 17/10/2023

Tras la pandemia, el aumento de casos de ansiedad, depresión o incluso de suicidio hicieron que la sociedad comenzase a dar a la salud metal la importancia que se merece. 


Antonio Bordallo, director de la Unidad de Atención de Salud Mental del Hospital Regional de Málaga, destaca que, aunque aún queda mucho por hacer, en los últimos años se han dado grandes pasos, habiendo cada vez más recursos y posibilidades de ayuda para la población. Así que, lejos de lanzar un mensaje dramático, el psiquiatra malagueño quiere transmitir una idea de esperanza y que la población sepa que, «ante esos síntomas, hay recursos para ayudarles».


En 2022, las urgencias atendieron mas de 5.000 intentos de suicidio en Andalucía, ¿existe un protocolo o seguimiento de esos pacientes para evitar que vuelvan a intentarlo?


Sí, nosotros establecimos el Regional un programa de prevención y abordaje de la conducta suicida que se divide en varios subprogramas. Uno de ellos es el ‘Código suicidio’, que es un programa que se activa cuando un paciente llega a la urgencia y vemos que tiene un riesgo alto o moderado de suicidio.



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El programa lo que pretende es que ese paciente no se pierda, ya que hay muchas evidencias de que la mayoría de personas que ingresaban por ideas o intento de suicidio, luego no acudía a los dispositivos a los que se les derivaban. Entonces, con este programa, le llamamos en 48 o 72 horas, le proporcionamos la cita y hacemos un seguimiento telefónico entre el día que acude a la urgencia y la cita, que se da en un periodo máximo de una semana.


Luego hay otros programas, como uno de acompañamiento más intensivo de pacientes con intentos graves de suicidio u otro para las familias que pierden un ser querido por suicidio.


¿Reciben muchos intentos de suicidio las urgencias del Hospital Regional?


Sí, muchos. La unidad de salud mental que trabaja en el servicio de urgencias atiende una media de tres o cuatro de intentos de suicidio al día.


Otra de las cifras más preocupantes en torno al suicidio es la de los más jóvenes, ¿se ha incrementado en los últimos años?


Ha habido un incremento, pero no es un incremento exponencial. Lo que sí es cierto es que ahora se habla más de ello y que con la pandemia observamos un incremento grande de los gestos de autolisis, y eso lleva a que, al final, haya un incremento de suicidio consumado.


¿El por qué?


Se habla de la pandemia como factor desencadenante, y que seguramente afectó más a los jóvenes que a la gente mayor, porque les limitó mucho más la vida. Y, por otro lado, es probable que la pandemia también sirviese para poner de manifiesto una serie de problemas que ya se venían viendo, pero que no habíamos sido capaces de analizar, como el tema del ciberacoso, bulliying o mal uso de redes sociales, que está generando un sufrimiento a la población infanto-juvenil más alto.


¿Son ahora los jóvenes más infelices?


Creo que los jóvenes ahora mismo tienen un nivel de estrés mayor que el que hemos tenido generaciones previas. Y considero que es porque tienen un acceso mucho mayor a la información, lo cual tiene cosas muy positivas, pero también otras negativas, como el tema de la intercomunicación. Antes tu círculo de aceptación con tus iguales era muy pequeñito. Era tu vecino, tu amigo, la gente que estudiaba contigo. Ahora por las redes sociales cualquier imagen o cosa tuya, tiene una repercusión en miles de personas, y eso es un generador de estrés.


¿Las redes sociales son entonces uno de los factores del malestar emocional de los adolescentes?


El mal uso de las mismas sí. De hecho, ya hay países donde se están probando la experiencia de la reducción de los teléfonos móviles y de las redes sociales en la población adolescente. La evolución y la tecnología son buenas, pero tenemos que saber usarlas bien. Y estamos viendo que esta evolución está generando un problema de adaptación muy grande en las nuevas generaciones.


¿Problemas de adaptación en qué sentido?


Toda revolución, como la industrial en su momento, o ahora la tecnológica, genera siempre un cambio grande que conlleva un proceso de adaptación a otra manera de vivir y de relacionarse. Pero en el caso de la de ahora, este cambio está siendo muy rápido porque la tecnología avanza mucho más rápido de lo que ha avanzado en los últimos 2.000 años. Y eso está haciendo que el proceso de adaptarnos a otra manera de vivir y de relacionarse sea mucho más traumático.


¿Cuáles son los principales problemas de salud mental que sufren los jóvenes en Málaga?


Hay muchos. Y la manifestación de ese malestar tiene muchas distintas posibilidades. Desde un incremento de los trastornos de conducta alimentarias, hasta un aumento de las autolesiones, de las fobias o de la agresividad.


Antes mencionaba que desde la pandemia habían notado un aumento de las autolesiones en los más jóvenes, ¿qué se esconde detrás de ellas?


La adolescencia siempre ha sido un periodo complicado porque es cuando uno pasa de ser un niño a tener que convertir en algo que desconoce, que es ser un adulto. Y antes, normalmente, la gente tenía el camino más claro y marcado. Estudiabas, empezabas a trabajar, te echabas una pareja... Pero ahora la información nos ha permitido un abanico gigante de posibles elecciones en todos los sentidos (trabajo, pareja, formación, etc.). Y eso es muy enriquecedor, pero la adaptación está siendo complicada y está generando mucho estrés. Los jóvenes, psicológicamente, tienen muchas más dificultades para situarse en la vida en todos esos aspectos que antes estaban muy claros.


¿Y qué diferencia hay entre la autolesión y la tentativa de suicidio?


Alguien que se corta, pero no se corta con la intención de cortarse una arteria, está mostrando un malestar consigo mismo. Que no le gusta lo que ve en él, pero no sabe cómo cambiarlo y quiere destruirlo, pero no quiere acabar con su vida. Seguramente su objetivo es más de expresión del malestar, mientras que el suicidio te está diciendo que ya no le ve sentido y que quiere acabar. Al final es también un intento de escape, por eso es difícil poner el límite entre uno y otro.


¿Ha habido en los últimos años un aumento del número de personas que acuden a la unidad de salud mental?


Un aumento enorme de hecho. Ya se nos advirtió que después de la pandemia de Covid, vendría una pandemia de salud mental. Y es verdad que, aunque en el año 2020 hubo una bajada debido a la pandemia, en el 2021 y 2022 hemos tenido un gran crecimiento de primeras consultas. En el año 2022 hicimos 85.000 consultas, de las cuales 11.000 fueron primeras consultas.


Esto implicó ver a 18.000 usuarios distintos y un incremento notable respecto al 2021, cuando atendimos a 16.000 usuarios y tuvimos 78.000 consultas. Otra cifra relevante es que el año pasado tuvimos 820 ingresos en la unidad de hospitalización. Este año ya da la sensación de que los nuevos casos se están manteniendo respecto al año pasado, lo cual siguen siendo cifras muy altas.


¿Y cuáles fueron las principales causas de esos 820 ingresos?


Hasta hace unos años, la mayor parte de los pacientes que ingresaban eran pacientes con trastornos mental grave, como esquizofrenia o trastorno bipolar. Pero, en los últimos años, hemos observado que cada vez hay menos ingresos de trastorno mental grave, quizás porque lo sabemos controlar mejor, y cada vez hay más ingresos por consumo de tóxicos, trastornos de personalidad e intentos de suicidio.


Y en cuanto a los casos de depresión, ¿han detectado un aumento de los mismos?


Sí, son fundamentalmente la causa de ese incremento de primeras consultas que comentaba. Ahí la mayoría de patologías que tratamos no son trastornos mentales graves, sino trastornos relacionados con la ansiedad y la depresión. Lo que se ha incrementado tras la pandemia es todo lo que tiene más que ver con el sufrimiento de la vida cotidiana.


Ahora vivimos con más estrés y un ritmo de vida que está incrementando los cuadros más leves de salud mental, como la ansiedad y la depresión.


España encabeza la lista de países que más ansiolíticos y tranquilizantes consumen, Andalucía en concreto lidera el podio. ¿A qué se deben estas cifras tan elevadas?


Yo creo que por ese nivel de intolerancia al sufrimiento de la vida cotidiana, que hace que la gente busque la salida más rápida, que es la pastilla, en lugar de intentar poner remedio a los factores que te están llevando a esa situación de malestar y sufrimiento. Luego quizás incide también que los recursos que hay asignados en salud mental a nivel nacional todavía están por debajo de otros países. Todo eso influye en ese consumo de psicofármacos, aunque nosotros desde hace ya unos cuantos años estamos trabajando para intentar reducirlo, pero es complicado.


¿Qué consecuencias puede tener esta medicalización de la vida?


La medicalización de la vida cotidiana produce primero que nada un espejismo. Porque al final el problema y el estrés persiste, lo único que te tomas algo para tranquilizarte. Y el problema de todas estas sustancias, como los ansiolíticos, es que puede derivar en un posible abuso y el desarrollo de una tolerancia. De manera que, para el mismo efecto, tienes que ir subiendo la dosis y conforme la subes van aumentando los efectos secundarios. La gente toma el lexatin o el diazepam como si nada, pero tienen muchos efectos secundarios a nivel cognitivo y motor que la gente ha minimizado.


Mencionaba el tema de recursos, ¿hace falta una mayor inversión en las unidades de salud mental para poder dar respuesta a la demanda de la población?


Hay que tener en cuenta de donde partíamos, pues llevábamos varios años con una carencia muy grande y en los últimos años se ha incrementado la plantilla, ha empezado a aparecer la figura del psicólogo en atención primaria, se han hecho refuerzos por la atención infantil, etc. Pero aún así, todavía estamos lejos de los niveles de los países más desarrollados y tenemos que seguir reclamando el incremento en las plantillas, unidades y dispositivos de la salud mental.


¿Se siguen banalizando los problemas de salud mental?


Yo creo que cada vez hay más gente que le da más importancia. La salida del armario, por ejemplo, de muchos famosos hablando de su sufrimiento está permitiendo hablar de ello y que seamos capaces de ver el sufrimiento que generan los problemas de salud mental en el ser humano.


Creo que estamos en un proceso de cambio en el que se está dejando de ocultar que se va al psicólogo o al psiquiatra por miedo al señalamiento.


¿Y qué más pasos podemos dar para seguir avanzando en esa superación del tabú de la salud mental?


Lo primero es comprender que una parte del ser humano es la mente y que la mente sufre.


Nadie se avergonzaría de decir que tiene una hipertensión, ¿por qué sí de una depresión?


Es lo mismo. Si una mente sufre, normalmente sufre en forma de síntomas y esos síntomas pueden conformar una depresión, una ansiedad o un trastorno obsesivo compulsivo. Y no tiene sentido ocultarlo, sino que hay que hablar de ello y normalizarlo. Las redes sociales, por ejemplo, tienen eso de positivo y han transmitido la existencia de esos problemas.


¿Cómo podemos reconocer si estamos sufriendo un problema de salud mental y dar el paso de pedir ayuda?


Lo primero, es que hay que pensar que algo va mal cuando nuestro funcionamiento en las diversas facetas que componen nuestra vida (personal, familiar, ocupacional, de ocio) está claramente afectado y no funciona igual. Y segundo, que es difícil que lo veamos desde dentro. Muchas veces quien se da cuenta es nuestro entorno. Por eso tenemos que aceptar cuando el entorno nos dice «no te veo bien» o «creo que necesitas ayuda».

Enlaces:
https://www.laopiniondemalaga.es/


Palabras clave: depresión, psiquiatría, salud mental
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