Antecedentes y objetivos
Las muertes por sobredosis de opioides continúan en aumento en Estados Unidos, lo que representa una crisis de salud pública urgente. La distribución de naloxona, un antagonista de los receptores opioides, ha sido reconocida como una estrategia clave para prevenir muertes por sobredosis. Sin embargo, aún existen barreras en el acceso y conocimi...
Antecedentes y objetivos
Las muertes por sobredosis de opioides continúan en aumento en Estados Unidos, lo que representa una crisis de salud pública urgente. La distribución de naloxona, un antagonista de los receptores opioides, ha sido reconocida como una estrategia clave para prevenir muertes por sobredosis. Sin embargo, aún existen barreras en el acceso y conocimiento sobre su uso entre personas con trastorno por consumo de opioides (TCO).
Este estudio tuvo como objetivo evaluar la asociación entre conductas de alto riesgo, la posesión de naloxona y el conocimiento sobre dónde obtenerla, en una muestra nacional de personas que ingresaron a tratamiento por TCO. Entorno y participantes
Se llevó a cabo una encuesta transversal a 5663 adultos que ingresaron a programas de tratamiento por TCO en diversas instalaciones de atención en Estados Unidos durante el año 2022.
Análisis
Se utilizaron modelos de regresión logística para comparar la posesión autoinformada de naloxona y el conocimiento sobre dónde obtenerla según: El tipo y vía de consumo de opioides reportado. La presencia o ausencia de antecedentes personales de sobredosis.
Resultados
Pacientes que consumían fentanilo, heroína o múltiples opioides mostraron tasas más altas de posesión de naloxona en comparación con aquellos que consumían únicamente oxicodona. Aquellos que reportaron uso inyectable de drogas presentaron una mayor probabilidad de poseer naloxona (61 % vs. 44 %) y de saber dónde obtenerla (77 % vs. 58 %) en comparación con quienes no se inyectaban (p < 0, 001 en ambas comparaciones). De forma similar, los pacientes con antecedentes de sobredosis tuvieron mayores tasas de posesión (59 % vs. 42 %) y conocimiento de acceso (77 % vs. 55 %) en comparación con quienes no tenían antecedentes (p < 0, 001).
Conclusiones
A pesar del riesgo elevado, persisten deficiencias significativas en la posesión de naloxona y el conocimiento sobre su acceso entre personas que inician tratamiento para el TCO. Estos hallazgos subrayan la necesidad de fortalecer estrategias de distribución, incluyendo programas de educación y capacitación comunitaria, intervenciones dirigidas en centros de tratamiento, y la formación de posibles testigos presenciales de sobredosis para mejorar la cobertura y eficacia de la naloxona en la prevención de muertes.
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