La complejidad y el dinamismo de los cambios sociales y de las estructuras económicas confrontan a un sector de la población a situaciones de pobreza, exclusión social y precariedad laboral, que tienden a cronificarse e intensificarse si no se realizan las acciones adecuadas.
Por la propia fragilidad del vínculo social, este sector de la población muestra una gran dificultad para acceder a atención socio-sanitaria, en particular a la atención y el tratamiento de las patologías que remiten al sufrimiento psíquico y los trastornos psiquiátricos primarios. Estas nuevas modalidades de sufrimiento subjetivo, vinculadas al disfuncionamiento social, se hacen patentes en la fragmentación y fragilidad de los vínculos sociales y afectivos, en la dispersión y desvalorización de conocimientos, en las contradicciones y la desorientación que comporta la caída, y en el cambio de ideales propio de la sociedad actual.
Este sufrimiento subjetivo se identifica con la depresión, las crisis de ansiedad, las fobias sociales, el desencanto y abstención escolar y su articulación con el consumo de drogas percibidas de bajo riesgo por los adolescentes, las respuestas del cuerpo en la modalidad de migrañas, fibromialgias y cansancio crónico, entre otras, e incide directamente en un mayor aislamiento, una mayor exclusión social y un aumento de bajas laborales cronificadas, situando a los sectores más vulnerables en un riesgo potencial de exclusión social.
Ante las nuevas modalidades de presentación del sufrimiento psíquico, nos encontramos con la respuesta generalizada de la medicación de las patologías -en ocasiones excesiva-, con la dificultad de dedicar el tiempo necesario para un diagnóstico y una reflexión clínica adecuados, y con las limitaciones de la atención pública para hacerse cargo de un proceso psicoterapéutico por la palabra, lo que comporta un déficit asistencial de la población más vulnerable, cuyas posibilidades de acceder a tratamiento privado son muy limitadas.
Frente a una generalización de la medicalización y protocolización vacía del sufrimiento humano, el psicoanálisis clínico aporta otra manera de tratar los síntomas actuales. Esta manera de tratar las afecciones mentales y los sufrimientos subjetivos no es nueva, desde hace más de cien años la experiencia del psicoanálisis pone en evidencia que determinados síntomas pueden tratarse mediante la palabra.
Esta reflexión, junto con la intención de insertar el psicoanálisis clínico en el discurso social para brindar apoyo, diagnóstico y asistencia a los sectores más vulnerados de nuestra sociedad, ha confluido en el proyecto de creación del ESPACIO PSICOANALÍTICO COMUNITARIO en la ciudad de Montevideo.
José González Cosimini
Psicólogo Clínico, Facultad de Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Magallanes 1484/203 24096235 / 094558177