Prólogo
La revolución avasalladora de la Información, ha provocado una práctica abolición de las distancias y del tiempo. Bajo su impacto la aldea global es una realidad. Como todas las invenciones destinadas a promover el bienestar general, tiene su lado flaco, Freud, (1930a). Hace 2200 años, el cartaginés Terencio decía que "Soy hombre y por lo tanto, ninguna cosa humana me es ajena", hoy podríamos decir que es el profeta de la globalización. El fenómeno genera una simultaneidad de causas y consecuencias a escala planetaria. El sueño de la aldea global deriva en insomnio, o tal vez en pesadilla para la mayoría de la humanidad, cuyos integrantes nos encontramos absortos y las más de las veces incapaces de entender o de explicar porque un cimbronazo en Rusia afecta a un vecino de Chivilcoy.
Nicholas Brady, ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, hablaba de los interruptores, que instituídos en 1987, podían contener futuros colapsos bursátiles. El fundamento de tales interruptores, es el de dar a la mente humana la oportunidad de emparejarse a la velocidad con que la revolución informática y tecnológica mueve los mercados. Se los llama interruptores porque inhiben gradualmente las operaciones durante las bajas bursátiles; limitan las transacciones computadorizadas y, luego, toda la actividad de los mercados de capital. Las operaciones se detienen en cualquier valor donde exista un desequilibrio incapaz de ser asimilado ordenadamente. Este concepto podría asimilarse al Freudiano de "coraza antiestímulo", (1920g).
La superabundancia de información se corresponde con una escasez creciente de atención, muchos oyen pocos escuchan, todo el mundo ve pocos miran, predomina la cantidad por sobre la cualidad y los matices, muchos repiten y pocos saben.
La instantaneidad gobierna a nuestra sociedad hambrienta de estímulos que está abierta las 24 horas. Las radios, los canales de TV, los bares, las fruterías, los taxis, los colectivos, todo funciona en continuado. Un mismo fenómeno puede ser observado a la vez en Hong Kong y en Nueva York.
No sabemos aún si como están las cosas, no se avecina una generación de insomnes y si el enloquecido ritmo de vida es el causante de los dislates de nuestros ritmos circadianos.
La aceleración rige casi todo. James Gleick escribió en The New York Times Magazine, que la cadena televisiva NBC creó una nueva unidad, llamada NBC 2000 encargada de detectar los imperceptibles instantes en los que la imagen de una programa va negro, antes de que aparezca la publicidad. En una noche esto puede significar entre 15 y 20 segundos de ahorro para el canal. El tema de preocupación para los directivos es que la gente está tan apurada que si debe esperar unos segundos sin imágenes comienza inmediatamente a exprimir el control remoto para cambiar la señal. He aquí otra adicción de fin de milenio.
El culto de la velocidad llegó a tales extremos que en la era del video clip, muchas de las imágenes que recibimos están incluso por debajo del nivel de la percepción y son sólo destellos para el ojo de la mente.
Hace tiempo nuestros abuelos nos legaron la conciencia de que el mundo era ancho y ajeno. Cada quién podía ser el arquitecto de su propio destino. La vida se ceñía al barrio y con abordar un tranvía nos convertíamos en argonautas de la globalización.
En aquellas épocas de precariedad tecnológica, Hitler y Nagasaki eran estertores de una lejana intolerancia.
Está visto que la simultaneidad, la instantaneidad, la globalización generaliza la vieja neurastenia.
Nos ubica a todos en las fronteras de cualquier desatino, de manera que los estornudos de cualquier punto del planeta resultan de una contagiosidad inmediata.
La actualidad es tan vertiginosa y cambiante que no nos permite reunirnos en un café para charlar de cualquier cosa, o jugarnos una partida de truco.
Introducción
"El gran problema cultural de nuestro tiempo es la despersonalización de la vida humana. Hoy el hombre está sometido a poderes cada vez más anónimos, cada vez más deshumanizados. Es necesario volver a una cultura orientada hacia la búsqueda del rostro personal. Sólo donde hay rostro hay responsabilidad", (Olegario González de Cardenal).
En esta comunicación intentaré dar cuenta de la metapsicología de algunas configuraciones propias de nuestra época, producto de la aceleración y casi simultaneidad de las comunicaciones y que inciden en la constitución del psiquismo de cada quién. El vacío interior, las patologías psicosomáticas, la aceleración del cotidiano vivir, la enajenación en el trabajo, la drogadicción, el maltrato corporal, el uso especulativo del prójimo y la entronización del dinero, la violación de lo humano en general, la pérdida y la tergiversación de los valores humanamente deseables...y la enumeración podría continuar; aparecen como los males de nuestro siglo. En la nueva condición cultural predomina la imagen sobre la cultura letrada, la inmediatez sobre la memoria la reflexión y la elaboración, la experiencia sobre la razón, la incertidumbre sobre las certezas. En los psiquismos individuales influye la cultura y desde ésta, la ideología dominante. Pero ésta afirmación es válida si se tiene en cuenta que la eficacia depende no sólo de lo social, sino del procesamiento intrapsíquico. Los estímulos, las vivencias accidentales, son eficaces si se articulan con la individualidad de los procesos pulsionales y la necesidad del esfuerzo psíquico que conduce a la autoconstrucción de procesos anímicos, Freud, (1915e, 1923b). Nuestra "aldea global", se rige por el criterio de simultaneidad. Las nociones de tiempo, velocidad y espacio, por obra de las modernas comunicaciones han sido reducidas al extremo tal que rige el criterio, mágico de que "se piensa, se desea y se tiene". Este tipo de lógica opera con el criterio de la simultaneidad correspondiente al autoerotismo, y solo tiene vigencia en los procesos de pensamiento, en donde deseo y satisfacción alucinatoria son simultáneos.
Algunas nociones previas para aclarar el campo
El problema de la cantidad. El aumento de la cantidad pulsional y/o de estímulos exteriores no tramitados por carencia del asistente original, impide discriminar matices y calidad, el ritmo vertiginoso es intoxicante para el psiquismo. La cantidad termina por arrasar la posibilidad de comunicación verdaderas, y consolidación de vínculos debido a la urgente necesidad de descarga de cada quién. Con la cantidad, las personas pierden individualidad, y sólo son números.
Unas breves reflexiones sobre el tema del número.
En los orígenes de la cultura el número es lógicamente anterior a la letra. En la historia de la escritura el número fue empleado de modo sucesivo de dos formas: primero para expresar cantidades, y luego para fechar, en cuyo caso se privilegia la función de la historia de ciertos individuos y grupos. Este segundo uso del número incluye la temporalidad y la identificación. En la medida que en nuestra cultura actual los números son usados con fines contables y no identificatorios, las relaciones tienden a transformar a los otros en números sin nombre en la memoria ajena. Se pierden los nombres y con ello la posibilidad de acceder a una identidad. Las relaciones solo son, en su mayoría, "contactos". Se circula de un espacio a otro, estableciendo "conexiones". Espacios y tiempos regidos por frecuencias, números, ritmos, intereses y ganancias. Los vínculos retrogradan a vínculos narcisistas en que el prójimo, suele ser instrumentado como auxiliar, Freud, (1921c). Las relaciones no son de "ser como" (identificarse con el ideal), sino de "tener y usar a", (vínculo posesivo y desconsiderado). En tales regresiones y vínculos, se advierte la eficacia de la pulsión de muerte.
El problema de la aceleración temporal. La discontinuidad es fundamental en la producción anímica del tiempo, y deviene del movimiento pulsional de investidura periódica y la desinvestidura posterior. Con la investidura surge la
conciencia,y ésta desaparece,cuando la investidura se interrumpe.
Dinámicamente entonces, el flujo y reflujo libidinal, que genera la discontinuidad, necesita de dos lugares diferentes como requisito; por ejemplo la tensión devenida de las relaciones intercelulares, la constitución de los lugares psíquicos o la apertura de las zonas erógenas. Cuando aumenta la cantidad del flujo por tramitación insuficiente de la misma, el ritmo se acelera y con ello dejan de marcarse las diferencias de tiempo, es decir la fundamental discontinuidad. Sobreviene el estancamiento, la intoxicación pulsional, la falta de ligadura psíquica y la descarga.
La velocidad y sus diferencias genera el pasaje de la lógica de la simultaneidad, a la analogía donde impera la palabra. La aceleración de los ritmos produce el acortamiento de los ciclos, el amesetamiento y la disminución del espacio temporal entre éstos, con lo cual "todo es igual". Se acompaña de sentimientos de aburrimiento, astío, que intentan paliarse con el tener diverso y acelerado. Los objetos mundanos son rápidamente expulsados sin disfrutar y transformados en desechos, símil al generado por acumulación pulsional. La autopercepción de la aceleración, crea la sensación relativa de que las cosas pasan más lentamente en relación al tiempo propio con sentimientos de impaciencia. La menor capacidad de ligar la pulsión por falta de introyección del asistente original provoca la acumulación y la intoxicación que estimula la descarga, ésta potencia la ya producida por pérdida de ritmo. La exterioridad plasma el conflicto interior, y hoy todo es bueno si es instantáneo. Se usa, se tira y se acumula basura comprometiendo la ecología. Realidad externa e interna coinciden. La ecología y la economía intrapsíquica están abrumadas por desechos no procesados que tienen efectos tóxicos.
Efectos individuales de la aceleración y la simultaneidad
La familia hoy. Vínculos interindividuales. Organización psíquica
-Matiz afectivo. Sentimiento de si. En la institución familiar es posible observar el resultado de los esfuerzos intrapsíquicos e interindividuales por procesar las triples exigencias, las instintivas las exigencias de la realidad y las derivadas de las tradiciones. En aquellas situaciones en que claudica la posibilidad de tramitar las exigencias pulsionales por déficit o ausencia materna, éstas según las hipótesis Freudianas se vuelven tóxicas. Lo verdaderamente tóxico es la pulsión y esto se da cuando el yo inerme ante ella no la puede tramitar ni en forma motriz ni psíquica, Freud, (1895b, 1898a, 1912f). Cuando ocurren estos estancamientos libidinales surgen afectos desbordantes de los cuales Freud describió la angustia automática (1926d). En todos ellos prevalece la misma característica: que la magnitud de los procesos pulsionales estancados es tan grande, que desborda la posibilidad de que la conciencia, registre los estados afectivos correspondientes. Se dan emociones, cuya intensidad imposibilita captar el tono psíquico, las variedades de matiz, Maldavsky, D,(1990). El yo real primitivo del infante queda abrumado por la pulsión e impedido de tomar conciencia de la vitalidad de los procesos pulsionales y del núcleo de la propia existencia. La conciencia inicial del sentirse vivo queda interdicta cuando quién está a cargo del infante carece de empatía o ternura. La familia es la encargada de brindar el sustento para desplegar la fractura en el ello y diferenciarlo del yo, facilitando la inscripción del matiz afectivo en la conciencia como contenido de la misma. La imposibilidad de sentirse vivo resulta de la falencia en las primeras relaciones objetales. Se puede intentar suplir con estímulos espurios tales como las adicciones, el consumo acelerado, el incremento de operaciones económicas o el trabajo creciente sin freno. El tener es usado a la manera de sudopulsión para buscar el afecto no sentido y sustituir la ausencia del sentimiento de ser.
Las funciones fallidas o no surgidas del yo real primitivo buscan sustituirse por drogas que pueden clasificarse según las funciones que intentan suplir: sustitución del sueño (barbitúricos); mantenimiento del estado placentero de base (ansiolíticos, antidepresivos); perturbación de la motricidad voluntaria (cocaína); percepción y afectividad (marihuana, opio, LSD, anfetaminas). En un polo menor de la escala se encuentran las adicciones al trabajo, honores, deportes, al éxito fácil y al dolor, (vía accidentes por ejemplo), como un intento supremo de recuperar el sentimiento de estar vivo.
El matiz afectivo deriva de la introyección del soporte materno, y el sentimiento de sí es un conjunto caleidoscópico que reune diversos matices afectivos productos de la identificación. Provee un bienestar básico que sustenta el sentirse vivo, la captación de la propia vitalidad y la ajena y la capacidad para estar solo, Winicott, (1958). El matiz afectivo, si bien es un producto intrapsíquico importa para su constitución el enlace con un otro diferente, de manera que el matiz es representante del ensamble pulsional y la realidad.
-Función paterna. La ausencia de una función paterna conspira para que sobrevenga la diferenciación madre hijo. Nuestra cultura estimula esta ausencia con la falsa promesa de "pertenecer" y alcanzar metas imposibles de satisfacer. Ante la falta del tercero que imponga la separación, madre e hijo continúan operando con el supuesto de una unicidad orgánica, pero además con funciones invertidas y el niño es tomado por su madre, como lugar para la descarga de sus procesos tóxicos. En estas familias se parte de un supuesto: pertenecer a la misma confiere el derecho de tomar al cuerpo del otro como propio según se evidencia por ejemplo en las situaciones de maltrato infantil. El hijo, y en particular su cuerpo, no constituye un bien social sino un patrimonio personal, sobre el cual es posible obrar según el capricho. La falta de una función paterna reordenadora es sutituída por el despotismo. La ausencia permite el mantenimiento de una simbiosis patológica previa. Esta constelación permite la confusión y un enlace narcicista entre los miembros del grupo, que opera como defensa contra la admisión de las pérdidas. La constelación psíquica dominante privilegia el narcisismo y rechaza una ley que regula los vínculos inmediatos, con una característica específica cuando predominan los procesos tóxicos. Esta característica singular que rige la indiferenciación puede ser enunciada con la siguiente frase: "Carne de mi carne, sangre de mi sangre", Maldavsky. D. (1991a).
-El cuerpo en las patologías psicosomáticas. Los ritmos. Cuando Freud analiza el cuerpo como fuente pulsional formula un criterio descompositivo en partículas. Estos establecen entre sí vínculos basados en la existencia de elementos comunes, y diferencias específicas. Por lo tanto la unión entre tales partículas crea una tensión, opuesta a la pulsión de muerte. En este nivel, el encuentro con lo diferente preserva del aniquilamiento porque si tales partículas viven rodeadas por sus propias deyecciones, mueren irremisiblemente en un proceso tóxico. Sólo se puede conservar la vida, si ésta transcurre entre productos segregados por partículas diferentes. Freud conjeturaba de que también era necesaria una coraza de protección ante los estímulos exteriores al cuerpo, y también la posibilidad de expulsar fuera del organismo, aquellas excresiones que en lo interior se volvieran tóxicas, para interponer luego ante ellas la mencionada coraza. Podríamos decir que si falla el criterio expulsivo o la coraza antiestí-mulo, un sector del organismo pasa a funcionar como depósito potencialmente explosivo de las toxinas generales. En deter-minados momentos de un grupo, opera una lógica por la cual los distintos integrantes constituyen partes de un cuerpo único, como si estuvieran todos unidos por un cordón umbilical, y uno de los integrantes, o varios alternativamente, ocuparan el lugar de coraza o el lugar en que ocurre la descarga. El agente gracias al cual se logra sostener este criterio está constituído por un erotismo despertado con exageración. Este en lugar de investir la exterioridad puede tomar al cuerpo como objeto. Puede pensarse que en cada aparato psíquico existe un momento primordial en que el yo aún no se ha desprendido del ello, y en que la libido inviste a los órganos y luego emigra hacia las zonas erógenas. Cuando en un movimiento regresivo toma al cuerpo como objeto la exterioridad que le corresponde es de naturaleza rítmica. En esta importa no la cualidad del estímulo sino la frecuencia, la captación de ritmos indica la indiscriminación inicial. Se va produciendo una articulación entre ritmo, número, ganancia; típico de los enfermos psicosomáticos de quienes se dice que "hacen números" como un intento de recuperar su propio ritmo. La ganancia que obtiene, suelen pagarla con salud (con una "libra de carne") y en la búsqueda del plus de ganancia, ("plusvalía") el precio es la salud. En tales ocasiones muy arcaicas del desarrollo libidinal, ciertas actitudes familiares intrusivas o abandonantes, promueven un mismo efecto: despiertan grandes intensidades voluptuosas, en lugar de registros sensoriales de la exterioridad.
-Momento evolutivo y función fallida o abolida. En algunos casos, existe una coincidencia marcada entre las relaciones interindividuales y alguna de estas organizaciones intrapsíquicas, pero en otros casos esta diferencia es grande. Sin embargo, aún cabe destacar que muchas de las vivencias infantiles sólo a posteriori, al surgir fases más estructuradas de la organización del yo, se vuelven incompatibles entre si, pero ya no como vivencias sino como huellas mnémicas, y esto hace que sean imposibles para el yo tanto el cuestionamiento de la contradicción cuanto la fuga. En efecto, las paradojas se transforman en eficaces a medida que el preconciente se organiza como estructura con sus propias leyes, es decir, en la fase fálica, pero sobre todo, a partir de la latencia y la adolescencia. Antes de la etapa anal secundaria, el otro, psíquicamente no tiene status de permanencia y de irrevocabilidad, como lo tiene luego. En éste período el infante es más vulnerable a la influencia del medio, puede ser confundido, inoculado, y transformado por las influencias que ejercen el medio.
-El yo real primitivo, constitución y fallas. Freud, (1915c,1917d,1923b,1925h), considera: el yo real primitivo, el yo-placer purificado, el yo real definitivo, el superyo-ideal del yo. El primer yo, tiene como función distinguir entre un adentro y un afuera. El estímulo perceptual puede ser eliminado o recuperado mediante una acción, en cambio el pulsional exige tramitaciones y acciones específicas, Freud, (1930a). Inicialmente es la madre, o la familia, o aquellos que tienen a su cargo el cuidado del niño, quienes con empatía y ternura funcionan como coraza antiestímulo. Regulan con su presencia las incitaciones de los estímulos mundanos; y cualifican los estímulos pulsionales endógenos. La ausencia materna deja al yo primitivo abrumado por la pulsión y los estímulos externos. En consecuencia se produce la abolición del matiz afectivo. Este es indispensable para establecer una diferenciación en el ello, y abre el camino a la separación del yo. La pulsión, carente de procesamiento, no puede abrirse camino en la conciencia como cualidad. Solo le resta la descarga con criterio puramente orgánico. La perturbación en la constitución y el funcionamiento del yo real primitivo como estructura inhibitoria, implica que las alteraciones internas no se rigen por el principio de constancia, sino por el de inercia propio de la pulsión de muerte. El yo del infante, mayoritariamente abandonado por imperio de exigencias culturales, (ausencias debidas al trabajo para sostener el consumismo trabajo para satisfacer necesidades de subsistencia mínima debido a una distribución injustade la riqueza, etc), sufre de una invasión decantidad. La experiencia de pasiva, es transformada en activa por el yo, mediante la agresión y la destrucción, Freud, (1931b). La interferencia en el desarrollo del yo real primitivo, se hace evidente en el desarrolo patológico de los demás yo. Entonces falla en el yo-placer el juicio atributivo (aquel que distingue si algo es bueno o malo, útil o perjudicial); en el yo real definitivo, el juicio de existencia; y en el superyó el juicio valorativo y ético. La interferencia en el juicio del yo-placer impide discernir si algo es acorde con la autoconservación o amenazante para la propia existencia. Cuando se constituye el superyó, la perturbación del fragmento que discierne placentero de displacentero, culmina con la constitución de un superyó sádico que impone al yo un goce masoquista.
El problema de la identificación. Se ha enfatizado lo que es más evidente: la actitud, el deseo, o el discurso del contexto como factor ideologizante, y se ha dejado a un lado el interrogante acerca de cómo dicha actitud o dicho discurso se vuelve eficaz en un aparato psíquico en formación. ¿Cómo es que un Yo prepara y anticipa esa influencia presuntamente objetiva? Freud afirma que en un principio no existe nada parecido a un Yo, dado que sólo hay pulsiones parciales que se satisfacen de un modo autoerótico, autónomas unas de otras. La literatura psicoanalítica postula que la operación psíquica que engendra un yo a partir de este estado de dispersión erógena es la identificación, pero de hecho lo que afirma Freud es que ocurre una síntesis de las pulsiones parciales, o bien que se desarrolla una nueva "acción psíquica". Es decir, la identificación parece relacionarse con esta acción psíquica, puramente interna, y tiene un valor de síntesis, de articulación entre las diferentes pulsiones parciales. Ligadura que es lograda por un desplazamiento pulsional, como el que corresponde al pensar inconciente.
La función de la identificación primaria, ésa nueva "acción psíquica", consiste en ganar un Yo. Sobre éste recae la investi-dura libidinosa y de autoconservación. Tal unificación erógena parece promovida por el empuje de las necesidades, de las pulsiones de autoconservación y las investiduras libidinosas narcisistas de los órganos en que se registran las grandes necesidades. Tales identificaciones primarias interesan al ser, al sujeto del Yo, y su desarrollo implica que este Yo alcanza el sentimiento de sí. La identificación primaria ocurre en un vínculo con un objeto puesto (por proyección) en la posición de modelo o ideal para el Yo, el cual pretende configurarse acorde con aquél. En el modelo o ideal, en aquello que desea ser, el Yo encuentra un promesa de su propia configuración por venir. El modelo antes mencionado no está constituído por una realidad objetiva, un padre o una madre que con sus rasgos confecciona o prefigura al sujeto, sino que es engendrado por un proceso proyectivo que plasma con una forma determinada a la sensorialidad. En consecuencia, los rasgos y enseñanzas de las personas que rodean a un infante se vuelven eficaces en la medida en que constituyen soportes sensoriales que se corresponden con las exigencias proyectivas del niño. La eficacia psíquica de los estímulos contextuales en un Yo en constitución, deriva de que dichos estímulos se encuentran con un movimiento proyectivo, interrogativo en cuanto al propio ser, que proviene desde el Yo. Posteriormente esos estímulos se incluyen en la identificación. La falta de la identificación yoica con los procesos pulsionales, debido a la ausencia del contexto que lo facilite, conlleva un abrumamiento, con indiscriminación yo-no yo. Hay una falta nuclear de matiz afectivo. La ausencia de la función paterna los convierte en Self made man, con una huída evolutiva hacia adelante, con aparente empatía, precaria identificación, escasos recursos para responder a la triple exigencia (realidad, superyo, ello). Disfrazan su indefensión con un sobresfuerzo especulativo, y se hacen adictos a personajes que les dan datos, números. Se sostienen por las fuerzas del tener, del poder económico, del poder político, del poder científico, pero a merced de otro que les pone en peligro la precariedad del edificio identificatorio y a quién deben aplacar. La fachada de sobreadaptación, la mentira, el despliegue de una fachada ante otro que tenga poder, el sentimiento contratransferencial de falsedad que registra el interlocutor, (esto es que no resisten preguntas que cuestionen la escencia de sus argumentaciones), la retracción con fachada de conexión, el mutismo encubierto por un discurso sin consistencia; todos ellos se observan fenoméni-camente como falta de vitalidad. El hecho original de estar desconectado de los procesos pulsionales crea un sentimiento de desarraigo, de falta de "raíces". La sustitución de la identificación primaria es una seudoidentificación. Es ambigua, como-si, imitativa, protésica, frágil, con sentimiento de inautenticidad. Necesita sustentarse en apoyaturas espúreas basadas en el tener tan exaltadas en nuestra cultura globalizada.
-Ideas, interrogantes y perspectivas
-Lo nuevo. Concepto y fundamentos teóricos. ¿Qué es lo nuevo?. Es una nueva intelección, a partir de la cual el psiquismo percibe algo que antes no veía. La interpenetración cultural que genera la simultaneidad de la globalización, tiene a los iniciadores como emisarios de lo nuevo cultural. Nuevas ideas, informaciones, tecnología, ciencia, arte, alimentos, vestimentas, industrias, nuevas culturas empresarias y del trabajo, (solo por nombrar algunos ejemplos), son introducidos por modernos "adelantados". Estos, incluyen el concepto de "lo nuevo". Esto es, la capacidad psíquica de una intelección que antes la mente no tenía, y que está generada por el incesante pujar pulsional. La función anímica genera contradicciones y diferencias, y luego las proyecta y capta en el mundo sensible. La creación de "lo nuevo", frente a lo ya dado, genera cada vez que muestra su eficacia, un desgarrón, una catástrofe, a la manera que describe Freud en "Sobre la conquista del fuego" (1932a). Es que los procesos pulsionales necesitan ser postergados porque sólo así puede accederse a una conquista anímica y cultural. Y luego regresan, como catástrofe anunciada. Finalmente, lo nuevo es proyectado y hecho venir desde la exterioridad. Este pensar, es capital en el desarrollo de la cultura, y da tramitación anímica a los procesos pulsionales.
Así como las letras confieren un nombre, y con él, la posibilidad de acceder mediante la identificación, a la condición de sujeto, el número interfiere esta posibilidad. Y el mundo globalizado, tal como se concibe hasta ahora, sostiene los números de carácter mercenario no aptos para la identificación. Las culturas que nos llegan, tienen un carácter especulativo. Piensan en números, sacan ganancias y extraen diferencias a costa de los nuevos territorios.
En la historia de la humanidad la creciente complejización social engendró diferentes conflictos en que ciertos grupos sojuzgaron violentamente a otros y requirieron de ciertas lógicas más refinadas para poder pensar relaciones sociales de mayor complejidad. La anécdota bíblica acerca de cómo Moisés y los suyos impusieron al pueblo judío los diez mandamientos por sobre la adoración del becerro, pone de manifiesto, además, que la última expresión de una lógica y la primera que sustituye a la anterior quedan igualmente aniquiladas..
Es posible que en esta historia bíblica se dé la articulación entre tres tipos de ideal y consecuentemente entre tres tipos de representaciones-grupo. Uno de ellos es totémico, y tiene que ver con la adoración de becerro, y otro es religioso, como el que pretendía imponer Moisés. El tercero es mítico, intermedio entre los otros dos, y correspondía a la sobreinvestidura de un héroe como líder, tal vez Moisés mismo. Su ausencia determinó la regresión desde una organización mítica hasta una totémica, y su retorno impuso un paso a la producción de un ideal religioso, Maldavsky. D, (1990), Piaget. J, (1942, 1957, 1959). En relación con la destrucción de la última formación de un ideal y la primera del siguiente, parece tratarse de una necesidad inherente al devenir psíquico, como consecuencia de la elevación de algo o alguien desde la categoría de lo cotidiano hasta un lugar diferente, como ideal. Por otra parte, en estas propuestas más complejas de pensar lo social se requirió de la producción de textos escritos, sea bajo la forma de jeroglíficos, de silabarios en complejidad creciente. Hoy, la complejización es expresada por el nuevo lenguaje, el computacional.
Hay una violencia que forma parte del cambio, que no se puede ahorrar. No diría inevitable.
Pero hay una violencia...
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