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El psiquiatra José Guimón analiza la desvergüenza como un rasgo característico de nuestra época.

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Noticia | Fecha de publicación: 18/10/2005
Artículo revisado por nuestra redacción

Atraído por los rasgos psicológicos de un mundo donde el pudor ha quedado relegado, el psiquiatra José Guimón analiza en su obra “La desvergüenza, del pudor a la obscenidad” las distintas vertientes de un rasgo de carácter que ha definido un buen número de comportamientos entre finales del siglo XX y comienzos del XXI. Tras constatar que hoy en día se considera a los jóvenes desvergonza...



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Atraído por los rasgos psicológicos de un mundo donde el pudor ha quedado relegado, el psiquiatra José Guimón analiza en su obra “La desvergüenza, del pudor a la obscenidad” las distintas vertientes de un rasgo de carácter que ha definido un buen número de comportamientos entre finales del siglo XX y comienzos del XXI. Tras constatar que hoy en día se considera a los jóvenes desvergonzados y desinhibidos y juzgar que los medios de comunicación audiovisual inciden en mensajes eróticos, lascivos o pornográficos, cuando no en la propagación de la telebasura o de informaciones referentes a violaciones, asesinatos o cualquier otro tipo de actitud violenta, el experto firma un ensayo en el que se recogen las más diversas manifestaciones al respecto en campos como la moda, la política, la pornografía o el arte de vanguardia entre otros.

Pregunta el autor a sus lectores si éste no es un comportamiento achacable a la civilización occidental o si, por el contrario, esta pauta de comportamiento no se ha globalizado. De igual modo, en su estudio analiza si estas formas de comportamiento son anómalas o incluso patológicas o son, por el contrario, una muestra de madurez e independencia, fruto de la liberación de los viejos tabúes, sin desdeñar que la provocación y el exhibicionismo han favorecido las creaciones de las vanguardias artísticas.

En las conclusiones del ensayo, José Guimón establece que “pese al indudable interés psicopatológico, la desvergüenza ha merecido poca atención en el campo de la Psiquiatría hasta la fecha.” De igual modo, advierte sobre el carácter ambivalente del término, porque del mismo modo que tiene “un significado negativo de impertinencia y descaro sexual, a veces se maneja con connotaciones positivas, como sinónimo de audacia y antónimo de cobardía”.

A raíz de esta disyuntiva, el experto se pregunta si la desvergüenza tiene bases biológicas. En principio, José Guimón advierte que la vergüenza es “un rasgo específico humano que no se da en los animales”. En su recorrido histórico, el experto admite que se han encontrado fuentes científicas que explican, aunque no de un modo concluyente, el origen biológico de la vergüenza y la desvergüenza. Este mismo comportamiento se asocia a determinadas enfermedades mentales o al consumo de ciertas drogas desinhibidoras.

Alrededor de este universo, aparece el sentimiento de falta de culpa, estudiado desde diversos ángulos. En la obra de Guimón se manejan ejemplos concluyentes extraídos de la literatura y el cine. Sobresale entre todos la figura de Hannibal Lecter, protagonista de “El silencio de los corderos”. En cualquier caso, este sentimiento de falta de culpa no ha de asociarse de manera directa con la desvergüenza.

En su obra, José Guimón profundiza en campos diversos. Así, estudia las reacciones de vergüenza y desvergüenza en los trastornos de ansiedad, habla de la fobia social, de los trastornos de personalidad y las perversiones. En un mundo dominado por la fuerza de la imagen, el autor analiza fenómenos como el dandismo y el exhibicionismo en personajes como Lord Byron, Oscar Wilde o Baudelaire y utiliza una expresión acertada al recalcar “el espejo embellecedor de una audiencia”.

Dentro del mundo del arte el fenómeno se acrecienta. Así, el psiquiatra estudia la trasgresión en las vanguardias del arte con los ejemplos de Andy Warholl, Gunter von Hagens (“autor” de los cadáveres modificados que tanto revuelo han causado) o Yves Klein entre otros. La necesidad de provocar de los artistas, la estética de la trasgresión y la sociedad entre postmodernismo y provocación son rasgos que analiza el experto.

La presencia de la fealdad en el arte –y más aún, en la propia sociedad- como el polo opuesto a la belleza, con tanto poder de atracción como ésta (cita el autor dos obras cinematográficas, “American Psyco” y “El silencio de los corderos”, como ejemplo) y el uso del cuerpo humano como vehículo de transmisión de mensajes (tatuarse para pertenecer a determinado grupo social, las camisetas con mensajes identificativos o de rechazo, desnudarse como método de protesta o de expresión corporal, hacer muecas y gestos para diferenciarse del otro, etc.) son argumentos que también aparecen reflejados en la obra del autor.







Otro de los puntos de atención del libro es el papel que juega la obscenidad en el arte. Al igual que el filósofo Paglia, José Guimón entiende que en ocasiones la obscenidad puede ser arte porque “el ser humano viene al mundo cargado de agresividad innata y con un gran terror hacia el desconocido mundo circundante. El arte intenta poner un orden en esa brutalidad de la naturaleza”. Detalla el psiquiatra, sin juzgarlo, cómo algunas tendencias artísticas utilizan elementos no disfrazados sacados a la calle: sexo duro, y escenas violentas o perversas que producen emociones intensas en la vida real.

José Guimón ha detectado que “en los últimos diez o quince años la desvergüenza no se manifiesta en la exhibición de lo feo o lo siniestro de forma velada o como un medio de despertar, por contraste, el gozo estético. Una ola de mal gusto y ramplonería invade los medios de comunicación, ofreciendo “basura” tragada por un público sediento”.

El manejo y exhibición de las pulsiones humanas en los reality shows, las actitudes desvergonzadas de muchos mandatarios mundiales, realizando promesas que luego no cumplen, el exhibicionismo de la Iglesia católica mostrando la muerte del Papa, en contraste con su intención de ocultar a los clérigos pederastas, la desvergüenza de las grandes empresas multinacionales que se enriquecen a costa del Tercer mundo son realidades patentes. El experto estima que determinadas actitudes colman el vacío dejado por otros discursos –el ideológico, el político o el histórico- y que una parte de la sociedad prefiere cambiar una actualidad, la política, por otras como la negra, la rosa o la amarilla.

Los problemas legales que pueden derivarse de un acto asociado a la desvergüenza, la necesidad o no de realizar una intervención legal contra la telebasura o la percepción de que se camina hacia una cruzada contra la pornografía son cuestiones latentes en la obra de Guimón.

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