Es difícil asumir la maldad y la violencia sin una enfermedad mental por medio. Sin embargo, ni todos los asesinos sufren trastornos psiquiátricos graves ni todos los enfermos mentales cometen asesinatos. La sociedad actual parece resistirse a la idea de que la violencia forma parte de la naturaleza humana desde su origen. Junto a los primeros utensilios para cazar o cultivar la tierra se encuentran en las excavaciones arqueológicas de cualquier parte del mundo utensilios para matar y guerrear. El psiquiatra Sergio Oliveros del Grupo Oliveros, lo explica.
Cada año mueren en el mundo 1.500.000 de personas de forma violenta a manos de otras personas o por suicidios y este dato es excluyendo las guerras. "Es imposible imaginar una comunidad humana grande ajena a la violencia. Lo cierto es que ésta, como cualquier otra conducta humana, queda en todo momento sujeta a una regulación intrapsíquica que la modula y la emplea de forma selectiva (guerra, empresa, lucha sindical, deporte, aplicación de la ley etc.)" -explica. Sin embargo -añade- "ocasionalmente esa regulación puede perderse en el curso de una enfermedad mental y aplicarse de forma indiscriminada". Cabe preguntarse entonces ¿la enfermedad mental incrementa netamente o en realidad reduce esta tendencia natural de la especie humana?
El experto no duda: "Cuando observamos una conducta irresponsable o agresiva en la carretera o en la calle, enseguida nos viene a la cabeza frases como ‘es un loco’ o ‘está enfermo de la cabeza’ o ‘debería estar en un manicomio’. Tendemos a clasificar cualquier comportamiento inesperado como locura y considerarlo como potencialmente peligroso porque necesitamos vivir con normas y en un entorno perfectamente previsible. La ley y el orden han sido el pilar para el éxito de las civilizaciones porque han frenado las pasiones individuales (envidia, ambición desmedida, agresividad, etc.)"-sostiene el psiquiatra.
Lo que dicen los datos
En un estudio realizado en 2009 por el psiquiatra Dr. E. Elbogen de la U. Carolina del Norte sobre una población de 35.000 personas, se detectó que el mayor riesgo de violencia se producía en la población no afectada por la enfermedad mental y que, dentro de los enfermos mentales, los factores que más incrementaban el riesgo eran el consumo de tóxicos y los antecedentes de conductas violentas previas a la aparición de la enfermedad. Tanto en la población psiquiátrica como en la población sana factores que se correlacionaban con la violencia estrechamente fueron el sexo masculino, el desempleo, los antecedentes delictivos, familias de origen violentas y bajos ingresos económicos. Concluía que la enfermedad mental no predecía violencia.
En España, tan sólo un 3-5% de los asesinatos están causados por enfermos mentales graves no tratados como esquizofrenia paranoide(realizan en las reactivaciones psicóticas agresiones defensivas al sentirse perseguidos y atacados), paranoia (su violencia se centra en una sola persona en general que ocupa el núcleo de su delirio y al que responsabilizan de su desgracia), trastorno bipolar en fase maníaca (su agresividad no suele ser homicida y, si lo es, no suele ser deseada) intoxicación por drogas y demencia. En los trastornos de personalidad borderline y antisocial de personalidad la agresividad no suele perseguir el homicidio, tan sólo la descarga impulsiva e incontrolada de la ira. La cifra es 5 veces inferior a la de la población general por lo que muchos autores afirman que la enfermedad mental no incrementa si no que reduce la violencia. Datos INE.
En USA, donde el acceso a las armas es más sencillo, el porcentaje aumenta hasta un 10% (Dr. Jaffe, Mental Illness Policy Org). El psiquiatra recuerda, no obstante, que "debemos destacar, que en medios occidentales, sólo un 3% de estos enfermos graves presenta en algún momento de la evolución de su enfermedad una conducta violenta grave (A. Pueyo, U. Barcelona, 2015). En conclusión, si una persona va a ser asesinada, es mucho más probable que su asesino no sea un enfermo mental y, en el caso de que esté frente a uno la probabilidad de que sufra un daño es mínima".
Enfermos mentales, más víctimas que verdugos
Varios estudios han podido demostrar que, por el contrario, la implicación de los enfermos mentales en los delitos es más frecuente que en la población general pero no como causantes del delito sino en el papel de víctimas, especialmente cuando son mujeres. El mayor y más reciente fue realizado en 2017 por Solveig Osborg y publicado en el Nordic Journal of Psychiatry sobre una población de 2.058.063 noruegos (48,7% varones, 51,3% mujeres). El alto riesgo de violencia en pacientes mentales se evidenció en un 1,8%. La mayor parte de las conductas violentas se produjeron en pacientes que habían abandonado el tratamiento. Observaron, además, que el riesgo de violencia aumenta cuando se produce un uso concomitante de drogas, se sufre un nivel bajo de educación o de ingresos y se vive en situación de inmigración. Por el contrario, observaron una mucho más estrecha relación entre padecer enfermedad mental y ser víctima de violencia u otros delitos.
La ley en España no ayuda al psiquiatra que pretende que su paciente cumpla la medicación
A pesar de todo -sostiene el psiquiatra Sergio Oliveros- "no debemos olvidar ese 5% de muertes producidas por enfermos mentales y, sobre todo, pensar en cómo reducirlas. Un enorme problema que está tras las conductas violentas es la falta de adhesión al tratamiento: no acuden a las consultas, consumen drogas o no toman el tratamiento. En España no tenemos una ley que obligue al paciente a tratarse ambulatoriamente. En mi estancia en la Universidad de Yale, USA pude ver cómo allí tienen un sistema similar a la libertad condicional que se extiende a los enfermos mentales graves (To be on probation) y que les obliga cuando incumplen la pauta de tratamiento a realizar un seguimiento ambulatorio obligatorio por ley. Si un paciente no acude a consulta o se niega a que se rastree el fármaco que debería tomar en orina o sangre, el psiquiatra lo notifica al juez y éste le ingresa. Si todos los pacientes cumplieran al 100% su tratamiento probablemente reduciríamos a casi 0 el 5% de muertes que ocasionan por su enfermedad y aseguraríamos una mucho mayor calidad de vida a los pacientes, sus familias y sus entornos sociales y laborales"-explica.
Pero para ello hace falta una ley, "no podemos esperar a que el manejo ambulatorio sea imposible para llevar a cabo un ingreso involuntario del paciente pues es en precisamente ese estado en el que ese 5% puede cometer los delitos"- reclama el experto.