El internamiento psiquiátrico involuntario es una medida controvertida que se utiliza cuando una persona con un trastorno mental grave no puede decidir sobre su tratamiento debido a su condición, y representa un riesgo inminente para sí misma o para otros.
Esta práctica requiere una cuidadosa evaluación médica y, en muchas jurisdicciones, una orden judicial antes de ser implementada. Su objetivo es proporcionar tratamiento urgente y proteger tanto al individuo como a la comunidad, utilizando terapias que van desde medicación hasta psicoterapia, con el fin de estabilizar al paciente.
Sin embargo, el internamiento involuntario plantea significativos dilemas éticos y legales. Se argumenta que puede infringir los derechos fundamentales como la autonomía y la libertad individual, poniendo en juego los principios de necesidad y proporcionalidad en la privación de la libertad.
La estigmatización y el potencial abuso son preocupaciones adicionales que acompañan a estos procedimientos, recordando oscuros periodos de la psiquiatría donde se llevaron a cabo tratamientos coercitivos.
Por otro lado, en casos de enfermedades mentales severas como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, el riesgo de autolesión o de daño a terceros puede hacer necesario el internamiento involuntario. Las investigaciones indican que, sin el tratamiento adecuado, estas personas tienen un riesgo elevado de suicidio y de comportamiento violento. Así, en situaciones críticas, esta medida puede ser vista como un acto de intervención necesario y protector.
La implementación de los internamientos involuntarios debe manejar un equilibrio delicado, asegurando que se respeten los derechos y la dignidad de los pacientes. Es esencial que los profesionales de la salud mental estén adecuadamente capacitados para evaluar la necesidad de estas intervenciones y trabajen en colaboración con expertos legales para garantizar que se realicen de manera justa.
Las revisiones judiciales regulares y los mecanismos de apelación son fundamentales para proteger contra abusos y asegurar que los tratamientos se ajusten a estándares éticos elevados.
En última instancia, la política y la práctica en torno al internamiento psiquiátrico involuntario deben continuar evolucionando, guiadas por evidencia científica y principios éticos sólidos, para garantizar que estas medidas se implementen de manera justa y efectiva, siempre buscando el balance entre el bienestar del individuo y la seguridad de la comunidad.
Dr. Ángel Benegas Orrego. Médico General.