La ciencia y el arte de la Medicina se aprende mientras enseñamos, investigamos y curamos de los pacientes. Así lo creía el doctor Jan Gosta Waldenström (1906-1996), un gigante sueco de la Medicina del siglo XX que describió nueve enfermedades.
No deja de llamar la atención que Waldenström señalara en primer lugar la dimensión docente de la práctica médica, algo consustancial para muchos médicos a su práctica diaria y que, para todos, forma parte de la memoria de nuestra formación. Los médicos aprendemos con otros médicos, mientras se cuida y se cura a los pacientes y a la vez que se investiga para mejorar los diagnósticos y avanzar en los tratamientos.
Durante mi carrera profesional he tenido la suerte de trabajar en entornos en los que confluyen de forma natural la docencia, la asistencia y la investigación y, además, he estado acompañado por muchas personas que me han inspirado, alentado y, también, prestado sus ideas. Gracias a ellas he tenido el inmerecido honor de recibir el pasado mes de octubre el premio que otorga la Fundación Internacional Waldenström y que lleva el nombre de este facultativo sueco.
Waldenström era hijo, nieto y bisnieto de médicos. Formado en su país y en Múnich, se dedicó en cuerpo y alma a la Medicina Interna en la Universidad de Lund y en el Hospital General de Malmoe.
Describió nueve enfermedades, nueve dolencias a las que hasta ese momento no se les ponía nombre. Entre ellas, la macroglobulinemia de Waldenström, la porfiria, las gammapatías monoclonales y policlonales, el síndrome carcinoide, la hepatitis crónica activa o la fiebre uveoparotídea.
Aunque cueste creerlo, Waldenström no fue profeta en su tierra y no recibió el Premio Nobel. Cuando alguien, extrañado, le cuestionaba por esta falta de reconocimiento, respondía con inteligencia, humildad y el buen humor que siempre demostró: "Es mejor que te pregunten por qué no lo has recibido que por qué lo has recibido".
A los 85 años, Jan Gosta Waldenström sufrió una rotura de cadera, al caer mientras ordenaba la biblioteca de su domicilio. En aquel momento, la sanidad sueca no realizaba prótesis de cadera a las personas de su edad. Enterados de lo ocurrido, la prestigiosa Clínica Mayo contactó con el doctor Waldenström y le ofreció gratuitamente sus cuidados, incluyendo un avión medicalizado para trasladarle a Estados Unidos. Este descubridor de enfermedades rechazó la oferta: él era un ciudadano sueco y no podía beneficiarse de una oportunidad que no existiría para sus compatriotas.
La figura del doctor Waldenström encarna con toda su trayectoria -y de forma acabada- un modelo de ejercer la medicina de calidad, apoyada en la investigación clínica y en la reflexión continua sobre el cuidado al paciente: "La Medicina es un arte incierto, lleno de complejidades y de dilemas, por lo que en el desarrollo profesional de un buen médico es clave aprender pronto a saber cuándo actuar y cuándo esperar".
Waldenström insistía e insistía en que estas decisiones, muchas veces difíciles, siempre requerían de un juicio clínico sólido que siempre estará basado en el conocimiento y la experiencia.
La importancia de llevar a cabo actuaciones a veces agresivas, es clave para curar a muchos pacientes. Pero, por el contrario, en ocasiones, es necesaria la prudencia y la abstención de esas medidas, sobre todo si no están basadas en la evidencia médica, ya que pueden conllevar mayor perjuicio que beneficio en el paciente.
Confiemos que en los próximos años la medicina 'tecnológica' sea guiada por el juicio clínico y el contraste de opiniones entre los equipos médicos y que nuestras consultas médicas terminen mirando a los ojos del paciente y, -ojalá pronto-, estrechándole la mano con una simple pregunta: "¿puedo hacer algo más por usted?".