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La desesperación de perder el empleo

  • ,Noticia,Universidad del País Vasco (UPV/EHU),


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Noticia | 13/09/2016

El estudio del profesor Jon García Ormaza constata un aumento de suicidio de mujeres jóvenes, como consecuencia de la crisis económica




En un exhaustivo análisis de la evolución de las tasas de incidencia de suicidio en el municipio de Barakaldo en el periodo entre los años 2003 y 2014, el profesor de Psiquiatría de la UPV/EHU Jon García Ormaza desvela los grupos sociales en los que se ha visto incrementado el número de suicidios por motivo de la pérdida del empleo. Este tipo de estudios deben servir para que el suicidio deje de ser un tema tabú, y para instruir a la población, para que sean capaces de detectar las señales de alarma que emiten las personas que pueden tener pensamientos suicidas.



9 de septiembre de 2016. El suicidio es el resultado de una compleja interacción entre múltiples factores, entre los que "cabe destacar los factores clínicos, como los antecedentes psiquiátricos y los psicosociales, como la pérdida de la red de apoyo social, la pérdida de empleo o el estrés agudo", señala Jon García Ormaza, profesor de psiquiatría de la UPV/EHU y médico psiquiatra en el Hospital Universitario de Cruces. La crisis económica que afecta a Europa desde el año 2008 tiene consecuencias en dos de estos aspectos: por un lado provoca un aumento del desempleo, y, por otro, la población cuenta con menos recursos económicos. "De hecho, a partir de esa fecha, se empieza a propagar en la opinión pública una cierta alarma: empieza a aparecer información que no siempre está contrastada, diciendo que existe una clara relación entre el incremento de los suicidios y la crisis económica", explica García Ormaza.

Con el fin de contrastar científicamente estas ideas, García Ormaza decidió abordar el estudio del registro de suicidios de vecino del municipio de Barakaldo en un periodo de 12 años, desde 2003 hasta 2014, "y ver cuál es la incidencia de las tasas de suicidio antes y después de la crisis económica". Ese límite o esa barrera se establece en el año 2008, que es cuando la tasa de desempleo en Barakaldo se dispara: en 2004, la tasa de desempleo era del 9 %, y a partir de 2008 fue aumentando hasta llegar al 20 % en 2012.

Después de todos los análisis, "vimos que no hay un aumento estadísticamente significativo del suicidio a partir de 2008 en la población general; las tasas de suicidio son relativamente estables, de unos 8 fallecimientos por suicidio al año por cada 100.000 habitantes", declara García Ormaza. Sin embargo, al afinar un poco más el estudio, y focalizar en los distintos grupos sociales, "sí que vimos diferencias. Concretamente, observamos un incremento estadísticamente significativo en dos subgrupos: en el de personas con antecedentes psiquiátricos y en el de mujeres jóvenes, en edad de trabajar (menores de 65 años). En los casos del primer grupo, las principales patologías que sufrían estas personas eran las adicciones (consumo perjudicial de alcohol y/u otras sustancias), seguidos de los trastornos de ansiedad y los trastornos depresivos", añade. "Se da la circunstancia de que estas personas no suelen disfrutar de ayudas sociales, que sí se mostraron protectoras en los trastornos mentales graves". En el caso de las mujeres jóvenes es destacable que todos los casos de suicidio se registraron en los distritos socioeconómicamente más desfavorecidos de Barakaldo.

Los resultados obtenidos en este estudio deberían servir, según García Ormaza, "para invertir los limitados recursos que existen para medidas de prevención del suicidio allí donde son más necesarios. Y por lo que hemos visto, son más necesarios en las zonas más vulnerables, en el caso de mujeres jóvenes, y también en el caso de las personas con enfermedades psiquiátricas aparentemente menos severas como alcoholismo, ansiedad y depresión".

"Pero también es cierto —añade— que un tercio de las personas fallecidas por suicidio en Barakaldo no tenía antecedente psiquiátrico alguno conocido". Eso está relacionado con el papel que puede jugar el entorno social de esas personas. Así lo explica el profesor: "Una persona que concibe la idea del suicidio, puede pasar al acto de manera impulsiva ante una situación vital muy estresora".

Por eso es muy importante crear una red de protección, en las que las personas sean capaces de detectar a personas de riesgo. La piedra angular en estos casos son el médico de cabecera y el psiquiatra. "Según la OMS muchos suicidios se pueden prevenir. Las principales medidas de prevención incluyen limitar el acceso a métodos letales, tratar a las personas que padecen trastornos mentales, realizar un seguimiento activo de las personas con intentos de suicidio previo, fomentar el tratamiento responsable del suicidio en los medios de comunicación, e instruir en su detección a los profesionales de atención primaria. Siempre que una persona verbaliza desesperanza, debe remitirse a la mayor brevedad posible a un profesional sanitario".





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