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Poesía y suicidio.

  • Autor/autores: Jesús J. de la Gándara *; M. Teresa Álvarez Álvarez-Monteserín **; Virginia García Mayoral ***.

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Artículo | Fecha de publicación: 13/12/2004
Artículo revisado por nuestra redacción

Una proposiciónLa relación entre la poesía y el suicidio es íntima y cruel: Los poetas tienen mucho más riesgo que la población general de intentar suicidarse o de morir de esta manera. Las estadísticas del sufrimiento humano son poco fiables, pero casi siempre aciertan. Los poetas no saben de estadísticas, pero las alimentan. En referencia al suicidio, los poetas son muy fiables, ya q...



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Una proposición

La relación entre la poesía y el suicidio es íntima y cruel: Los poetas tienen mucho más riesgo que la población general de intentar suicidarse o de morir de esta manera.



Las estadísticas del sufrimiento humano son poco fiables, pero casi siempre aciertan. Los poetas no saben de estadísticas, pero las alimentan. En referencia al suicidio, los poetas son muy fiables, ya que suelen registrar esas tendencias a lo largo de su obra, dejan huellas tangibles de los problemas emocionales, las enfermedades afectivas, las rarezas de temperamento o carácter que les llevan a intimar con el suicidio, y, casi siempre, anuncian y dejan escritas sus últimas intenciones.



Todos los poetas, sobrevivan o no a sus instintos autodestructivos, tratan alguna vez del “acto filosófico por excelencia” de Novalis, de quien bebió Camus para proclamar que “No hay más que un problema verdaderamente serio: el suicidio”. Entre problema y acto sólo hay un paso, y, en el caso de los poetas, casi siempre es el la desesperación, el del agotamiento, el del destino inexorable, o, simplemente, el de la enfermedad mental. Ya lo dijo Gloria Fuertes: “A veces el poeta no sabe si coger la hoja de acero, sacar punta a su lápiz y hacerse un verso o sacarse una vena y hacerse un muerto”.



En este asunto hay muchas dudas y muchas preguntas sin resolver: ¿Por qué se suicidan los poetas?. ¿Se suicidan más que otras personas; más que otros literatos o artistas?. ¿Están enfermos y por eso se suicidan?. ¿Tiene alguna culpa la poesía?. Tal vez nunca encontremos respuestas, pero al menos conviene escuchar a los que nos hablan, en este caso a los protagonistas.

Un repertorio de calamidades

<B>Metodología.</B>



Para investigar la cuestión podríamos utilizar las fuentes epidemiológicas, hacer test y estadísticas, comparar a los poetas con otras poblaciones, hacerles análisis, escudriñar en sus cerebros, etc. Para eso están otro tipo de estudios, cuyos modelos y resultados pueden consultarse en numerosos textos de reconocida solvencia (Véase Bobes y colaboradores 1997, o De la Gándara y colaboradores 1995).



También se pueden usar las biografías de los propios protagonistas, hacer investigaciones personales y casuísticas. Esta vía es más inexacta, pero más real, más humana, más certera. Esa es la que seguiremos. Para ello describiremos sucintamente los datos personales de una larga serie de poetas que cometieron suicidio (67 en total). Citaremos al personaje y las características de su suicidio, y lo ilustraremos con un texto suyo en el que lo hubiera anticipado o previsto. Lo haremos de modo cronológico, y referido sólo a la época moderna, pues aunque ha habido suicidios de poetas famosos en todas las épocas, los datos de los más antiguos son difícilmente contrastables. Nos ayudaremos de las obras de L.F. Comendador, E. González, E. Tijeras y de los textos de los propios poetas suicidas).



<B>Los protagonistas:</B>



Se cree que la primera poeta, Safo, se suicidó arrojándose al mar, pero no lo sabemos con seguridad. Muchos otros habrán cometido suicidio, pero no son conocidos o no dejaron obra publicada, o simplemente no hemos podido acceder a sus historias personales, por lo que no han sido incluidos en este estudio.



1. Thomas Chartterton se envenenó con arsénico en una buhardilla de Londres el 25 de agosto de 1770: Existir es no estar / pero que alguien te nombre...



2. Karoline Günderode se clava un cuchillo en el corazón y se lanza al Rhin el 26 de julio de 1806: Derrota a tu naufragio y olvida ya esta nave que ni pecio será con unos años.



3. Heinrich von Kleist se dispara un tiro en la boca después de disparar sobre su compañera Henriette el 21 de noviembre de 1811, junto al lago Wannsee: Sonríe mientras el arma apunta / tus últimas ideas en su pólvora...Y espérame un minuto antes de irte.



4. Charlotte Stieglitz (1834), joven sensible cultivadora de las bellas artes, se clavó un puñal en el pecho, el 18 de diciembre, para no estorbar la creatividad de su esposo, el poeta melancólico Heinrich Stieglitz: Juntos padecimos una pena… Te irá mejor ahora… Nos volveremos a encontrar, más libres… Saluda a todos los que amé… Hasta siempre jamás, tu Charlotte.



5. Thomas Lowel Beddoes, después de haber perdido una pierna en un intento de suicidio previo, muere por ingestión de veneno el 26 de enero de 1849 en Basilea: Y si el tiempo final se demorase / Liba este amargo arsénico que te pongo en el vaso.



6. Gérard de Nerval aparece muerto en la nieve de París el 26 de enero de 1855: Ahorcarse con el sombrero puesto / es burlar a la muerte de dos formas... / lo mismo un día de estos / le hago un quiebro.



7. Antero de Quental muere de dos disparos. Su mano apretó el gatillo en Punta Delgada el 11 de septiembre de 1891: ¿Cómo querrá la muerte mi alma / si está muerta?/ ¿No es el alma el botín?.../ ¡si yo no tengo!.



8. José Asunción Silva se dispara un tiro en el pecho sobre el que hizo dibujar un corazón a su médico el 14 de mayo de 1896 en Bogotá: No soy buen tirador / usted me entiende.

9. Ángel Ganivet se lanza dos veces al río Duina; la primera lo sacan del agua. En Riga el 29 de noviembre de 1898: No la horca, el arsénico ni el tiro / jamás la bala... nunca el aparejo / prefiero un trago amargo e infinito.



10. Wolf von Kalckreuth se dispara una bala en la sien junto a su cama. En Cannstadt, el 9 de octubre de 1906: A cambio de la herida de tu sien / recibe esta elegía / que me pondrá el laurel de tu epitafio.



11. Periclís Yanópulos monta un caballo a galope hacia el mar, y cuando ya no puede avanzar más se dispara un tiro con su revolver. En las cercanías de Eleusis el 10 de abril de 1910: Es Itaca / y no duele.



12. Peiu Yavórov ingiere veneno y se pega un tiro en la cabeza. En Sofía, el 16 de octubre de 1914: Ya no puedo arder más en esta llama / Nada puede volver /¿Qué hacer entonces?.



13. Georg Trakl se administra una dosis de cocaína que le produce la muerte. En Grdek, el 3 de noviembre de 1914: No he vivido, y lo sé.../ Tan sólo he muerto.



14. Mario de Sá Carneiro toma estricnina en París, el 26 de abril de 1916: Pero el cuerpo que posa, el que me mira / El que envejece al lado de mis cosas... / Ese tipo no es yo, no le conozco.



15. Arthur Cravan desaparece una noche en la Bahía de México, el año 1919: ...Y un barco con el que hundirte / en la bahía de Méjico / mientras el mar se pierde en el mar.



16. Sergei Esenin se ahorca en el hotel Angleterre después de escribir unos versos con su sangre. En Leningrado, el 28 de diciembre de 1925: Otra vez el espejo... / ¿Para qué quiero conciencia?.



17. Paco López Merino se dispara un tiro en la sien en el retrete de un café de la ciudad de La Plata, el 22 de mayo de 1928: Esta hora es perfecta / para el último hálito.



18. Costas Cariotakis intenta ahogarse en el Mediterráneo, y, al no conseguirlo, se ducha y se arregla para dispararse un tiro en el corazón bajo un eucaliptus. En Prévesa el 21 de julio de 1928: ¿Cómo será la nada del abismo? / ¿Cómo será la muerte?.



19. Jacques Rigaut funda la “Agencia General del Suicidio”, y se dispara un tiro en el corazón, en París, el 5 de noviembre de 1929: La autodestrucción como acto de fe... / Como negocio, en fin, seguro y cierto./ Se admiten asociados... / O accionistas solventes sin escrúpulos.



20. Vladimir Maiakovski se dispara un tiro en Moscú el 14 de abril de 1930: Muero de libertad / mientras el mundo es un incendio.



21. Ramos Sucre muere tras cuarto días de agonía por haber ingerido barbitúricos el día que cumple cuarenta años. En Ginebra el 13 de junio de 1930: ...y esta soledad única, indescifrable y nítida de segundos eternos / que reclama descanso, aunque sea final.



22. Florbela Espanca muere por una sobredosis de veronal en Matozinhos, el 8 de diciembre de 1930: Morir no es fácil, no / pero es lo más correcto.



23. Vachel Lindsay ingiere un desinfectante doméstico en Soringfield el 5 de diciembre de 1931: ¿No hay ni siquiera un veneno accesible que llevarme a la boca?.



24. Hart Crane se arroja al Atlántico desde la cubierta del buque Orizaba en el Golfo de Mexico, el 27 de abril de 1932: En la borda, el sabor a salitre / me llama a ser océano. / Valoro la distancia / y alzo el vuelo.



25. Sara Teasdale ingiere una sobredosis de barbitúricos y muere en Nueva York el 29 de enero de 1932: Mis piernas no responden, / y no he amado aún... / Tan sólo fuí palabras en un mundo de gestos.



26. Raymond Roussel es encontrado muerto en un hotel de Palermo el 14 de julio de 1933: Cerciórese sin miedo de que ya no respiro... / Y, luego, entréguele esta carta a mi albacea./ Le nombro mi heredero, como ve. / Y olvídeme después / igual que lo ha hecho el mundo.



27. René Crevel abre la espita del gas y se deja morir en París el 18 de junio de 1935: ...y esta llave de gas que contiene la muerte / en sólo un giro…



28. Attila József se tira al tren en las cercanías de Balatonszárszó el 3 de diciembre de 1937: Y no lloréis por mi./ Sólo pago mi deuda.



29. Leopoldo Lugones quema sus libros y muere por ingestión de cicuta en la Isla del Tigre el 18 de febrero de 1938: Purifícate en la llama naranja / y hazte ceniza en el rito de Stromboli. / ¡Que bien ardes!, amigo.



30. Alfonsina Storni se interna despacio en las aguas del Atlántico en Mar del Plata el 25 de octubre de 1938: ...mirándome sin vista, / recordando desnuda / el hecho doloroso que nos muerde.



31. Antonia Pozzi ingiere una sobredosis de fármacos en su casa de Milán el 3 de diciembre de 1938: Una mujer en prosa soy ya... / Se acabó el rito.



32. Marina Tsvetaeva se ahorca en Elábuga el 31 de agosto de 1941: En el Este también la soledad lo es todo.

33. Cesare Pavese ingiere dieciséis envases de somnífero y muere en Turín el 27 de agosto de 1950: Sólo pide la muerte / urgente y necesaria / para dejar de ser / la peste de si mismo.



34. Tor Jonsson se ahorca en Oslo el 14 de enero de 1951: ¿Para qué escribir más / de todo lo que existe / si los ojos conforman / siempre un mejor poema?.



35. Jean Pierre Duprey fue hallado sin vida en su taller de París el 2 de octubre de 1959: Así quise ser yo, así./ Y orinarme en los símbolos del mundo.



36. Carlos Obregón ingiere una sobredosis de barbitúricos en Madrid, el 1 de enero de 1963: ...se averigua un sonido de sirenas / que ya no señalan la herida, / no la cantan, / porque la muerte es todo.



37. Sylvia Plath abre la llave del gas y mete la cabeza en el horno. En Londrés el 11 de febrero de 1963: Hoy quiero hablar contigo / hasta que llegue el alba / y se hagan memoria mis palabras.



38. Tomás González, el día de su vigesimosexto cumpleaños (Diciembre de 1966), tras regalarle a su madre flores y un poema, abrió la ventana y se arrojo al vacío: Madre, también yo quisiera ser mujer. / …para sentir en mi interior / la necedad terrible de haber traído al mundo a esta bestia maldita, / y perdonarte, madre.



39. Violeta Parra, cantora, compositora, pintora, poeta, hija y hermana de poetas… muere el 5 de febrero de 1967, en Carpa de la Reina, a los cincuenta años: Gracias a la vida / que me ha dado tanto…



40. José Mª Arguedas se dispara un tiro en Lima el 2 de diciembre de 1969: No convienen los versos / que nos muestran las vísceras azuleando al sol.



41. Paul Celan se arroja a las aguas del Sena a su paso por París el 30 de abril de 1970: No sirve de nada ya que no sea / morir ahogado en la clepsidra./ Quizás el Sena.



42. John Berryman salta desde un puente a las aguas del Misissippi en Mineapolis el 7 de enero de 1972: Yo he visto a los hombres / caminar fuera de sí / no siendo hombres,/ pero sombras tampoco.



43. Gabriel Ferrater toma barbitúricos y se ata una bolsa de plástico en la cabeza, en Sant Cugat, el 27 de abril de 1972: Te vas a trompicones / amputándome. / Te me ajas sin más.../ y yo mirando.



44. Alejandra Pizarnik muere por una sobredosis de barbitúricos en Buenos Aires el 25 de septiembre de 1972: Podad mi cuerpo cada primavera, / y que crezcan con fuerzas renovadas, / en su tumba, mis esquejes.



45. Jon Mirande, la noche de Navidad de 1972, ingiere una sobredosis de barbitúricos en París: Morir matando / no puede ser suicidio.



46. Alfonso Costafreda es hallado sin vida en el pasillo de su casa en Ginebra, el 4 de abril de 1974: Los latidos contados / de mi corazón se desbocan / buscando el cero.



47. Jaime Torres Bodet asolado por el cáncer, pone fin a su vida con un disparo. En México, el 13 de mayo de 1974: Un algo celular me crece adentro / que me hace pensar / más en mi mismo.



48. Anne Sexton enciende el motor del coche en el garaje y muere por inhalación de anhídrido carbónico. En Weston, el 4 de octubre de 1974: ...y un poco de este anhídrido carbónico / que bien dosificado te hace dormir tranquila para no despertar de nuevo / al tedio de los días.



49. Héctor Murena muere rodeado de cajas de vino en el cuarto de baño de su casa de Buenos Aires, el 5 de mayo de 1975: Déjate al aspaviento de sus órbitas / abandona tu piel a su mandato.



50. Jens Bjorneboe anuncia su suicidio en un programa de televisión y muere luego ahorcado en Veierland el 9 de mayo de 1976: Suspenderse un instante y dormir. / Dejar de ser el cadáver diario / y ser el muerto.



51. Luis Hernández se deja atropellar por el metro de Buenos Aires, el 3 de octubre de 1977: Matar a Dios / quizás sea el mejor de los suicidios.



52. Justo Alejo se suscribe a la revista Clarín y se arroja al vacío desde el edificio del Ministerio del Aire en Madrid, el 11 de enero de 1979: Sólo una cosa quiero / antes de ver el fín:/ y es recibir Clarín / en mi tumba espartana...



53. Alexis Traianós conecta una manguera desde el tubo de escape al interior de su automóvil y fallece por asfixia. En Capandriti, el 7 de mayo de 1980: Todos los muertos soy yo./ Todos.



54. Enrico Freire, murió en Granada, el 14 de octubre de 1980. Dejó abierto el gas y encendió la vela que siempre usaba para “inspirarse” y escribir su último poema, titulado “explosión”: Antes del grito, tardo 44 años, 3 meses y un día en encontrar la salida.



55. Severino Tormes, estrelló su coche contra un árbol camino de Tordesillas, el 15 de noviembre de 1980: 15 de noviembre: Tengo la sensación de haber vivido absolutamente en vano. ¿De qué me han servido los libros, la música, el amor, la poesía?. Una amarga carcajada contra un árbol y otra eterna en el infierno.

56. Paula Sinos (Baracaldo 1950-Portugalete 1981): El maquinista del trén dijo: “Vi un bulto a lo lejos… creí que era un perro… Frené pero era tarde… jamás olvidaré su rostro…”: Siempre puedes pensar que fue el trén / el que se arrojó a ti.



57. Fabrice Graveraux se corta las venas delante de sus amigos en Viareggio, el 8 de enero de 1982: En la lente el disparo, / en la vena el cuchillo. / Es la fiebre. / Es París.



58. León Artigas, el 14 de febrero de 1984, se introdujo el cañón de una pistola entre los diente y disparó. Sucedió en Badajoz: Imploraré tan sólo un destello / cegador de lucidez / para devolverle a Dios / un cadáver de lujo.



59. Beppe Salvia se lanza al vacío desde su casa de Roma, en marzo de 1985: ¿De que sirve perdurar con parámetros / de supervivencia, intentando pasar cada día sin saltar al vacío,...? / Mira los ojos de tu hija / y despídete con un beso.



60. José A. Acillona, murió desangrado en el psiquiátrico de Oña, en mayo de 1990, tras rebanarse el cuello con una lata de conservas: Hace mucho tiempo que te espero. Tú eres mi salvador. Tú eres el justiciero que me volará la nuca. ¡Dispara ya, cabrón!.



61. Alina Reyes se embarcó para siempre en la nave-bañera de un hotel con las venas cortadas, el 14 de noviembre de 1991, en Madrid: “Qué extraño… La luz está aparada y sin embargo juraría que la acabo de encender. Por lo menos, mañana la doncella no tendrá que hacer la cama”.



62. José Ignacio Fuentes, murió colgado de su cinturón en la cárcel de Basauri, el 14 de octubre de 1991, dos años después de degollar a su esposa: No tengo más que hacer que fumar hasta la muerte. / Yo fumo y sueño. / Quién sabe si algún día veré un río / o la garra piadosa de una soga.



63. Nicolás Arnero (Segovia, 1950) se ahorcó el 20 de enero de 1991 dejando subrayada una frase en un libro de Pavese: “Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más.”: Intuyo la cobarde humillación / de substraerme al suicidio.



64. Víctor Ramos, falleció desangrado por autocastración en la cárcel de Nanclares de Oca, el 10 de octubre de 1995: De queroseno puro, / antes de que florezca la rareza, / rociar la realidad.

65. Wenceslao Rodriguez, Madrid 1970, Sevilla 1997, colgado de una viga de la pensión El Guaraní: …a la luz de un flexo en el desván, / introdujo entre sus labios el cañón de una pistola / e imaginó el fragor de una sonrisa / ante los pies descalzos de la soledad.



66. Marithelma Nostra, Brasil, murió por una sobredosis barbitúricos en un hotel de Madrid (1999.): ¿Sabes?... He observado que hay personas que recurren a un segundo lenguaje para expresar lo que verdaderamente sienten. (…) Estas personas casi nunca saben lo que quieren, casi nunca saben lo que esperan y casi siempre se suicidan.



67. José Agustín Goytisolo se suicidó el 19 de marzo de 1999 arrojándose al vacío desde el balcón de su casa: …una tristísima ceniza / que caía y caía sobre la tierra, / y sigue cayendo en mi memoria, / en mi pecho, / en las hojas del papel en que escribo.

Discusión

Siempre permanecerá en la nebulosa de la mitología la verdadera naturaleza de la muerte de Safo, la primera de todas las que “...tienen la palabra”. Dicen que, cuando rondaba los cincuenta, se enamoró de Faón, y como éste no la correspondiera, acabó por arrojarse al mar Jónico desde un acantilado de la isla de Levkás, a donde había llegado persiguiendo a su amado. Cierto o no, lo que es seguro es que la protección de las musas Calíope y Erato no le sirvió de mucho, como tampoco han ayudado a los protagonistas del sangriento repertorio de deudos de la poesía que hemos recogido.



Las preguntas son muchas: ¿tan mala será la poesía?, ¿acaso la poesía es psicotóxica?, ¿se es poeta antes que suicida, o suicida antes que poeta?, ¿se suicidan porque están locos, o por estar demasiado cuerdos?...



“El suicidio es un poema sublime de melancolía”, aseguraba un apocado Balzac, que nunca tuvo valor para hacerlo. Pero para los verdaderos deudos de las musas, como Rimbaud, la poesía es una ¡Pequeña vigilia de embriaguez, santa!, un veneno en el que tener fe para que poco a poco te vaya matando. Un caro veneno, pues ¡...el precio que te pone (…) para vivir contigo es que te acuestes con ella. Si te limitas a tocarle las caderas, o a enviarle flores, no se queda contigo, te abandona y se va con otros...”. Palabra de Félix Grande, compartida con José Mª Alvarez, que paciente aprende a “...morir sin nadie/Y esperar a que la policía tire la puerta y me sorprenda muerto”.





<B>¿Qué relaciones mantienen la mente y la poesía?.</B>



La poesía y la mente son dos viejas compañeras, dos íntimas enemigas. Sin embargo, sobre todo para los no iniciados, el nexo entre mente y poesía es la "inspiración", ese no se qué que dicen que viene de las musas. Mas, cual es su verdadera naturaleza de la inspiración?; ¿donde reside?, ¿cómo hacer de ella una aliada?. La inspiración es una dama desposada con el esfuerzo de Blas de Otero: "La poesía tiene sus derechos./ Soy el primero en sudar tinta/ delante del papel", que acaba siendo agotadora. ¿Hay alguna relación entre inspiración, creatividad y locura?. No se sabe, pero lo que si sabemos es que el arte, cuanto más simple, más puro, menos tecnificado, es más exigente para el que lo practica. No requiere barro, ni bronce, ni pigmentos, la poesía pide, exige… alma, corazón y vida.



Todos garabateamos dibujos cuando somos niños, todos sentimos la poesía en la adolescencia, y todos lo intentamos, pero muy pocos son los que llegan a dominarla. Ya se sabe que "De poetas y de locos todos tenemos un poco" (De la Gándara 1997), pero, como aseguraba Gloria Fuertes, no basta con escribir versos para ser poeta, además hay que tener un ramalazo de sensibilidad: “Te huelo poesía, / te presiento en el alto y en el bajo/ en el monte y en el burdel/ en el mar y en el borracho / y en el dolor del mal.



Estas mismas reflexiones y preguntas se las han hecho antes muchos poetas y muchos psiquiatras. Por ejemplo, Ribot, hace más de cien años, observó que, para buscar la inspiración: "...unos andan a largos pasos, otros beben vino, otros meten los pies en agua fría o exponen la cabeza al sol... Todos persiguen... estimular la circulación cerebral para provocar o sostener la actividad inconsciente..." (Citado por G. Labora, op cit.).



También opinó sobre ello, Lafora, psiquiatra y escritor español del la época del 27, quien insistía que los poetas: "...no tienen un pensamiento común, familiar, dirigido, objetivo, práctico, coordinado, lógico...", y su manera de pesar es “...anárquica y ajena a la voluntad..."; aunque, si escuchamos a Gloria Fuertes, en realidad no hay nada de eso, y cada verso le costaba lo suyo: "Sale caro señores ser poeta./ La gente va y se acuesta tan tranquila.../...escribiendo me da la madrugada.../...que me dejo la linfa en lo que escribo.../...asalto las trincheras de la angustia / me cuesta respirar cuando termino..."



No es preciso advertir, que las relaciones entre mente y arte no son científicamente contrastables. Los poetas escriben, viven, sobreviven, se apasionan, enloquecen, pero no descubren pozos, ni construyen casas. De hecho, hay muchos poetas que han pasado a la historia, pero ninguno por construir puentes, ni por hacerse banqueros o millonarios, cosa que si hicieron y hacen otros genios y artistas.



Según Eysenck: "...la asociación de ciertos rasgos anómalos de personalidad con una elevada "fuerza del ego" ocurre en los artistas plásticos, en los científicos, pero sobre todo en los escritores...". En misma esta línea, Ludwig investigó las aptitudes mentales de un millar de eminentes científicos o artistas, y encontró que los más creativos comparten un factor psicológico que denominó "psychológical unease", algo así como un "inconformismo psíquico", una "inquietud mental". Esa es una vivencia muy familiar para los poetas: “...ya llega de nuevo y vuelve sin aviso / lo sé porque me asaltan feroces estos versos / con la rabia del rayo con su misma fugacidad...”

<B>¿Están locos los poetas?</B>



Gloria Fuertes dejó escrito: "Soñé que estaba cuerda, / me desperté y vi que estaba loca./...". ¿Sería cierto?



Un lugar común de la “crítica" especializada – y también del común de las gentes - ha sido la asunción de la locura del poeta, dando por hecho que hay una relación entre ésta y su creatividad. Pero en realidad, el poeta que sobrevive es el valioso, no el que se suicida, asegura Donal Hall, uno de los máximos teóricos de la creación poética. El ser humano que se enfrenta y vence a la negra melancolía, a la desesperación y a la autoderrota es el más admirable de todos. En nuestra cultura la autodestrucción de un artista es vista como algo digno de ser elogiado, una garantía de su sinceridad. Pero La muerte y la destrucción son enemigos del arte. El gas y los cuchillos matan a los poetas; el alcohol y las drogas los matan más lentamente, pero al final consiguen matar a los poetas, y a la poesía (De la Gándara 2004).



Lester en 1990 ya había estudiado a trece famosos escritores que cometieron suicidio durante el siglo XX. La depresión fue muy común en ellos, además del abuso de alcohol, presente en cerca de la tercera parte. En seis, el sentirse incapaces de continuar escribiendo jugó un papel determinante en el suicidio.



Según el psiquiatra británico Félix Post, tras estudiar las biografías de 100 escritores, los poetas presentan un elevado riesgo de padecer depresiones:

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Post asegura que: "...los elevados niveles de imaginación y la enorme actividad cerebral necesitada para el trabajo creativo, junto con la alta frecuencia de rasgos anómalos de "carácter", hacen que los escritores tengan el doble de riesgo de sufrir depresiones que otras personas...". Para llegar a esa conclusión, escudriñó las biografías de cien literatos tan destacados como Whitman, Dickens, Oscar Wilde, Faulkner... y encontró que la mayoría de ellos habían tenido algún familiar afectado por depresiones o psicosis. De hecho, según sus datos, el suicidio acabó con el 8 % de los poetas, lo que comparado con el "10-por-cienmil" al que tocamos el resto de los mortales, hace que por lo menos a un servidor le entren ganas de abandonar la poesía.



Otra cuestión es saber si hay diferencias en los trastornos mentales predominantes en cada profesión artística y si ello se relaciona con el riesgo de suicidio. Para investigarlo Preti y colaboradores realizaron dos estudios enlazados (1999, 2001) sobre la muerte por suicidio en artistas eminentes que murieron en los siglos XIX y XX. En el primero, sobre 3,093 artistas, 59 cometieron suicidio (1,9 %), correspondiendo al tasa de riesgo más elevada a los poetas (2.6%), especialmente a las mujeres. En el segundo incluyeron 4,564 artistas, de los cuales 2,259 eran poetas y escritores, 834 artistas plásticos y 1,471 músicos. Hubo 63 suicidios (1.3% del total). Los músicos tuvieron el menor riesgo (0.2%), los artistas plásticos algo más (0.7%), y los literatos el más alto (2.3%), especialmente los poetas (2.6%).



Otros investigadores han indagado acerca de la frecuencia del suicidio en diferentes tipos de literatos, y los datos son bien elocuentes (TABLA 2).

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Datos de la población estudiada

La población que hemos utilizado como muestra la componen 67 poetas, 52 hombres y 15 mujeres, que cometieron suicidio a una edad media de 40 años (rango de 16-81), un poco antes las mujeres (TABLA 3).



No ha sido nuestro interés recabar más informaciones demográficas o biográficas, ni sacar más estadísticas a costa de sus sufrimientos. Si acaso convendrá saber que más del 50 % de los casos estaban en tratamiento psiquiátrico, o era posible documentar una enfermedad depresiva o psicótica. En la mayoría de los restantes, aun sin poder asegurar nada, era posible intuir alguna circunstancia patológica relacionable con el suicidio, ya fuesen problemas de personalidad, biográficos, amorosos, etc.

Foto Datos de la población estudiada

En cuanto a los métodos utilizados, se observa un claro predominio de las intoxicaciones, pero hay una gran frecuencia de métodos traumáticos (armas de fuego, blancas, trenes, defenestración, etc.), en todo caso mayor de lo habitual, y en general destaca la gran violencia empleada (TABLA 4).

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No pretendemos asegurar que los poetas sean depresivos, ni que la melancolía invernal tenga nada que ver con el suicidio, ni que, como alguien ha dicho, sean más que suicidas “autocidas”, tan sólo aportar algunos datos más, para contribuir al descanso de Alfonso Reyes, quien asegura que “Sobre la tumba de cada suicida debería abrirse un expediente a perpetuidad”.

Un comentario

Ya se sabe que la melancolía, la tristeza o la desesperanza son buenos pretextos poéticos. Todos pasamos por alguna vez por "...la niebla borradora / o la conciencia alterada por drogas duras / como el amor o la tristeza...”, y de ahí al suicidio sólo hay un paso, sea veneno, ventana, disparo, tren o cuchillo.



Según ciertas teorías los poetas son seres peculiares que antes de serlo ya sienten y padecen de manera especial, lo que en cierto modo les aproxima a la depresión y al suicidio. Para otros lo que ocurre es que los poetas no resisten los efectos nocivos de la poesía (Stirman y Pennebaker, 2001). Según estos autores, es posible determinar a través del lenguaje usado en los poemas el riesgo de cometer suicidio de su autor. Para probarlo analizaron 300 poemas de nueve poetas suicidas y los compararon con otros de nueve poetas de no-suicidas mediante un programa de análisis de lingüístico. Evidenciaron que los textos de los poetas suicidas contenían más palabras referidas al “self” y menos palabras referidas a la colectividad, lo cual era consistente con el modelo de la falta de integración social del suicida.



Los poetas son seres alérgicos pero dependientes de las sustancias emocionantes, que se hieren las neuronas con los filos de la realidad y se alivian cometiendo poemas: “Los poemas no se me ocurren / me ocurren”.



Las relaciones entre mente y poesía se comprenden mejor cuando se unen inspiración y transpiración, es decir sensibilidad y esfuerzo, iniciación y persistencia. En materia poética, el esfuerzo constante de sensibilidad y creatividad es lastimoso, el compromiso emocional nunca es falso, ni mezquino, es generoso y a menudo mal correspondido. Eso explica por que tantos poetas se agotan y se deprimen, y algunos, tal vez los más débiles, o los más comprometidos, o los que ostentan temperamentos y caracteres más desajustados, se suicidan.



Uno de nosotros es poeta, o al menos escribe versos Conoce y se relaciona con muchos poetas, y también con otros que sólo escriben versos. Después de haber hablado y conocido personal y profesionalmente a muchos poetas, de haber asistido a docenas de reuniones, tertulias, jornadas, recitales… de poesía, piensa que lo más característico de la poesía es que actúa como un psicotónico (estimulante, y relajante) para la mayoría, pero que cuando lo hace sobre temperamentos sensibles, ese efecto es potencialmente adictógeno, se convierte en una droga, y como tal tienen efectos psicotóxicos, como ocurre con los más “auténticamente poetas”, los que tienen ese “don”, que es más constitucional, temperamental, que caracterial o adquirido. Claro que esto es una mera opinión, en absoluto contrastable (De la Gándara 1999)..



Es paradigmático el suicidio de Charlotte Stieglitz (de soltera Ch. Willhöft) (1806-1834) (Fernández, 1990), joven sensible y romántica, de buena familia, educada en las bellas artes, y que se casó con el poeta Heinrich Stieglitz, poeta melancólico y obsesionado con la poesía. El matrimonio supuso para ella un aburguesamiento incompatible con la poesía, y esto le generó sus primeas ideas de suicidio. Luego, la convivencia con este personaje, tan célebre por sus depresiones, como por su constante lucha por encontrar la inspiración, la vena de la creatividad, fue para ella un verdadero calvario, un permanente conflicto interior entre su papel de esposa burguesa y de compañera y musa del artista. Esto le supuso tal compromiso emocional, que acabó suicidándose, dicen que para no estorbar la creatividad de su esposo. La poesía fue para ambos una obsesión, una enfermedad, que acabó con la salud de él y la vida de ella.



La poesía es una droga, y por tanto no se debe juguetear con ella, pues si sólo se prueba no se le saca todo el partido posible, pero si se pueden sufrir sus efectos adversos; y si se abusa de ella, si sólo se vive, convive y cohabita con ella, se acaba atrapado en sus redes, adicto y dependiente de ella.



A muchos poetas se les nota, tienen tanta intimidad, le dedican tanto tiempo a su “amada”, que acaban siendo verdaderos toxicómanos de poesía. Los hemos visto y se les nota. No hablan de otra cosa, no dedican energía a otras cosas, no se relacionan más que con los círculos poéticos, y así acaban, intoxicados, obsesionados, extenuados, y, a veces, muertos por su droga.

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Comentarios de los usuarios


Interesante. En algunos lugares he leído, que al fenómeno se le conoce con el nombre de síndrome de Silvya Plath. Yo mismo soy poeta y he percibido que la depresión nos es en mayor demasía, profunda. No parece ser normal, si no un cumulo hipersensibi

Eduardo Briones
Profesional - México
Fecha: 18/12/2018



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