Hoy en día el potencial de la salud mental digital para aumentar el acceso y la calidad de la atención está cobrando cada vez más fuerza con el auge de los teléfonos inteligentes. También, se ha acelerado con la propagación de la telesalud durante la pandemia de COVID-19, donde todo lo presencial tuvo que suspenderse, y dio lugar a una puerta de telecomunicación. De hecho, se han invertido miles de millones de dólares en recursos en aplicaciones, algoritmos y dispositivos de salud con la suposición de que más tarde, todas las personas acabarían uniéndose a este medio de comunicación.
No obstante, aunque muchas personas tienen un teléfono inteligente, aún no ha habido una inversión concomitante en las personas mismas para garantizar que puedan participar y beneficiarse equitativamente de las herramientas digitales de salud mental. Ya que existe evidencia de que los adultos mayores pueden encontrar las herramientas de salud digital más desafiantes, lo que refleja problemas con diseños defectuosos de tecnología y falta de participación comunitaria, pero también puede reflejar desigualdades más profundas en torno a oportunidades educativas.
Por otro lado, también se produce una autodeterminación digital, lo que significa que las personas pueden decir "no" al uso de la tecnología para su salud mental. Una de las principales razones por las que las personas a menudo dicen "no" es que hoy en día las herramientas digitales de salud mental tienen prácticas de privacidad agravadas por pruebas limitadas de eficacia, es decir, hay muchas aplicaciones de salud mental que presenta una falta de privacidad. Este fenómeno se ha reflejado en que muy pocas personas, alrededor del 15 % en EE. UU. y el Reino Unido están dispuestos a compartir información de salud personal anónima con una empresa con el fin de mejorar la atención médica.
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Pero, la falta de confianza engendrada en la tecnología del cuidado de la salud debe revertirse, y esto puede ocurrir con mejores prácticas por parte de los desarrolladores de aplicaciones, demandas de privacidad por parte de pacientes y médicos, y regulación por parte de los gobiernos. Ya que, sin confianza, no hay salud ni salud mental, y es comprensible que las personas no quieran que se comparta su información más privada y vulnerable en el ecosistema digital de salud mental actual.
La alfabetización tecnológica ahora se considera un determinante social de la salud. Debido a que afecta a aspectos importantes de la vida de las personas, como el acceso a un empleo competitivo, la educación e incluso servicios de apoyo como la vivienda o el acceso a otras personas, como claramente surgió durante la pandemia de COVID-19. Todos estos aspectos tienen un impacto directo en la salud mental y son tan importantes como cualquier uso clínico. Y el reconocimiento y la integración de estos determinantes sociales, pueden hacer que las herramientas digitales sean más relevantes y útiles para una franja más amplia de la población con mayor necesidad.
Por lo tanto, apoyar la autodeterminación digital debe ser la primera prioridad, ya que creará demanda de nuevas protecciones de privacidad, informará cómo la próxima generación de evidencia generará la más alta calidad de investigación representativa y garantizará que se creen nuevos servicios de atención médica para servir a personas con las necesidades más altas.
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