Continúo.
Nunca olviden que los libros son esenciales, pero es la vivencia la que más forja nuestra propia empatía. Así lo aprendí, por mis depresiones, delirios místicos, internaciones, intentos de suicidio.
Agradezco por el artículo. Aún así, no les negaré ni me negaré a mí misma… desde mi gusto, mi puñado de saberes, mi sentir: este artículo informa pero no tiene humanidad.
Péndulo de amatista
Mi péndulo oscila
la fuerza que devora
en frecuencia histérica,
de rodillas hacia el paraíso
con el litio a cuestas.
Buenas noches, a todos.
Al no ser psicóloga ni psiquiatra sino poeta, es una obviedad que ciertos términos los desconozca. Aún así, cada palabra, cada oración, está en un marco. Que, por intuición, por ejemplo; pueden llegar a comprenderse.
Celebro que se avance en la investigación sobre cualquier padecimiento de cualquier ser, de cualquier Reino de nuestra bondadosa Madre Tierra. Y siendo diagnósticada, a mis veinticinco años, como bipolar: aliento la apuesta que puedan brindarnos los profesionales ortodoxos o no ortodoxos para acompañarnos a sanar. Siempre se trata del acompañar. Pues, todos estamos al tanto, que un psicofármaco sólo tapa un síntoma. Son necesarios. A mí me son necesarios. Y más allá de los terribles efectos secundarios a largo plazo, los acepto. La nueva Alquimia, la Química es la química. No puede negarse. Tampoco puede negarse que somos seres humanos, cargamos con una historia, sombras, recursos, contextos, traumas, mandatos. Dolores y celebraciones. No sé qué me diría el DSMV sobre esto. Poco me interesa, verdaderamente. Sólo lo utilice, su nombre, para un poema.
Comprendo que el sitio es para profesionales específicos de la salud, sin embargo, desde mi perspectiva como un ser que lucha día a día, hora a hora, debido a la bipolaridad; me atrevo a enunciar: tal vez si abriesen este espacio también a pacientes, incluso a familiares de pacientes, imagino que los intercambios del sitio no sólo tendrían más poder y llegada sino, además, compasión.
He leído atentamente el artículo. Establecer la correlación entre labilidad afectiva y BT es una tautología. Las diferentes determinaciones de orden funcional, etc. sólo refieren evidencias sobre direcciones e intensidades intrasubjetivas. La sobre diagnosticación del BT también retarda su estricta identificación cuando el foco confunde otros condicionantes de labilidad afectiva, cuando no se rastrea la historia de vida y continuos procesos de sufrimiento psíquico intersubjetivo con respuestas reactivas crecientes, dando lugar a un violento circuito cerrado con ciclos de realimentación, sobreadaptación e intentos de ruptura. Incluyendo en esta dinámica la medicalización para "equilibrar" los polos. El tiempo automatiza lo irresuelto y despersonaliza al sujeto, despojando su singularidad, paulatinamente infantilizado y transformado en "serie", donde el protagonismo lo tiene su creciente acumulación de síntomas, también de tipo orgánico cuando "el cuerpo grita". Sin negar en nada los factores biológicos, cuando éstos existen, insisto en no cegarse sólo en ellos cuando se desestima el contexto, la policausalidad, los vínculos psicógenos del entorno grupal y social cotidiano que precipitan variantes de "labilidad afectiva" como recurso defensivo, oscilando entre desconectarse de lo insoportable y mendigar una cuota de amor ilusorio. Por cierto que sobre estas bases se desencadenan comprobables daños biológicamente observables, es entonces cuando se dirá: "¿a visto?"