Un grupo de profesionales del Hospital Universitario y la UBU inicia la segunda parte del primer trabajo que en España estudió la prevalencia de estos movimientos involuntarios y que se centra en la calidad de vida de los estudiantes

Dice la neuróloga Esther Cubo que la mayoría de los tics son leves, benignos y desaparecen con la edad, es decir, que no constituyen un problema importante, pero sí pueden ayudar a identificar a personas que padezcan riesgo de sufrir dificultades académicas. Esto es, precisamente, lo que busca una investigación de un grupo de profesionales del Hospital Universitario de Burgos y la Universidad de Burgos que está dando sus primeros pasos. «Queremos saber si los problemas de aprendizaje están vinculados a estos movimientos involuntarios o a otros problemas asociados, porque si se demuestra que hay algún tipo de riesgo lo mejor es prevenir y poner las medidas curriculares oportunas».

El trabajo se denomina ‘Estudio de la asociación de las dificultades académicas en el síndrome de Tourette y otros trastornos con tics y su impacto en la calidad de vida en el alumnado de enseñanza obligatoria’ y constituye una segunda parte del primer estudio que en España puso en evidencia la prevalencia de los tics. En aquella investigación, publicada en la revista Pediatric Neurology, se constató que un 16,86% de los estudiantes entre 6 y 16 años sufría movimientos involuntarios y que esta circunstancia era más frecuente en varones (en una proporción de tres por cada niña).

La segunda fase que se inicia ahora tiene como objetivo principal estudiar a lo largo del tiempo qué variables sociodemográficas influyen en las dificultades académicas y en el impacto relativo que tienen los tics con otras (o sin ellas) enfermedades asociadas.
Para ello se volverá a contactar con los escolares que ya se incluyeron en el trabajo en los cursos 2008/09 y 2009/10 y su participación consistirá simplemente en responder a unos breves cuestionarios. Se espera contactar con  unos 400 estudiantes: «Es muy interesante que la gente participe porque puede ser enormemente beneficioso para los escolares ya que el trabajo está diseñado no solo para los que van  mal en el colegio sino para prevenir que vayan mal los que ahora no tienen problemas», explica Esther Cubo.

Y es que, apuntan los investigadores, si se tienen datos sobre cómo influyen los tics en el rendimiento escolar «se podrá actuar en consecuencia mediante el diseño de programas específicos de intervención educativa y permitirá aumentar el conocimiento sobre qué factores se asocian a las dificultades académicas en la población escolar con y sin tics de Castilla y León». Por otro lado, si durante el desarrollo de la investigación se detectan problemas en algún niño, éste recibirá inmediatamente la atención sanitaria y educativa necesaria.

Además de Cubo participan en el trabajo los psicólogos Xosé Ramón García Soto y Sara Sáez, las doctoras en Ciencias de la Educación Vanesa Ausín y Vanesa Delgado y el especialista en Epidemiología y Salud Pública José Cordero, que cuentan con la colaboración de la neuróloga especializada en trastornos del movimiento del Rush Medical Center de Chicago, Katie Kompoliti).