Después de que a fines de la década de 1960 se llamó la atención sobre la escasa reproducibilidad del diagnóstico psiquiátrico entre los médicos, los métodos y procedimientos utilizados para diagnosticar trastornos psiquiátricos mejoraron considerablemente. Se identificaron fuentes de varianza que contribuyeron a la poca confiabilidad ...
Después de que a fines de la década de 1960 se llamó la atención sobre la escasa reproducibilidad del diagnóstico psiquiátrico entre los médicos, los métodos y procedimientos utilizados para diagnosticar trastornos psiquiátricos mejoraron considerablemente. Se identificaron fuentes de varianza que contribuyeron a la poca confiabilidad del diagnóstico psiquiátrico que incluían: varianza de información (cómo los médicos investigan sobre los síntomas), varianza de interpretación (cómo los médicos sopesan la sintomatología observada frente a formulaciones diagnósticas) y varianza de criterio (cómo los médicos organizan los síntomas)
Para mejorar la confiabilidad del diagnóstico, se realizaron avances en dos direcciones principales. En primer lugar, se desarrollaron instrumentos de diagnóstico para estandarizar la forma en que se obtienen, evalúan y califican los síntomas. Estas entrevistas diagnósticas estaban altamente estructuradas para su uso en estudios a gran escala (por ejemplo, el DIS), por entrevistadores legos sin antecedentes clínicos y con un estilo de interrogatorio que enfatizaba el cumplimiento de la redacción exacta de las sondas, la confianza en preguntas cerradas con respuestas simples.
Por el contrario, las entrevistas semiestructuradas (por ejemplo, la SADS) fueron diseñadas para ser utilizadas por entrevistadores capacitados clínicamente y adoptaron un estilo conversacional más flexible, usando preguntas abiertas, utilizando todas las descripciones de comportamiento generadas en la entrevista y desarrollando convenciones de puntuación que apeló al juicio clínico del entrevistador.
Segundo, Los criterios y algoritmos diagnósticos se introdujeron en las nosografías en 1980 para el DSM y poco después en la CIE. Posteriormente, los diagnósticos derivados de algoritmos podrían probarse para determinar su validez mediante seguimiento, antecedentes familiares, estudios de respuesta al tratamiento u otros criterios externos.
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