MADRID (EUROPA PRESS) -
Un estudio de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia ha utilizado imágenes obtenidas mediante resonancia magnética para identificar los mecanismos cerebrales que favorecen que las personas se vuelvan agresivas al beber alcohol, incluso después de una o dos copas.
En su estudio, cuyos resultados publica la revista 'Cognitive, Affective, & Behavioral Neuroscience', midieron el flujo sanguíneo en el cerebro para estudiar este fenómeno y vieron que, después de apenas dos copas, ya se producen cambios en el funcionamiento de la corteza prefrontal del cerebro, una región normalmente implicada en el control de actitudes agresivas.
La mayoría de teorías sobre la agresividad vinculada al consumo de alcohol atribuyen esta conducta a cambios en la corteza prefrontal. Sin embargo, hasta ahora no había una constatación real que corroborara esta relación.
En este trabajo, los investigadores incluyeron a 50 jóvenes sanos a los que dieron dos bebidas que contenían vodka o placebo, sin ningún tipo de alcohol. Mientras permanecían acostados en un equipo de resonancia magnética, los participantes se sometieron a un ejercicio habitualmente utilizado para observar los niveles de agresión en respuesta a la provocación.
De este modo, mediante una resonancia magnética funcional vieron qué áreas del cerebro se activaron cuando se realizó la tarea, comparando las diferencias en los escáneres de los participantes que realmente habían consumido alcohol y los que no.
Así, comprobaron que entrar en provocaciones no influía en las respuestas neuronales de los participantes. Sin embargo, al comportarse de manera agresiva, hubo una caída en la actividad de la corteza prefrontal en los cerebros de quienes habían consumido alcohol. Un efecto que también se observó en las áreas del cerebro que están involucradas en la recompensa.
Además, se observó una actividad elevada en el hipocampo, la parte del cerebro asociada a la memoria de las personas. "Aunque hubo un efecto amortiguador general del alcohol en la corteza prefrontal, incluso con una dosis baja de alcohol, observamos una relación positiva significativa entre la actividad de la corteza prefrontal dorsomedial y dorsolateral y la agresión relacionada con el alcohol", explica Thomas Denson, autor del estudio.
"Estas regiones pueden apoyar diferentes comportamientos, como la paz versus la agresión, dependiendo de si una persona está sobria o intoxicada", según ha añadido.
Los resultados son en gran parte consistentes con un creciente cuerpo de investigación sobre la base neuronal de la agresión, y cómo se desencadena por los cambios en la forma en que funciona la corteza prefrontal, el sistema límbico y las regiones del cerebro relacionadas con la recompensa.
"Necesitamos nuevas investigaciones a mayor escala sobre los fundamentos neuronales de la agresión relacionada con el alcohol con dosis más fuertes y más participantes, ya que hacerlo podría eventualmente reducir sustancialmente el daño relacionado con el alcohol", ha destacado Denson.