La propagación súbita e inesperada del COVID-19, ha generado elevadas tasas de morbimortalidad médica, pero su impacto sobre la salud mental ha sido desatendido y minimizado. El confinamiento ha incidido de forma directa en los ancestrales estilos de interacción humana, minando la confianza y aumentando la distancia interpersonal, tras quebrar el sistema sanitario, la economía y el estado del bienestar.
Ante la rápida propagación de la pandemia y en base a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se han implementado medidas muy drásticas tales como la cuarentena o el aislamiento social, con la finalidad de detener la propagación del virus. Sin embargo, su efecto sobre la salud mental de la población general ha sido subestimado e insuficientemente cuantificado. Cuarentena y aislamiento son términos distintos, pero a menudo se usan indistintamente en los medios de comunicación.
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