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Crónica del encuentro entre Antonio Gamoneda y Jesús Morchón
Autor/autores: Literariamente: Libros y salud mental
El ILC y la Fundación Cerezales amparan la llegada a León de los encuentros “Literariamente”, dedicados a la literatura y la salud mental. Estos encuentros están organizados por la Fundación Manantial y el Hospital Ramón y Cajal. El Instituto Leonés de Cultura (ILC) y la Fundación Cerezales Antonino y Cinia (FCAYC) acogieron el pasado viernes 26 de septiembre la primera edición fuera de Madrid de los encuentros Literariamente, un ciclo que explora el vínculo entre la literatura y la salud mental. En esta ocasión, los protagonistas fueron el poeta Antonio Gamoneda y el psiquiatra Jesús Morchón, quienes mantuvieron un diálogo profundo sobre la melancolía, el deseo y la condición humana.
La poesía como existencia
Gamoneda abrió el encuentro con esta afirmación: “La poesía no es literatura.” El poeta leonés explicó que la poesía no pertenece al orden del arte, sino al de la existencia. “La poesía existía antes de la escritura”, recordó, situándola en un territorio previo a la palabra, donde también habita la melancolía. Esta, dijo, es una experiencia originaria del ser humano, anterior a cualquier diagnóstico o manual. Evocó a Hipócrates y a los médicos antiguos, que atribuían la melancolía a la bilis negra, símbolo del desequilibrio interior. Para Gamoneda, sin embargo, la melancolía no es un trastorno, sino una forma de sentir que, aunque dolorosa, puede transformarse en conocimiento. “¿Cómo distinguir entre la tristeza profunda, la melancolía y la depresión patológica?”, preguntó al doctor Morchón.
Melancolía: la desaparición de un nombre
Jesús Morchón agradeció la invitación y el apoyo que —confesó— Gamoneda le ha ofrecido a lo largo de su trayectoria profesional. A modo de homenaje, leyó un poema propio: “El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición. (…) hasta que la verdad dejó de existir en el espacio y en mi espíritu, y no pudo resistir la perfección del ser.” Morchón abordó la melancolía desde la ciencia y la clínica. “La melancolía ha desaparecido prácticamente de la disciplina psiquiátrica”, lamentó.
Explicó que un concepto que antaño ocupó un lugar central en la medicina y la filosofía fue absorbido por la noción contemporánea de depresión. “Pero el fenómeno humano persiste: el hundimiento, la pérdida del deseo, la culpa, el sentimiento de indignidad, el derrumbe del lenguaje.” Citó a Freud, Cotard, Kierkegaard, Sartre y Barthes, para subrayar que la melancolía no es solo tristeza, sino un fracaso del deseo. “El melancólico es el hombre sin deseo. Su energía vital se ha detenido. La voluntad se anula, el pensamiento se oscurece, el lenguaje se interrumpe. Sin deseo no hay lenguaje; sin lenguaje, no hay mundo.”
Deseo, duelo y espera
Morchón reflexionó sobre el deseo como motor de la vida: “El sujeto vivo es el sujeto que desea. Y es deseante porque se sabe incompleto.” Pero, advirtió, vivimos en tiempos que no favorecen la espera. “El deseo debe estar siempre en actividad; el
aburrimiento, la decepción o la tristeza resultan insoportables.” En una sociedad que patologiza la infelicidad y acelera los tiempos, el duelo —ese espacio necesario para la pérdida— queda relegado. “La melancolía no es un error del alma —recordó—, sino una forma de duelo que no termina, una fidelidad excesiva al objeto perdido.”
La melancolía del mundo ruralGamoneda llevó entonces la conversación al terreno de la vida rural. “El campo —dijo— se ha vaciado no solo de habitantes, sino de destino. La tierra ya no trabaja para sí misma, ni los hombres para su tierra.” Esa pérdida de sentido, señaló, también es una forma de melancolía: la del mundo natural y de la conducta humana que se desvanece. Mencionó el ejemplo de tres furgonetas que transportan productos de la montaña leonesa a la ciudad: “No son más que tres furgonetas, pero han recuperado el sentido del acto de producir y de ofrecer.” Esa recuperación del vínculo entre el trabajo y la vida la llamó “una medicina preventiva”: una cura no farmacológica, sino vital. “La melancolía —añadió— no se cura con pastillas, sino con restitución: devolviendo a la vida su posibilidad creativa.”
La poesía como forma de salud
Ambos coincidieron en que la poesía puede ser una forma de conocimiento y de prevención. “La poesía existía antes de la escritura. Es un conocimiento que no busca demostrar nada. Es una forma de salud, aunque no cure. A veces solo acompaña. Y acompañar ya es una forma de curar”, dijo Gamoneda. Morchón retomó la idea, reconociendo el poder terapéutico del lenguaje poético: “Nombrar transforma la realidad. Cuando las palabras se separan de las cosas, aparece la angustia.
Recuperar el lenguaje es ya un comienzo de curación.”
Una melancolía moderna
La conversación desembocó en una reflexión compartida sobre la modernidad. Ambos coincidieron en que hoy predomina una nueva forma de melancolía: no la del exceso de interioridad, sino la del vacío. “Todo se acelera —afirmó Morchón—, y al levantar el pie del acelerador aparece la tristeza. Hemos perdido la espera, que era la medida natural del deseo.” “Y al perder la espera —añadió Gamoneda—, hemos perdido también la contemplación, que era la raíz de la poesía.”
Conclusión
La última parte del encuentro tuvo un tono de reconciliación entre ciencia y arte.
Morchón citó a Robert Burton, autor de La anatomía de la melancolía (1621). Ambos concluyeron que la melancolía, más que un estado de ánimo, es una forma de sabiduría: un espejo de nuestra fragilidad y de nuestra capacidad de sentir la vida en toda su profundidad, su ambigüedad y su belleza.
Palabras clave: literartura y salud mental
Tipo de trabajo: Post/Entrada de Blog
Área temática: Psiquiatría general .