Otro Día del Padre atípico Los padres, en todas sus grandes significaciones, seremos homenajeados nuevamente de un modo diferente al habitual por la vigencia de las restricciones por la pandemia de coronavirus. Seguramente será una jornada distinta, pese a que ya no novedad. Donde muchos encuentros familiares serán reemplazados por desayunos por delivery, y los abrazos por saludos vía Zoom.
Sin lugar a dudas, el aislamiento social y todo lo que hemos padecido, con tanto saldo de contagiados y muertos, ha modificado nuestras vidas, imprimiendo un sesgo trágico y de infelicidad a nuestras vidas. Son días cuando más hay que apelar a la sabiduría de los que encarnan ese lugar del Padre, que ha entregado como función, la responsabilidad de brindar, para el caso, mucho afecto, serenidad, consuelo, y templanza para soportar tantas privaciones y aceptar las limitaciones por el necesario distanciamiento social establecido por el coronavirus. Efectivamente, no vivimos en la naturaleza, somos sujetos de la cultura. Y ella no es sin la Función Paterna. La que además de adentrarnos en la civilización, nos da recursos para sobrellevar calamidades como la que estamos viviendo.
Para comprender más y mejor lo atinente a tan magna función, repasemos una reseña de lo que es el Padre para el Psicoanálisis. Para Freud la función paterna es una función que censura el incesto, regula el deseo de las pulsiones sexuales existentes en el niño y entre madre-hijo. Freud señala, que luego del Edipo otras figuras en la sociedad asumirán el papel de representantes de la ley, la moral, y la protección. Desde la perspectiva Freudiana el Complejo de Edipo remite a un proceso inconsciente que se establece a partir del nacimiento en relación con su madre y el padre progresivamente aparece a modo de figura de autoridad, limitando tal relación. Tal proceso concluye en el marco de las identificaciones. Siguiendo a Freud, el psicoanálisis lacaneano también categoriza lo paterno como función. Pero munido de la lingüística y de las matemáticas, va más allá. La función Paterna como concepto matemático. El psicoanálisis lacaneano, realza lo paterno como función matemática, función que implica un lugar vacío, porque lo matemático como lo Real, impide incurrir en significaciones morales, éticas, religiosas o ideológicas. Estrictamente hablando el padre para el psicoanálisis es un significante, es decir, se sitúa a nivel simbólico. De hecho hay distintas significaciones según las culturas (padre biológico, avunculado: costumbre donde el hermano de la madre ocupa un lugar de privilegio en el sistema de parentesco o en la crianza de los hijos, abuelo, padrastro, organizaciones sociales o religiosas, etc.). El Nombre del Padre crea la función del padre. Resulta crucial no confundir la falta o no adquisición del Nombre del Padre con la carencia paterna biográfica. Ya que no se trata de la presencia o ausencia del personaje padre en la realidad; en el complejo de Edipo puede constituirse incluso aunque el padre no esté ahí. Porque lo central en el Edipo es que el sujeto experimente que está excluido de una relación: lo fundamental es que entre en la triangularidad, y que ceda la relación dual madre niño. No se exalta del padre su abnegación, su amor, sus tareas, los roles, sus desenvolvimientos, obligaciones o a todas aquellas responsabilidades inherentes al cuidado y protección del hijo; porque para el psicoanálisis, el padre no es un personaje real, papá, padrastro, tío, abuelo, rey, sino una metáfora. El padre es un significante que viene a ocupar y sustituir el lugar de otro significante. Aquella incógnita que había en el lugar del deseo de la madre ¿Qué desea mamá?, es reemplazado por la Ley de la prohibición incestuosa. Y es por eso, que el padre para el psicoanálisis, no es un ideal sino una necesidad de la cadena significante, es un significante privilegiado. Ese lugar del padre sólo tiene sentido si se conserva vacío, en tanto significante que puede ser recubierto por múltiples significaciones. Por ende, ese lugar puede ser ocupado por cualquier persona, independientemente de su sexo anatómico o identidad de género. En palabras más univocas, cuando en psicoanálisis hablamos de función paterna, nos referimos a que un tercero fue capaz de incidir limitando el deseo todopoderoso y arbitrario de la madre, según el niño, pudiendo escindir aquella unidad diádica que inicialmente formo la madre y el infante. Disensión altamente positiva porque logra transmitir la ley desde Otro, por fuera a la madre. La función paterna es efectuada por un tercero que generalmente es el padre, pero puede ser ejercido por cualquier personaje, incluso por una institución. Lo importante, es que ese tercero/a, sea altamente significativo para la madre, solo por ello, esa madre deja de completarse con ese infante y se torna deseosa nuevamente. Con esa función, digamos el personaje del padre, sea consciente o no, provoca el clivaje necesario de esa unidad madre niño, permitiendo la internalización de la Ley y el proceso de identificación. La función paterna como límite, como transmisora de la ley y desde el Otro puede provenir de diversas fuentes. Incluso una idea, como Dios o Patria, o una institución, como la Iglesia, o el Estado, pueden cumplir adecuadamente esa función. La función paterna es altamente ordenadora, permite el ingreso del niño en la cultura, más allá del deseo arbitrario y ambiguo de la madre. La función paterna añade un referente, un otro. Tal función provoca una desambiguación psíquica del infante que redunda en que el niño pueda pensar coherente, con criterio de realidad e integrado a la cultura. Las fallas menores, que son universales, en esa función paterna, permiten la estructura del Edipo y la neurosis. La ausencia o la existencia de una falla severísima de dicha función, (forclusión del Nombre del Padre) propician las psicosis.
De la Función del Padre, pensado psicoanalíticamente, obtenemos todos aquellos valores para vivir y cuidarnos en sociedad. Así que valga el homenaje a todos los que ocupan ese sitio.
¡Feliz día del Padre!
Junio 2021
Simposio del campo freudiano