Por su interés y aportación positiva, reproducimos este escrito recibido a través de las redes sociales, tras recibir autorización de su autor.
¿Cómo se vivirá una Navidad en tiempos de una horrible Pandemia?
En estos días tan convulsos se oyen muchas frases con una carga emocional muy alta,
un gran desaliento y mucha frustración, pero de vez en cuando se oye una frase
esperanzadora.
Hace unos días, me encontraba en la cola de la caja de un supermercado y escuché a
una señora de unos 70 años, que aparentaba tener más de 80 por la extensión y
profundidad de sus arrugas, que decía con gran ironía:” esta va a ser mi mejor Navidad”.
La cajera, sorprendida y con la confianza de verla comprar desde hacía mucho tiempo,
le preguntó: ¿por qué dices eso María? “Si con la que está cayendo esto va a ser una
lástima”. María le respondió: “es la primera Navidad, en muchos años, que aunque no
reciba visitas de mis hijos y no me inviten a sus casas, tendrán una buena una razón para
no hacerlo”. La cajera, se quedó impactada por esa respuesta y de forma inmediata, de
esa forma en la que sólo hablan los sentimientos y el corazón, le respondió: “María, en
mi casa esta Navidad habrá una silla vacía por este asqueroso virus, pero si no nos lo
prohíben, esa silla será para ti”.
Es un episodio real que muestra lo que unos tienen y no aprecian y lo que otros, sin
tenerlo, valoran y anhelan.
La tragedia que estamos viviendo nos obliga a repasar nuestras prioridades en la vida,
el valor de las miradas, la importancia del contacto físico, de una llamada de teléfono o
de cualquier gesto amable, entre otras muchas cosas. De lo que puede que no seamos
tan conscientes es de que antes de esta Pandemia, existía un degradación progresiva de
muchos valores esenciales y que todos íbamos demasiado rápidos para observar a
nuestro alrededor y percibir el sufrimiento y la soledad de muchas personas cercanas a
nosotros.
Repetimos muchas veces y nos lamentamos de las celebraciones que no hemos podido
disfrutar, las desilusiones de tantos proyectos aplazados, los trabajos que se han perdido
y en general se recurre, en muchas ocasiones, a los términos de ruina, caos, pesadilla,
etc. Demasiadas denominaciones para un acontecimiento que ha cambiado nuestra
forma de vivir y relacionarnos. Es inevitable que nos hagamos esta pregunta ¿cambiará
nuestra sociedad después de todo esto? La respuesta es inmediata, no cambiará.
Una sociedad, en sentido universal, no cambia por ningún acontecimiento adverso, lo
hemos visto después de conflictos bélicos mundiales, crisis económicas globalizadas,
destrucción medio-ambiental, avalanchas de migraciones, etc. Los cambios que seproducen son culturales y circunscritos a grupos, regiones y, excepcionalmente, a algunos países. Es cierto que existen formas de vida muy diversas y que lo que es
deseado por unos es indiferente para otros. Nuestros aciertos y errores colectivos,
sobre todo estos últimos, si se repiten e intensifican de forma cíclica o continua, si
pueden marcar y modificar nuestra forma de vida y poner en peligro muchos de
nuestros pilares como sociedad, pero ni siquiera un virus con una letalidad tan
importante, parece que pueda corregir muchas de nuestras debilidades como sociedad.
Quizás, lo más susceptible de cambio y mejora continua, sea el individuo de forma
particular, como una unidad irrepetible y absolutamente diferente a los demás. Sólo del
cambio de muchos individuos se conseguiría reparar los cimientos más dañados de
nuestras sociedades más cercanas y de la suma de todos esos cambios, se podría
conseguir un beneficio global.
Ese cambio en positivo de lo individual, si es posible, y el mejor momento sería ahora,
no mañana. Debemos preguntarnos: ¿qué puedo hacer para vencer tantos
sentimientos negativos y esta realidad llena de incertidumbres y amenazas? No es fácil
la respuesta, probablemente hay miles de respuestas a una misma pregunta, pero cada
uno debe aportar algo, aunque parezca una aportación insignificante. Nadie ha nacido
sin un “don”, una virtud o una habilidad especial. Por ahí debe llegar el cambio. Si cada
persona saca lo mejor que tiene, esta Pandemia pasará sin causar más daños que
aquellos derivados de nuestras limitaciones actuales sobre el conocimiento, prevención
y tratamiento de la misma, pero no arrebatará nuestros principales valores ni
pagaremos un precio adicional como individuos y como sociedad. La capacidad de
superación y de sobreponerse a la adversidad sigue siendo nuestra principal fortaleza
ante un reto tan difícil.
Volviendo a nuestro relato, es obvio que María no irá en Nochebuena o Navidad a cenar
a casa de la cajera, que una silla vacía nadie la puede llenar, que nunca habrá una razón
para que los hijos de María no vayan a verla o la llamen por teléfono y que la Navidad
seguirá siendo una época muy triste para algunos, maravillosa para otros e indiferente
para algunos. De cualquier forma, cada vez que alguien se tome un poco de su tiempo
para mirar a su alrededor, poner los cinco sentidos en escuchar a las personas, ponerse
los zapatos del otro y mejorar su comprensión y el deseo continuo de ayudar a los
demás. Cuando todo eso ocurra, habrá llegado la Navidad más esperada, aquella que no
finaliza con la cabalgata de los Reyes y que marca una forma de ser y de vivir.
¿Quién sabe? Quizás la próxima Navidad pudiera ser la más esperada y la mejor para
muchas personas.
Anónimo.
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