LA MENTE ENFERMA
(EPÍTOME DE PSICOPATOLOGIA Y PSICOFARMACOLOGIA)
PROF. D R . EMILIO MIRA Y LÓPEZ
Profesor de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona (España)
Salmón Lecturer de la New York Academy of Medicine (U.S. A.)
Profesor del Instituto de Medicina Psicológica de Río de Janeiro (Brasii)
SERVICIO CIENTÍFICO ROCHE
MONTEVIDEO - URUGUAY
Copyright by Servicio Científico Roche · Montevideo, Uruguay, 1962
Cuerpo medular (interior de la sustancia blanca) del hemisferio derecho del cerebro
visto desde arriba. (Del "Atlas Cerebri Humani" de E. Ludwig y J. Klinger, editado
por S. Karger, Basilea 1956).
ÍNDICE
I
Concepto moderno de la salud mental
13
Qué es ia medicina psicosomática
14
III
Factores determinantes del equilibrio personal . . .
16
IV
Influjos condicionantes del desequilibrio mental . .
18
Diversos tipos de perturbación mental
22
Los grandes síndromes psiquiátricos
31
II
V
VI
VII
Conducta del clínico ante el paciente psiquiátrico
100
VIII
Normas para la elaboración del plan terapéutico
108
IX
Criterios para la elección de psicofármacos en los
diversos tipos de perturbación mental
X
116
Papel del médico clínico en la práctica ortopsiquiátrica
122
"Pinel libera a los alienados de sus cadenas". Cuadro de Fleury. Hospital-hospicio de
la Salpétriére, Archivos de Asistencia Pública de París.
I. Concepto moderno de la salud mental
Hasta hace poco tiempo el concepto de salud incluía "la ausencia de perturbaciones psíquicas", pero desde 1950 el Comité de Expertos de la Federación Mundial pro Salud sustituyó ese concepto meramente negativo por
otro más concreto y amplio, definiéndola como "un estado de bienestar
corporal, intelectual y moral que permite a quien lo siente vivir activamente y enfrentar con eficiencia y serenidad las emergencias de la
vida social".
Los peritos de la Organización Mundial para la Salud Mental (adscrita
a la UNESCO) han sido todavía más explícitos en su correspondiente
definición y consideran que una persona solamente goza de completa
salud mental cuando reúne las siguientes condiciones:
1) Se autoestima y acepta ecuánimemente. Esto es, se juzga con objetividad, sin minusvalorizarse ni sobrevalorizarse, de modo que su autojuicio coincide con el que de ella hacen sus semejantes más próximos.
Por ello la persona mentalmente sana no corre los riesgos de la
vanidad, la soberbia o la desmedida ambición ni tampoco los de la
envidia, los celos o la timidez. Reconoce sus errores pero también
aprecia sus éxitos en la justa medida.
2) Se relaciona bien con sus semejantes. O sea que es capaz de adoptar
y mantener una actitud cortés y serena ante cualquier interlocutor,
sin distinción de sexo, edad, cultura, raza, religión, posición económica, filosófica, política o estado social. Asimismo, se interesa por los
problemas de la colectividad y grupos sociales a los que pertenece
y está dispuesta a ofrecer su ayuda a quien la precise y, a pesar de
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todo, conservar su independencia de juicio y de acción. Tal conducta
le lleva a tener amistades duraderas.
3 ) Sabe enfrentar las demandas de la vida. Cuando tiene ante sí un
obstáculo o un problema sabe estudiarlo y tomar una decisión lógica.
Acepta sus responsabilidades. Si no puede cambiar su ambiente, es
capaz de adaptarse a él, sin dejar por ello de mantener íntimamente
sus propósitos. No es rígida ni oportunista, sino flexible y oportuna,
conservando siempre su propia dignidad. Planifica sin temor su futuro
y enfrenta con serenidad sus frustraciones, procurando siempre extraer
alguna lección de sus fracasos.
Claro está que, si aplicamos este criterio con rigor, son una minoría
las personas que pueden satisfacerlo completa y permanentemente. Por
eso los especialistas afirman que es normal un cierto desequilibrio mental
y han creado una subespecialidad, la llamada Ortopsiquíatría, que tiene
por fin evitar que tal desequilibrio llegue a sobrepasar los límites compatibles con ese concepto práctico de normalidad. Esto viene a coincidir
con el viejo refrán: "De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco".
//. Qué es la medicina psicosomática
El Concepto de enfermedad ha cambiado tan profundamente como el de
salud lo que ha dado lugar a una nueva orientación doctrinal de la
medicina, pasando ésta del criterio anatomoclínico al psicosomático. ¿En
qué consiste, esencialmente, esa modificación? Precisamos saberlo para
comprender mejor el actual enfoque de la patología y la terapia del ser
humano. He aquí sus postulados fundamentales:
1) En patología, es más importante la Persona que el Órgano; el "Quien"
determina más que el "Qué" cualquier curso mórbido, pues el Todo
es siempre más importante que la Parte.
2 ) En patología es más necesario conocer cuáles son los problemas vitales del paciente que etiquetar o rotular el síndrome que presenta ante
el médico.
3) No puede haber enfermedades exclusivamente orgánicas o psíquicas;
siempre es el Hombre, en su radical individualidad (e indivisibilidad)
psicosomática, psicosocial e histórica, quien enfrenta total y unitariamente los efectos de las energías nociceptivas. * Lo que llamamos
"enfermedad" es simplemente un diverso modo de existir, en el que
se observan perturbaciones funcionales y alteraciones anatodinámicas
(reversibles o irreversibles) en todos los niveles (iónico, celular, tisular, orgánico y personal) de la vida individual. Esta no puede ser
concebida como una síntesis de actos elementales sino como una sucesión de momentos de una totalidad psicosomática, intencional y autoreferente (consciente).
4) Lo que determina cualquier proceso morboso no es principalmente
la violencia de los factores etiológicos ni el grado de resistencia orgánica del enfermo, sino el modo como aquéllos y ésta se combinen e
integren con los efectos del plan terapéutico y con el ánimo, la-fe
y la esperanza del paciente. La actitud y la prospección personal del
enfermo, no solamente ante su actual perturbación, sino ante sus
proyectos y esquema de futura conducta, cobran así su real valor e
importancia para el más difícil de los trabajos médicos: el pronóstico.
5) De todos los influjos nociceptivos conocidos como determinantes de
patologismos, son los de naturaleza psíquica, originados por conflictos
personales que colocan al sujeto en estado pasional deprimente (miedo, rencor, frustración, remordimiento, etc.) --es decir, los llamados
vulgarmente disgustos-- los que con mayor frecuencia, duración, extensión y gravedad actúan de un modo solapado y desconocido para
el médico que siga la clásica orientación anatomoclínica. El psicosomatólogo, en cambio, nunca olvida que el radical "pathos" significa,
al propio tiempo, pasión, sufrimiento y perturbación (mórbida). Por
eso en sus interrogatorios se interesará, más que en la historia del o
* Nociceptivo: io que es ofensivo, doloroso o desagradable.
15
de los síntomas, en la historia de quien los creó y los sufre. De esta
suerte, en vez de remontarse del síntoma al órgano, de éste a la
lesión y de ésta al diagnóstico, se remontará de las quejas al estado
general, de éste a las zonas de presión y conflicto emocional y "de
ellas a los déficit de la somato y la psicohomeostasis individual, que
precisa corregir.
6) Un curso morboso es siempre; por io tanto, una antroposis, con alteraciones más o menos evidentes en todos los planos y niveles funcionales de la individualidad personal, si bien, según el tipo y la localización de tales alteraciones, será posible definir esa antroposis como
preferentemente global o local, psíquica o corporal, funcional u orgánica.
III. Factores determinantes del equilibrio personal
Del mismo modo que la pervivencia del organismo humano y la constancia de su medio interno son aseguradas por una serie de procesos
auto-reguladores, a los que Walter Cannon asignó en conjunto la misión
de compensar cualquier desequilibrio funcional provocado por variaciones
súbitas o demasiado intensas de las exigencias ambientales, así también
el equilibrio personal se ve normalmente asegurado por una serie dea
dispositivos de integración, compensación y nivelación funcional que evitan, en lo posible, excesivos desgastes y previenen perturbaciones de conciencia o de conducta. Esta doble "homeostasis" --física y mental-- mejora con el ejercicio o repetición experiencial de las mismas situaciones
vitales y así permite al Hombre el llamado "aprendizaje adaptativo" a
las más diversas condiciones y exigencias existenciales.
Tres grandes sistemas auto-reguladores pueden destacarse en esa silenciosa y permanente actividad que mantiene a una inmensa mayoría de
16
personas dentro de la franja de la normalidad en sus cuatro aspectos:
gnóstico-intelectivo, afectivo-emocional, conativo (propositivo) y práxico.
El primero se encuentra constituido por la reversibilidad de ios procesos de excitación e inhibición en los grandes centros de la corteza cerebral. Gracias a la inducción recíproca se suceden convenientemente las
dos fases (anabólica y catabólica) del metabolismo neuronal y se alternan los períodos de reposo y de trabajo de los circuitos corticales, produciendo los dos grandes ciclos del sueño y de la vigilia, según predomine, respectivamente, la inhibición o la excitación general de la corteza cerebral.
El segundo sistema auto-regulador es el que controla el equilibrio dinámico de las corrientes córtico-talámicas y tálamo-corticales, permitiendo
que exista una adecuada proporción y alternancia entre las actividades
conscientes y las subconscientes, entre los procesos discursivos (pensamiento) y afectivos (sentimientos y pulsiones).
El tercer sistema es el que actúa sobre la llamada escala diatésica
(Kretschmer) y determina la estabilidad del "ánimo" o "humor" en una
zona intermedia entre la alegría y la tristeza, el optimismo y el pesimismo,
la fe y la desconfianza. Este tercer sistema es el más complejo y menos
conocido, pues en él influyen factores humorales, endocrinos, vegetativos
y psíquicos. No obstante, en las dos últimas décadas se ha progresado
mucho en su investigación y gracias a esto se ha aumentado extraordinariamente el número y la eficiencia de los recursos médicos para restablecer sus diversas alteraciones, que dan lugar a las denominadas psicosis
afectivas o tímicas.
Dada la unidad e integración funcional de la individualidad humana
existen correlaciones entre esos sistemas psico-reguladores, de modo que
cuando uno de ellos falla puede ser compensado, dentro de ciertos límites, por los demás. Desgraciadamente, existen causas patógenas que los
alteran simultáneamente y entonces el desequilibrio personal se torna
inevitable.
17
IV. Influjos condicionantes del desequilibrio mental
Son de tres categorías: a) heredados o genotípicos, es decir, contenidos
en los "genes" de los cromosomas de las células germinales paterna y
materna; b) citotípicos o plasmáticos, o sea presentes en el citoplasma
de esas células y, sobre todo, en el de las células del zigote, en sus primeras fases del desarrollo embrionario; c) paratípicos o exógenos, esto
es, provenientes del medio ambiente. Vamos a considerarlos sucesivamente con brevedad.
Los influjos o factores genotípicos capaces de condicionar una perturbación mental son designados con el calificativo de "taras" y han de
ser concebidos como de naturaleza dismetabólica y actuantes en el plano
o nivel molecular. Sin duda existen diversos modos de transmisión hereditaria peculiares de tales factores y, además, éstos pueden resultar de
mutaciones bruscas de los genes que los vehiculan. Por ambos motivos,
es difícil apreciar en cada caso particular el papel que cabe atribuirles
en la génesis del trastorno psíquico observado. Los genetistas se valen
del cálculo de probabilidades y del llamado "pronóstico empírico" para
estimar el porcentaje de descendientes de cada pareja humana, portadora
de taras genéticas conocidas, que las tendrán también en forma latente
o manifiesta. Pero ningún genetista es capaz de prever si un determinado
hijo estará incluido dentro o fuera de ese porcentaje, tanto más cuanto
que en la mayoría de los casos lo que se transmite no es la perturbación
sino la propensión a sufrirla. Esto significa que nadie nace fatalmente
predestinado a sufrir tal o cual psicosis, inclusive en el peor caso de
herencia dominante. Mas también es cierto que, de acuerdo con su original fórmula genética, cada individuo humano se halla constitucionalmente predispuesto para exhibir tales o cuales desequilibrios personales
cuando se encuentre sometido a la acción de causas patógenas que ultrapasen sus dispositivos de adaptación 7 defensa. Así vemos, por ejemplo,
que un mismo disgusto dado a los miembros de una familia, o una misma
intoxicación por ellos sufrida, determina en cada uno un tipo diferente
de reacción. Los antiguos decían que cada cual posee su "idiosincrasia"
o sea su peculiar modo de ser y de responder anre el ambiente. Con ello
querían significar que la constitución individual --directamente derivada
de la fórmula genotípica-- presupone determinadas propensiones y resistencias, cualidades y defectos, pero, dada la complejidad e importancia de
los demás factores integrantes y responsables por la conducta o actividad
personal, no cabe admitir que existan perturbaciones mentales exclusivamente endógenas o exógenas.
Los influjos citotípicos, recientemente investigados por la escuela francesa, constituyen con las llamadas lesiones germinales {Keimschadigungen,
de los alemanes) un puente entre los factores genéricos o endógenos y
los propiamente ambientales o exógenos. Adquieren significación patológica cuando alteran de tal manera el trofismo y el funcionalismo neuroendocrino que desquician la base, de la psicohomeostasis. Tales factores
influyen singularmente sobre el metabolismo del ácido desoxi-ribonucleico
y se les considera predominantes en la etiología de las psicosis dismetabólicas, autotóxicas y carenciales, así como en algunos síndromes hipoesténicos o hiperesténicos.
En realidad, es a través de los plasmas celulares como se procesan
las principales modificaciones del equilibrio homeostático y tiene razón
Pickworth cuando escribe que tanto la vía psicosomática como la somatopsíquica actúan a través de variaciones en los metabolitos (oxígeno,
azúcar, agua, sodio, potasio, vitaminas, etc.) y de sustancias tales como la
adrenalina, la acetilcolina, la histamina, la serotonina, ACTH (hormona
hipofisaria) etc., cuyo déficit o cuyo exceso condicionan siempre no solamente una perturbación fisiológica sino una alteración mental más o
menos compensable. Por ello, en la moderna investigación psiquiátrica
se concede, en forma creciente, un valor mayor a este tipo de influjos.*
Los influjos paratípicos, ambientales o propiamente exógenos son los
más fáciles de demostrar, pero también son los más complejos y condicio· Véase: Pickworth: New Outlook on Mental Diseases. Williams and Willtins Ed.
Actas del Symposiura acerca de Conceptos Químicos de la Psicosis, presidido por Max
Rinkel y Hermán Denber en el 2 o Congreso Internacional de Psiquiatría, Zurich, 1957.
19
nan no solamente la producción de todas las perturbaciones psíquicas
reactivas, sino la patoplastia de las de tipo procesal. Entiéndese por psicosis
reactiva la que es capaz de retrogradar total y definitivamente, sin dejar
rastro o secuela pues obedece simplemente al impacto de factores exógenos; las psicosis procesales, en cambio, coinciden con dismetabolismos que
lesionan a las neuronas y dejan un "defecto" más o menos ostensible,
incluso cuando desaparece el cuadro clínico que las revela.
Correspondiendo a las necesidades vitales de la persona, la Naturaleza
y el grupo social con el que convive le proporcionan recursos y técnicas
para pervivir, desarrollarse y progresar normalmente, pero, a veces, unos
y otras no se ajustan a las posibilidades de utilización y se crea entonces
una distancia excesiva entre lo que se precisa y lo que se obtiene, entre
lo que se espera y lo que se recibe, entre lo que se desea y lo que se consigue. Cuando tal ocurre, surge la "frustración" que es uno de los motivos paratípicos más patógenos para la mente. En otros casos, la individualidad tiene a su disposición, en el ambiente, cuanto necesita para
satisfacer sus necesidades; pero, por motivos de tiempo o de lugar, sufre
una presión o censura social (codificada en las llamadas Leyes y Costumbres ) que le impide hacerlo directa o suficientemente y le origina un
conflicto mental, que se expresa íntimamente en forma de un angustioso
malestar y de una inseguridad de propósitos o actos. Si las llamadas "defensas de Yo" no consiguen rodear el obstáculo mediante un compromiso
entre los deseos y las obligaciones, se produce una ruptura de la unidad,
espontaneidad y flexibilidad personal y se engendran estados de duda,
resentimiento, disgusto y tensión, capaces de llevar a tal sujeto a la
neurosis o, inclusive, a la psicosis.
En el fondo, una mayoría de enfermos mentales, cualesquiera que sean
sus diagnósticos, sufre las consecuencias de no haber podido resignarse
a vivir como quieren los demás y no haber podido conseguir tampoco
vivir como ellos desean. Hállanse, así, unas veces incompatibles con la
realidad, otras con sí mismos y siempre en dificultad para establecer una
relación constructiva y pacífica entre el Yo y el No-Yo, es decir, entre
los Mundos Subjetivo y Objetivo. De este modo, su conciencia vive en
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permanente estado de tensión, porque ni se resigna ni se rebela totalmente, y no consigue superar el dilema de sufrir la frustración o el remordimiento, pues ambos le atemorizan por igual. Si consideramos esta situación
con un poco más de profundidad y detalle, veremos que los motivos psíquicos del desequilibrio mental son siempre de naturaleza conflictiva y
surgen por disociarse las pulsiones que normalmente unifican el ánimo
y la conducta, el pensamiento y la acción, el deseo y el acto.
Tal disociación puede ser debida:
1 ) A existir una oposición y equipotencia entre dos tendencias primarias
y de incompatible satisfacción momentánea o simultánea.
2 ) A crearse una oposición entre el deseo y el deber.
3) A surgir un ·conflicto entre lo que el sujeto cree que es su deber y
lo que los demás creen que es.
4) A darse cuenta el sujeto de que actuó equivocadamente pero no pudo
corregir lo que hizo.
5) A equivalencia entre el impulso a realizar algo y el miedo a sufrir
consecuencias penosas.
Todavía son posibles otras motivaciones conflictivas si se recuerda la
dificultad con que, en la práctica, coinciden lo que nos interesa, deseamos,
nos proponemos obtener y podemos conseguir, de una parte, y, de otra,
lo que los demás juzgan que ha de constituir nuestro objetivo. Pero
cualesquiera que sean ellas, siempre se origina la duda y la indecisión bloqueando, en diversos sectores del arco eferente, la carga u onda de reacción, y produciendo así el denominado "síndrome de contención" (Fenichel). Este representa ya la primera fase de la desadaptación, pues la
energía neuropsíquica así detenida tenderá a desviarse por otros derroteros
engendrando no sólo perturbaciones en las diversas zonas funcionales de
la actividad consciente, sino también alteraciones neurovegetativas y somáticas. Según cuales sean las circunstancias, se observarán más o menos
rápida e intensamente, alteraciones de tipo psico u organoneurótico o psicótico, produciéndose una caída de nivel y reactivándose pautas más primitivas de reacción, que ya habían sido superadas por la evolución y el
aprendizaje experiencial.
21
No hay duda que cuanto más se complica la organización social más
aumenta la presión y las exigencias que gravitan sobre cada miembro
del grupo para poder convivir en su seno y, por ello, también aumentan
las perturbaciones mentales en las grandes aglomeraciones urbanas. Pero
si bien es cierto que son nuestros semejantes los principales responsables
de nuestros disgustos y aflicciones, no cabe olvidar que entre los influjos
desequilibrantes de naturaleza exógena o paratípica hay que incluir, además de los de naturaleza psíquica que acabamos de mencionar, los de
naturaleza traumática, los de tipo exotóxico e infeccioso y los de tipo
climático o atmosférico (entre los que se incluyen estímulos nociceptivos
de tipo térmico, eléctrico, químico, lumínico y radioactivo). Con gran
frecuencia convergen varias de esas categorías para ultrapasar las defensas personales, de modo que siempre que enfrentamos un caso de perturbación mental hemos de procurar ponderar y evaluar debidamente no
sólo la causa que parece como más directamente eficiente o determinante,
sino todas las demás que constituyen la "constelación nociceptiva" que
sobre él actúa. Y no bastará esto para poder comprender la patogenia sino
que, además, será necesario estudiar la interacción de todos esos factores
entre sí y en contraposición con los dispositivos de homeostasis individual.
V- Diversos tipos de perturbación mental
Es sabido que ia actividad mental desborda eí campo de la conciencia
personal y puede ejercerse sin que el sujeto se dé cuenta de ello. Nuestros
centros nerviosos encefálicos tienen diversos niveles de excitación y nunca
se observa su total reposo ni su máxima actividad global. Ocurre en ellos
algo semejante a lo que vemos en las actividades de una gran urbe: según las horas y los barrios, notamos oscilaciones en su ritmo, extensión
e intensidad, pero nunca encontraremos esa ciudad totalmente paralizada
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o totalmente activa. No obstante, en términos generales se dice que la
ciudad "duerme" o que "se está despertando", que "trabaja", "está de fiesta", etc. porque se generaliza a la totalidad de su perímetro y de sus habitantes cuanto se observa en los llamados barrios céntricos. De la misma
manera, existen en el encéfalo, de modo permanente, centros excitados y
centros inhibidos, alternándose según las circunstancias y los períodos, lo
que permite al individuo gastar y recuperar sus energías dentro de los
límites de la normalidad. Mas, por la acción de los factores mencionados
en el capítulo anterior, puede ocurrir que se alteren los ritmos funcionales encefálicos y determinados centros permanezcan excitados más tiempo del conveniente o que lo sean con desusadas intensidades y, entonces,
se engendran desequilibrios y entrechoques en las ondas que recorren los
diversos circuitos nerviosos, de modo semejante a lo que se observa en
un estanque cuando las leves ondulaciones provocadas por la brisa se ven
interferidas por las originadas con el lanzamiento de piedras hecho por
un chico travieso.
Tenemos, así, que considerar la posibilidad de que se produzcan en el
funcionamiento encefálico alteraciones que afectan a la velocidad, intensidad, extensión, ritmo e integración de sus actividades. Tales alteraciones
se manifestarán en la doble vertiente: íntima o subjetiva (dando lugar a
modificaciones del pensamiento, el ánimo y los propósitos) y práxica
u objetiva (originando alteraciones de la conducta o comportamiento). En
teoría, es factible imaginar cada una de ellas aisladamente; pero en la
clínica se presentan asociadas constituyendo los diversos tipos de síndromes psiquiátricos. Para la mejor comprensión de éstos vamos, previamente, a ocuparnos de su análisis por separado.
Perturbaciones de la velocidad de los procesos psíquicos. Cada persona tiene un "tempo psíquico" que le es propio y obedece a su peculiar
constitución individual. De acuerdo con él, sus actividades mentales y
sus movimientos corporales se realizan con una velocidad determinada.
A quienes es propio y habitual un "tempo psíquico" lento, el vulgo los
denomina "calmosos", "sangre de horchata", "sangre gorda", etc. y los
técnicos los designan como bradipsíquicos. Viceversa, quienes tienen un
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"cempo psíquico rápido" son poprlarmente designados como "nerviosos",
"cohetes", "pilas", etc. y los técnicos los llaman taquipsiquicos. Algunos
autores quisieron explicar esas diferencias por el predominio de los procesos activantes o frenadores del trofismo neuroendocríno y no faltaron
quienes asociaron la bradipsiquia>con el vagotonismo y la taquipsiquia
con el simpaticotonismo. Hoy sabemos que la velocidad reaccional del
neuroeje no depende solamente de las particularidades metabólicas de sus
elementos, sino también del aporte de los llamados "mediadores químicos"
(noradrenalina, acetilcolina, etc.) y del equilibrio iónico (principalmente
K y Ca) así como de las condiciones circulatorias locales. Por esto existen sustancias que, ejerciendo en realidad una acción sedante sobre el
neuroeje, pueden, en cambio, acelerar transitoriamente sus reacciones (el
alcohol es una de ellas).
La verdadera perturbación mental en este aspecto sobreviene cuando
se altera relativamente el "tempo psíquico" individual, pasando así a un
cambio de velocidad (en sentido positivo o negativo) y, por tanto, a adquirir una aceleración cuyo valor estará en proporción directa con los
síntomas observados. En los casos extremos de aceleración positiva, se
produce una irradiación cortical y se desorganiza el pensamiento así
como la conducta, engendrándose un estado de ansiedad paroxística. En
cambio, en los casos extremos de retardo o aceleración negativa, se produce una extinción de los procesos antes de alcanzar las placas motrices
y se pierde así la continuidad del intercambio reaccional con el ambiente,
originándose estados de estupor, apatía, abulia o akinesia.
Perturbaciones de la intensidad de los procesos mentales. No faltan
quienes las confunden y engloban con las anteriores, debido al hecho de
existir una positiva asociación entre ambas, pero, en realidad, se trata
no solamente de dos propiedades diferentes (la velocidad es regulada por
la permeabilidad y cronaxia sinapsial en tanto que la intensidad lo es
por el desnivel potencial de la onda de excitación y por el número de axones
implicados en la conducción troncular) sino que, además, pueden presentarse asociadas inversamente. Tal ocurre, por ejemplo, cuando, por estar
el individuo ante una situación crucial --que no exige inmediata solu24
cion-- intensifica voluntariamente su trabajo mental, pero, al propio tiempo, lo realiza cautelosamente.
Más razonable es ligar las perturbaciones de intensidad con las diferencias de nivel, vigilancia o claridad consciente. Existe realmente un
Fig. 1. Esquema de las relaciones pedúnculo-corticales, mostrando la dirección de los
impulsos del sistema reticular activador de Magoun. Los impulsos eferentes de
la formación reticular están representados por las flechas emergentes (en azul) de
la zona SR y excitan los centros hipotalámicos (en verde) los que a su vez
transmiten (en rojo) y difunden las ondas de excitación y alerta a las zonas
corticales.
umbral por debajo del cual los procesos psíquicos pasan inadvertidos al
sujeto, por no provocar en él las sensaciones o vivencias correspondientes.
Asimismo, por encima de ese umbral existen diversos niveles de conciencia
y todo hace suponer que éstos corresponden a otros tantos valores de desnivel potencial en los circuitos que actúan en el encéfalo. La teoría de
25
Hughlings Jackson, según la cual aquellos niveles corresponden a los
diversos pisos o estratos de la organización neuronal (cortical, subcortical,
talámico, hipotalámico, etc.) ha sido reformada y reforzada por Staniey
Cobb y adaptada por Ey y Rouart a la patogenia psiquiátrica, pero, en
Fig. 2. Esquema de las vías de inter-relación córtico-pedunculares, mostrando especialmente la difusión de los impulsos hipnógenos (inhibitorios) a partir del área
central hipnógena (Hess) situada en la zona hipotalámica (en el esquema corresponde al ovoide en amarillo). Los impulsos descendentes (en rojo) se dirigen
hacia el quiasma óptico y los ascendentes íen azul) a las zonas corticales. De éstas,
a su vez, pueden emanar impulsos descendentes, que inhiben la actividad del área
hipnógena (sistema cortical activador descendente, no representado en el esquema).
realidad, presupone que la disolución funcional no solamente implica
cambios de tensión (intensidad) sino también de velocidad, pues la inhibición de un centro superior desinhibe y acelera positivamente las corrientes de acción en el estrato inmediatamente inferior a él. De otra parte,
26
las más recientes investigaciones de Gelhorn, Magoun, Papez, Lorente de
No, Mac Lean, etc. sitúan los centros de la autognosis* más profundamente y destacan que el ritmo sueño-vigilia está controlado por el cerebro
intermedio, dando así razón a la antigua teoría de Hascovec. (V. figuras 1 y 2 ).
^ H La aceleración de los procesos psíquicos, su irradiación EXALTADO
^ H y curso incontrolados debilitan o anulan la reflexión. FRENÉTICO
6
^ H Hay una mayor tensión atentiva. Hay hiperpercepción
^ H y mayor intensidad reaccional de lo normal.
HIPERLUCIDO
HIPERFRENICO
B l Existe normal integración en los planos aferente, asoH B ciativo y eferente del funcionalismo consciente.
NORMAL
ATENTO
J g La zona psícomotriz se halla, ya, activada pero la acHBj ción sobre ella es principalmente predeterminada por
H B automatismos habituales.
ADAPTATIVO
HIPOBULICO
JH8 Escasa noción de autoidentidad existencial. El yo se APÁTICO, CONH B encuentra como extasiado y pasivamente receptivo.
TEMPLATIVO
4
P f Mezcla indiscriminada de elementos sensoperceptivos
^ t con imágenes oníricas y alucinatorias. Lenguaje inco,
herente. Ausencia de autocrítica.
ONIROIDE
CREPUSCULAR
3
1 _Av Reposo psíquico con normales actividades somato-vegefiSl tativas. Fácilmente mudable para los niveles superiores.
ONÍRICO
JSH Perplejidad. Falta de relación comprensible con el am2 HH biente: obnubilación y desorientación. Conducta in^ H coherente.
ESTUPOROSO
CONFUSIONAL
H B Falta de lenguaje. Total aislamiento del mundo am1 · · biental. Apenas leves automatismos defensivos ante los COMATOSO
^ H más violentos estímulos nociceptivos.
0
^H
INCONSCIENCIA
TOTAL
Ausencia de autognosis.
Fig. 3. Grados o niveles de la intensidad de los procesos mentales.
De cualquier modo, es posible diferenciar diversos grados en la intensidad y claridad de los fenómenos mentales; éstos transcurren con normalidad en la zona medio-superior, se debilitan y obscurecen paulatinamente
en la franja inferior y se exaltan y desorbitan hasta desorganizarse de
* Noción del Yo.
27
nuevo en la franja superior (v. figura 3). Con una finalidad didáctica
puede afirmarse que resultan patológicos los grados o niveles 1, 2, 4, 5
(el nivel 3 corresponde al llamado sueño normal o fisiológico) en la
franja inferior, y los números 8 y 9 en la superior.
Cabe admitir que, inclusive en los niveles considerados como normales
(6 y 7), exista un aspecto de las actividades mentales que adquiera desusada intensidad (por exceso o por defecto) y origine así, al principio, una
perturbación de carácter focal o local, si bien pronto se generalizará, dado
el globalismo e integración que se observan en la vida psíquica individual.
Perturbaciones de la extensión de los procesos psíquicos. Las dos funciones básicas del sistema nervioso --excitación e inhibición-- pueden
irradiarse (extenderse) o concentrarse en el ámbito encefálico. Cuando
un centro nervioso entra en actividad y se transforma en dominante --por
atender, en ese instante, a la satisfacción de una necesidad vital básica--
crea una especie de drenaje en virtud del cual van a parar a él las ondas de
negatividad circulantes en la zona circunvecina y, por decirlo así, absorbe
sus energías, que se transforman de ese modo en incitantes (excitantes internos) para su mayor intensidad funcional (ley del centro dominante
de Pavlow). Esto explica por qué cuando alguien desea algo intensamente
lo hace cada vez con mayor fuerza, a medida que encuentra obstáculos
para lograrlo. Esto explica también por qué se producen los llamados fenómenos paradójicos en la conducta humana (el sujeto se comporta cada
vez más en contra de lo que de él se espera o exige). En tales casos, se
observa. una concentración tan exagerada del potencial psíquico que se
engendra un estado de monoideísmo y obsesividad, diciendo las gentes
que el sujeto "está cegado" y sólo vive para realizar tal o cual propósito
descabellado. Corresponde esa perturbación a los períodos de ensimismamiento y auúsrno productivo, a veces observados tanto en enfermos mentales como en artistas, inventores y luchadores idealistas.
Y, al contrario, puede existir una irradiación excesiva de las ondas de
excitación, que domine a los diversos focos de inhibición existentes y
origine entonces un estado de dispersión total de los potenciales. El sujeto
vive íntimamente esa situación perdiendo el llamado "hilo del pensa28
miento", es decir, la continuidad de sus procesos discursivos y desorientándose totalmente, en el tiempo, en el espacio y respecto a sí. La falta
de inhibición lleva, hasta la vía final de los efectores, tales potenciales
y engendra, a su vez, una conducta incoherente, contradictoria, característica de los cuadros clínicos más impresionantes de la locura (delirio
furioso, delirium tremens, etc.). Claro es. no obstante, que, en condiciones normales, pueden observarse estados de ensimismamiento y de éxtasis, de concentración autista y dispersión atentiva, sin que por ello pueda
afirmarse que existe una perturbación mental. Esta solamente se establece
cuando no cabe al individuo modificar voluntariamente el grado de esa
concentración o dispersión y entonces permanece perdido dentro de sí o
fuera de sí, destruyéndose la radical bipolarídad (sujeto-objeto; pensante
y pensado) característica del sano juicio y de la conciencia normal.
Perturbaciones del ritmo de los procesos psíquicos. Todos los procesos psíquicos, tanto conscientes como inconscientes, son intermitentes,
ondulantes y sometidos al constante ritmo impuesto por los procesos de
inducción positiva y negativa del neuroeje (en virtud de ello la excitación
y la inhibición se suceden y autorregulan recíprocamente, instituyendo un
régimen de trabajo mental compatible con la recuperación metabólica de
las neuronas). En condiciones habituales, esas oscilaciones se observan de
modo regular, pasándose de uno a otro estado gradualmente; pero, por
diversos motivos, pueden producirse asincronias o hipersincronias que dan
lugar a bruscos cambios de los niveles de excitación o inhibición, y entonces surgen las diversas formas de disritmia, características de un gran número de perturbaciones mentales (singularmente las pertenecientes a la
constelación enequética o epiléptica).
Una vez iniciada, la disritmia tiende a extenderse y a exagerarse, del
mismo modo que, cuando en una calle de tránsito denso se altera la
circulación en un punto determinado, tiende a propagarse en cadena o en
avalancha y a originar frenazos, sustos, choques e irregularidades en proporción creciente, hasta producir, a veces, la total paralización del tránsito
a centenas de metros de distancia del lugar donde se inició la alteración.
En cierto modo, puede admitirse que la disritmia quede localizada y
29
sólo se torne perturbadora en determinadas funciones o momentos. Así,
por ejemplo, es posible que una determinada persona muestre un carácter tranquilo, afable y simpático, pero, en cambio, sea sumamente irregular
su rendimiento intelectual, pasando por fases brillantes y otras opacas,
bruscamente, de tal modo que resulte imprevisible su eficiencia ante cualquier plano de trabajo. Esto se debe a que en esa persona han adquirido
mayor madurez los hábitos sociales que los profesionales. De hecho, existe
en los albores de la vida personal una disritmia básica o inicial, producida
por la imperfección de las transmisiones sinápticas, así como por la insuficiencia de la inervación recíproca, asociadas a un déficit de mielinización
y a una falta de diferenciación de los estímulos y de adecuación de las
respuestas motoras. Por ello, los movimientos de los recién nacidos son
bruscos, dismétricos y torpes; del propio modo, sus emociones se presentan de un modo casi explosivo y se suceden o desaparecen sin transición.
Con el avance de los procesos de maduración del neuroeje y los progresos
del aprendizaje de la experiencia, van estableciéndose cada vez más y
mejores pautas adaptativas y reactivas, corrigiéndose así la básica y primitiva disritmia, tanto en el aspecto motor (explícito) como en los
aspectos afectivo e intelectivo (implícitos) de la conducta. Esta, empero,
volverá a tornarse fácilmente disrítmica cuando enfrente situaciones vitales
urgentes y amenazadoras. Tal ocurre, por ejemplo, cuando alguien que
no sabe nadar cae en el agua; aun dando por supuesto que supiese hacer
fuera del agua los movimientos natatorios, se ahogaría pues los efectuaría atropelladamente.
Dada la unidad funcional existente en el individuo humano, es factible
todavía que se conserve discretamente la integración y la eficiencia del
trabajo mental, a pesar de hallarse éste perturbado por la disritmia; del
mismo modo que un automóvil todavía puede transportar al conductor
cuando éste aprieta disrítmicamente el pedal del acelerador o cuando el
motor está mal regulado.
Esto explica por qué existiendo aproximadamente un 10 % de personas
adultas que tienen su mente disrítmica apenas la quinta parte solicita
auxilio médico.
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Perturbaciones de la integración de los procesos psíquicos. El todo
es siempre más que la suma de sus partes. Por esto cabe admitir que una
mente funcione en normales condiciones de velocidad, intensidad, extensión y ritmo, y a pesar de ello no llegue a un rendimiento satisfactorio
por faltarle la integración o síntesis adecuada de todos sus procesos elementales.
Si nos entregasen todas las piezas de un rompecabezas cuyo conjunto
no hubiésemos visto previamente ni tuviésemos indicación de él, sin duda
nos costaría gran trabajo integrarlas de modo que, ocupando cada una su
lugar, pudiesen formar conjuntamente el dibujo original. Así también
hay mentes capaces de anotar, percibir y manipular los diversos componentes de la realidad (externa e interna) pero no consiguen sintetizarlos
e integrarlos, viviendo entonces de un modo más o menos disociado y
dando lugar a los diversos síntomas y perturbaciones de la constelación
esquizofrénica.
VI. Los grandes síndromes psiquiátricos
Cada vez nos hallamos más alejados del criterio anatomoclínico en psiquiatría. Su principal defensor, en este siglo, fue el gran psiquíatra alemán
Emilio Kraepelin que aspiraba a poder encerrar la infinita variedad de las
posibles perturbaciones mentales en un limitado número de entidades mórbidas, capaces de ser concretamente delimitadas por poseer una etiología,
.patogenia, sintomarología, curso y terapéutica bien definidos. Ya entonces
se alzó contra ese criterio otro gran psiquiatra, A. Hoche, que en 1912
expuso la idea de que las enfermedades mentales (psicosis) son nada más
que formas de reacción con las que la individualidad responde a la presión que sobre ella ejercen diversas constelaciones de causas patógenas.
Existen, sí, algunos grandes síndromes preformados, cada uno de los cuales
representa un determinado tipo de proceso defensivo y puede coexistir o
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alternarse con los demás; pero lo cierto es que, ante un mismo factor
nociceptivo, cada psiquismo tiene a su disposición diversos modos de reacción, y cada uno de éstos, a su vez, le puede servir para responder a diversas causas patógenas.
Para efectos meramente descriptivos y didácticos es preciso adoptar,
cualquiera que sea la concepción teórica aceptada, una clasificación de las
perturbaciones psíquicas que sea no solamente inteligible sino práctica.
Por eso vamos a exponer en primer término los grandes síndromes psiquiátricos que hemos seguido durante tres décadas de actividades docentes.
En síntesis, diferenciamos:
1) Oligofrenias: Perturbaciones mentales producidas por la detención,
retardo o insuficiencia del desarrollo y madurez de los procesos psíquicos durante la época del crecimiento individual.
2) Demencias: Perturbaciones mentales regresivas, debidas a la pérdida,
regresión o disolución --más o menos completa e irreversible-- de
las pautas, integraciones y valores funcionales (adquiridos) de la
personalidad.
3) Psicopatías: Perturbaciones --de conciencia y de conducta-- que
surgen de la falta de proporcionalidad y armonía entre los diversos
sectores o núcleos de la personalidad, originando en ella mayores contradicciones intrínsecas y mayores dificultades de ajuste extrínseco.
4) Psiconeurosis y organoneurosis: Perturbaciones, predominantemente
vivenciales y afectivas, que producen múltiples síntomas psicosomáticos y dificultan el rendimiento personal sin alterar por ello, esencialmente, el juicio de realidad y la inter-relación humana del paciente.
5) Psicosis: Trastornos de la actividad mental en los que, cualquiera
que sea su aparente sintomatología, se produce un desquiciamiento
perceptivo e interpretativo de la realidad, en su doble vertiente (subjetiva y objetiva) que lleva anexa una transformación de las actitudes
y pautas de reacción personales, dificultando y comprometiendo la
normal coexistencia del paciente con los grupos sociales a que se encuentra adscrito y tornándolo extraño a ellos, independientemente de
cual sea la conducta de estos grupos ante él. Tal desquiciamiento puede
J2
o no ser notado, principalmente en sus fases iniciales, por quien lo
sufre, mas este hecho no altera sus consecuencias, pues el curso procesa! no depende de la voluntad individual.
En ei siguiente cuadro puede verse la seriación expositiva con que vamos
a proceder para ia descripción clínica, sumaria, de tales perturbaciones.
Congénitos o
precocísimos
OLIGOFRENIAS
Debilidad mental
Imbecilidad
Idiotez
DEMENCIAS
Vasculares
Infecciosas
Degenerativas
Mixtas
PSICOPATÍAS
Asténicas
Paranoides
Histeroides
Inestables
Compulsivas
Explosivas
Cicloides
Esquizoides
Perversas
PSICO Y ÓRGANONEUROSIS
Histéricas
Neurasténicas
Anancásticas
Angustiantes
PSICOSIS
Situativas o reactivas
Traumáticas
Infecciosas
Exotóxicas
Endotóxicas
Epilépticas
Maniacodepresivas
Esquizofrénicas
Parafrénicas
Paranoides
Síndromes
deficitarios
Adquiridos
Síndromes
desarmónicos
constitucionales
Síndromes
morbopáticos
Seguidamente pasaremos a describirlos de modo que permita su diferenciación por el médico no especialista.
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1. OLIGOFRENIAS.
Aproximadamente un 2 % de la población adulta del mundo civilizado
sufre de insuficiente desarrollo mental que se manifiesta, principalmente,
por la defectuosa capacidad de juicio y de raciocinio, dificultad de abstracción y torpeza en la utilización de sus conocimientos para resolver
las situaciones de emergencia o los problemas que requieren el uso del
propio ingenio.
A ese contingente se le designa psiquiátricamente con el calificativo
de oligofrénico (oligos = poco, escaso; phrenos = mente) y vulgarmente
se le tilda de poseer "poco seso". Sin duda, la señal que primero evidencia
un retardo o una insuficiencia del desarrollo mental es la dificultad para
vencer los diversos aprendizajes propios de cada edad. De este modo, el
niño oligofrénico tarda más que los demás o no consigue realizar las
adquisiciones y establecer los hábitos que le corresponden en cada una
de sus etapas vitales. Existen numerosos libros que contienen los datos
necesarios para que cualquier persona de cultura media pueda comprobar
si un determinado niño, joven o adulto posee el grado de nivel mental
que le corresponde por su edad, en su actual ciclo cultural. Tales datos
se investigan mediante exámenes y se encuentran sistematizados en las
llamadas "pruebas del desarrollo" o "pruebas de madurez intelectual". El
cociente entre la "edad mental", determinada por esas pruebas o escalas,
y la edad real (cronológica) es igual a la unidad cuando la persona posee
un desarrollo mental; es mayor de la unidad cuando el individuo es más
inteligente que la mayoría; por último, es más bajo que la unidad, una
fracción de ella, si es menos inteligente que la mayoría. Cuando esta fracción es inferior a 4/5 o sea a un 80 % de lo normal, hay razones para
suponer que el citado sujeto es un oligofrénico, siempre que se tenga la
convicción, claro está, de que se ha sometido de buena fe al examen y
con deseo de hacerlo lo mejor posible.
De acuerdo con la intensidad del retardo o la insuficiencia mental se
diferencian tres grados que se denominan: debilidad mental, imbecilidad
e idiotez.
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Se consideran como débiles mentales los jóvenes y adultos cuyo nivel
intelectual corresponde al de los niños normales de 7 a 10 años de edad.
Tales individuos son capaces de aprender a leer y escribir y superar los
primeros grados de la escuela primaria. Además, pueden tener aptitudes
específicas normales y hasta buenas para trabajos que no exijan cálculo,
abstracción o síntesis.
Se considera como imbéciles todos aquellos cuyo nivel intelectual no
ultrapasa la franja de los 7 años y permanece comprendido entre los 4
y los 7, correspondiendo así a un cociente intelectual cuyo valor oscila
entre 0.30 y 0.60 de lo normal cuando se valora con las escalas patrones
de desarrollo mental (Binet-Terman, Yekes, Wechsler, etc.). Tales sujetos apenas son útiles para trabajos de naturaleza física, pero pueden mostrar buena capacidad imitativa y poseer algunas aptitudes notables, principalmente en los dominios artísticos (danza, artes plásticas, etc.). También
son capaces de poseer buena memoria de datos o fechas.
Se considera como idiotas a todos los que no consiguen superar en su
desarrollo mental las pautas de conducta propias del ser humano entre
1 y 3 años de edad. Los idiotas no consiguen expresarse suficientemente,
pues su lenguaje oral queda detenido en sus primeras fases evolutivas; su
atención es sumamente limitada y rápidamente fatigable; son incapaces
de un trabajo productivo y precisan inexorablemente de asistencia social.
En cada uno de esos grados de retardo mental se diferencian tres subgrados, de acuerdo con el valor del cociente intelectual y, también, del
comportamiento real ante los problemas vitales.
Etiología.
Entre las causas genotípicas cabe citar:
a) Transmisión hereditaria de taras cromosómicas
b) Agenesia cerebral
c) Trisomia autosómica*
d) Translocación (transposición) autosómica
* Trisómico se dice de los organismos que poseen un cromosoma extra, 3 en
lugar de la pareja usual. Autosoma es el cromosoma distinto del cromosoma sexual.
35
Entre ias citotípkás
e)
f)
g)
h)
i)
j)
k)
Lesión germinal luética
Lesión citotípica bacilar
Dismetabolismo fenilpirúvico
Rh negativo materno
Alcoholismo materno
Abuso de barbitáricos en la gravidez
Virosis e infecciones maternas de tipo neurotropo
Entre las parattpicas (propiamente exógenas)
I)
II)
m)
n)
o)
p)
Anoxemia
Traumas craneales
Hemorragias capilares (difusas)
Leptomeningiris
Icterus neonatorum
Intoxicaciones graves
Patogenia.
El agente etiológico, cualquiera que sea, sólo puede perturbar el normal
desarrollo formativo a través de la vía humoral (aporte de materiales
necesarios para el metabolismo funcional de las neuronas), de la acción
bioquímica in situ (alteración de los equilibrios iónicos intraneuronales)
o de la. destrucción lejana del sistema de estimulación y auto-regulación
(enzimas, hormonas, trefonas, mediadores químicos) del neuroeje. Todavía cabe suponer que existe una cuarta posibilidad patógena: la ausencia
de los excitantes psíquicos que el medio social proporciona, bien sea por
lesiones de los llamados órganos sensoriales o por carencia de atención
humana, como en el caso de criaturas precozmente abandonadas en la selva
("lobimen", figura 4 ) . No obstante, en estos casos, que podríamos designar como oligofrénicos "carenciales", cabe suponer que existe la potencialidad necesaria para normalizarlos si se procede a corregir los motivos
de esa carencia.
Diagnóstico.
La misión del clínico general no ha de ser la de formular un diagnóstico
de oligofrenia, sino sospecharla y ver la necesidad de que un especialista
lo haga. Para esto conviene pensar que muchas oligofrenias pasan inadvertidas o son ocultadas no sólo por ios interesados sino por sus familiares;
Fig. 4. Representación de dos lobimen. Estos seres viven todavía en los bosques de
África del Norte (Argelia) con raros contactos con la civilización; su nivel mental
no ultrapasa el de un chimpancé y corresponde aproximadamente al de un niño de
2 años y medio. Clínicamente es un idiota microcefálico. Se aumenta de productos
crudos y es nómada.
inversamente, en otros casos el sujeto parece realmente torpe o retrasado
por sufrir dificultades en sus medios expresivos (casos de afecciones neurológicas o del aparato locomotor). Por ello será necesario investigar si
durante ios primeros años de la vida se realizaron a tiempo los aprendizajes básicos de la experiencia o enseñanza. A saber:
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A los 6 -neses de edad:
mantener bien erecta la cabeza; prender con la
mano un objeto; permanecer sentado, sin torcerse, por lo menos 10".
Al año:
mantenerse en pie, apoyándose con las manos
en algún lugar; reptar bien; iniciar pasos; enunciar por lo menos 2 palabras.
A los 2 años:
Control de esfínteres. Vocabulario no menor de
30 palabras. Marcha erecta.
A los 3 años:
Usa, con dificultad, la cuchara; bebe solo; comprende órdenes fáciles; usa frases.
A los 4 años:
Usa el primer pronombre personal: "Yo". Comunica verbalmente sus deseos y explica sus
actos.
Empieza a dibujar la figura humana. Ya sabe
fingir.
Es capaz de quedarse tranquilo ante desconocidos, prestigiados previamente por sus padres
o tutores.
A los 5 años:
No solamente emplea muchos "¿por qué"? sino
que con frecuencia no le satisfacen las respuestas recibidas. Empieza a mostrar sentido del
humor. Diferencia bien lo bonito de lo feo.
Tiene noción numérica hasta 10 (como mínimo). Es capaz de jugar con otro niño de su
edad, aceptando reglas. Se desviste solo. Salta
con los pies alternados.
A los 6 años:
Dibuja figuras con cuello, manos y ropa. Copia
un rombo. Diferencia derecha e izquierda. Re38
cita números hasta 30. Distingue las horas de
antes y después del mediodía. Es capaz de realizar 3 encargos sencillos, dados de una sola vez.
A los 7 años:
Es capaz de leer oraciones y escribir algunas
palabras. Cuenta hasta 100. Empieza a juzgar
por sí lo que es bueno y lo que es malo (para
él y los demás). Come y bebe sin ayuda. Es
capaz de vestirse solo. Repite 5 cifras.
A los 8 años:
Es capaz de hacer nudos y lazadas. Usa bien la
goma de borrar. Diferencia de conducta en relación con el sexo de colegas. Capaz de jugar
en un grupo aceptando normas. También puede
trabajar en colaboración con un amigo o
amiga. Se mantiene bien sobre un pie, con
ojos cerrados, más de 5 segundos.
A los 9 años:
Es capaz de invertir correctamente un número
de 4 cifras. Escribe su nombre y apellidos en
forma inteligible. Puede distraerse solo leyendo historietas. Capaz de estudiar solo. Escribe
pequeñas composiciones (si ha tenido escolaridad normal). Suma y resta correctamente.
A los 10 años:
Sabe que piensa "con la cabeza". Es capaz de
citar 2 cualidades y 2 defectos personales. Repite 6 cifras (por lo menos una vez en 3 intentos). Duerme bien en cuarto solo. Recuerda
exactamente la dirección de su casa.
(Estos requisitos se refieren a personas que hayan tenido oportunidades
escolares).
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Precisa recordar, para el diagnóstico, que, con excepción de los casos
graves, el retraso en el desarrollo mental acostumbra no ser uniforme,
hallándose generalmente más pronunciado en uno o dos de los niveles de
maduiez que en los demás. Así, por ejemplo, en personas educadas en
ambientes rurales, el nivel psicomotor (agilidad y precisión de movimientos) suele encontrarse más desarrollado que los demás y, en cambio, en
las personas educadas en ambientes urbanos lo están los niveles verbal
(lenguaje oral) y social (hábitos de relación interpersonal).
También precisa tener en cuenta que hay diversas afecciones mentales
que crean un desinterés más o menos total del individuo por los aprendizajes vitales y, de este modo, lo "oiigofrenizan" paulatinamente, al retrasarlo respecto a sus semejantes de igual edad, sin que por ello pueda
hablarse propiamente de que exista en él un síndrome oligofrénico, pues,
en realidad, este sujeto no aprende, no se desarrolla y no progresa porque
no quiere, en tanto el verdadero oligofrénico no lo hace porque no puede.
Al ocuparnos de las esquizofrenias precoces y precocísimas daremos indicaciones para establecer en tales casos el diagnóstico diferencial.
En el caso de no poseer antecedentes fidedignos, es preferible basar el
diagnóstico en la conjunción de la observación del comportamiento del
sujeto ante diversas situaciones y ante un examen mental realizado con
una de las baterías o escalas patrones de pruebas que ya han sido adaptadas en Latinoamérica (preferentemente se usan las de Binet-Terman
para niños y la de D. Wechsier para adultos).
Conducta del médico general ante la confirmación del diagnóstico.
Si el psiquiatra o el psicólogo clínico ratifican la existencia de oligofrenia
simple, esto es, no acompañada de otras perturbaciones mentales, corresponde, a veces, al médico de cabecera formular y acompañar los planes
convenientes para el caso. He aquí los puntos esenciales que habrá de
tener en cuenta al hacerlo:
l) Cuanto mayor sea el grado de retraso intelectual, tanto más hace
falta convencer a los familiares de que deben dejar de ocultar, negar
o disimular la realidad. El mejor modo de conseguir que un oligofré40
nico \iva ajustado socialmente es que el ambiente no le exija más
de lo que él puede dar. Por eso, en vez de pretender que siga insistiendo en aprendizajes escolares o en la formación de hábitos sociales,
hay que concentrarse en lograr que domine los aprendizajes vitales
y adquiera las hábitos necesarios para asegurarle la supervivencia.
2) Si se trata de un imbécil o de un idiota, se impone su traslado a un
ambiente rural. Si predominan síntomas de excitación hay que procurar que el oligofrénico viva la mayor parte del tiempo al aire libre,
ocupándolo en tareas que exijan esfuerzo muscular, pero de tipo rítmico. Hay que evitar lo más posible recurrir a los sedantes, a no ser
que haya necesidad de una medicación anticonvulsiva. Si, por el contrario, predominan la apatía y la inhibición, se prescribirán tónicos,
estimulantes o euforizantes, duchas, fricciones, ejercicios (musicados
con ritmo e intensidad crecientes) y se procurará solicitar frecuentemente la atención, pero en períodos muy cortos y usando el tipo de
estímulos que la experiencia demuestre ser más agradable.
3) Cuando se trata de una debilidad intelectual menos profunda es frecuente que el oligofrénico se dé cuenta de su torpeza o insuficiencia
y esto le origine angustia, inseguridad, frustración y malhumor. Entonces precisa combatir tales reacciones mediante un trato afable y
sereno, asociado a una medicación calmante de su distimia, pero que
no sea estupefaciente o hipnótica. La asociación de ácido glutámico
y Librium proporciona buenos resultados.
4) La música, juegos y deportes, pequeños trabajos manuales y sobre
todo el dibujo, la danza, la cerámica y la pintura libre son excelentes
complementos en cualquier plan vital para oligofrénicos.
5) Siempre que sea posible se recurrirá al auxilio pedagógico, bien sea
contratando los servicios de un maestro o maestra especializados, bien
sea procurando que el caso asista a las llamadas "clases para excepcionales" que, en régimen de externado o semi-internado, dan los
diversos establecimientos de ortofrenia, públicos o privados. La internación total, en establecimientos médico-pedagógicos "ad hoc", ha de
41
ser reservada para casos graves, con serios trastornos de conducta o
carencia de hogar.
6) Siempre que los resultados de las exploraciones clínicas y de laboratorio (serología, análisis de líquido cefalorraquídeo, radiografía craneal, electroencefalograma, etc) lo justifiquen, habrá de tentarse una
terapia causal, destinada a suprimir los factores responsables del retraso del desarrollo o a eliminar sus complicaciones.
7) Siempre que sea factible se procurará encomendar al oligofrénico el
cuidado de plantas o animales domésticos, pues ante ambos se siente
seguro y superior, obteniendo con frecuencia, de esas tareas, una fuente de íntima satisfacción.
8) La terapia endocrina raras veces es conveniente, pero, en todo caso,
habrá de ser confiada a un especialista. También son escasos los beneficios de los preparados comerciales que, con nombres más o menos
pomposos, pretenden ser útiles para propulsar la "encefalización" de
los oligofrénicos. Sigue vigente el aforisma: "Quod natura non dat,
Salmantica non praestat".
2. DEMENCIAS
Son debidas a lesiones encefálicas y por tanto se acompañan siempre de
síntomas productivos, capaces de enma
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