Así de rápida es la vida actual: cambiamos de era como de coche.
Eso es lo que mejor nos caracteriza a los humanos posmodernos, que somos veloces, cambiantes, volubles e insatisfechos. Tenemos más cosas y opciones que nunca, pero nos sentimos amenazados por un mundo efímero, inestable y contradictorio. Somos más individualistas y narcisistas, pero también más comprometidos y solidarios que nunca. Esas paradojas influyen en cómo nos sentimos, comportamos, relacionamos o enfermamos. La mente humana lo protagoniza y padece, y quizá por eso sufrimos tantos trastornos mentales. Los de siempre y otros nuevos, emergentes, típicos de los
tiempos. De todo eso va este libro, de cómo es –¿o fue?– el estilo de vida postmoderno, de sus efectos sobre
la salud mental y de cómo prevenirlos o resolverlos.
Puede que nazca atrasado, pero al menos nos servirá para afrontar los compromisos de la nueva era
que ya se anuncia: la “hiper-modernidad”.
Jesús J. de la Gándara Martín (1956) es psiquiatra y escritor. Trabaja como Jefe de Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial Universitario de Burgos y Profesor Asociado de Educación y Humanidades de la Universidad de
Burgos, y ostenta diversos cargos y distinciones académicas y profesionales. Autor de numerosas publicaciones contribuciones científicas, de más de 70 libros de psiquiatría y ciencias afines, una docena de ensayos y una decena de poesía y arte, por los que ha recibido numerosos premios científicos y literarios. Conferenciante y colaborador habitual de prensa radio, televisión y
medios online.
Índice
1. Hoja de ruta
2. Inquietud en el Paraíso
3. La insoportable vida posmoderna
4. Yo amo a mi psiquiatra
5. Trastornos del malvivir
6. Cosas de la edad
7. Cosas de mujeres
8. La cadena umbilical
9. El síndrome del espejo
10.Drogas posmodernas
11.La gran mascarada
12.Brotes de “humanotecnia”
Código: L0025
Código (num libro/año): L1/2011
Autor: Jesús de la Gándara
Título del libro: POSTMODERNIDAD Y SALUD MENTAL (reedición)
isbn online: 978-84-939483-1-3
dep. legal: PM 1617-2011 Petición: 23.08.11
psiquiatria.com, 2011
Valldargent, 27 bajos
07013 Palma de Mallorca (Illes Balears)
España
www.psiquiatria.com
Primera edición: noviembre, 2
POSMODERNIDAD
Y SALUD MENTAL
POSMODERNIDAD Y
SALUD MENTAL
Jesús J. de la Gándara Martín
psiquiatria.com, 2011
Palma de Mallorca (Illes Balears)
España
© psiquiatria.com, 2011
Valldargent, 27 bajos
07013 Palma de Mallorca (Illes Balears)
España
www.psiquiatria.com
Primera edición: noviembre, 2011
ISBN: 978-84-939483-1-3
Diseño de cubierta y maquetación:
Fernando Carbajal Orihuela
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los
titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes,
la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o
procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares.
Contenido
1. Hoja de ruta
2. Inquietud en el Paraíso
3. La insoportable vida posmoderna
4. Yo amo a mi psiquiatra
5. Trastornos del malvivir
6. Cosas de la edad
7. Cosas de mujeres
8. La cadena umbilical
9. El síndrome del espejo
10. Drogas posmodernas
11. La gran mascarada
12. Brotes de "humanotecnia"
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69
91
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Hoja de ruta
Los expertos aseguran que la era en la que vivimos se llama
"posmodernidad".1 También dicen que el estilo de vida posmoderno
es peligroso para la salud mental. Se apoyan en el aumento aparente de
trastornos mentales, en el crecimiento del consumo de psicofármacos
y psicoterapias, y en el triunfo imparable de todo lo que empiece por
"psico". Ahora bien, no es fácil entender por qué en estos tiempos tan
"pos-hiper-ultra-modernos", en los que sabemos tanto, tenemos tanto
y compartimos tanto, tenemos tan mal la mente.
Pero, ¿de verdad padecemos tantos trastornos? ¿Acaso estamos
atrapados en una especie de "malvivir" generalizado? ¿O quizá es que
ahora no aguantamos tanto como antes? Hay algunos que dicen que
muchos de esos problemas, sufrimientos, incapacidades o necesidades
de los que nos quejamos, no son realmente enfermedades sino simples
incomodidades o molestias, los flecos sucios de una posmoralidad
rosicler y mediática, y que lo que sucede es que nuestra capacidad
de tolerancia, resignación y acomodo es mínima; que caemos en la
Aunque en muchos autores y textos se utiliza el prefijo "post-", aquí utilizaremos
la forma "pos-" (posmodernismo, postmodernidad, etc.) de acuerdo con el DRAE:
http://buscon.rae.es/draeI/.
1
9
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
angustia, la depresión o las drogas a nada que las cosas se pongan cuesta
arriba. Otros dicen que la culpa la tiene el hipermercado global que
nos gobierna y confunde. También los hay que opinan que los grandes
avances de la ciencia, la técnica y la información, no han conseguido
modernizar el "valle de lágrimas", ni cumplir con las profecías de salud
y bienestar para todos en los años "dos mil" que los sabios de la OMS
nos auguraron.
Lo cierto es que vivimos tiempos veloces e inestables, informativos
e informatizados, lúdicos y humorísticos, cambiantes y efímeros. Estamos sometidos a la égida de la publicidad, el imperio de la moda,
la tiranía del placer y la agonía del deber. La belleza se antepone a la
salud y el dinero a la ostentación, la sexualidad es preferible al amor
y la relación virtual a la amistad confidente. La mercadotecnia genera deseos y necesidades irreales que llevan a un consumismo desaforado que sólo nos satisface fugazmente, para generar nuevas ansias
insatisfechas. El ocio, el placer, el individualismo y los compromisos
éticos dominan sobre el esfuerzo, el deber y las imposiciones morales. Los neo-fanatismos sustituyen a las religiones, las supersticiones
a las creencias. Las grandes verdades han sucumbido, las ideologías y
liderazgos absolutos se han relativizado, vivimos sumergidos en disonancias y contradicciones. Hemos dejado atrás el rigor revolucionario
para caer en el postmoralismo consumista, basado en la ética light, el
culto narcisista a la personalidad y el goce ilimitado del hedonismo.
Pero cada vez estamos más desarmados ante la vieja angustia original,
somos más vulnerables, necesitamos más ayudas sociales o químicas.
Y según declaman los más alarmistas, los viejos apoyos humanos, los
valores y marcos de referencia y aseguramiento, la familia, la tribu, el
grupo, la ciudad, la nación, la religión, el partido, la ideología... están
en crisis, unos a punto de extinguirse, otros definitivamente arruinados. Esperábamos que la ciencia, la técnica y el estado social, nos facilitaran los medios, recursos, remedios y cuidados, suficientes para
aliviarnos, sanarnos y satisfacernos a todos. Pero por desgracia la vida
10
HOJA DE RUTA
real sigue siendo tan cruda, tenebrosa y angustiosa como siempre, por
mucho que cerremos los ojos al telediario nuestro de cada día, en el
que se patentiza la profecía de León Trotsky, "El que desee una vida
tranquila, no debería haber nacido en el siglo XX."
Durante él cometimos las mayores atrocidades de la historia, tan
desmesuradas que nos aterrorizaron a los propios seres humanos y
aturdieron a los dioses. Pero también alcanzamos los mayores avances
científicos y sociales: el darwinismo se hizo ciencia, el psicoanálisis
inundó las relaciones humanas y el arte, la teoría de la relatividad dio
claridad al Universo, la energía atómica nos deslumbró y aun nos sigue
iluminando, los medios de comunicación nos han unido en una asamblea mundial de similitudes.
Pero las innegables ventajas de todo ello también han supuesto graves amenazas para las seguridades esenciales de los seres humanos. Así
caminamos deslumbrados y cegatos en un mundo ensombrecido por
tantas luminarias, como los protagonistas de las películas y novelas
pos-atómicas, en las que las guerras globales y los cambios climáticos
acaban con la vida en la Tierra. Tenemos más libertades, más opciones,
pero ¿realmente somos más libres? Tenemos muchas tarjetas de crédito, pero ¿somos más ricos? Parecemos más bellos, ¿pero lo somos?
Habitamos una sociedad lúdica, ¿pero realmente nos divertimos? Somos más veloces, más informados, más comunicados, pero también
más individualistas, más ególatras, más narcisistas; reclamamos más
nuestros derechos y libertades individuales, pero vivimos rodeados de
normas, restricciones y coerciones democráticas. Vivimos "cien años",
pero parece que estemos fatal de salud; somos hipocondríacos y sufrimos con ansiedad miles de chequeos y campañas preventivas; estamos
más amenazados que nunca por el cáncer y las coronarias y los virus; y
también más estresados, angustiados, deprimidos, insatisfechos, desasosegados, y enganchados a las viejas y nuevas adicciones.
Por eso triunfan todas las medicinas, las científicas y las alternativas;
los programas de radio y televisión, las revistas y suplementos de salud
11
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
lideran las cifras de audiencias y lectores; los balnearios y hoteles-spa,
el relax y las terapias orientalistas arrasan. Necesitamos de todos ellos
para buscar alivios, liberaciones y satisfacciones. ¿A dónde vamos con
todo esto? ¿Realmente estamos tan mal? ¿Podemos confiar en el futuro
o hemos de ser pesimistas? ¿Que podemos hacer para cambiar lo malo
y aprovechar lo bueno? ¿Podemos mejorar nuestra salud mental y física? ¿Hay alguna esperanza para la humanidad posmoderna?
Dicen los científicos que los humanos somos los únicos animales
que han llegado a disponer de un cerebro tan inteligente que es capaz
de modelarse a si mismo, aunque ya no sea sólo nuestro. En efecto disponemos de un nuevo cerebro social que genera una ingente inteligencia compartida, pero: ¿Sabemos usarla? ¿Lograremos que el cerebrosocial-colectivo-informativo sirva para nuestro beneficio, o caeremos
en sus trampas? ¿Esa novísima ciencia llamada "neurocultura" acabará
librándonos de todo mal, o será nuestra propia tumba?
De todo eso trataremos en este libro, apoyándonos en dos pilares.
En primer lugar en una indagación somera de las condiciones bio-psico-sociales de la edad posmoderna, que nos permita entender cómo
somos y actuamos los seres humanos que la componemos, y también
las causas, prevenciones y alivios de esas pretendidas patologías mentales posmodernas de las que tanto se habla. En segundo lugar me
apoyaré en mi propia experiencia clínica cotidiana, acumulada a lo
largo de casi tres décadas de plantar la silla y la mesa frente a los sufrimientos, limitaciones y necesidades de miles de pacientes y allegados.
La pretensión última, quizá excesiva, sería llegar a alguna propuesta
optimista, a alguna reflexión útil, a alguna solución que, sino definitiva, si se aproximase al menos a un plan digno de ser intentado.
12
2
Inquietud en el
Paraíso
Mitos y metáforas, grandes y pequeños relatos, miedos y miserias,
sufrimientos, limitaciones y necesidades nos acompañan a los seres
humanos desde que lo somos y seguirán con nosotros hasta que dejemos de serlo, pues está en nuestra naturaleza el ser "homininos" con
historia y mente, y no sólo cosas carnosas con inflexible trazabilidad.
Mas lo cierto es que desde que ocurrió lo del Paraíso, ya sea entendido como el paso filogenético de monos a humanos, ya el trayecto
ontológico de feto a niño, es propio de la naturaleza humana el ser
enfermables y enfermos, efímeros y mortales y, sólo a veces, sanos y
felices. Las enfermedades son acontecimientos comunes, las heridas
físicas y morales son universales, pero el sufrimiento que producen
es peculiar, individual e indivisible. Cada uno aprende a sufrir y sufre
aprendiendo, y eso constituye parte de su personalidad, de su temperamento y su carácter. Ese es el núcleo de la angustia de existir,
a la que otros llaman "existencial" y aquí hemos llamado "original".
Esa angustia vital, primordial, esencial y sustantivamente humana, es
13
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
siempre igual, pero sus expresiones cambian, se adaptan al entorno y
al tiempo. Lo que no cambia es que sufrir nunca ha sido ni será nada
bueno. De hecho sufrir por sufrir no sirve para nada. Las manzanas no
maduran a golpes, sólo se pudren. Donde esté la risa que se quite el
dolor, donde esté la abundancia que se quite la penuria, donde esté el
paisaje que se quiten todas las cuevas. Si acaso conviene aprender a resistir, eso es lo único que puede ser útil para tolerar el sufrimiento. Lo
llaman "resiliencia" y no es una forma cursi de referirse a la resistencia
humana, es un magnífico recurso que nos enseñaron algunas personas
que pasaron por los campos más atroces de la vergüenza humana.
Ahora bien, lo que no es fácil entender es por que en estos tiempos
tan hipermodernos, en los que sabemos tanto, tenemos tanto y compartimos tanto, vivimos tan "mala-mente". Habitamos tiempos veloces
y brillantes, tenemos leyes y ciudades, ruedas y cables, ciencia y arte.
Vivimos en un nuevo "Paraíso", amparados por la "pos-hiper-ultramodernidad", pero no nos hemos librado de la vieja angustia, y la vida
sigue siendo tenebrosamente cierta, demasiado real, y por eso cerramos los ojos al telediario nuestro de cada día.
Antiguamente la gente aceptaba con sumisión que la parte alícuota
de Pecado Original que cada uno carga es la culpable de todo. Pero ese
truco ya no engaña a nadie. Ahora hay paleontólogos, y biólogos, y filósofos, y sociólogos que nos han quitado la venda de los ojos. Pretenden que así los seres humanos modernos podamos percibir sin sombras, sentir sin distracciones, juzgar sin prejuicios, comprender con
claridad, llegar a ser más conscientes y más sabios, más sanos y más
justos, más solidarios y más felices. Pero parece que no lo han logrado
del todo, a juzgar por la cantidad de males y sufrimientos que desde
el origen de la historia hemos padecido y arrastrado, y por cuánto seguimos sufriendo y necesitando, y con cuanta insistencia seguimos rogando a los dioses, o a las fuerzas misteriosas, que nos "libren de todo
mal", que nos devuelvan las fórmulas secretas del paraíso perdido.
14
INQUIETUD EN EL PARAÍSO
La vieja modernidad
Los humanos hemos cometido muchas veces el error de intentar
ser como los dioses. Primero allá en el Paraíso, luego tal vez en Egipto, más tarde en la Grecia clásica, y a su socaire en la Roma Imperial,
quizá después en el Renacimiento, y finalmente en la Ilustración. Pero
nunca de forma tan intensa, testaruda e insistente, con tanta soberbia
e insolencia, como en el siglo XX.
La modernidad del siglo XX trajo las grandes revoluciones y los
mayores avances científicos y sociales. Pero también las mayores calamidades de la historia, así fue como la humanidad anduvo dando
palos de ciego y buscando desasosegadamente el futuro perfecto, aun
a fuerza de errores e imperfecciones. Y así fue como llegamos a la era
actual, a esa que llaman posmodernidad, que más o menos comienza
después de la Segunda Guerra mundial, y se configura y confirma
sobre la base del auge de la economía occidental y los avances de
la tecnología informática e informativa. Pero no nos adelantemos.
Volvamos a aquella ingenua pero desaforada modernidad, en la que
sin duda encontraremos el germen de lo que luego ha venido a acontecer.
Todo empezó en el siglo XIX de la mano del positivismo lógico,
científico y filosófico, que se filtró hasta la sociología y la economía,
y se tradujo en avances de la técnica, la industria, el comercio y las
relaciones humanas. Finalmente la humanidad descubre que desde
la atalaya orgullosa de los principios científicos, del empirismo racionalista, sería posible el dominio de la naturaleza, controlar desde la
sabiduría y no desde la irracionalidad, los destinos de la humanidad.
El pensador francés Auguste Comte, en su obra "Curso de filosofía
positiva" lo difundió entre los pensadores y gentes cultas de su época. El "Círculo de Viena" acogió a los pensadores más brillantes de
esa época, y facilitó la expansión de la corriente positivista por el
15
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
resto de Europa y el mundo, durante la segunda mitad del siglo XIX y
las primeras décadas del XX.
Según Comte sería posible promover una sociología científica, que
se basase sólo en los datos empíricos de las ciencias naturales, sobre la
cual desarrollar una humanidad más racional, libre, justa y feliz. Según
él la humanidad podría dejar atrás definitivamente la fase teológica de
la existencia, dominada por las seducciones de los paraísos imposibles
y los terrores de los infiernos insobornables. Finalmente habríamos
llegado a la "fase científica" o positiva, que ya no busca el porqué sino
el cómo y el para qué, basándose en la observación y la experiencia, en
el estudio y dominio de las leyes de la Naturaleza. Finalmente los seres
humanos podríamos superar el miedo, las penurias, las abstinencias
de los paraísos teológicos: nosotros mismos podríamos construirlos.
Como se aprecia, positivismo y optimismo parecían poder darse la
mano en pos de una vida mejor. De hecho esa corriente optimista se
extendió durante el siglo XX, principalmente a partir de los estudios
de Bertrand Russell y otros, sobre los cuales el filósofo Ludwig Wittgenstein elaboró su famoso "Tractatus Logico-Philosophicus". Pero
desgraciadamente el nuevo "Paraíso" tenía sus defectos, y enseguida
aparecieron espíritus críticos, como Karl Popper. Éste planteó que el
objetivo de cimentar todo el conocimiento científico sobre bases empíricas, y sustentar los avances de la ciencia y la técnica para hacerlos
aplicables a la vida humana, es irrealizable, sencillamente una quimera. La vida es más que física, y aunque sólo fuera eso, nuestras
insensatas emociones se encargarían de hacer que las ecuaciones no
cuadrasen y regresáramos a las cálidas metáforas del "valle feliz". De
hecho cuando el propio Comte eligió la palabra positivismo, no ocultaba sus fines "teleológicos" de cara a la organización de un modelo de
sociedad dirigido a lograr el bien de la humanidad, usando la ciencia
y el control de las fuerzas naturales. Los dos componentes principales
de su positivismo eran la sabiduría y la conducta individual y social,
16
INQUIETUD EN EL PARAÍSO
que más tarde fueron unificadas por él mismo bajo una concepción
religiosa, en la cual la humanidad era el gran objeto de culto.
Y del positivismo a la modernidad inquieta, de la matemática a la
psicología de la "angustia existencial", y del naturalismo a la actitud
hipercrítica contra los principios morales y religiosos. La modernidad
rechazó la sujeción a una moral estrictamente religiosa, culpabilizadora y autoritaria. El laicismo revolucionario francés fue quizá el más
radical en este sentido, aporto nuevos mandamientos, facilitó la liberación del destino maldito al que estábamos sometidos, y generó
nuevos códigos éticos para las nuevas sociedades democráticas. Tras la
liberación laica, finalmente la humanidad podría volver a ser feliz sin
culpa, a buscar y gozar legítimamente de los placeres de la vida. Por
fin los seres humanos tenían, además de deberes, derechos laborales,
económicos, políticos, morales e individuales.
Pero eso no supuso una retracción absoluta de los principios normativos centrados en el concepto de deber, esencia de las doctrinas de
Rousseau o Kant. De hecho la modernidad estuvo imbuida desde el
principio del "deber moral individual", que equivale a una ética férrea,
no centrada en Dios, sino en el propio ser humano, autónomo, digno,
laico, democrático, pero responsable de si mismo y de su mundo. El
gran prestigio del nuevo deber individual, nacido del propio ser humano, fue tiránico, rígido, insoslayable. La virtud autoimpuesta es la
más dura, la moralidad sin Dios es insobornable, el cumplimiento del
deber cuando tú eres tu único capataz, es el más fatigoso. En definitiva
se trataba de sustituir el imperativo religioso por un imperativo categórico mucho más riguroso, de transferir las imposiciones de moralidad
religiosa dogmática, al deber liberado mucho más estricto, obligado
por los principios de la autoconciencia y el compromiso social. Finalmente ya no necesitábamos a los sacerdotes para enseñarnos el camino
recto, nos bastaba con guiarnos a nosotros mismos, escuchar a nuestra
conciencia moral, respetar nuestra dignidad constitutiva, para reconocer la recta vía que va del pecado a la virtud, del sufrimiento al bienes17
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
tar, de la esclavitud a la libertad.2 Y así, casi sin enterarnos, llegamos al
siglo XX, en el que las creencias en los dioses se transformaron en la fe
en la ciencia y la técnica, en el progreso y la riqueza, en la democracia
y la libertad.
Pero cuando creíamos que ya estaba todo conseguido, vinieron
los grandes desastres de la humanidad, quizá los más atroces e
inhumanos de la historia, no tanto por su crueldad - ¿eso cómo se
mide? - como por su globalidad, su insistencia, su irracionalidad,
su desmesura, su sorprendente imprevisión y su absurda impertinencia. Y de nuevo, casi sin enterarnos, pasamos del optimismo
del modernismo incipiente, al pesimismo del incipiente posmodernismo. Fue como transitar de la desmesura del sufrimiento a
la desmesura del hedonismo, en un viaje corto y recto, impulsado
por quién sabe qué enigmáticos resortes de la siempre imprevisible
existencia.
Pero dejemos aquí esta desatinada excursión por los atajos de la
"pre-modernidad", que condicionó la existencia humana entre mediados del siglo XIX y mediados del XX, pues no es el asunto del que
hemos venido a tratar, y vallamos directamente al escenario posmoderno, en el que convivimos los seres humanos contemporáneos.
Y puesto que la cuestión de la que pretendo ocuparme es la
relación entre la era posmoderna y la mente humana, deberíamos
analizar qué sucedió para que la era "moderna" se convirtiera en
"posmoderna". La respuesta la esbozaron hace ahora unos treinta
años ciertos filósofos franceses, que apoyándose en textos sociales y
estudios económicos, utilizaron el término "posmodernidad" para
referirse a la era contemporánea, concepto que poco a poco se ha
ido generalizando entre las gentes eruditas, si bien no es universalmente aceptado, ni está exento de críticas, aunque no es misión de
este libro entrar en las discusiones sobre el concepto, y pertinencia
2
J. de la Gándara: "Los apellidos de la libertad". Ed. Cauce Editorial, 1999.
18
INQUIETUD EN EL PARAÍSO
o impropiedad. Si acaso advertir que hay quien dice que la posmodernidad ya está superada, que estamos en la hipermodernidad
(Lipovetsky3), o en la ultramodernidad (Marina4).
La ansiada posmodernidad
Nadie sabe a ciencia cierta quien usó por primera vez la palabra
"posmodernidad", y quizá tampoco tenga ningún interés saberlo. Según Pinillos (2002)5 la primera noticia que se tiene del término `posmoderno' proviene del mundo del arte, concretamente del acuarelista
ingles John Watkins Chapman que lo utilizó en 1870 como título para
una exposición de pintura (Postmodern Painting). Posteriormente el
sacerdote católico norteamericano Bernard Iggins Bell publicó un libro
titulado "Postmodernism and Other Essays" (1926), en el que usaba el
concepto en alusión a la reacción moral frente al modernismo incapaz
de dar solución a los problemas espirituales del hombre. Pero en realidad fue el historiador británico Arnold Toynbee, que ya había usado
el término en 1936, quien lo introdujo en 1947 en la entrada "Pos-Modern" de la versión abreviada de la enciclopedia "A Study of History",
y eso generalizó su uso para denominar la nueva era de la historia.
Terminada la Segunda Guerra Mundial el concepto de `posmoderno'
se extendió, en los años cincuenta ya se utilizaba en el contexto de las
ciencias sociales, y en los sesenta la cultura pública toma conciencia
de que el posmodernismo es una realidad histórica respaldada por la
sociedad de masas, mediática, postindustrial y consumista. La oleada
de acontecimientos del simbólico "Mayo del 68", vino a refrendar el
cambio social en ciernes, acabó con las viejas vanguardias y permitió
G. Lipovetsky: Los tiempos hipermodernos. Anagrama 2006.
J. A. Marina. Crónicas de la ultramodernidad. Anagrama, 2000.
5
J. L. Pinillos Díaz Posmodernismo y Psicología. Una cuestión pendiente. Anales de
psicología. 2002, vol. 18, nº 1 (junio), 1-11.
3
4
19
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
el nacimiento de una nueva conciencia global, que afectaba a todas las
áreas del saber y el hacer humanos. Hay quien dice que "la revolución
de mayo acabó con las vacaciones de verano", cosa que de ser cierta,
sería el mejor símbolo de la nueva sociología hedonista posmoderna
que se estaba extendiendo por el mundo.
Desde entonces lo posmoderno se ha mantenido como signo del
nuevo estilo de vida, con pluralidad de vertientes, en la cultura, la
empresa, el comercio, la comunicación, la política, la familia y el arte.
Especialmente en éste, donde realmente nació el concepto, como sugiere Ihab Hassan, en su obra "El desmembramiento de Orfeo, hacia
una literatura posmoderna" (1971), en la que introduce uno de los
conceptos más representativos del posmodernismo, el "unmaking" (la
deconstrucción), tan en boga en la actualidad como en ámbitos tan
dispares como la pintura o la gastronomía.
Pero para entender lo que en la actualidad es el posmodernismo
y sus relaciones con la mente humana hay que acudir a las ciencias
humanas, como justamente intentó hacer Jean-François Lyotard, un
filósofo francés ex-trostkista, en su pequeño pero sustancioso "informe sobre el saber" titulado "La condición posmoderna". El autor
sostiene que el posmodernismo representa la deslegitimación de la
modernidad, el fin de los "grandes relatos" que hacen de la ciencia y
la educación las puntas de lanza de la emancipación del hombre. Se
acepta que este texto de Lyotard da fe de vida a la concepción teórica,
filosófica, cultural y social de esta nueva era que empezó en los años
50 del pasado siglo.6 Según refiere el propio Lyotard, los precedentes
conceptuales habría que buscarlos en la revolución industrial, económica y social de la modernidad,7 y en la renovación artística del siglo
XX. El mundo científico también se sumaría a este proceso, variando
Jean-François Lyotard (Versalles 1924- París 1998): La condición postmoderna
(1979).
7
A. Touraine: "La societé postindustrielle", 1969; D. Bell "The coming of postindustrial society, 1973.
6
20
INQUIETUD EN EL PARAÍSO
acompasadamente con los cambios sociales, culturales e industriales.
La nueva ciencia se basa en una revolución del concepto del "saber",
mediatizado por dos principios funcionales: la expansión geométrica
de la investigación, y la comunicación rápida y extensa de los descubrimientos. Ambos factores propician una producción "cuasi-industrial" del saber, y una puesta de éste a disposición del mercado, una
comercialización de la ciencia. Podríamos añadir que el saber además
de convertirse en un bien productivo, se ha convertido en un elemento
de poder político: los estados productores de ciencia dominan el mundo. Pero también ha sucedido que la ciencia se ha hecho pública, noticiosa y lúdica: el turismo científico y la ciencia recreativa son dos de
sus productos con más éxito "comercial". De hecho, Lyotard ya decía
a principio de los 80, tanteando las fronteras de la ciencia-ficción, que
algún día los países se posicionarán según su capacidad para producir
y vender ciencia, y que esta se ofrecería y cambiaría en el mercado,
que tendría valor monetario y crediticio. Él ya no puede contemplarlo,
pero, obviamente, eso ya sucede. Sólo una veintena de años después
de su predicción, el mercado de royalties y copyright científicos es un
hecho. Nature, Science o National Geographic comercializan y distribuyen la ciencia por el todo el mundo. Internet es un hipermercado
planetario en el que se vende de todo, pero especialmente "información". El que posea las fábricas de producción científica y los canales
de distribución, gobernará el mundo. Lyotard en 1979 imaginaba un
mundo lleno de flujos comerciales y conocimientos virtuales mercantilizados. Entonces Internet aun un imberbe, y nadie, ni siquiera él, era
capaz de imaginar a lo que íbamos a llegar pocos lustros después. ¡Y a
donde no llegaremos!
Otro de los aspectos sustanciales de la ciencia posmoderna, siguiendo todavía a Lyotard, es su contraposición al saber tradicional, el que
procede y se transmite a través de los "grandes relatos" de la humanidad. La ciencia será sin duda la gran palanca que moverá el mundo,
viene a sugerir, pero en ningún modo podrá ser que ella sola la por21
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
tadora del saber. Puede que la ciencia, y el conjunto de conocimientos que genere, llegue a ser el instrumento primordial de los políticos
y tecnócratas "decididores" del mundo, pero los "consumidores" aun
necesitaremos de la sabiduría "pragmática del saber narrativo", de los
grandes relatos emocionales, que durante siglos nos han enseñado a
saber-hacer, saber-oír, saber-vivir y saber-emocionarnos. En definitiva,
la posmodernidad estará obligada a conciliar o de lo contrario mal
nos irá ciencia y humanismo, saberes y emociones.8
Pero como veníamos diciendo, el comienzo de la posmodernidad
sucedió a mediados del siglo XX, después de los 50, cuando los grandes países de Europa iniciaron la reconstrucción posbélica, avanzando
desde entonces de modo paulatino pero progresivamente acelerado, si
bien con grandes diacronías entre diferentes países y zonas económicas del mundo. El inicio fue sin duda prometedor: por fin se veía la luz
entre el humo y las cenizas de la mayor catástrofe artificial imaginable,
perpetrada a la sombra de los últimos "relatos" de la humanidad, y sus
aparentes legitimaciones emocionales: patria, religión, raza e idioma.
En realidad ya vimos cómo desde principios del XX habían sido
bastantes los que se dejaron seducir por los encantos de la ciencia y
la técnica, para alcanzar el sueño eterno de ser como dioses. Es cierto que el empirismo científico, el impulso del optimismo positivista,
ayudó a que la ciencia alcanzara el nivel de realizaciones técnicas fácticas, tangibles y eficaces, como la electricidad o la telefonía, pero no
es menos cierto que con ellas no se habían resuelto los viejos males,
penurias, miserias y sufrimientos de la humanidad. Es verdad que la
ciencia que entonces nació es fuente y caudal de casi todos los avances,
progresos, logros, virtudes, satisfacciones, alivios y bienestares de hoy
día, pero, por decirlo lisa y llanamente, también es cierto que lo que
entonces nos parecía increíble y excelente, ocultaba trucos, pecados y
falsedades. Y en esas nos andamos ahora: orondos de conocimientos
8
F. Mora: Neuro-cultura. Alianza Editorial, 2007.
22
INQUIETUD EN EL PARAÍSO
y saberes, pero flacos de entendimientos y comprensiones. Ya lo dijo
Einstein: "Cada vez sabemos más, pero entendemos menos".
Sea como fuere, lo cierto es que pese a todas las catástrofes terrenales y humanas, a todas las guerras de religiones, razas, patrias, atómicas o frías, los de nuestra especie hemos sobrevivido hasta llegar
a ser la plaga de bichos más ubicua, resistente, prolífica, expansiva y
peligrosa de la historia del Planeta. Quizá lo debamos a que hemos
llegado a ser los animales más inteligentes que nunca ha habido, pero
eso habrá que verlo en el futuro. La evolución humana aun no ha acabado y no sabemos como acabará. Hemos llegamos hasta el peligroso
siglo XXI, y parece que de nuevo se cierne sobre nosotros una amenaza
que no podremos controlar: el "cambio climático", que según dicen
modificará irreversiblemente el breve espacio habitable por los seres
humanos. Ya se verá..., otros, por supuesto.
Lo que nos interesa comprobar es cómo al tiempo que eso sucede,
parece que de nuevo estuviésemos dejando atrás al ser humano mítico
y legendario, emocional y místico, que por fin estemos inaugurando
una nueva "especie", un nuevo ser "tecno-humano", rodeado de interfaces y expansiones computacionales, por las que los subproductos
de la ciencia y la técnica - informaciones y datos entrarán y saldrán
de nuestros cerebros a velocidad hiperlumínica y tecnolúdica. ¿Pero
estaremos preparados?
Aseguran los expertos en paleoantropología que en realidad nuestros cerebros hipermodernos están construidos con neuronas sintetizadas al dictado de genes que adquirimos en el Plesitoceno, es decir
hace más de 200.000 años, cuando por ciertas casualidades evolutivas,
que no es este el momento de analizar, se produjo un crecimiento de
las áreas prefrontales y parietales que nos llevaron a ser los "Homo sapiens" que somos, con capacidad simbólica y habilidades de transmisión de la información, con cultura y bibliotecas. Pues bien, una de las
teorías más sugestivas sobre el origen de ésta neo-especie que padece
23
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
una epidemia de males mentales, es la denominada "teoría del genoma
lag". Me explico.
La carga genética que condiciona nuestros instintos y emociones se
desarrolló como una adaptación a los ambientes naturales ancestrales,
y evolucionó desde entonces lentamente. Sin embargo los cambios sociales y culturales que promovimos gracias a la "explosión" de la capacidad simbólica, se inició hace unos 10.000 años, y se expande exponencialmente, lo cual genera un desajuste progresivo entre evolución
biológica (genes) y evolución social (memes). Y entre ambos, entre
genes y memes, está el cerebro, un órgano sensible y flexible, en constante interacción y remodelación, pero cuyas estructuras evolucionan
tan lentamente como lo hacen las demás partes del cuerpo humano.
Las teorías neurocientíficas evolucionistas tratan de explicar por que
los seres humanos hemos llegado a sufrir esta alarmante epidemia de
enfermedades mentales, desde la esquizofrenia a las nuevas adicciones, pasando por el estrés, la ansiedad y la depresión. Sus métodos
de investigación y modelos explicativos abarcan desde lo biológico
(neuropsicología evolutiva, psicobiología comparada) hasta lo social y
familiar (sociobiología), pasando por el psicoanálisis (psico-darwinismo) y el conductismo-cognitivismo (psicología evolucionista).
En realidad los primeros retazos psico-evolucionistas ya los encontramos en Darwin, cuando se interesó por la filogénesis de las emociones en su libro "La expresión de las emociones en el hombre y los
animales" (1873).9 Sin embargo hasta principio de los años 80 no se
integró la perspectiva evolucionista en las ciencias de la conducta, tratando de aplicar las generalidades de las ciencias evolutivas, que entienden el comportamiento humano como un modelo universal, que
más allá de las diferencias culturales, tiende a desarrollar, modelar y
perpetuar mecanismos psicológicos adaptativos, aplicando las reglas
Ch. Darwin: "La expresión de las emociones en el hombre y los animales", 1873
(Alianza Editorial 1984).
9
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INQUIETUD EN EL PARAÍSO
de la selección natural. Pero eso estaba bien hasta la modernidad, en
la posmodernidad las condiciones sociales e informativas cambian de
forma tan veloz, que apenas tenemos tiempo para desarrollar nuevas adaptaciones funcionales. Pongamos un ejemplo: nuestros hijos
aprenden y se adaptan a los sistemas informáticos a una velocidad
mucho mayor que sus padres. En definitiva, los esquemas mentales
funcionales han de adaptarse, y eso lleva su tiempo. La enorme velocidad de la vida posmoderna es una de esas causas comunes a los
que todos culpamos de nuestras desdichas, aunque en realidad nadie
pueda demostrar que sea causa de nada.
Algunas décadas después de Darwin apareció por el mundo un
personaje llamado Sigmund Freud, que nos demostró que tampoco
podemos fiarnos de nuestros propios pensamientos, acciones, deseos
o sentimientos. Que en realidad toda nuestra conducta está gobernada
por subterráneos mecanismos inconscientes, sobre los que apenas tenemos control, y que la vida es como un sueño angustioso amenazado
por la pesadilla original. Es más, nos enseñó que "nadie es capaz de
concebir realmente su aniquilamiento, por ello el miedo a morir constituye el sufrimiento supremo". Y así, de la mano de los sueños, de la angustia, Freud condicionó la vida moderna de las gentes comunes que
ni siquiera lo habían leído. A través de las ciencias mentales, el arte, el
cine o las terapias, el psicoanálisis llegó cambió nuestras vidas. Descubrir tus interioridades venales, sucias o taimadas tiene sus riesgos.
Uno de ellos es no poder fiarte de ti mismo, y aun peor constatar que
esa angustia que algunas noches te desvela, es la incertidumbre de la
existencia mezclada tiempo con la certidumbre de la finitud. Asegura
Freud esa angustia del existir, a la que otros llaman "existencial", es vital, primordial, esencial y sustantivamente humana, siempre la misma
aunque sus expresiones cambien, se adapten al tiempo y al entorno.
Lo que no cambia es que genera incomodidades, sufrimientos y enfermedades. ¿Será ese el origen de los males posmodernos?
25
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
Luego vinieron otros sustos no menores. Cuando aun no nos habíamos recuperado de constatar que sólo somos "monos inconscientes",
llego al mundo otro judío despistado, un tal Albert Einstein, y nos atizó en la percepción con una fórmula magistral que demostraba que en
la vida "todo es relativo", incluso el tiempo y las distancias. Aplicando
sus fórmulas otros descubrieron que el Universo es el producto de
una gran explosión de origen desconocido e ingente potencia, y otros
trataron de encontrar la fuente de esa energía infinita y encontraron el
"gran ruido universal", el de la bomba infernal. Cuando aquel 16 de
julio de 1945 Oppenheimer accionó la primera explosión atómica en
el desierto de Nuevo México, dijo: "...sabíamos que el mundo nunca
volverá a ser el mismo", y quedó claro que con el simple movimiento
de un dedo todo podía convertirse en desierto, incluido el Paraíso.
Un mes después, la guerra atómica se hizo luz, polvo y cenizas en
Japón, y la radiación habitó entre nosotros, y muchos murieron, pero
para otros fue aun peor, y al cabo de los años aparecieron los tumores
y las mutaciones, y la genética cobró realísima vigencia. La genética es
quizá el último gran susto científico. Lo que empezó siendo un juego
de guisantes en tiempos de Mendel (1822-1884) ha acabado siendo el
gran debate universal en la "era del genoma". Los viejos temores darvinianos se han confirmado: solo un 2% de nuestro genoma nos separa
de los monos. Somos monos desnudos y vestidos, cazadores y artistas,
gritones y parlanchines, y a ese poco "porciento" que nos diferencia
debemos nuestras extraordinarias habilidades, pero también nuestras
dolencias posmodernas.
Más no crea que ya acabó el suplicio, por si acaso las cosas no eran
suficientemente malas, tras las guerras calientes y frías, tras la explosión de la técnica, la genética y la era del cerebro, han venido las crisis
sociales, económicas y energéticas, y se han mezclado "explosivamente" con las viejas luchas de patria, tierra, religión y cultura, y han caído
las Torres Gemelas y vuelve a sonar el redoble de los tambores antiguos.
26
INQUIETUD EN EL PARAÍSO
Mientras tanto la televisión nos seduce son sus lujos inalcanzables
y efímeros, al tiempo que nos sacude las conciencias con las dolorosas
imágenes de la "globalización universal" y nos acongoja el futuro con
la amenaza climática. Y por toda la faz de la Tierra se oye un gran grito:
"Sálvese quien pueda".
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3
La insoportable vida
posmoderna
Y en esas nos andamos - metáfora más o menos - entre la patera y
el psiquiatra, entre la hipoteca y las rebajas, entre la hambruna y las
montañas de desperdicios: le presento a la "posmodernidad".
Pero antes de abordar los problemas concretos que han motivado
este libro, tales como si esas condiciones de vida afecta y perturba
nuestras mentes, qué tipos de trastornos nos produce, y cómo podríamos evitarlos o resolverlos, convendría que nos detuviéramos en
precisar cuales son las características sociales, culturales y psicológicas
que definen de forma concreta y práctica la posmodernidad.
Para empezar, deberíamos decir que se trata de un concepto complejo, sobre el que hay muchas versiones y discrepancias, pero sobre el
que al menos parece que hay suficiente acuerdo en que, como Teruel,
"la posmodernidad existe". Ahora bien, no es fácil describir de forma sencilla, clara y eficaz, qué es la posmodernidad y cuáles son sus
peculiaridades. O, por decirlo de forma más concreta, qué es lo que
una persona corriente y moliente nota, percibe, siente o padece por el
hecho de vivir en esta presuntuosa era posmoderna. Y menos sencillo
aun es entender y aceptar por qué en estos tiempos tan posmodernos,
29
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
en los que, al menos aparentemente, sabemos tanto, disponemos de
tantas cosas y opciones, nos comunicamos tanto y tan deprisa... somos tan infelices, sufrimos tanto y necesitamos tantas compensaciones
para nuestras delicadas mentes. Trataremos de dar respuestas a todo
ello en este capítulo.
Por empezar por algún sitio, sintetizaré lo que dice "Wikipedia" en
el eficaz resumen con que inicia su excelente análisis del concepto,
cuya lectura le recomiendo:
"El término posmodernismo o posmodernidad designa un amplio número de movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos del
siglo XX, definidos... por su oposición o superación del modernismo.
En sociología... los términos posmoderno y posmodernización se refieren al proceso cultural observado en muchos países en las últimas dos
décadas... Las diferentes corrientes del movimiento posmoderno aparecieron durante la segunda mitad del siglo XX... Uno de los mayores
problemas... es llegar a un concepto o definición precisa de lo que es
la posmodernidad. La dificultad en esta tarea resulta de diversos factores...y la falta de un marco teórico valido... un sistema, una totalidad,
un orden, una unidad, en definitiva coherencia... Frente al compromiso
riguroso con la innovación, el progreso y la crítica de las vanguardias...
el posmodernismo defiende la hibridación, la cultura popular, el descentramiento de la autoridad intelectual y científica y la desconfianza ante
los grandes relatos"
Otra fuente obligada para entender el concepto de posmodernidad,
es el pensamiento del propio Lyotard, del cual hemos extraído algunas
ideas ilustrativas:
"Post no debe entenderse en el sentido de período siguiente, sino en
el de una dinámica: ir más lejos que la modernidad para poder regresar
a ella, en un movimiento de rizo".
"Una nueva función intelectual está naciendo: ya no nos preocupamos tanto por formular una crítica global, ante la falta de bases,
30
LA INSOPORTABLE VIDA POSMODERNA
sino que como hacen muchos artistas buscamos experimentar, inventar.
Nuestra categoría social, finalmente, es la imaginación".
"Nuestro trabajo consiste en analizar la decadencia de los ideales
modernos, para tratar de comprender lo que, en la modernidad, implicaba ya la desaparición de esa idealidad".
"Todo modernismo contiene la utopía de su fin. Si se quiere verdaderamente oponer lo moderno a lo posmoderno, se puede decir que éste
insiste en la reescritura, mientras que lo moderno insiste en la revolución".
"Vivimos en una sociedad demasiado compleja... sin poder afirmar:
he aquí el sentido general de la historia, he aquí su representante".
"Se puede ver en esta decadencia de los relatos un efecto del auge de
las técnicas y tecnologías a partir de la segunda guerra mundial... auge
que ha eliminado la alternativa comunista y ha revalorizado el disfrute
individual de bienes y servicios"
Otro de los pensadores de la posmodernidad de obligada consulta es J. Habermas,10 especialmente su texto compartido con otros filósofos "postmodernistas", como J. Baudrillard, donde se describe el
proyecto de modernización que para ellos se inicia realmente con la
ilustración en el siglo XVIII y llega hasta el presente:
"Los pensadores de la Ilustración tenían la extravagante expectativa de que las artes y las ciencias no sólo promoverían el control de las
fuerzas naturales, sino también la comprensión del mundo y del yo, el
progreso moral, la justicia de las instituciones e incluso la felicidad de
los seres humanos".
Pero la realidad se impuso con el tiempo, y ni la modernidad técnica, ni la posmodernidad informacional han logrado esos fines, y es
más, puede que los hayan complicado al someter a las personas a deseos, presiones y ansiedades irreales, ficticias, "virtuales"
10
J. Baudrillard, J.Habermas, E. Said y otros."La posmodernidad". Kairós, 2000.
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JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
Precisamente esa es para Braudillar11 una de las características de la
sociedad de consumo que aparece como más peligrosa para el bienestar de los ciudadanos. Vivimos en una sociedad pletórica de signos y
sugerencias, pero el sistema adolece de una incoherencia nuclear de la
que nace la gran frustración que engendra la insatisfacción, el pesimismo, la ansiedad y el desconsuelo. Una de sus tesis más conocidas es
que en el mundo posmoderno no hay verdadera realidad, sino simulacro de la realidad, cierto tipo de realidad virtual creada por los medios
de comunicación y la publicidad. Una vida estilo "matrix" llena de
peligros para la salud mental de sus habitantes. Y luego está el individualismo, el narcisismo posmoderno, la necesidad de diferenciación
confrontada a la identificación global, la lucha de la indiferenciación
consumista contra la necesidad de diferenciación personal:
"Hemos pasado del infierno de los otros al éxtasis de lo mismo, del
purgatorio de la alteridad a los paraísos artificiales de la identidad".
Otra forma de ver la cuestión es plantearla desde el punto de vista
de crisis "antropológico-existencial" que muchos pensadores han atribuido a la posmodernidad, la cual origina las grandes dudas existenciales y cuestionamientos de los pilares esenciales de la humanidad,
cuyas claves ya hemos expuesto antes, de una manera sucinta y metafórica, y que más tarde retomaremos para explicar la naturaleza de la
pretendida "insania" mental posmoderna.
En todo caso es evidente que no resulta fácil definir y describir la
posmodernidad, y aun menos derivar de ello sus peligros higiénicos.
Pero no se asuste, al final esos planteamientos "filosóficos" tan sesudos
se reducen a hechos concretos, tangibles, perceptibles y comprensibles
por el común de los humanos. Y quizá el que mejor haya traducido
esos conceptos filosóficos a términos concretos de "estilo de vida" sea
otro francés, Gilles Lipovetsky, en una serie de libros muy difundidos y
11
J. Baudrillard J.: La transparencia del mal. Anagrama, 1991.
32
LA INSOPORTABLE VIDA POSMODERNA
disponibles en castellano,12 que reflejan de forma atinada las condiciones de vida y los comportamientos humanos cotidianos de esta época
que nos ha tocado vivir, llámese como se quiera, pero que decididamente creemos que es "especial", peculiar, diferente de las anteriores.
Posiblemente la simple lectura de los títulos de sus libros baste para
hacerse una idea de por donde van los tiros que mejor atinan en la
definición y descripción de los tiempos posmodernos. A través de la
continuidad coherente de sus obras, Lipovetsky analiza la sociedad
actual en la que se reiteran ciertos rasgos comunes y recurrentes, como
son el consumo, o el hiperconsumo; el individualismo y el narcisismo
de las personas y sus relaciones; la cultura de masas y la hipercomunicación informativa; la invasión de la vida cotidiana por la moda, el
lujo y lo efímero; el poder de los "mass-media", el cuarto poder; el hedonismo como derecho, incluso como deber de disfrutar y ser felices;
que a su vez se refleja en el culto por el ocio y la sociedad humorística;
la cultura y la ciencia lúdicas y simplificadas, y la mercadería de la
ciencia como producto de entretenimiento; el ecologismo extremado
como postura ética, y también como pose social de moda; el culto por
el cuerpo, el elogio excesivo del deporte saludable y el malestar por
no hacer ejercicio físico; la perentoria e hipocondríaca búsqueda de
la salud, como derecho y parangón de bienestar y felicidad; la persecución de la belleza por encima de la salud y la serenidad; la ética del
compromiso incorporada a la empresa y dirigida a la productividad; la
Títulos fundamentales de G. Lipovetsky disponibles en castellano (Ed. Anagrama
y otras), editadas entre 1983 y 2009: "El imperio de lo efímero: la moda y su destino
en las sociedades modernas". "La felicidad paradójica: Ensayo sobre la sociedad de
hiperconsumo". "El crepúsculo del deber: La ética indolora de los nuevos tiempos
democráticos". "La tercera mujer: permanencia y revolución de lo femenino". "La
era del vacío: Ensayo sobre el individualismo contemporáneo". "La sociedad de la
decepción". "Metamorfosis de la cultura liberal: Ética, medios de comunicación, empresa". "El lujo eterno: De la era de lo sagrado al tiempo de las marcas". "Los tiempos
hipermodernos". "La felicidad paradójica: Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo". "La pantalla global: Cultura mediática y cine en la era hipermoderna".
12
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JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
multiplicación de las ofertas y su anticipación a la demanda; la proliferación de hipermercados y redes comerciales; la publicidad y la creación organizada de sentimientos de insatisfacción y consecuentemente
de necesidades volubles y cambiantes; la velocidad, la prisa, el estrés,
la cultura "pit" aplicada a la vida cotidiana; etc.
Todo eso es lo que de algún modo nos caracteriza, lo que describe
cómo somos y cómo vivimos en los tiempos posmodernos. Y si se fija,
todo ello está teñido de cierto pesimismo. Ésta es quizá otra de las peculiaridades de esta época. Somos más hedonistas, lúdicos, consumistas y caprichosos que nunca, pero parecemos infelices, tristes, temerosos, como si de todo ello no pudiera esperarse ningún futuro mejor.
Ese tufo melancólico impregna todos los textos y reflexiones de los
filósofos de la posmodernidad, incluso de los que son críticos con el
concepto, los que dicen que no existe, o que no es más que un invento
del caprichoso hipermercado y la publicidad "pseudo-científica".
Lo cierto es que nuestra sociedad posmoderna, o como queramos
llamarla, se inició como una especie de desquite pueril contra las penalidades de la primera mitad del siglo XX, que se plasmó es esa peculiar
superficialidad "rosicler" de los nuevos ricos americanos, como si fuese obligado atrapar el "carpe-diem" contra el "por-si-acaso-el-acabose".
Y así fue como surgió el "imperio de lo efímero", la eclosión de la moda
de los años `50, de la mano de los diseños de Cocó Chanel, Dior y
otros grandes modistos franceses, el pret a porter y el lujo al alcance
de todos. En este sentido tal vez tenga razón J. A. Marina13 cuando asegura que uno de los pilares de esa posmodernidad que proclamaron y
siguen defendiendo y expandiendo sobre todo los filósofos franceses
(Deleuze, Guattari, Baudillard, Lyotard, Onfray, Lipovetsky, Derrida),
se basa en la promoción de un apetito deseante, lo que en buena medida se lo debemos a las creaciones voluptuosas y lujuriosas de la moda
francesa. Si alguien entiende históricamente de lujo y placer, de deseos
13
J. A. Marina: Las arquitecturas del deseo. Anagrama, 2007.
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LA INSOPORTABLE VIDA POSMODERNA
y concupiscencias - asegura Marina - son los franceses, que partiendo
de una vieja "culture du désir" han acabado proclamando la égida universal de la "lujorexia" hipermoderna.
Tal vez eso explica que hoy prefiramos la belleza a la salud; que
andemos escasos de dinero para lo fundamental pero sobrados para
la ostentación y lo superfluo; que hablemos mucho de amor, cuando
queremos decir seducción, sexo o simple diversión; que en vez de
construir discursos solidarios a favor de la humanidad, prefiramos cotillear con la ecología virtual. Es como si desde la angustia y el dolor,
de la sangre demasiado roja y evidente, hubiéramos querido pasar al
verde-rosado del paraíso perfecto, y al hacerlo hubiésemos vuelto a
caer en los pecados de siempre: la desmesura, el exceso, la inquietud
y el desasosiego, cual seres indolentes y voraces, que sobreviven angustiados en el nuevo paraíso artificial que nos hemos creado, para no
añorar el natural que perdimos. Jean-Claude Guillebaud,14 otro de los
analistas y a veces crítico de la posmodernidad, en "La Tyrannie du
plaisir" lo expresa muy bien:
"...es como si nuestras vidas estuvieran gangrenadas por una frustración incurable: un sentimiento de soledad que estropea nuestra libertad, un asco que acompaña nuestras comilonas, una violencia que
acecha nuestros placeres..."
En efecto, si en algo coinciden los expertos es en que pese al optimismo posmoderno, a esa sensación de que la salud y la felicidad
globales serían finalmente posibles, los hechos acontecidos en los últimos años lo han descartado. En su libro "Los tiempos hipermodernos"
(2006) Lipovetsky, advierte que "...el desempleo, las migraciones, las
desigualdades, las crisis económicas, el sinfín de virus hipermodernos
provocan ansiedad individual y colectiva". La globalización del hiperconsumo ha producido nuevas formas de pobreza, marginación, estrés, precariedad laboral y aumento de las inquietudes existenciales.
14
J. C. Guillebaud: La tiranía del placer, Editorial Andrés Bello, 2000.
35
JESÚS J. DE LA GÁNDARA MARTÍN
Por otra parte la aparente debilitación emocional de las personas supone que cada vez estemos menos preparados para soportar las desgracias de la existencia, y ello se debe, al menos en parte, a que las
grandes instituciones humanas, la familia, el grupo, la patria... han
dejado de proporcionar aquel sólido armazón protector de las viejas
sociedades. Lipovetsky sugiere incluso que en cierto modo ya hemos
dejado atrás la posmodernidad, de pura prisa que llevamos, y vivimos
en un mundo "hipermoderno", dado que "Todo en nuestra sociedad es
hiper: hiper-capitalismo, hiper-terrorismo, hiper-potencia, hiper- individualismo, hiper-mercado e hiper-consumo..." Eso se refleja en conductas inadecuadas, excesivas, insalubres o peligrosas, como "...las cirugías estéticas innecesarias;... el turismo compulsivo; el uso creciente
de drogas; los deportes extremos; la obesidad, la anorexia, la bulimia y
las adicciones de todo tipo". La consecuencia es que hemos construido
una sociedad tan saludable como hipocondríaca, en la que coexisten
el hambre con la anorexia, y la obesidad con la bulimia, la euforia con
la depresión, los misticismos con la angustia, el "chill-out" con el desenfreno, la miseria con la lujorexia, la hiper-racionalidad con la locura.
En definitiva, parece evidente, que si bien el sufrimiento no tiene
nada de post(hiper)moderno, lo que si parece post o hipermoderno es el
mundo en el que sufrimos. Hemos hipermodernizado el "valle de lágrimas". En la actualidad habitamos tiempos veloces y estresantes, lúdicos
y peligrosos, en los que tenemos democracia y libertades, leyes y ciudades, ruedas y cables, datos y ciencia, duchas y fármacos, pero no parece
que seamos más felices. Vivimos bajo la égida de la "hipervelocidad"
informacional que gobierna un mundo insatisfecho, ansioso y lujurioso.
Formamos parte de una supersociedad global con un idioma universal,
pero la gramática es inestable y cambiante. Todos entendemos ese lenguaje, no hace falta traducir los anuncios publicitarios de la televisión,
pero al poco que logramos entenderlos, nos los cambian. Ya no prima lo
que una sabe hacer o producir, como lo que se sabe decir y compartir.
Incluso parece que hayamos dejado atrás la ostentación infantil del viejo
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LA INSOPORTABLE VIDA POSMODERNA
consumismo americano, aquellos viejos carteles tan domésticos, ñoños e
inocentes, para caer en el agujero vacío de lo efímero, en el consumismo
voraz que paradójicamente engulle hasta la propia persona, atrapada en
el goce del nuevo hedonismo comprometido con el propio yo, un "yo"
narcisista pero ético, limpio pero insalubre, orondo pero vulnerable.
Dicen que de todo ello es de donde vienen las plagas de depresiones y angustias, las epidemias de trastornos y adicciones, de síndromes
y enfermedades. ¿Y contra ellas, qué tenemos? Las psicoterapias y la
psicofarmacología posmodernas son excelentes, permiten expansiones
y prevenciones del la parte "psico" del ser humano antes impensables,
pero no parece que sean suficientes para librarnos de la vieja angustia y
sus equivalentes. ¿Y a nivel social, qué sucede? Parece que tenemos una
nueva
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