El 26 de septiembre volvimos a Literariamente con el encuentro;La ética del cuidado entre la escritora Sabina Urraca y la médico de familia Eva Trillo. El proyecto Literariamente trata de aprovechar la buena excusa de la literatura para crear espacios alternativos de escucha.
Empezó Eva Trillo diciendo que en el contexto sanitario se cuidan personas desde el nacimiento hasta la muerte y ese es su ADN. La ética del cuidado se puede trabajar desde dos abordajes compatibles: el filosófico y el práctico. Desde el filosófico, se ha hablado de la ética de la justicia para garantizar valores universales como que todas las personas tengan acceso igualitario a los servicios de salud. Pero en un abordaje más práctico, no se puede tratar a todos los individuos por igual y hay que ofrecerles todo lo que necesiten contextualizándolo en su momento concreto de vida. Aseguraba cómo en el mundo actual sanitario tan
tecnificado, a veces, se pierde de vista la parte humanística que es más importante de cara a los buenos cuidados.
Sabina reflexionaba cómo en sus libros aparecen consultas médicas que tienden a lo gótico y a la tragicomedia ya que ella incide en el absurdo del mundo y en la imposibilidad de la comunicación. En su libro, El Celo, hay un psiquiatra de la seguridad social que resulta salvador, aunque, en general, en sus libros, el médico no tiene mucho tiempo para atender bien a sus pacientes. Narra escenas absurdas que ha compartido con otras amigas y le sirven de inspiración para sus libros como, por ejemplo, cuando el exceso de máquinas lleva a situaciones inverosímiles como en las que un médico no las sabe usar, aunque resulten carísimas.
Ella siempre escribe siempre desde el punto de vista del paciente, pero el otro día un médico le respondió ante una consulta médica que no tenía ni idea y le vio como quemado por el burn out. A raíz de esa escena, pensó en escribir de ello. Le preguntaba a Eva si esto era normal. Eva respondía que el sistema sanitario lo componen seres humanos. Estaba de
acuerdo con que después de la pandemia, ha habido un impacto en la motivación de los profesionales por el estrés postraumático y el social vivido. Siempre que hablamos de cuidado hablamos de vulnerabilidad, decía. Todos somos cuidados y todos somos cuidadores desde que nacemos hasta que morimos.
El cuidado no es una meta sino el principio.
Si no tenemos cuidados, morimos. Explicaba cómo el sanitario tiene que entender el contexto, el entorno familiar y laboral del paciente en una relación asimétrica, aunque ahora hay exceso de sobreinformación en algunas pacientes que llegan a consulta. El paciente viene a buscar esos cuidados en una situación vulnerable. Cuando se establece un diálogo con el paciente, hay que
explicarle de forma clara lo que pasa y hay que saber llegar a decisiones compartidas.
Reiteraba el efecto positivo de las redes de apoyo de la comunidad. Muchas veces las personas
que más lo necesitan no llegan a los entornos sanitarios. Hay que fortalecer la comunidad,
aseguraba.
Sabina recordaba cómo al llevar un taller de escritura en un centro de día para personas con problemas de salud mental se dio cuenta de la asimetría del lenguaje y de los efectos de una falta de comunicación entre psiquiatras, pacientes y familiares que dejaba un poso de desinformación y gran dolor en las familias. A veces, recurría a que contaran ese dolor de manera oral. Eva hablaba de la importancia de verbalizar mediante la escritura sentimientos de tristeza y de la necesario de saber conectar emocionalmente con los pacientes formándose por ejemplo en la entrevista emocional y saber respetar los silencios y
los tiempos. Los pacientes necesitan sentirse arropados.
Reiteró que no se nos podía olvidar la figura del cuidador, generalmente mujeres a las que se ha delegado estas funciones por lasociedad patriarcal. Hablaba de la necesidad de que estos cuidados sean compartidos con la
sociedad y desde diferentes estamentos.
Sabina preguntaba a Eva por el papel de la imaginación y por lo que leían los médicos.
Eva contestaba que mucha ciencia, pero también había médicos humanistas. Sabina preguntaba con curiosidad cómo les gustaba a los médicos ser retratados en las novelas y si se enfadan cuando no salen bien parados. Eva decía que muchos médicos hasta que no les toca ser pacientes, no entienden las críticas. Afirmaba que si las críticas son constructivas y servían
para mejorar no las veían mal.
Sabina confesaba que a a ella le gustaba mucho la medicina, la terminología médica y que tenía un gran interés por el cuerpo humano por dentro, incluso había asistido a una operación con una amiga cirujana, o había asistido a un parto. Le preguntaba a Eva por qué aparecía eses desinterés o cansancio en la profesión médica y cómo estaban los medidores de interés en la profesión médica. Eva respondía que estaba cambiando el paradigma actual.
Muchos jóvenes escogen medicina por las buenas notas, otros por presión familiar… pero se nota que los jóvenes de ahora quieren vivir más allá de la profesión y muchos cuando terminan la residencia renuncian a un trabajo estable para irse unos meses de viaje. Ella desde los catorce años quería ser médico. Como médico rural, aunque ahora se dedique a la gestión,
explicaba cómo había tenido desde siempre vocación en acompañar a sus pacientes.
Sabina había estado en contacto con el equipo de paliativos de un hospital para acceder a historias de inspiración para sus libros. Habló con muchas personas que habían estado presente en muerte de sus seres queridos. Tenía interés en saber si existían patrones que se repetían en esos instantes previos a la muerte que le parecían de profundo interés literario. Eva respondía cómo le sorprendía cómo cambiaban los roles en la familia. Hablaba del tabú de la cultura latina sobre este tema. Por ejemplo, cuando un familiar le dice al médico: “No le diga nada porque no sabe qué se va a morir” pero, a su vez, el paciente le dice al médico: “No le diga a mi familia que me voy a morir”. Si el paciente pregunta siempre hay obligación de contestar. El paciente que quiere saber, pregunta.
El que no quiere saber, no pregunta. Cuando los pacientes tienen tiempo, su mayor pretensión es dejarlo todo arreglado.
Cuando hacen todo eso, ya están en paz. Narró varias experiencias extrasensoriales como cuando un paciente antes de morir dijo que se había reunido con su hermano, personas ciegas que habían visto o sordas que habían oído. Cuando estés al lado de personas que se va a morir hay que tener cuidado porque escuchan, saben y sienten. La muerte nos da miedo porque nadie la hemos explorado, pero las personas lo relatan como estado de paz. La persona no necesita comer porque el cuerpo se va a apagando. Aunque no necesite comida, sí necesita afecto y cariño, concluía.
A Sabina le preocupaba que por el tipo de vida que tenemos ahora, cómo van a ser los cuidados en el futuro. Avanzamos hacia un mundo más conectado pero cada vez más solitario, una sociedad como menos cohesión y con más máquinas y robots. Hablaba de la necesidad de construir otro paradigma. Sobre si la literatura puede curar, decía que los libros son como un
bálsamo porque hacen que te relajen y te olvides de todo. A ella le gusta contar historias duras porque le gustan los libros y las películas que remueven. No le gusta la literatura pedagógica. Los niños y adultos tenemos que ver cosas que no entendamos del todo. Para ella, la literatura hace el bien cuando enseña la complejidad del mundo y trata a los
humanos como seres pensantes.
HÉCTOR ABAD FACIOLINCE y MERCEDES NAVÍO.
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