El trastorno por déficit de atención con hiperactividad ha estado sometido a variabilidad en su contenido y nomenclatura a lo largo de la historia. La elevada prevalencia de este trastorno
y la enorme repercusión escolar y adaptativa, han conducido a que en la última década haya alcanzado una gran resonancia. El diagnóstico mediante el DSM-IV-TR requiere la presencia
de 6 o más síntomas atencionales y/o hiperactividad/impulsividad. Los criterios propuestos son un patrón persistente de desatención y/o hiperactividad-impulsividad, que es más frecuente
y grave que el observado habitualmente en sujetos de un nivel de desarrollo similar (Criterio A), algunos síntomas pueden haber aparecido antes de los 7 años de edad (Criterio B).
Eficiencia reducida en demandas generadas en el colegio, en la vida laboral o en la vida social (Criterio D), por lo menos, en dos de ellas (Criterio C). No se explica mejor por la
presencia de otro trastorno mental (Criterio E). La evaluación del TDAH es crítica para una posterior intervención, por lo que el clínico cuenta con un gran número de instrumentos para
evaluar los diferentes aspectos del TDAH.