Existen múltiples estudios sobre el tema con resultados ocasionalmente contradictorios, pero uno de los estudios más definitivos sobre el tema (1) concluye que las principales causas que se han identificado como de riesgo para dar origen a la violencia son los patrones educativos de los hijos y la cultura permisiva sobre la violencia que se observa en el entorno social y familiar de los países desarrollados.
Violencia y sociedad.
J. García Campayo; M. Alda.
*Psiquiatra y Profesor Asociado.
** MIR Psiquiatría.
Hospital Universitario Miguel Servet
[25/2/2003]
El origen de la violencia
Existen múltiples estudios sobre el tema con resultados ocasionalmente contradictorios, pero uno de los estudios más definitivos sobre el tema (1) concluye que las principales causas que se han identificado como de riesgo para dar origen a la violencia son los patrones educativos de los hijos y la cultura permisiva sobre la violencia que se observa en el entorno social y familiar de los países desarrollados.
En este sentido, algunos de los factores que podrían modificarse por los profesionales de forma preventiva y que claramente se asocian con violencia en la mayoría de los entornos son los siguientes (1):
- Exposición a conductas violentas en la infancia.
- Enfermedades psiquiátricas asociadas.
- Consumo de alcohol y drogas.
- Limitadas capacidades de afrontamiento y de resolución de problemas (en algunos casos puede estar en relación con coeficiente intelectual desfavorable).
- Facil acceso a armas de fuego.
El papel de los medios de comunicación de masas
Se considera que los medios de comunicación de masas estadounidenses son los más violentos del mundo, ya que el número de asesinatos por hora que visualiza alguien que esté contemplando el televisor es también el más elevado del planeta. Aunque en los últimos años existe creciente alarma social en este sentido que intenta limitar a nivel horario o incluso cuantitativamente esta exposición violenta, parece confirmado que los Estados Unidos de América está pagando un alto precio por este hecho en forma de violencia real en la vida diaria.
Las investigaciones confirman (2) que la violencia en el cine, la televisión, los videos musicales y los videojuegos, que permean la vida diaria de los adolescentes y jóvenes estadounidenses, favorecen la conducta agresiva. La forma en que actuarían sería mediante procesos de desensibilización a la violencia. Se considera que la forma de contrapesar esto sería implemetar recompensas y castigos ante el visionado de violencia y mostrar las consecuencias reales de la violencia a los adolescentes. De esta forma los jóvenes y adolescentes podrían reinterpretar de otra forma lo que ven en los medios de comunicación (2).
Existen esfuerzos desde las administraciones publicas para enfatizar la educación en la escuela, desarrollar campañas de promoción de la lectura (como alternativa a los medios de comunicación) y desarrollar tecnología para permitir a los padres impedir el acceso de los hijos a contenidos violentos. Sin embargo, no existen todavía estudios controlados que confirmen la utilidad intuitiva de estos procedimientos. Por otra parte, tampoco queda claro que aunque fuesen útiles pudiesen implantarse fácilmente.
El papel de los trastornos psiquiatricos en la violencia social.
Existe una intensa preocupación en la sociedad sobre el papel de los trastornos psiquiátricos en los fenómenos violentos. Debido al hecho de que las acciones violentas tipo homicidio o suicidio que realizan los pacientes psiquiátricos son rápidamente reflejadas en los medios de comunicación, la población general presenta la distorsión de que estos hechos suponen un importante porcentaje de los delitos violentos. Nada más alejado de la verdad.
Se acepta que los enfermos con esquizofrenia son significativamente más violentos que la población normal. Esta asociación persite incluso tras controlar variables económicas y sociodemográficas (3). La probabilidad de hechos violentos se incrementa si existe, de forma asociada, consumo de sustancias y cuanto más aguda sea la enfermedad en ese momento.
Sin embargo se calcula que sólo el 10% del total de los actos violentos cometidos en una sociedad los producen los enfermos mentales (4). Por tanto, sería importante desde el prisma de la opinión pública, no insistir tanto en el riesgo relativo de la violencia de estos enfermos (que efectivamente es más elevado) sino en el escaso riesgo absoluto sobre el total del fenómeno violento.
Prevención de las conductas violentas
Desde hace siglos este tema es motivo de preocupación de filósofos, psicólogos y políticos. ¿Es posible educar al ser humano para disminuir la violencia? De hecho, para muchos autores y científicos biopsicosociales la posibilidad de prevenir la violencia en una sociedad tan compleja como la nuestra es un puro mito (5).
En los últimos años, sin embargo, psicólgos y psiquiatras vienen trabajando de forma exhaustiva sobre este tema. El foco de interés son de nuevo los jóvenes y adolescentes ya que, por “efecto cohorte” si se consigue éxitos en ellos, a partir de ese momento y en las siguientes generaciones el éxito estaría asegurado.
Sin embargo, en una sociedad con importantes problemas de abuso de sustancias, delincuencia, violencia juvenil y otros trastornos de conducta (lo que se ha denominado “individuos multiproblema”) se hace necesaria alguna estrategia efectiva y de bajo coste que pudiese disminuir este tipo de trastornos. El tema del bajo coste es clave para una implantación sistemática y rápida. Un ejemplo típico de vacuna conductual efectiva sería lavarse con antisépticos antes de acostarse, lo que permite disminuir la fiebre nocturna infantil. Durante mucho tiempo se ha buscado una intervención de este tipo en los problemas de violencia.
Actualmente se habla de una vacuna conductual para la violencia denominada “Juego de la Buena Conducta” (en inglés: “Good Behaviour Game” o GBG) (6). Consiste en un juego en contexto grupal para estudiantes de educación general básica que refuerza la inhibición. No es una formación curricular sino un simple procedimiento basado en el análisis conductual aplicado. Tanto estudios longitudinales como de gemelos sugieren que es efectivo. De hecho se han publicado más de 20 replicaciones independientes del GBG, algunas con seguimiento a largo plazo, que muestran una consistente disminución de las conductas antisociales y consumo de sustancias en adolescentes.
Su característica más importante es que puede ser administrado por los profesores de primaria de forma individual, siendo el único en su género cuya aplicación es tan sencilla y efectiva. De hecho, varias agencias federales norteamericanas lo consideran el instrumento más efectivo para prevenir la violencia. Por eso se plantea la necesidad de su implementación a amplio nivel en muchos estados durante tiempo suficiente ya que podría consolidarse un cambio social importante.
Conclusión
La violencia social es un tema de preocupación desde hace siglos. En la actualidad, el país donde más intensamente se sufre este problema es en Estados Unidos y es de allí de donde están surgiendo las iniciativas más interesantes. Se enfatiza el importante papel de los medios de comunicación en este fenómeno y el comparativamente poco peso de los individuos con trastornos mentales. Por último, se analiza la estrategia más importante, en términos de efectividad y factibilidad, de prevención de la violencia que existe en la actualidad.
Bibliografía
1. Colon de Marti LN, Marti-Calzamilla LF. Youth violence: understanding and prevention. P R Health Sci J 2000; 19: 369-74.
2. Willis E, Strasburger VC. Media violence. Pedriatr Clin North Am 1998; 45: 319-31.
3. Modestin J. Criminal and violent behaviour in schizophrenic patients: an overview. Psychiatry Clin Neurosci 1998; 52: 547-54.
4. Walsh E, Buchanan A, Fahy T. Violence and schizophrenia: examining the evidence. Br J Psychiatry 2002; 180: 490-95.
5. Melton P. Violence prevention: myth or reality? J La State Med Soc 2000: 152: 509-22.
6. Embry DD. The good behavior game: a best practice candidate as a universal behavioral vaccine. Clin Child Fam Psychol Rev 2002; 5: 273-97.
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