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Rasgos de personalidad límite y déficit en la mentalización en una muestra no-clínica de adolescentes.

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Autor/autores: Angel Lorite Muñoz , SERGIO RUFO BENAVENTE, MARIA JOSÉ VEGA PEDRERO, HUGO GUILLEN RODRIGO, ESTER CORTAZAR ALONSO
Fecha Publicación: 20/08/2018
Área temática: Salud mental , Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia , Tratamientos , Personalidad, Trastornos de la Personalidad .
Tipo de trabajo:  Artículo de investigación

Hospital Juan Ramón Jiménez (Huelva)

RESUMEN

Objetivo: El objetivo de este estudio es ver si un déficit en la mentalización está asociado con la presencia de rasgos límite en la población general adolescente, teniendo en cuenta los estilos de apego (de adolescentes y sus cuidadores) y la mentalización de los cuidadores.

Método: Se utilizó el Cuestionario de Mentalización (MZQ), el Cuestionario de Apego (RQ) y el Cuestionario de Trastornos de la Personalidad-4+ (PDQ-4+) para la medir la mentalización, los estilos de apego y los rasgos límite en una muestra de 155 adolescentes y su principal cuidador.

Resultados: Se encontró una relación positiva entre el déficit en la mentalización y los rasgos límite, aunque ninguna de las variables potencialmente mediadoras mostró un efecto significativo.

Conclusiones e implicaciones: El déficit en la mentalización y los rasgos de personalidad límite también se asocian en adolescentes no clínicos, en consistencia con los resultados de trabajos previos que informaron la misma asociación en muestras clínicas de adultos y adolescentes. Este resultado indica que un déficit en la mentalización es importante para el desarrollo de los síntomas límite por ser significativo en etapas subsindrómicas del Trastorno Límite de la Personalidad. Esto refuerza la necesidad de incluir el enfoque basado en la mentalización en las estrategias terapéuticas e incluso en los programas de prevención.

Palabras clave: personalidad límite, TLP, mentalización, función reflexiva, adolescencia, apego, población general, muestra no-clínica.


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Psicología.com. 2018 VOL 22

Artículo de investigación

Rasgos de personalidad límite y déficit en la mentalización
en una muestra no-clínica de adolescentes.
Ángel Lorite Muñoz 1 , Sergio Rufo Benavente 3,
Maria Jose Vega Pedrero 4, Hugo Guillen Rodrigo5, Ester Cortazar Alonso 6
Hospital Juan Ramón Jiménez ( Huelva)

Resumen
Objetivo: El objetivo de este estudio es ver si un déficit en la mentalización está asociado con
la presencia de rasgos límite en la población general adolescente, teniendo en cuenta los
estilos de apego (de adolescentes y sus cuidadores) y la mentalización de los cuidadores.
Método: Se utilizó el Cuestionario de Mentalización (MZQ), el Cuestionario de Apego (RQ) y
el Cuestionario de Trastornos de la Personalidad-4+ (PDQ-4+) para la medir la mentalización,
los estilos de apego y los rasgos límite en una muestra de 155 adolescentes y su principal
cuidador. Resultados: Se encontró una relación positiva entre el déficit en la mentalización y
los rasgos límite, aunque ninguna de las variables potencialmente mediadoras mostró un
efecto significativo. Conclusiones e implicaciones: El déficit en la mentalización y los rasgos de
personalidad límite también se asocian en adolescentes no clínicos, en consistencia con los
resultados de trabajos previos que informaron la misma asociación en muestras clínicas de
adultos y adolescentes. Este resultado indica que un déficit en la mentalización es importante
para el desarrollo de los síntomas límite por ser significativo en etapas subsindrómicas del
Trastorno Límite de la Personalidad. Esto refuerza la necesidad de incluir el enfoque basado
en la mentalización en las estrategias terapéuticas e incluso en los programas de prevención.

Palabras-clave: personalidad límite, TLP, mentalización, función reflexiva, adolescencia,
apego, población general, muestra no clínica.

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Abstract
Objective: The objective of this study is to examine the association between a deficit in
mentalization and the presence of borderline traits in general adolescent population,
considering attachment styles (adolescents and their carers) and self-mentalization of
caregivers. Method: The Mentalization Questionnaire (MZQ), the Relationship Questionnaire
(RQ) and Personality Disorder Questionnaire-4+ (PDQ-4) were used for measuring
mentalization, attachment styles and borderline traits in a sample of 155 adolescents and their
principal caregiver. Results: A positive relationship between deficit in RF and borderline traits
was found, although none of the potencially mediator variables showed a significant effect.
Conclusions and implications: The deficit in mentalization and the borderline personality traits
are also associated in non-clinical adolescents, in consistence with the results of previous
works reporting the same association in clinical samples of adults and adolescents. This result
indicates that a deficit in mentalization is important for the development of borderline
symptoms, being significant also in subsyndromal stages of BPD. This reinforces the need of
including mentalization-based approach in therapeutic strategies, even in the prevention
programs.

Key-words: borderline personality, BPD, mentalization, reflective function, adolescence,
attachment, general population, non-clinic sample.

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Introducción
La mentalización se define como la capacidad de entender el propio comportamiento y el de
los demás en función de estados mentales tales como sentimientos, pensamientos, deseos,
impulsos, conflictos o creencias (Fonagy & Luyten, 2009; Fonagy, Target, Steele & Steele,
1998).
A pesar de que los términos mentalización y función reflexiva (FR en adelante) se refieren a
fenómenos ligeramente distintos, en la literatura se han utilizado de forma equivalente. A
diferencia de la mentalización, la FR se refiere a la capacidad de reflexionar sobre los estados
mentales propios y de los demás (Choi-Kain & Gunderson, 2008) en el contexto de la relación
de apego (Ha, Sharp, Ensink, Fonagy & Cirino, 2013) y de una forma más bien consciente o
explícita. Así, la mentalización sería un concepto más general que englobaría la FR y otras
habilidades menos conscientes, voluntarias o explícitas. No obstante, de acuerdo con la mayor
parte de la literatura, en el presente trabajo se utilizarán ambos términos indistintamente.
Puesto que la mentalización es una forma de cognición social estrechamente relacionada con
la organización de los afectos, se ha propuesto que un déficit en esta capacidad podría estar
estrechamente ligado a diversos fenómenos psicopatológicos, entre ellos el Trastorno Límite
de la Personalidad (TLP en adelante) (Bateman & Fonagy, 2013; Biskin, 2013; Sharp et al.
2009). Un déficit en la mentalización se ha asociado a problemas de disregulación e
inestabilidad emocional así como a falta de consistencia en la identidad del individuo, ambos
aspectos nucleares del TLP (Sharp et al 2011).
Además, el TLP conlleva una gran dificultad para contener y comprender las propias
reacciones emocionales (Courtney-Seidler, Klein & Miller, 2013), las cuales suelen ser: 1)
excesivas (en cuanto a intensidad), 2) invasivas (en cuanto a la incapacidad que suele tener la
persona para metabolizarlas, con lo cual la invaden y la exceden) y finalmente 3) expulsivas
en el sentido de que estas emociones no pueden ser reflexionadas (es decir, mentalizadas o
traducidas en contenido mental o pensamiento) de modo que se expulsan en forma de
conducta , acarreando problemas como las autolesiones o los conflictos con los demás
(Cuevas & López, 2012; Rossouw & Fonagy, 2012).
De acuerdo con el modelo propuesto por Bateman y Fonagy (2004); el funcionamiento de la
personalidad límite puede ser entendido como consecuencia de tres fenómenos. En primer
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lugar, una pérdida de la capacidad para comprender el comportamiento humano (propio y
ajeno) como consecuencia de estados internos intencionales, lo cual afecta en especial a la
interacción con las figuras de apego.
En segundo lugar, la activación de modos de funcionamiento mental más primitivos,
desorganizados y menos sofisticados (funcionamiento pre-mentalización, como el niño
cuando todavía no es suficientemente hábil "leyendo" a los demás y comprendiendo la
relación entre lo que hacen y los estados que dan lugar a esos comportamientos) (Fonagy &
Bateman, 2006). La persona con un funcionamiento límite toma por excesivamente "ciertos"
o "reales" sus propios estados internos confundiéndolos con la realidad externa y
funcionando así de un modo primitivo e indiferenciado (Sharp et al. 2013), como si lo que
"cree" que está ocurriendo o "teme" que pueda ocurrir, estuviera efectivamente pasando o
ya hubiera ocurrido.
En este sentido, en lo que se refiere a estados mentales (sentimientos, pensamientos, deseos,
impulsos, creencias) las personas con una estructura límite de la personalidad, no distinguen
entre los propios estados internos y los ajenos, sino que a menudo confunden lo que ellos
sienten con lo que sienten los demás y viceversa (Fonagy, Luyten & Strathearn, 2011).
Tampoco distinguen entre el mundo interno y el externo, confundiendo lo que ocurre o se
representa en sus mentes con lo que realmente se da en la realidad. Confunden, por tanto, la
fantasía y la realidad, la cuál es representada en sus mentes con grandes distorsiones
cognitivas, situándose así en la zona limítrofe con la psicosis (que es lo que da nombre al
trastorno) y generando esta confusión una intensa angustia que les va a resultar muy difícil
de contener y que les va a acabar llevando, por tanto, a tener reacciones excesivas (Kernberg
& Michels, 2009; Lineham, Comtois, Murray, Reynolds & Lindenboim, 2006).
Finalmente, el funcionamiento del TLP también implica, por definición (APA, 2013), una
tendencia a exteriorizar los sentimientos de forma impulsiva (sin FR) en forma de conductas,
a menudo desadaptativas, como lo demuestran 1) las autolesiones en situación de frustración,
2) la ira descontrolada, y 3) la expresión indiscriminada de sus afectos. Esta exteriorización en
forma de conducta refleja bien la desorganización y la disregulación internas que caracterizan
a las personas con TLP, así como la falta de contención.
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El funcionamiento límite es frecuente en la población y resulta muy difícil de tratar una vez
cristalizado. No existe un acuerdo unánime respecto a la prevalencia del TLP, pero los estudios
epidemiológicos lo sitúan entre el 2% y el 4% en población general y entre el 10% y el 20% de
los pacientes que acuden a los servicios de salud mental comunitarios (Jorgensen et al. 2013;
Kernberg & Michels, 2009; Leichsenring, Leibing, Kruse, New & Leweke, 2011). Por lo tanto,
el TLP es un trastorno serio que afecta a buena parte de la población.
Hasta la quinta edición del DSM los trastornos de la personalidad no se podían diagnosticar
antes de la adultez, a pesar de no ser alteraciones agudas sino formas de funcionamiento que
se desarrollan lentamente a medida que se estructura la personalidad (Kernberg, 2011). En
reconocimiento de este desarrollo progresivo el DSM-5 (APA, 2013) permite hacer el
diagnostico de TLP antes de los 18 años siempre que haya un patrón permanente de síntomas
durante al menos un año, que éstos no se limiten a lo que se espera dado el periodo de
desarrollo (en la adolescencia es esperable un cierto funcionamiento límite) y siempre que no
se expliquen mejor por un diagnóstico del Eje I (como el Trastorno Bipolar o la Esquizofrenia).
Así, la novedad que aporta el DSM-5 respecto a ediciones anteriores, es la incorporación de
una perspectiva dimensional en la concepción de los trastornos de la personalidad y por tanto
también del TLP, en el que el diagnóstico es cuestión de grado y pasa a depender de la
intensidad del sufrimiento y del nivel de dificultad que tiene la persona para relacionarse
consigo misma y con los demás (Cuevas & López, 2012). El presente trabajo incorpora esta
perspectiva dimensional al estudio del TLP, respaldada por estudios previos que ya refieren
personalidad límite en muestras adolescentes (Chanen et al. 2009; Ha, Balderas, Zanarini,
Oldham & Sharp, 2014; Schuppert et al. 2012)
Dada la elevada resistencia al tratamiento una vez consolidado el TLP, avanzarse a los
momentos de mayor gravedad del trastorno y prevenir al futuro afectado de unos años de
sufrimiento y desarrollo patológico parece una estrategia coste-eficaz. Así, abordar el
trastorno en su forma pródroma puede facilitar su tratamiento porque (a) se trata una
condición menos grave, avanzada y cristalizada y (b) sitúa al terapeuta ante pacientes más
jóvenes, plásticos y menos deteriorados. De ahí que el estudio del TLP en adolescentes haya
ido cobrando importancia.
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No obstante, aunque varios estudios han contrastado la hipótesis del déficit en la
mentalización como condición etiopatogénica del TLP (sindrómico) (Ha et al. 2013; Jorgensen
et al. 2013; Sharp et al. 2009; Sharp et al. 2013), hasta donde llega nuestro conocimiento
ningún estudio ha contrastado aún esta hipótesis en población adolescente, con niveles
subsindrómicos de TLP y desde una perspectiva dimensional. El objetivo del presente trabajo
es abordar este vacío en la literatura científica con el fin de explorar si también en población
general cuya personalidad se está formando, la mentalización es un factor clave en el
desarrollo de los rasgos de personalidad límite.
Desde una perspectiva dimensional se espera (hipótesis 1) que el nivel de funcionamiento
límite (desorganización emocional, difusión de la identidad, confusión entre estados internos
y la realidad, reacciones expulsivas) correlacione con un déficit en la capacidad de
mentalización (problemas para contener las emociones, impulsividad, salto irreflexivo a la
acción). Además, dada la relación entre el TLP y el apego inseguro (Scott et al. 2013), así como
la relación entre las alteraciones en la mentalización y las alteraciones del apego (Fonagy et
al. 2011), se postula (hipótesis 2) que un estilo de apego inseguro podría estar mediatizando
la relación entre la magnitud del déficit en la mentalización y el funcionamiento TLP.
Finalmente, puesto que la capacidad para hacer mentales los estados subjetivos se desarrolla
en el contexto de un apego seguro y depende en buena parte de la capacidad de mirroring
del cuidador (i.e., de la capacidad para reflejarle al niño sus propios estados internos para que
los vaya reconociendo, nombrando y mentalizando) (Fonagy & Luyten, 2009), se postula
(hipótesis 3) que el estilo de apego del cuidador junto con su propia capacidad para mentalizar
podrían explicar en parte la relación entre el déficit en la FR y los rasgos de TLP de los
adolescentes (Grienenberger, Kelly & Slade, 2005).

Método
Participantes
Para el presente estudio piloto se eligieron mediante criterio de proximidad ocho Institutos
de Educación Secundaria (IES en adelante) grandes (con más de una línea de ESO y
bachillerato), cuatro de los cuales accedieron a participar, dos situados en la ciudad de
Barcelona y dos en la ciudad de Solsona (Lérida). Todas las familias cuyos hijos estaban dentro
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del rango de edades del estudio fueron invitadas a participar. De los 1.105 adolescentes
invitados, aceptaron 155 (el porcentaje de participación fue del 14.03%).
En la muestra de 155 adolescentes participantes con edades comprendidas entre los 12 y los
18 años, la media de edad fue de 14,74 años (DE = 1,80). La distribución por sexos fue de 99
chicas (63,9%) y 56 chicos (36,1%). De acuerdo con el índice de Hollingshead (Hollingshead,
1975), un 16,8% de la muestra pertenecía a un nivel socioeconómico bajo, un 18,1% a un nivel
medio-bajo, un 22,6% a un nivel medio, un 31,6% a un nivel medio-alto y un 9,0% de familias
formaban parte del grupo con un nivel alto (para 3 familias no fue posible disponer de la
clasificación del nivel socieconómico). Un total de 140 adolescentes provenían de familias
biparentales (90,3%) y 15 de familias monoparentales (9,7%).
En el contexto de un estudio más amplio, se pidió al progenitor o tutor que mejor conociera
al chico/a que respondiera unos cuestionarios. En el presente estudio se utilizan las
puntuaciones que este progenitor proporcionó sobre su propio nivel de FR y su estilo de
apego. De los datos del progenitor, 127 (81,9%) fueron respondidos por la madre, 23 (14,8%)
por el padre, 2 (1,3%) por el/la tutor/a legal, 2 (1,3%) por un/a pariente (en este caso fueron
las tías) y para un informante no se dispuso de información sobre quién completó la
información (0,7%).

Instrumentos
Mentalización
Para medir la mentalización se utilizó el Mentalization Questionnaire (MZQ) desarrollado por
Hausberg (Hausberg et al. 2012) que actualmente está en proceso de adaptación al castellano
(Ballespí, Pérez-Domingo y Doval, 2014). El MZQ es una escala autoinformada y consta de 15
ítems, con una escala de respuesta tipo Likert de 5 puntos donde los extremos van de
"totalmente en desacuerdo" a "totalmente de acuerdo". Todos los ítems son en sentido
directo y están destinados a medir el déficit en la capacidad de mentalización y están
agrupados en 4 factores (se especifica la consistencia interna para cada factor en la muestra
original). El Factor 1 (Negarse a la auto-reflexión, = 0.68) se compone de 4 ítems que evalúan
la evitación a pensar sobre estados internos o el rechazo de los propios sentimientos así como
el miedo de ser abrumado por ellos. El Factor 2 (Conciencia emocional, = 0.68) se compone
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de 4 ítems que evalúan la falta de percibir y diferenciar los propios estados internos. El Factor
3 (Modo de equivalencia psíquica,
= 0.57) está compuesto por 4 ítems que evalúan la equiparación entre los estados mentales
internos y la realidad exterior, de forma que todo parece ser real, es decir, el hecho de
imaginar una situación crítica puede tener el mismo impacto emocional que experimentar un
daño real. Por último, el Factor 4 (Regulación del afecto, = 0.60) se compone de 3 ítems que
evalúan la incapacidad para modular el afecto, que puede conducir a sentimientos de
impotencia y hacer que las personas se sientan amenazadas por sus propios sentimientos. La
consistencia interna del MZQ fue buena en la muestra original ( = 0,81) y aceptable en el
presente estudio, tanto en el MZQ contestado por los adolescentes ( = 0,77) como en el
contestado por los cuidadores ( = 0,79). El MZQ no dispone de un punto de corte.
Puntuaciones más altas en la escala indican mayor déficit en mentalización.

Rasgos límite de la personalidad
Para evaluar la presencia o ausencia de los rasgos límite de la personalidad se utilizó la
subescala para el TLP compuesta por 9 ítems ( = 0.66, en la muestra original) del Personality
Diagnostic Questionnaire-4+ (PDQ-4+ en adelante). Este cuestionario consta de 10 escalas de
Trastornos de personalidad (TP en adelante) referidas a las categorías diagnósticas propuestas
por el DSM-IV-TR y dos escalas dirigidas a evaluar los TP que aparecen en el apéndice de
diagnósticos en estudio (TP pasivo-agresivo y TP depresivo). A pesar de que el PDQ-4+ tiene
un punto de corte clínico para la subescala del TLP (puntuaciones 5), en el presente estudio
solo se ha tenido en cuenta la presencia o ausencia del rasgo. El PDQ-4+ muestra una
consistencia interna para los TP del Clúster B de 0.82 y una consistencia interna total de 0.92
(Calvo, Caseras Gutiérrez & Torrubia, 2002; Calvo, Gutiérrez, Andión, Caseras, Torrubia &
Casas, 2012). La consistencia interna para la subescala del TLP del PDQ-4+ en el presente
estudio fue de 0.76.

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Apego
El Relationship Questionnaire (RQ en adelante) se basa en el modelo del apego de
Bartholomew y Horowitz, que conceptualiza cuatro prototipos de apego (Bartholomew &
Horowitz, 1991). Para el presente estudio se utilizó la versión española del RQ (Schmitt et al.
2004) que consta de cuatro apartados, cada uno describiendo un prototipo de apego: RQ-A
(seguro; baja evitación, baja ansiedad), RQ-B (evitativo; alta evitación, ansiedad baja), RQ-C
(preocupado; baja evitación, ansiedad alta), y RQ-D (temeroso; alta evitación, ansiedad alta).
Se pregunta a los participantes mediante una escala Likert de 7 puntos (1-"totalmente en
desacuerdo", 7-"totalmente de acuerdo"). El RQ ha demostrado una fiabilidad y validez
aceptables (Ravitz, Maunder, Hunter, Sthankiya & Lancee, 2012; Sheinbaum, Berry &
Barrantes- Vidal, 2013).

Procedimiento
Entrevistadores que conocían el objetivo del estudio y los instrumentos, llevaron a los
institutos en primer lugar la hoja para que los cuidadores legales y los adolescentes dieran el
consentimiento informado. Una vez obtenido el consentimiento, se les entregó en sus centros
de estudio los sobres con los cuestionarios que tenían que responder los adolescentes (MZQ,
PDQ- 4+ y RQ) y los que tenían que responder los cuidadores (MZQ y RQ). Se les dejó un plazo
aproximado de 10 días para que respondieran los cuestionarios en sus casas y una vez
finalizada la fecha de retorno se acudió de nuevo a sus centros de estudio para recogerlos.
Tras la recogida de cuestionarios, se procedió a hacer una revisión exhaustiva de los posibles
valores faltantes con el objetivo de tener la menor perdida de información posible para el
posterior análisis estadístico. A través de llamadas de teléfono o de e-mails se pudieron
recuperar prácticamente todos los datos que no habían sido contestados (únicamente quedó
pendiente recoger información de 3 sujetos sobre el nivel socio-económico y de un sujeto
sobre el informante).

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Análisis estadístico
El análisis estadístico se llevó a cabo con el programa SPSS.20 para Windows. Mediante
modelos de correlación de Pearson y correlación parcial (ajustada al sexo y edad de los
adolescentes) se valoró la asociación entre la puntuación total del MZQ así como de su
subescala "Modo de equivalencia psíquico" (tanto de los adolescentes como de los
cuidadores) y la puntuación total de la subescala para el TLP del PDQ-4+. Dada la estrecha
relación entre el nivel de significación y el tamaño muestral (muestras grandes como la del
estudio poseen una alta potencia y es fácil obtener relaciones estadísticamente significativas
incluso para coeficientes r bajos, en el presente estudio se considera que el tamaño de la
correlación es alto a partir de r > 0.30).
El estudio de la contribución de las puntuaciones del MZQ y del RQ sobre el nivel del TLP se
realizó con una regresión lineal por bloques/pasos. La variable dependiente fue la puntuación
total obtenida en el PDQ-4+. En el bloque/paso 1 se introdujeron las covariables sexo y edad
del adolescente. En el bloque/paso 2 se agregaron la puntuación total del MZQ y las
puntuaciones del RQ informadas por el/la adolescente. Finalmente, en el bloque/paso 3 se
agregó la puntuación total del MZQ y del RQ informadas por el cuidador (ambas medidas
hacen referencia a la propia mentalización y al apego, no al de los adolescentes).
Los modelos finales no agregaron las interacciones entre la puntuación total del MZQ y la
puntuación total del RQ (contestado por adolescentes y cuidadores) puesto que el paquete
de coeficientes de interacción no resultó ser estadísticamente significativo.

Resultados
Asociación entre la puntuación del PDQ-4+ y el MZQ

Los resultados de la Tabla 1 muestran que para la información procedente de los adolescentes
existe una correlación positiva alta entre la puntuación total del PDQ-4+ y la puntuación total
del MZQ (r = 0,47; p < .001) y de la subescala del MZQ- "Modo de equivalencia psíquico" (r =
0.337; p < .001). Al estimar la correlación parcial ajustada por las covariables sexo y edad de
los adolescentes los resultados fueron prácticamente idénticos a los obtenidos sin el ajuste.
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No se encontró asociación entre la puntuación total del MZQ contestado por los cuidadores y
la puntuación total del PDQ-4+ contestado por los adolescentes (r=0.086; r=0.108 ajustando
por sexo y edad). Tampoco hubo asociación entre la subescala MZQ- "Modo de equivalencia
psíquico" de los cuidadores y la puntuación total del PDQ-4+ de los adolescentes (r=0.046;
r=0.058 ajustando por sexo y edad).

Contribución del MZQ-total y de las escalas RQ sobre la puntuación total del PDQ-4+

La Tabla 2 presenta los resultados de la regresión lineal múltiple por pasos que valora la
capacidad explicativa de la puntuación total del MZQ y del RQ (ambos informados por los
adolescentes y por los cuidadores) sobre la puntuación total del PDQ-4+. En el primer bloque
se introdujeron las covariables sexo y edad de los adolescentes. En el segundo bloque se
agregaron los informes MZQ y RQ de los adolescentes, obteniendo un cambio significativo en
la capacidad predictiva global del modelo ( R2=0.20, p<.001). los resultados de este bloque
muestran que al incrementarse las puntuaciones totales del cuestionario MZQ se produce un
incremento significativo de la puntuación total del PDQ-4+ (B = 0.29, p < .001), y una relación
casi significativa de signo negativo entre la puntuación RQ-B (B = -0.47, p=0.082) y la escala
total del PDQ-4+ (las puntuaciones más bajas del RQ-B se asociaron a las puntuaciones más
altas del PDQ-4+). El tercer bloque de la regresión lineal, que agrega las puntuaciones del MZQ
y del RQ de los cuidadores, no obtuvo un incremento significativo en la capacidad predictiva
global (( R2= 0.02, p =.560), lo cual indica que la información aportada por los cuidadores no
contribuye a explicar la puntuación total del PDQ-4+ de los adolescentes. Los coeficientes del
tercer bloque de la regresión para la información MZQ y RQ del adolescente fueron
prácticamente idénticos a los obtenidos en el bloque previo: la puntuación PDQ-4+ se asocia
significativamente y positivamente a la puntuación total del MZQ y casi significativamente y
con carácter negativo a la escala RQ-B.

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Discusión
Los resultados de este estudio muestran que el número de rasgos de TLP correlaciona con el
grado de déficit en la mentalización en adolescentes. Este resultado es consistente con el de
estudios previos (Bateman & Fonagy, 2013; Choi-Kain & Gunderson, 2008; Fonagy & Luyten,
2009; Sharp et al. 2009, Sharp et al. 2011;) y corrobora la hipótesis 1, favoreciendo la idea de
que la mentalización es una capacidad importante para el buen funcionamiento de la
personalidad y la adaptación social. Este resultado también explica que el Tratamiento Basado
en la Mentalización resulte eficaz tanto en la reducción de síntomas (sobre todo las
autolesiones e intentos de suicidio) como en la reducción de la intensidad de los mismos
(Bales et al. 2012; Jorgensen et al. 2012; Rossouw & Fonagy, 2012).
El presente estudio también revela una asociación positiva y estadísticamente significativa
entre el grado de TLP y la tendencia a la hipermentalización evaluada con la subescala del
MZQ- "Modo de equivalencia psíquico" (r = 0.34; p < 0.001). Esta relación es consistente con
lo hallado en estudios anteriores (e.g., Sharp et al. 2013). La hipermentalización se refiere a
una tendencia excesiva a interpretar señales sociales e interpersonales (sobreinterpretación)
que colapsa el sistema regulador de las emociones y lleva a la persona a excesos emocionales.
El resultado hallado en este estudio sugiere que a mayor funcionamiento límite mayor
tendencia a atribuir a los demás opiniones o intenciones que en realidad no tienen (o que no
puede saberse si tienen), mostrando una de las características más prominentes del TLP: la
tendencia a tomar por "cierto" algo que sólo está en la fantasía del afectado.
En cambio, el presente estudio no avala los resultados sobre el efecto mediador del estilo de
apego (hipótesis 2) hallado por otros autores (e.g., Fonagy et al. 2011; Scott et al. 2013).
Ningún estilo de apego (de adolescentes) se asoció significativamente a los rasgos TLP. No
obstante, los resultados indican cierta tendencia de signo negativo a la significación entre el
grado de TLP y el estilo de apego evitativo (RQ-B) (Bartholomew & Horowitz, 1991). Puesto
que el funcionamiento límite se asocia a la búsqueda de relaciones estrechas y al miedo a ser
abandonado (de forma real o imaginaria), se considera razonable esta relación negativa con
la tendencia opuesta (i.e., a rehuir o evitar las relaciones estrechas).
Esta discrepancia con estudios anteriores podría explicarse por el hecho de que quizá un estilo
de apego inseguro (evitativo, preocupado o temeroso) puede ser relevante cuando una
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persona alcanza el estatus clínico de TLP (donde ya existen relaciones ambivalentes con
figuras cercanas y esto lleva a distorsiones cognitivas como son los extremos de idealización
y devaluación) y, por el contrario, puede no tener relevancia a nivel subsindrómico, debido a
que el estilo de apego y las relaciones sociales no están profundamente deformadas
precisamente porque todavía no ha cristalizado el TLP.
Otra posible explicación podría ser que las secuelas de haber tenido un estilo de apego
inseguro con el cuidador se manifiesten a una edad más tardía que la de la muestra del
estudio, en un momento del desarrollo en el que la personalidad está más consolidada y es
más consistente que en la adolescencia.
Tampoco hubo relación entre el apego o la mentalización de los cuidadores y el grado de TLP
del adolescente (hipótesis 3), a pesar de que la literatura así lo sugiere. Este resultado negativo
sugiere que el estilo de apego del cuidador no es tan influyente ni para con el estilo de apego
del hijo ni tampoco directamente en los rasgos límite de su personalidad. Lo mismo ocurre
con la FR del cuidador: según estos resultados no influye ni en la FR del hijo ni en sus rasgos
límite. Esto puede ser debido a que la medida de FR en este estudo proviene del MZQ, único
autoinforme disponible a tal efecto pero proveedor de medidas de déficit, con lo que debería
concluirse que el déficit en la FR del cuidador no parece influir en los rasgos TLP del
adolescente. Aun así, dada la importancia de la mentalización del cuidador para el desarrollo
de esta misma capacidad en el hijo, sería recomendable contrastar de nuevo esta hipótesis en
el futuro con medidas más afinadas de FR en cuanto estén disponibles.
En conclusión, el presente estudio contribuye a mostrar que: (1) en la adolescencia ya se
puede detectar sintomatología límite, (2) existe un déficit en la mentalización asociado a
niveles subsindrómicos del TLP, y (3) los estilos de apego de adolescentes y cuidadores no son
relevantes para explicar el grado de TLP del adolescente. De los presentes resultados se
desprenden dos importantes implicaciones clínicas. Por una parte, dado que avalan la
perspectiva dimensional hacia la que se enfoca actualmente la psicopatología, señalan la
importancia de detectar el funcionamiento límite antes de que cristalice en TLP, puesto que
este funcionamiento ya es detectable y tiene un formato parecido al del trastorno. Por otra
parte, dado el peso de la FR en el desarrollo de síntomas límite, se propone la idea de
considerar el déficit en la FR incluso como un factor de riesgo de TLP e incluirlo por tanto en
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los programas de tratamiento de este trastorno y prevenirlo incluso a edades tempranas con
finalidad profiláctica.
Existen varias limitaciones en el presente estudio: 1) la baja proporción de adolescentes (y
familias) que aceptaron colaborar, y la no disponibilidad de datos para analizar los rechazos,
2) el diseño transversal, que no permite establecer relaciones causales, 3) el no tener en
cuenta ni la intensidad ni la frecuencia del síntoma sino tan solo la presencia o ausencia de
rasgos límite, y 4) el no haber preguntado por la psicopatología actual o previa de los
adolescentes ni por el historial psicopatológico de los progenitores.
Trabajos futuros deberían valorar (a) la presencia o ausencia de psicopatología en los
progenitores con la finalidad de obtener información sobre la carga genética del TLP, (b) la
gravedad y frecuencia de los síntomas, (c) la presencia o ausencia de factores de riesgo
asociados a la etiopatogenia del TLP, (d) la posibilidad de realizar estudios longitudinales con
la finalidad de poder establecer vías causales.

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