-La interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales predispone a la depresión.
-Vulnerabilidad genética, alteraciones hormonales e inflamación, entre los principales determinantes biológicos.
-El trauma psicológico multiplica por cuatro el riesgo de depresión tras múltiples experiencias adversas en la infancia.
-La soledad aumenta hasta cinco veces las probabilidades de sufrir depresión, pero es también el principal factor modificable.
-La prevalencia de trastornos por uso de sustancias en personas con depresión se sitúa en el 25 %. La mayor comorbilidad se da con el alcohol.
La depresión es una enfermedad del cerebro de origen multifactorial, según se ha puesto de manifiesto en el XXI Seminario Lundbeck “La depresión, ¿nace o se hace?”, celebrado en Sitges.
“El principal factor biológico implicado en la depresión es la predisposición genética, que no es necesariamente determinante para su desarrollo”, ha explicado el doctor José Manuel Montes, Jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, quien ha destacado también el papel que juegan “las alteraciones hormonales, la más frecuente la del cortisol, que media las reacciones del organismo hacia el estrés, o las fluctuaciones en las hormonas sexuales en periodos clave de la vida reproductiva de la mujer, así como la inflamación, entre otros factores biológicos”. La depresión, por tanto, no es una enfermedad hereditaria.
“Se hereda la predisposición a padecer la enfermedad, que junto a la interacción con otros factores ambientales precipitan, en la mayoría de los casos, la depresión”, ha matizado el Dr. Montes.
La influencia de los factores psicológicos y sociales en la depresión Entre los factores ambientales, destacan los psicológicos, tales como el autoconcepto negativo, sensibilidad al rechazo, neuroticismo, rumiación y emocionalidad negativa, y los sociales, relativos al entorno individual y social donde vive y se desarrolla cada persona.
Para la doctora Alba Babot, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria en el Área Básica de Salud de La Garriga (Barcelona), “los problemas psicosociales relacionados con la depresión que con mayor frecuencia encontramos en atención primaria están relacionados con la presión social y económica dentro del ámbito laboral, el trabajo de los cuidados y problemas dentro del ámbito de la pareja”.
Además, “personalidades neuróticas, rumiativas, desconfiadas e introvertidas, con tendencia a la mala gestión de conflictos, presentan una mayor tendencia a la depresión”, ha explicado esta especialista. Y es que hay determinados rasgos de personalidad que se asocian con una mayor predisposición a la depresión y un peor curso y respuesta al tratamiento, según ha detallado en su intervención en el XXI Seminario Lundbeck.
En este sentido, el Dr. Montes ha puesto de manifiesto que “esos perfiles psicológicos más vulnerables a la depresión son aquellos a los que les resulta más difícil afrontar situaciones estresantes”.
La huella del trauma infantil y la soledad no deseada Un elevado porcentaje de adultos con depresión presenta antecedentes de trauma infantil, el 62,5% frente al 28,4% de personas sanas, lo que se asocia a una peor respuesta al tratamiento antidepresivo o remisión, especialmente si han sufrido abuso antes de los 7 años.
El trauma psicológico multiplica por cuatro el riesgo de depresión tras múltiples experiencias adversas en la infancia y cuanto más crónico es el abuso, mayor es la prevalencia de depresión de por vida.
“Las experiencias vividas en la primera infancia modulan de forma significativa la manera de relacionarse con el mundo en la edad adulta. En términos de riesgo de desarrollo de depresión serían traumas como el abandono de un progenitor por separación, muerte o bajos cuidados y los abusos sexuales y psíquicos los que influyen en mayor medida”, ha asegurado la Dra. Babot. El abuso infantil predice peores resultados, incluida la depresión de inicio más temprano, mayor riesgo de depresión recurrente, curso más grave de la enfermedad y mayor cronicidad.
Por otro lado, la soledad representa también una amenaza en nuestra sociedad y afecta de manera negativa a la salud física y mental. Según un estudio del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, la soledad aumenta hasta cinco veces las probabilidades de sufrir depresión, pero también se trata del principal factor de riesgo modificable.
En palabras de la Dra. Babot, “a diferencia de lo que se ha pensado y vivido los últimos años, actualmente la población joven presenta más sentimiento de soledad en comparación con la población adulta mayor. Las redes sociales y la vinculación a pantallas, factores económicos o no trabajar en contacto con otras personas serían los factores que más contribuyen a este sentimiento de soledad no deseada”.
Depresión y consumo de sustancias, la patología dual más frecuente La prevalencia de trastornos por uso de sustancias en personas con depresión se sitúa en el 25 %. La mayor comorbilidad se da con el alcohol (20,8 %), seguida de los opiáceos (11,8 %) y del cannabis (11,7 %). En último lugar, se encuentra el consumo de estimulantes -cocaína y anfetaminas- (4,8 %).
Según el doctor Adrián Neyra, psiquiatra del Programa de Patología Dual y Psicosis del Hospital de Gran Canaria Doctor Negrín y Profesor asociado en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, “ambas enfermedades están íntimamente relacionadas, ya que, en general, el riesgo de padecer una adicción se multiplica por dos si se tiene depresión, y al revés, si se sufre un trastorno adictivo el riesgo de padecer depresión se duplica”.
La comorbilidad entre los trastornos por uso de sustancias y la depresión es la patología dual más común, complicando la respuesta al tratamiento y empeorando el pronóstico. Tal y como ha manifestado el Dr. Neyra, “las personas con depresión se mantienen con más consumo que aquellas sin depresión. A su vez, el consumo de sustancias como el alcohol aumenta los síntomas de depresión y la probabilidad de suicidio. También es preocupante el alto nivel de personas adictas a opiáceos que sufren depresión, ya que esta sustancia es la más habitual en muertes por sobredosis, tanto accidentales como suicidas”. Además, quienes sufren depresión dual tienen también un deterioro funcional más grave, peores tasas de recuperación, mayor morbilidad y mortalidad y mayores tasas de hospitalización que aquellos con un único diagnóstico de depresión.
La depresión comórbida con trastornos por uso de sustancias es más frecuente en mujeres que en hombres, y la depresión es dos veces más habitual en mujeres con un trastorno por consumo de sustancias que en las mujeres de la población general. “En ellas se producen más síntomas depresivos que en los hombres, a pesar de consumir al mismo nivel.
Las mujeres se sienten más estigmatizadas cuando van a buscar ayuda terapéutica, lo que es una barrera evidente para estas pacientes. La culpabilización social y el temor a ser juzgadas lleva al retraso en el tratamiento y en el diagnóstico”, ha asegurado el Dr. Neyra. Los expertos en salud mental reclaman un tratamiento integrado de la patología dual, donde el mismo equipo terapéutico trate, a la vez, la depresión y la adicción, tal y como recomiendan diversas sociedades internacionales.
Sin embargo, “se calcula que el 80% del territorio español trata las adicciones en una red diferente a la de salud mental. Y tenemos una evidente paradoja: los pacientes más graves no son plenamente aceptados en la red de salud mental, por el hecho de consumir. Este es el gran problema de la patología dual en España, donde continuamos con el modelo secuencial o paralelo, lo que provoca que los pacientes abandonen el seguimiento y rara vez existe una coordinación real entre ambos equipos terapéuticos”, ha concluido este especialista.
Experiencia en primera persona Antonio Serrano, coordinador de Amb Experiència Pròpia, cree que para recuperarse de la depresión son necesarios tres pilares fundamentales: el tratamiento farmacológico, el psicológico y el apoyo del entorno. “Con ellos, se puede tener una vida plena tras haber sufrido una depresión”.
Considera que el entorno juega un papel vital: “te puede ayudar mucho o, todo lo contrario. Tener una familia, pareja o amigos que comprendan lo que implica la enfermedad es fundamental para no caer en una relación paternalista que auto-estigmatize e impida la recuperación”. Desde su experiencia con adolescentes y jóvenes, a través de charlas en institutos y universidades, defiende la necesidad de que se hable sobre salud mental para que deje de ser tabú y se normalice, empezando por hablar de las emociones.
“Exteriorizar el malestar emocional es el primer paso para comenzar a estar mejor”, al mismo tiempo que aboga por un uso adecuado del lenguaje que no vulgarice términos como ‘depresión’. “La sociedad no es consciente de lo que implica realmente sufrir depresión, que nada tiene que ver con el ‘estar depre’ que, tan a menudo se emplea”, concluye.