La prevalencia de la depresión prenatal y el trastorno de ansiedad entre las mujeres embarazadas se estima en un 20% y un 15%, respectivamente. Estas afectaciones psiquiátricas son graves y altas, por lo que debemos conocerlas y saber cómo tratarlas.
En la revista American Journal of Psychiatry se ha publicado un artículo que analiza la seguridad del uso de fármacos antidepresivos; tales como los inhibidores selectivos de serotonina, en mujeres embarazadas que padecen depresión. El estudio se llevó a cabo por agrupaciones de madre expuestas y no expuestas, en los que el control las madres fueron seleccionadas de la población general de mujeres embarazadas, mujeres embarazadas con un historial de por vida de depresión, y madres de hijos completos discordantes por autismo. Además, se realizaron análisis separados para cada condición de control para el efecto de a) cualquier antidepresivo, b) inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (isrs) únicamente, c) exposición en cualquier trimestre y d) solo en el primer trimestre.
La comparación reveló que la fuerza de la asociación entre la exposición materna a los antidepresivos y la aparición de autismo en la descendencia difería significativamente en función de la selección del grupo de control. Pero, estudios posteriores, concluyeron que el autismo no fue estadísticamente significativo.
Estos resultados fueron claves para resaltar consideraciones en la contextualización de asociaciones entre exposiciones ambientales y condiciones heredadas, que es un tema central en la disciplina de la psiquiatría, dado el papel sustancial poligénico de la herencia para casi todos los trastornos neuropsiquiátricos. Es decir, como se puede vincular una exposición a la responsabilidad heredada para el autismo, pero no responsable de su transmisión a la próxima generación.
El uso de antidepresivos durante el embarazo es la exposición en cuestión, esta puede constituir un efecto de una causa más próxima al autismo. Por tanto, nos sirve para determinar la predisposición hereditaria a la depresión, pero no puede abordar las posibles interacciones adversas entre los estados depresivos maternos durante el embarazo y la exposición (simultánea) a los antidepresivos.
Finalmente, vemos como los antidepresivos a partir de la exposición ambiental pueden causar un factor de riesgo en mujeres embarazadas, pero si padecen depresión y no se tratan también puede suponer un factor de riesgo para el desarrollo del bebe. En consecuencia, las mujeres embarazadas que sufren trastornos depresivos y necesitan antidepresivos deben consultar con sus médicos, ya que ellas mismas no deberían decidir tomar o no la medicación sin justificaciones objetivas. Se deberían evaluar los riesgos y beneficios que conlleva para la paciente, teniendo en cuenta su situación concreta para buscar lo mejor para ella.
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