PUBLICIDAD

Actualidad y Artículos | Medicina psicosomática   Seguir 5

Me Gusta   1 1 Comentar  2 2

Psiconeuroinmunología: sinopsis de su historia, evidencia y consecuencias

  • Autor/autores: George F. Solomon.

    ,Artículo,Psicosomática,


0%
Artículo | 24/02/2001

Definición

La psiconeuroinmunología representa la ciencia transdisciplinaria que investiga las interacciones entre el cerebro (mente/conducta) y el sistema inmune y sus consecuencias clínicas (1). Aunque comúnmente conocida por el nombre de psiconeuroinmunología “PNI”, el Psicólogo Robert Ader inventó el término a fines de la década del 70, también es conocida con los términos de neuroinmunomodulación y menos conocida como neuroinmunoendocrinología o, inmunología conductual. Sus aspectos clínicos desde el entendimiento de los mecanismos biológicos subordinados por la influencia de factores psicosociales sobre el comienzo y curso de las resistencias inmunológicas y para el entendimiento de la inmunología generadas en síntomas psiquiátricos. Esto es básicamente los aspectos científicos que involucra el entendimiento del complejo y la interacción de la neuroendocrinología y la inmunología generadora de redes en el mantenimiento de la salud y combatiendo enfermedades.



La Psiconeuroinmunología debe proveer básicamente el conocimiento de la dinámica biológica de la medicina humana y alternativa o técnicas médicas complementarias y ofrece desarrollar nuevos modelos no lineales de salud y enfermedad.



Por su singularidad, la psiconeuroinmunología, es un puente para las disciplinas tradicionales de psiquiatría, psicología, neurología, endocrinología, inmunología, neurociencias, medicina interna, incluyendo también la cirugía (cicatrización de heridas).



La colaboración interdisciplinaria es generalmente esencial e intrínseca para su investigación. El campo crece rápidamente, como evidencia de esto en 1981 eran 14 Capítulos de la Primera Edición del principal Libro, pasó a 46 capítulos en 1991 con la segunda edición (2) y a los 80 capítulos en 1999 con tres volúmenes en la tercera Edición.

Historia

La sabiduría antigua y premoderna reflejaron el conocimiento de cuerpo-mente como una interacción bidireccional. Aristóteles dijo, “Psique (alma) y cuerpo reaccionan complementariamente una con otro, en mi entender. Un cambio en el estado de la psique produce un cambio en la estructura del cuerpo, y a la inversa, un cambio en la estructura del cuerpo produce un cambio en la estructura de la psique”. El Sr. Francis Bacon sugirió algo similar, “Nos preguntamos cómo el humor puede afectar el cuerpo y alterar el trabajo de la mente, o igualmente, como las pasiones o temores de la mente pueden alterar el trabajo de nuestro cuerpo”.



Los médicos sabios han conocido el rol de las emociones en el comienzo y en el curso de las resistencias inmunológicas y entre las enfermedades.



El Sr. William Osler según expresó, que es importante conocer, lo que está pasando por la cabeza del hombre como en su pecho para pronosticar el resultado de una tuberculosis pulmonar.



El célebre fisiólogo británico George Day manifestó “el problema de adaptación es creciente” en los 18 a 24 meses anteriores a la enfermedad y dijo: “Estos factores psicológicos pueden hacer influencia en el curso de la tuberculosis, una vez que está establecida, puede ser minimizada por alguien quien tuvo la oportunidad de escuchar al paciente en el progreso en un razonable período”(3).



En el curso de los años desde 1940 algunas observaciones “psicosomáticas” fueron hechas con respecto a factores emocionales en el inicio y curso de las enfermedades autoinmunes, principalmente la artritis reumatoide, incluyendo el lupus eritematoso sistémico (SLE), el mal de Grave tipo tiroiditis, y otras (4). Quizás la observación más intrigante de este período, se encontró en que los parientes físicamente saludables de pacientes con artritis reumatoide tenían en su serología las características del anticuerpo de esa enfermedad, el factor reumatoide (Anti-inmunoglobulina G) pero con superior adaptación psicológica que los que les faltaban el factor, sugiriendo que el bienestar psicológico podría tener una influencia proteccionista ante una vulnerabilidad genética (5).

Contrariamente, una enfermedad auto-inmune, el Lupus eritematoso sistémico (SLE) puede producir síntomas psiquiátricos, así como un rasgo clínico inicial (6).



La literatura relativamente voluminosa, de calidad muy variada, sobre los factores psicológicos que predisponen al cáncer y factores psicológicos que pronostican el resultado son difíciles de interpretar psiconeuroinmunológicamente; solamente algunos canceres (como el melanoma maligno, el linfoma no Hodgkin, y algunos cánceres de mama) claramente son inmunológicamente resistidos; aunque hay casos de resistencia inmunológica en la diseminación metastásica (la vía natural de muerte celular por citotoxicidad) es impresionante (7-8).

La Fundación Científica de Psiconeuroinmunología es el resultado de una recopilación de trabajos históricos, unos pocos serán citados (9).



A fines de 1950 y principios de 1960, experimentos con animales implicaron que el estrés podría afectar ambas inmunidades, la humoral y la celular.

Rasmussen, Marsh y Brill encontraron que ratones expuestos a estrés fueron más susceptibles en contraer infección por el virus del Herpes Simple.

Wistar y Haldemann encontraron que la misma tensión prolongó la retención de autoinjertos.

La primera evidencia experimental directa de los efectos de tensión o estrés en la inmunidad era que a una reducción de anticuerpo responde un antígeno como resultado de la tensión en roedores por Vessey y por Solomon (1960).

Aproximadamente por el mismo tiempo, Solomon, Levine, y Kraft demostraron esa experiencia en los primeros años de vida (capacidad infantil) podría afectar la respuesta del anticuerpo en la vida adulta.



El área más extensa de anormalidades inmunológicas que ocurren junto con las enfermedades mentales empezó con el trabajo de Solomon y Fessel sobre los niveles anormales de inmunoglobulinas y los anticuerpos reacción-cerebro en algunos pacientes con esquizofrenia.



La investigación reciente más definitiva en psiconeuroinmunología, (en gran parte) pasada por alto en el occidente, fue la de Korneva y Khai que trabajan en Leningrand.



En 1963, ellos informaron esas lesiones electrolíticas destructivas en el hipotálamo dorsal de conejos, que llevaba a la supresión del desarrollo de la fijación del complemento anticuerpos y la retención prolongada de antígenos en la sangre.



Así, ellos habían demostrado que el cerebro estaba envuelto en inmunoregulación, un tema que se especulaba en el trabajo por Solomon y Moos en 1964, “Emociones,Inmunidad, y Enfermedades” (3), a veces llamado el iniciador en los comienzos de esta interdisciplina.



Se publicaron varios trabajos en los años 1960 y 1970 por el inmunólogo Yugoslavo B.D. Jankovic.

Por ejemplo, él señalo las similitudes del antígeno entre el cerebro y las proteínas inmunológicas.



PUBLICIDAD


El trabajo más crítico para establecer la credibilidad e importancia de la comunicación cerebro-inmunidad, sin embargo, fue el de Robert Ader y Nicholas Cohen en 1975 sobre el sabor aversivo que condicionó la inmunosupresión.



Si un estímulo condicionado (la sacarina) podía producir la inmunosupresión de un estímulo no condicionado (la droga ciclofosfamida) cyclophosphamide, entonces cerebro y aprendizaje debían relacionar las respuestas inmunológicas.

Como consecuencia, Ader y Cohen descubrieron pertinentemente ambos detalles clínicamente y con respecto a la naturaleza de la respuesta del placebo, la habilidad de utilizar este tipo de condiciones para prolongar la vida de ratones con una enfermedad autoinmune, el lupus, por el tratamiento con sacarina principalmente (10).



Notablemente, esto fue después de una aceptación general del fenómeno de las condiciones de inmunidad (que demostró poder conseguir regulaciones ascendentes y descentes) fue esto realizado en 1926 el fenómeno se había demostrado y considerando la inflamación peritoneal por Metal’nikov y Chorine en un trabajo realizado en el Instituto Pasteur, una ciencia verdaderamente antes de su tiempo.



El eslabón crítico entre el sistema inmunológico y el cerebro en el eje neuroendocrino-inmune se demostró convincentemente por Besedov y Sorkin a fines de 1970.

Ellos mostraron que la activación inmune (estimulación antígena) desencadena el eje hipotálamo-hipófiso-suprarrenal en un rol de inmunología.



El próximo hito sería el hallazgo entonces polémico por Edwin Blalock, de que hay células inmunológicamente competentes, (los linfocitos) que pueden sintetizar las hormonas (ACTH) y neuropéptidos (la b-endorfinas), se pensaba anteriormente que esto era sólo producido por células neuroendócrinas (11).

Clases de evidencias del Sistema Inmune del Sistema Nervioso Central (SNC)

Hay una variedad de categoría de evidencias – experimental y naturalista, básica y clínica, animal y humana, in vitro y en vivo, médica y psiquiátrica - para la comunicación bidireccional entre el sistema nervioso central y varios componentes del Sistema Inmunológico.

Teleológicamente , tiene sentido que estos dos sistemas deben unirse.

Ambos relacionan al organismo al mundo externo y evalúan sus componentes como indemne o peligroso, las dos defensas sirven de defensa y adaptación, ambas poseen memoria y aprenden por la experiencia, ambas contribuyen a la homeostasis, los errores en la defensa pueden producir enfermedad, Ej. auto-inmunidad o alergias por un lado y fobias o pánico por el otro.



Blalock se ha referido al sistema inmunológico como un “ sexto sentido”, remitiendo información sobre el ambiente al cerebro acerca de los aspectos celulares y ambientales accesibles por los cinco sentidos (11). Las clases de evidencia para la interacción del SNC, algunos de los cuales se ha mencionado incluyen: evidencia (lesión) directa de la región de control del cerebro de inmunidad y de inervación de órganos inmunes, psicológica (rasgo y estado) los factores en el inicio y curso de resistencias inmunológicas infecciosas y neoplásicas y entre alergias y enfermedades autoinmunes, las influencias de las hormonas de estrés en la inmunidad, los efectos de los neurotransmisores y neuropéptidos en la inmunidad, los efectos experimentados del estrés en la inmunidad en los animales, los efectos de estrés y ejercicios en la vida naturalista y experimental en la inmunidad en los humanos y las modificaciones conductuales de efectos de estrés en la inmunidad en los animales y humanos, los efectos de drogas psicoactivas en la inmunidad, la correlación de diferencias psicológicas individuales con la inmunidad en los animales y el hombre, la ocurrencia de anormalidades inmunológicas junto con las enfermedades mentales (la depresión

y esquizofrenia), la influencia de productos del sistema inmunológico del SNC , incluyendo las conductas inmunológicamente inducidas y la alteración por la intervención psicológica y el ejercicio de la inmunidad y el curso de las enfermedades relacionadas inmunológicamente .



Con respecto a la evidencia directa de la modulación neural de inmunidad (12), el

primer trabajo sobre el hipotálamo fue mencionado.

Las neuronas del hipotálamo disparan espacialmente y de manera secuencial después de la administración del antígeno, y el eje HPA se activa por el antígeno y por citokinas pro-inflamatorias en un estado semejante al stress.



Los órganos inmunes, incluso el timo, el bazo, la médula del hueso, reciben la inervación simpática con sinapsis de las uniones entre las terminales nerviosas y los inmunocitos.

La inmunidad se regula cerebrocortical y lateralmente de forma específica en la corteza cerebral izquierda con la influencia de la maduración y función de células T.



Los factores emocionales en el inicio y curso de la enfermedades autoinmunes incluyen las demandas de rasgo/adaptación, estado que predisponen factores como tensión e inseguridad, timidez, dificultad para expresar sentimientos, personalidades tipo “mártir” y masoquistas, y sensibilidad para enojarse de otros.



Los factores del estado psicológico incluyen pérdidas/duelos y depresión y factores circunstanciales como la pérdida de modos previamente exitosos de adaptación (13). La negatividad afectiva, el fracaso, inhabilidad, la incapacidad y la pobre respuesta al tratamiento médico, particularmente la artritis reumatoide.



Con respecto a las alergias, se han estudiado, el estrés, la ansiedad y la depresión retrasaban las células T y de inmediato las células B, hipersensibilidades, dermatitis y asma (14,15 y 16). Hay bibliografía algo polémica que sugiere que la hipnosis puede alterar de inmediato y puede retrasar la hipersensibilidad (17).



La psiconeuroinmunología de cáncer es un área de creciente estudio (18).

La antigenicidad de neoplasmas varían y, así, la habilidad del sistema inmunológico de resistirse a los cánceres específicos.

Las inmunoterapias están ganando atención, particularmente para el tratamiento de melanomas, linfomas y cáncer de mamas.

Se conocen las “toxinas de Cooley” que tenían poca eficacia antes del advenimiento de la quimioterapia son ahora conocidas como poderosos estimulantes inmunes.



La célula NK “Natural Killer”, diferente a la B, y al linfocitoT, tiene actividad citotóxica que no es específica y no tiene histocompatibilidad, y además no tiene un lugar restringido (HLA).

Muchos estudios experimentales y clínicos en el humano y en animales has mostrado que este tipo celular puede ser sensible de influencia en número y actividad por factores estresores y psicosociales.



La célula NK puede jugar un rol en la vigilancia contra las células neoplásicas recientemente surgidas, pero es claramente conocido que puede tener un importante rol en la prevención de metástasis en la extensión del cáncer.

El estrés aumenta la extensión de metástasis en carcinoma mamario en ratas por vía de la supresión de la citotoxicidad de las células NK (18).

La Psicooncología, es un tema que será tratado en un apartado en este trabajo que se preocupa por la calidad así como la duración de vida de los pacientes con cáncer.



La psiconeuroinmunología sugiere que estos dos se unen. A la fecha, solo un estudio de intervención psicoterapéutica incluyó la inmunología como variables en

los resultados clínicos, de Fawsy y colegas (19). Cuando comparó los controles, los pacientes con melanoma maligno bajo la estructura de un grupo psiquiátrico durante seis meses mostraron menos dolor y mayor estimulación de células NK.

Los pacientes intervenidos mostraron menos recurrencia y una supervivencia o sobrevida mayor a seis años.



La psiconeuroinmunología, el estrés y la infección, son temas viejos de observación y de trabajos experimentales, es ahora el enfoque de investigación rigurosa (20).



Hay una gran variedad de virus intranasales que desarrollaron evidencia de anticuerpo e infección como una forma de dosis-respuesta a los aumentos en el grado de tensión psicológica recibida (21).



Hay mucha confirmación en trabajos iniciales sobre los efectos de estrés en las infecciones viral, y bacterial (incluso micobacterial) en experimentos con animales.



Las hormonas responden al estrés, incluyendo pero no limitado a la adrenalina, a corticoesteroides y a catecolaminas, tienen una miríada de efectos de varios aspectos de la respuesta inmune en ambos sentidos de regulación (22). A menudo las hormonas afectan la inmunidad es una “U invertida” de forma supresiva en valores anormales altos o bajos.

El eje HPA, como fue mencionado, se activa inmunológicamente así como por eventos psicológicos, es inmuno-regulador , y suelta ambos factores, corticotrofina (CRF) y la hormona adrenocorticotrofa (ACTH) tiene efectos directos en la inmunidad además de aquellas vías de inducción de descarga de cortisol.

La hormona de crecimiento aumenta las funciones de las células T y NK en animales viejos.

La prolactina se opone a la supresión inmune por inducción de glucocorticoides.

Las hormonas gonadales afectan la inmunidad. La actividad de la célula NK es más alta en la fase luteal del ciclo menstrual (dato que debe tenerse en cuenta en

la programación de cirugías de cáncer en mujeres pre-menopaúsicas).

La inmunidad celular está deprimida durante el embarazo.

Las hormonas tiroideas puedes estimular la actividad de NK, pueden afectar el desarrollo celular T, y pueden modular los efectos de las citoquinas en las células inmunes (23). Los neuropéptidos , que responden sensiblemente al estrés (24), tienen múltiples efectos inmunológicos (25), e incluso se les ha llamado “conductores de la orquesta inmunológica”. Las beta-endorfinas son un estimulante de la actividad de células NK.

La sustancia P, co-versión con la norepinefrina en las terminaciones nerviosas simpáticas puede ser particularmente importante en la inmunidad local (y sobre las

influencias psicológicas). Péptidos vasoactivos intestinales (PVI) modulan la producción de inmunoglobulinas.

Los neurotransmisores simpáticos (también una hormona) la norepinefrina moviliza las células NK en la circulación y probablemente es responsable de su aumento durante una situación de estrés.

Las catecolaminas cerebrales y las endolaminas (por ejemplo serotonina) se liberan por la activación inmune y las citoquinas en procesos inflamatorios como la interleukina-1 (IL-1), que, a su vez, probablemente es un neuroinmunomodulador de influencia (23).

El estrés experimental y la inmunidad en animales ya mencionados, fueron los primeros estudios, es ahora el tema de investigación en una muy extensa bibliografía (27). Tipo, duración, intensidad, tiempo cronometrado (respecto de la administración del antígeno) y los controles son todos temas relevantes del impacto inmunológico.



En los primates, el apoyo social es un modificador de efectos de estrés (28). La respuesta ante el agente agresor, puede ser una postura de derrota, puede ser crítica al resultado inmunológico.

El estrés agudo en experimentos en humanos (semejante a las reacciones de lucha) como la aritmética mental, generalmente los resultados incrementan en una primera línea de defensa, como el número de células NK y su actividad, y tales efectos tienen correlación psicofisiológica (29).



El estrés en la vida humana y naturalmente en casos exhaustivos de evaluación y cuidados crónicos, como en el caso de pacientes con la enfermedad de Alzheimer, adversamente afecta una serie de medidas inmunológicas (30).

Estas incluyen: la función de células T, la actividad de células NK, la respuesta del anticuerpo a la inmunización, la función de los macrófagos, la activación de virus latentes como el herpes simples (controlado por inmunidad celular no humoral). Estos efectos mostrados están incrementándose en las implicaciones de salud.



El apoyo social puede mejorar los efectos del estrés.

Los desastres naturales pueden haber prolongado los efectos de la inmunidad (31).



El ejercicio puede afectar la inmunidad positivamente o negativamente (32).

El ejercicio aeróbico intenso aumenta temporalmente la cantidad de células NK y su actividad.

Concluido el entrenamiento sin adecuados períodos de descanso y recuperación puede disminuir las funciones de células NK y T y aumentar la incidencia de enfermedades infecciosas.

Varios estudios han demostrado una asociación entre la inactividad física y el riesgo de cáncer de colon, experimentos en animales con tumores tienden a demostrar que hacer ejercicio reduce la carga del tumor.

Incluso el ejercicio moderado en personas mayores muy frágiles pueden reducir las funciones de ambas células NK y T, contrariamente a los efectos de ejercicios moderando la resistencia en forma creciente a enfermedades infecciosas.

El ejercicio y la alimentación controlada aumenta la esperanza de vida demostrado en estudios con ratas.

La combinación de ejercicio y la restricción de comidas severa encontrada en pacientes con anorexia lleva (como en los animales experimentales) a la inmunosupresión.



Las drogas de abuso, particularmente el alcohol, tiene efectos adversos en varios aspectos de inmunidad y susceptibilidad a las enfermedades infecciosas (33 y 34).

La exposición fetal al alcohol puede afectar permanentemente las respuestas endócrinas e inmunes.

El alcohol inhibe la producción de las citoquinas, reduce la actividad de la célula NK y supresión de células de inmunidad tipo B y T.

Los alcohólicos son propensos a contraer infecciones.

Aunque los seronegativos VIH, adictos a la heroína generalmente demuestran reducción de las funciones inmunes, personas tratadas con metadona en un estado de tolerancia firme tienen inmunidad normal.

La marihuana suprime la producción de interferón alfa y beta y la actividad citolítica de los macrófagos.

Otras drogas psicoactivas tienen a menudo efectos inmunes.

Las Benzodiazepinas CRF se oponen a la supresión de la inducción de células NK, como así también su actividad y pueden, así, modificar los efectos del estrés en la inmunidad (35).



Diferencias individuales en el comportamiento, estilos de afrontamiento, rasgos psicológicos pueden acompañar las diferentes características inmunológicas.

En ratones hembras con comportamiento de lucha espontáneo mostraron resistencia inmunológica mayor a la inducción de virus tumorales (36).

Un estilo de explicación pesimista correlacionó con bajas medidas/recuento de células mediadoras de inmunidad (37).



El tema de anormalidades inmunológicas que ocurren junto con las enfermedades mentales necesita ser dividido entre aquellas asociadas con la depresión (desórdenes afectivos) y con la esquizofrenia, un área mas embrollada para investigar.



Dado que el sistema nervioso central y el sistema inmunológico tiene íntimas uniones, como está elucidándose en la vida más totalmente la psiconeuroinmunología, parecería seguir las perturbaciones en un sistema y se reflejaría en el otro.

Algunos de éstos pueden tener implicaciones para la salud física, implicando en conjunto la salud mental y la salud física.

Sin embargo, la contribución de procesos inmunológicos de enfermedades de etiología mental es muy problemática, diferente al de algunos desórdenes neurológicos, particularmente la esclerosis múltiple, una enfermedad autoinmune.

Se han documentado bien, decrementos importantes en las funciones inmunológicas en la depresión, particularmente en desorden depresivo clinico (38).

En casos de estados depresivos mayores, las funciones de la células T declinan de una forma edad-dependiente.

Así, personas jóvenes (20 a 30 años de edad) con un puntaje elevado significativamente en pruebas psicológicas de depresión no tuvieron déficit en el funcionamiento de células T.

Considerando que sería probable que una persona mayor con el mismo puntaje de depresión sufra clínicamente un declive significante.

La intensidad y duración de los síntomas depresivos son relevantes.

En contraste, la depresión-asociada a la disminución en la citotoxicidad de células NK es edad-dependiente.

La activación de virus latentes ocurren en la depresión.

Es notable que la depresión no sólo es asociada con la inmunosupresión pero con señales de activación inmune (como la célula linfocito, los marcadores de activación de superficie celulares como HLA-DR).

La depresión incluso ha sido llamada “enfermedad inflamatoria”.

Tratamientos efectivos de depresión son acompañados gradualmente a las funciones normales de inmunidad.

Drogas antidepresivas tricíclicas son un poco inmunosupresores in vitro mientras que el litio puede tener algunas propiedades de inmunoestimulación.



Está más allá del alcance de esta sección ordenar todas las anormalidades inmunológicas que se han encontrado en pacientes con esquizofrenia, las demandas particularmente antiguas de que la esquizofrenia podría ser una enfermedad autoinmunológica (39).

Han existido varias opiniones, principalmente basadas en evidencias epidemiológicas, sobre que la esquizofrenia es viral o post-viral en su etiología (40).

Una variedad de niveles de anormalidades de las clases diferentes de inmunoglobulinas en suero y en líquido cefalorraquídeo se ha informado incoherentemente en relación con la esquizofrenia.

Aparece que en los controles normales a familiares de pacientes, hay una incidencia más alta de anticuerpos, incluso del factor reumatoide (anti-IgG) y factor antinuclear, en la esquizofrenia.

Mucho más polémico ha sido el concepto de esquizofrenia como un concepto de auto-inmunidad basada en numerosos y considerables informes de anticuerpos anti-cerebrales (normalmente heterologados) de la serología de pacientes con esquizofrenia; estos estudios fueron iniciados por Fessel y particularmente promocionados por Heath, cuya demanda de replicar síntomas de esquizofrenia por la administración de inyecciones de inmunoglobulinas de pacientes en los monos y humanos, nunca fue reproducido.

Una teoría autoinmune de esquizofrenia atrajo interés a causa de evidencias en otras enfermedades autoinmunes que tienen predisposición genética y psicológica como factores estimulantes.

Los trabajos más reciente ha hecho pensar en inmunopatología de receptores de neurotransmisores, ambos serotonérgicos y dopaminérgicos.

(Anticuerpos pueden actuar como bloqueantes o estimulantes de receptores de neurotransmisores, como en los casos de miastenia grave y la enfermedad de Grave respectivamente. Se ha postulado que un anticuerpo podría actuar como un agonista de la dopamina en la esquizofrenia).

Las anormalidades en la producción de citoquinas, particularmente se han encontrado en las de IL-2.



Una temprana observación de Hirata-Hibi de anormalidades morfológicas en linfocitos de muchos pacientes con esquizofrenia (particularmente aquellos con síntomas “negativos”) y algunos de los miembros de su familia ha sido sostenida en la repetición de estudios.

La célula probablemente es una célula T activada.

Muchos, variados y generalmente incoherentes resultados, posiblemente reflexivos de subtipos de esquizofrenia, son difíciles de interpretar.

La hipótesis de perturbación neurofisiológica – inmunológica unidas parece ser mas conservador.

El sistema inmunológico afecta el cerebro y la conducta, sobre todo la vía de los efectos inmunes de las citoquinas en el sistema nervioso central (SNC) (41).

Aunque las citoquinas son moléculas relativamente grandes particularmente la irterleukina- 1, pueden cruzar la barrera hematoencefálica vía transporte – activo.

La IL-1 también es producida en el cerebro, no sólo por la microglía que son los macrófagos SNC-residentes sino también por los astrositos. La IL-1 periférico puede afectar al cerebro, incluyendo la producción de citoquinas, vía el estimulo de fibras aferentes del nervio vago.



Hay receptores de citoquinas en el cerebro, incluyendo para IL-1, IL-8 e interferón, ambos en las células gliales y neuronas.

Las citoquinas juegan un papel en el desarrollo y regeneración de los oligodendrocitos en la producción de mielina.

Los citoquinas del cerebro juegan un rol efector en los mecanismos inmunes, regulado por el cerebro, e incluso un papel en la infección e inflamación del cerebro.



Las citoquinas son pertinentes a la programación de esclerosis, gliomas y demencias asociadas al HIV, lesiones en el cerebro, y probablemente en la enfermedad de Alzheimer. La citoquina pro-inflamatoria, particularmente IL-1, y el factor de necrosis tumoral (FNT) es responsable de inducir fiebre, sueño, anorexia y fatiga en la enfermedad.

El comportamiento de la enfermedad es adaptable. Los microbios crecen menos a altas temperaturas en el cuerpo, relacionándose también a la inmunoestimulación.



La producción de IL-1 es facilitada en reposo. Bajo contenido de glucosa (mata de hambre) a las bacterias.

No “escuchar el cuerpo” e ignorar los mensajes sensorios que son los que inmunológicamente indujeron y no modificaron el comportamiento apropiadamente para la enfermedad, pueden afectar adversamente el curso de la enfermedad.



Hay alguna evidencia que el síndrome de fatiga crónica (SFC), que puede ocurrir mientras se está cursando una infección viral, agotamiento físico, o tensión psicológica y que puede acompañarse por depresión, se relaciona con la señalización impropia de la citoquina como si hubiera infección, y elevado el nivel de IL-1 según se ha informado (42). A diferencia de la depresión que es normalmente asociada con elevados niveles de cortisol, el síndrome de fatiga crónica es asociado con niveles bajos de cortisol.

La evidencia de inmunosupresión y activación ocurre en SFC y en depresión.

La IL-1 puede producir defectos cognoscitivos y dolor en animales.

Los defectos cognoscitivos, mialgias y dolores de cabeza son a menudo síntomas prominentes del síndrome de fatiga crónica (SFC).

El uso terapéutico de citoquinas, particularmente interferón, puede producir síntomas psiquiátricos, psicopatías y estados de ánimo afectivos o ansiosos.



Los eslabones entre el cerebro y la conducta y entre la psiquiatría y la medicina se ilustra bien por la investigación sustancial en la influencia de factores psicosociales en el curso de HIV y SIDA, síndrome de inmunodeficiencia adquirida (43).

El sostener el estado de ánimo depresivo, las esperanzas negativas, sobre todo se complica cuando hay desamparo, es asociado al declive más rápido de CD4 + células T helper y un aumento en otros marcadores de progresión (como la activación del marcador b-2 microglobulina), como la falta abierta de reconocimiento de orientación sexual. El hacer frente pasivamente es inversamente relacionado a CD4 en el conteo celular.

Los sobrevivientes con SIDA clínicamente detectados y aquellos que permanecen a-sintomáticos por períodos prolongados de tiempo, en el análisis de CD4 aparecen con bajos valores de CD4 muestran que tienen más capacidad para hacer frente a la enfermedad, encontrar nuevos significados como resultado de la enfermedad, relativamente no se apenan y son emocionalmente expresivos y asertivos.

Como se ha dicho, la demencia asociada al HIV que es reversible en las fases tempranas y parece estar relacionada estrechamente con la acción de las citoquinas en procesos inflamatorios, particularmente TNF, en las neuronas.

Los síntomas psiquiátricos, además de los defectos cognoscitivos, probablemente también la inducción de citoquina, ocurra junto con la infección de HIV (principalmente de microglia) del cerebro incluso la apatía, el alejamiento, psicosis y el comportamiento regresivo.

Hacia los Nuevos Modelos de Salud y Enfermedad

Puede verse a la salud como la capacidad del organismo de regular su propio comportamiento y fisiología y coordinar los modelos de respuesta a los desafíos ante los cambios.



Los dos sistemas están mediados por el ambiente, el sistema nervioso central y sistemas inmunológico comunicados entre si y, como se ha expresado puede pensarse como en un solo sistema integrado para la adaptación y defensa.



Psiconeuroinmunológicamente se están disolviendo dualismos de mente-cuerpo, cuerpo-ambiente e individuo-población.



Comprendiendo que se ponen en correlación el estado del cuerpo con los significantes experimentados corporales en el individuo, el filósofo David Levin y este autor coinciden en que los pacientes experimentan en su cuerpo nuevas formas de expresión (44). El conocimiento somático es semejante a la visión psicológica, y cada uno tiene un rol en el mantenimiento de la salud física y mental.



Los pacientes pueden comprender que el cuerpo que él o ella presentan para el tratamiento, es un cuerpo mental/somático, de experiencia significativa, y es influenciado por su propia sensibilidad.



La psiconeuroinmunología (PNI) no sólo debe ayudar a entender la patofisiología y la psicofisiología de la enfermedad en más de un sistema de orientación teórica, sino que debe valorar también la relación médico – paciente y el propio rol del paciente en la superación de la enfermedad y mantenimiento de la salud.



Así, la psiconeuroinmunología mantiene una base científica para la práctica de la medicina humanística.

Referencias

1. Solomon, G.F. Immune & Nervous System Interactions. Malibu: Fund for Psychoneuroimmunolgy, 1998.

2. Ader, R.A., Felten, D.L., and Cohen, N. eds. Psychoneuroimmunology. 2nd ed. San Diego: Academic Press, 1991.

3. Day, G. (1951) The psychosomatic approach to pulmonary tuberculosis. Lancet. May 12, 1025-1028.

4. Solomon, G.F. and Moos, R.H. (1964) Emotions, immunity, and disease: a speculative theoretical integration. Archives of General Psychiatry 11:657-674.

5. Solomon, G.F and Moos, R.H. (1965) The relationship of personality to the presence of rheumatoid factor in asymptomatic relatives of patients with rheumatoid arthritis. Psychosomatic Medicine 27; 350-360.

6. Fessel, W.J. and Solomon, G.F. (1960) Psychosis and systemic lupus erythematosus: a review of the literature and case reports. California Medicine 92; 266-270.

7. Fox, B.H and Newberry, B.H., ed. Impact of Psychoendocrine System in Cancer and Immunity. Lewiston, C.J. Hogrefe, 1984.

8. Cooper, C.L. and Watson, M. Cancer and Stress. Psychological, Biological, and Coping Studies. Chichester: John Wiley and Sons, 1991.

9. Locke, S., Ader, R., Besedovsky, H., Hall, N., Solomon, G., and Strom, T. Foundations of Psychoneuroimmunology. New York: Aldine, 1985.

10. Ader, R. and Cohen, N. (1982) Behaviorally conditioned immunosuppression and murine systemic lupus erythematosus. Psychosomatic Medicine 44, 127.

11. Blalock, J.D. (1984) The immune system as a sensory organ. Journal of Immunology 132, 1070-1077.

12. Guillemin, R., Cohn, M., and Melnechuk, T. ed. Neural Modulation of Immunity. New York: Raven Press, 1985.

13. Solomon, G.F. (1981). Emotional and personality factors in the onset and course of autoimmune disease, particularly rheumatoid arthritis. In Psychoneuroimmunology (1st edn.) (ed. R.A. Ader, D.L. Felten, and N. Cohen), pp. 159-182. Academic Press, San Diego.

14. Paciante, C.M., Carpihiello, B., Rudas, N., Pilodu, G, and Del Giacco, G.S. (1997). Anxious symptoms influence delayed-type hypersensitivity skin test in subjects devoid of any psychiatric morbidity. International Journal of Neuroscience 79, 275-283.

15. Gil, K.G., Keefe, F.J., Sampson, H.A., McCaskill, C.C., Rodin, J., and Crisson, J.E. (1987). The relation of stress and family environment to atopic dermatitis symptoms in children. Journal of Psychosomatic Research 31, 673-684.

16. Djuric, V.J., Overstreeet, D.H., Bienenstock, J. And Perdue, M.H. (1995) Immediate hypersensitivity in the Flinders rat: evidence for a possible link between susceptibility to allergies and depression. Brain, Behavior, and Immunity 9, 196-206.

17. Zochariae, R., Bjerring, P. And Arendt-Nielsen, L. (1989). Modulation of Type I immediate and Type IV delayed immunoreactivity using direct suggestion and guided imagery during hypsnosis. Allergy 44, 537-542.

18. Lewis, C.E., O’Sullivan, C. and Barraclough, J., ed. The Psychoneuroimmunology of Cancer. Oxford: Oxford University Press, 1994.

18. Ben-Eliyahu, S., Yirmiya, R., Liebeskind, J.D., Taylor, A.N. and Gale, R.P. (1991). Stress increases metastatic spread of mammary tumor in rats: evidence for medication by the immune system. Brain, Behavior, and Immunity 5, 193-205. 1991.

19. Fawzy, F.I. et al. (1993) Malignant melanoma. Effects of an early structured psychiatric intervention, coping, and affective state on recurrence and survival 6 years later. Archives of General Psychiatry 50, 681-689.

20. Friedman, H., Kein, T.W., and Friedman, A.L., ed. Psychoneuroimmunology, Stress and Infection. Boca Raton: CRC Press, 1996.

21. Cohen, S., Tyrell, D.A.J., and Smith, A.P. (1991). Psychological stress and susceptibility to the common cold. New England Journal of Medicine 325, 606-612.

22. Buckingham, J.C., Gillies, G.E., and Cowell, A.M., ed. Stress, Stress Hormones and the Immune System. Chichester: John Wiley & Sons, 1997.

23. Marsh, J.A. and Kendall, M.D. ed. The Physiology of Immunity. Boca Raton: CRC Press, 1996.

24. Taché, Y., Morley, J.E., and Brown, M.R., ed. Neuropeptides and Stress. New York: Springer-Verlag, 1989.

25. O’Dorisio, M.S. and Panerai, A., ed. Neuropeptides and Immunopeptides: Messengers in a Neuroimmune Axis. New York: Annals of the New York Academy of Sciences, Volume 594, 1989.

26. Morley, J.E., Kay, N.E. and Solomon, G.F. (1987) Neuropeptides: conductors of the immune orchestra. Life Sciences 41, 526-544.

27. Koolhas, J.M. and Bohus, B. Animal models of stress and immunity. In Stress, the Immune System and Psychiatry (ed. B.E. Leonard and K. Miller) pp.69-83. Chichester: John Wiley & Sons, 1995.

28. Coe, C.L., Rosenberg, L.T., Fischer, M., and Levine, S. (1987). Psychological factors capable of preventing the inhibition of the antibody response in separated infant monkeys. Child Development 58, 1420-1428.

29. Naliboff, B.D., et al. (1991) Psychological, psychophysiological, and immunological changes in young and old subjects during brief laboratory stress. Psychosomatic Medicine 53, 121-132.

30. Glaser, R. and Kiecolt-Glaser, J., ed. Handbook of Human Stress and Immunity. San Diego: Academic Press, 1994.

31. Solomon, G.F., Segerstrom, S.G., Grohr, P., Kemeny, M., and Fahey, J. (1997). Shaking up immunity: psychological and immunologic changes following a natural disaster. Psychosomatic Medicine 59, 114-127.

32. Hoffman-Goetz, L., ed. Exercise and Immune Function Boca Raton: CRC Press, 1996.

33. Watson, R.R., ed. Alcohol, Drugs of Abuse, and Immune Function. Boca Raton: CRC Press, 1995.

34. Friedman, H., Klein, T.W., and Specter, S., ed. Drugs of Abuse, Immunity, and Infections. Boca Raton: CRC Press, 1996.

35. Irwin, M., Hauger, R., and Braitton, K. (1993). Benzodiazepines antagonize central corticotropin releasing hormone-induced suppression of natural killer cell activity. Brain Research 631, 114-118.

36. Amkraut, A. and Solomon, G.F. (1972). Stress and murine sarcoma virus (Maloney)-induced tumors. Cancer Research 32, 1428-1433.

37. Kamen-Siegel, L., Rodin, J., Seligman, M.E., and Dwyer, J. (1991). Explanatory style and cell-mediated immunity in elderly men and women. Health Psychology 90, 229-235.

38. Miller, A.H. ed. Depressive Disorders and Immunity., Washington: American Psychiatric Press, 1989.

39. Henneberg, A.E., Kaschka, W.P., ed. Immunological Alterations in Psychiatric Diseases. Basel: Karger, 1995.

40. Kurstak, E., Lipowski, A.J., and Morozov, P.V., ed. Viruses, Immunity, and Mental Disorders. New York: Plenum, 1987.

41. Ransohoff, R.M. and Beneviste, E.N., ed. Cytokines and the CNS. Boca Raton: CRC Press, 1996.

42. Goodnick, P.J. and Klimas, N.G., ed. Chronic Fatigue and Related Immune Deficiency Syndromes. Washington, D.C.: American Psychiatric Press, 1993.

43. Nott, K. and Vedhara K., ed. Psychosocial and Biomedical Interactions in HIV Infections. Chur (Switzerland): Harwood Academic Publishers, in press (1999).

44. Levin, D..M. and Solomon, G.F. (1990). The discursive formation of the body in the history of medicine. Journal of Medicine and Philosophy 15, 515-537.


Palabras clave: Psiconeuroinmunologia, Comunicación Mente-Cuerpo, Historia de la Psiconeuroinmunologia , Psiconeuroinmunoendocrinologia, Inmunologia Conductual.
Url corta de esta página: http://psiqu.com/2-1120

Comentarios de los usuarios



No hay ningun comentario, se el primero en comentar

Recomendamos

GOLDBERG, STAHL. PSICOFARMACOLOGÍA PRÁCTICA

Goldberg y Stephen M. Stahl. Prologo de Alan F. Schatzberg. Durante las últimas cuatro décadas, l...

VER MÁS
VER TODO
vortioxetina antidepresivos
Publicidad

Próximos cursos

CFC

ETAC: Formación de Equipos de Tratamiento Asertivo Comunitario

Inicio: 08/01/2025 |Precio: 275€