Desarrollar la resiliencia cerebral a través del capital cerebral
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Autor/autores: Fernanda Laezza y Harris A. Eyre
Artículo revisado por nuestra redacción
El entorno está siendo cada vez más reconocido como un determinante crítico de la salud cerebral. El concepto de exposoma, entendido como el conjunto total de exposiciones que experimenta un individuo a lo largo de su vida —desde factores químicos y biológicos hasta sociales, culturales y de estilo de vida—, ha emergido como un elemento clave que infl...
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El entorno está siendo cada vez más reconocido como un determinante crítico de la salud cerebral. El concepto de exposoma, entendido como el conjunto total de exposiciones que experimenta un individuo a lo largo de su vida —desde factores químicos y biológicos hasta sociales, culturales y de estilo de vida—, ha emergido como un elemento clave que influye directamente en la carga alostática del organismo. Esta carga representa el costo fisiológico acumulado del estrés crónico y determina la vulnerabilidad o resiliencia frente a las enfermedades cerebrales, contribuyendo así a la formación de la denominada reserva cerebral.
Considerar la salud cerebral y la reserva cerebral como valores socioeconómicos constituye una perspectiva innovadora que se alinea estrechamente con el movimiento emergente de la Transición Económica Positiva para el Cerebro o Economía del Cerebro. Este marco traslacional propone el concepto de Capital Cerebral (Brain Capital), definido como la combinación de salud cerebral y habilidades neurocognitivas —como la regulación emocional, la creatividad, el pensamiento crítico y la función ejecutiva—, considerándolas como pilares fundamentales del progreso económico y social.
El Capital Cerebral redefine la salud del cerebro y la reserva cognitiva como un activo económico y financiero estratégico, capaz de sostener la innovación, la resiliencia social y el bienestar poblacional. Factores como la calidad y disponibilidad de los alimentos, las exposiciones neurotóxicas, el estrés psicosocial crónico, la privación educativa y la inseguridad comunitaria pueden erosionar significativamente el desarrollo neuronal y deteriorar la función cognitiva a lo largo del ciclo vital, generando consecuencias económicas de gran magnitud.
De acuerdo con estimaciones del Brain Health Atlas del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME), los trastornos cerebrales representan aproximadamente 5 billones de dólares en costos sanitarios globales. Paralelamente, el McKinsey Health Institute ha señalado que entornos enriquecidos que promuevan la salud cerebral durante toda la vida podrían generar beneficios económicos globales sustanciales, reforzando la relación directa entre cerebro sano y economía próspera.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha adoptado la idea de fortalecer la reserva cerebral colectiva como una estrategia global para construir resiliencia sistémica, permitiendo que las sociedades absorban y se transformen ante las crisis. Esta visión ha sido respaldada por iniciativas internacionales, como la Declaración de Yaundé, que representa un compromiso formal para promover estrategias equitativas y lideradas localmente en favor de la salud cerebral a nivel mundial.
En conjunto, estos desarrollos posicionan la salud cerebral no solo como un tema de bienestar individual, sino como un activo estratégico de desarrollo sostenible, capaz de impulsar la productividad, fortalecer la cohesión social y sostener la innovación humana en el siglo XXI.
Resumen modificado por Cibermedicina
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Alfredo Rojas Otálora
Psicólogo - Colombia
Fecha: 04/11/2025
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