El tratamiento y la psicoeducación facilitan la estabilidad en el trastorno bipolar

El trastorno bipolar sigue rodeado de una estigmaticación. Con una prevalencia estimada de entre un 1,5 y 2,5 %, este trastorno afectivo "se caracteriza porque los pacientes padecen episodios depresivos y episodios maníacos", explica Luis Gutiérrez Rojas, vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM) y profesor titular de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada.

"Cuando una persona es bipolar se suele transmitir la idea de que es poco fiable o que cambia mucho de opinión. Y en el fondo no es verdad, porque si un paciente está estable y tratado, no se percibe la enfermedad en ningún aspecto, asegura, y añade: Altibajos en el estado de ánimo tiene todo el mundo, eso es normal.

Pero aquí no estamos hablando de altibajos, sino de episodios de una intensidad patológica. Pero el trastorno bipolar implica una alteración de la normalidad", recalca.

Hoy en día, con los tratamientos disponibles, los pacientes pueden llevar una vida normal. "La gente se sorprendería de la cantidad de personas alrededor que pueden tener un trastorno bipolar y uno no lo sabe. Hay tratamientos muy eficaces, los estabilizadores del humor". En relación a esto, señala que el más frecuente y con más evidencia científica es el carbonato de litio.

"Es un fármaco que se descubrió hace más de 60 años y que ha demostrado ser el mejor para prevenir tanto episodios de manía como episodios de depresión". También se usan otros estabilizadores del humor como el ácido valproico o la lamotrigina. "Si una persona se toma ese fármaco y le sienta bien y es eficaz, puede estar completamente eutímico, es decir, estable y sin episodio de la enfermedad".

Según el especialista, el tratamiento farmacológico es imprescindible para la prevención de los episodios. Ahora bien, asimismo, es importante que los pacientes tengan una aproximación psicoterapéutica. "Ahí tenemos, por ejemplo, los programas de psicoeducación para que el paciente sea consciente de la enfermedad que padece y, por tanto, los cuidados que tiene que tener para no tener recaída.

Por otro lado, hay que tener cuidado con el consumo de sustancias. Y no solo ilegales, sino también legales, como el alcohol o la cafeína. O un buen cuidado a nivel somático, pues, por desgracia, el trastorno bipolar se asocia a veces a muchas enfermedades médicas, como el hipotiroidismo, el síndrome metabólico". 

En fase maníaca, sin embargo, lo más eficaz es la medicación basada en fármacos antimaníacos, "ahí es poco útil la psicoterapia. Y en fase depresiva resulta muy útil la psicoterapia, sobre todo, la de corte cognitivo-conductual, que se asocia en un tratamiento con antidepresivo".

Para Gutiérrez Rojas, la principal asignatura pendiente en el abordaje de esta patología es la depresión bipolar. En fase depresiva, los antidepresivos pueden inducir un cambio a la fase maníaca, y muchos pacientes presentan depresiones resistentes que no responden a la medicación.

 Otro desafío es que algunos pacientes presentan síntomas graves que les incapacitan o dificultan su integración laboral. "No nos hemos puesto las pilas como sociedad para conseguir integrarlos o desarrollar programas o puestos de trabajo específicos para personas que padecen este tipo de patología, lamenta. A su modo de ver, enfocar la solución a la jubilación es malo para el paciente, pues evidentemente su tipo de vida y su pronóstico vital va a ser muy malo".

El estigma es otro desafío: los pacientes no son culpables de su trastorno y "debemos no culpabilizarlos". Es clave reducir el miedo a la enfermedad, apoyándose en la formación de profesionales y el conocimiento consolidado sobre el trastorno bipolar.

Como último mensaje, insiste en que "la psiquiatría es una disciplina científica que consigue muy buenos resultados. A veces hay un cierto estigma con la psiquiatría de que no cura a nadie.

Eso no es verdad. Yo tengo decenas de pacientes que están perfectamente estables, que toman un tratamiento y que pueden ser farmacéuticos, ingenieras, juezas o sacerdotes. Es decir, que llevan una vida muy buena". Finalmente, remarca que los fármacos "son útiles, son necesarios y cambian la vida de las personas".