Un nuevo estudio experimental de investigadores de la escuela de Negocios Haas de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos) ofrece una visión de por qué es tan difícil conseguir que la gente altere sus rutinas las fiestas durante las fiestas de Navidad por la pandemia de COVID-19, y cómo los países podrían enviar mensajes más efectivos a sus ciudadanos.
"Consideramos que los rituales son más importantes que los tipos normales de actividades de grupo porque reflejan los valores del grupo", explica uno de los líderes del artículo, Dan Stein. "Cuando la gente altera las actividades que son más rituales, provoca una mayor indignación moral. Si los mensajes de los políticos al distanciamiento social van a tener éxito, deben dar una respuesta a estos fuertes valores de grupo. Enfrentar el distanciamiento social pandémico contra los valores de amor y unión representados por las fiestas crea un conflicto moral para muchas personas", señala otra de las autoras, Juliana Schroeder.
El artículo, que se publicará en la revista científica 'Journal of Personality and Social Psychology', examina la psicología de los rituales a través de experimentos que muestran la fuerza con la que la gente se siente atraída por las tradiciones y se resiste incluso a cambios menores.
En un experimento, los investigadores pidieron a los estudiantes universitarios de Berkeley que calificaran 15 fiestas de acuerdo a lo ritual que fueran. Luego les pidieron que calificaran en una escala del 1 al 7 cuán frustrados se sentirían si el gobierno "adelantaba las celebraciones de la fiesta una semana", y también cuán inmoral e inapropiado sería cambiar la fecha.
Cuanto más ritualista es la fiesta, más alto era la puntuación en ambas escalas, lo que significa una mayor "indignación moral" por su alteración. Navidad y Año Nuevo obtuvieron una puntuación superior a 5 en ambas escalas, mientras que el Día de Colón obtuvo un 2 en ambas.
En otros experimentos, encontraron que la alteración de un ritual provoca indignación moral incluso si una persona tiene una buena razón para hacerlo. Cuando preguntaron a los participantes cómo se sentirían si vieran a otro ciudadano permanecer sentado en lugar de estar de pie para el Juramento de Lealtad a la bandera estadounidense, los participantes se indignaron incluso cuando se les dijo que la persona estaba sentada para mostrar solidaridad con los estadounidenses con discapacidades.
Sin embargo, los participantes expresaron aún más indignación cuando se les dijo que la persona estaba sentada para protestar contra los valores de Estados Unidos y también se molestaron si se les dijo que la persona había olvidado ponerse de pie. Su irritación solo disminuyó cuando se les dijo que la persona estaba herida y físicamente era incapaz de ponerse de pie.
Incluso los cambios que podrían hacer que un ritual fuera más seguro provocan indignación moral. En otro experimento, los investigadores preguntaron a los participantes judíos cómo se sentirían si una ceremonia de circuncisión se realizara en un hospital en vez de en un templo. Más del 80 por ciento de los encuestados estuvieron de acuerdo en que una ceremonia en un hospital sería más segura y, sin embargo, también se enfadaron más por la sugerencia de trasladar la ceremonia de la circuncisión a un hospital en lugar de mantenerla igual, aunque fuera más arriesgada.
"La gente no quiere tener que enfrentar un valor sagrado contra otro. Mientras que la seguridad médica representa el valor sagrado de la vida en el judaísmo, la circuncisión representa un pacto de sangre literal con Dios. Eso crea un conflicto incómodo en la mente de las personas", explica Stein.
De hecho, los investigadores encontraron que los participantes del estudio que estaban más comprometidos con los valores de Estados Unidos expresaron la mayor indignación sobre el cambio de las tradiciones de las fiestas. "Teorizamos que la indignación moral es funcional a largo plazo porque puede ayudar a un grupo a proteger sus rituales sagrados. Necesitamos a las personas que se comprometen para que el grupo sobreviva, pero nuestra investigación sugiere que tratar de decirle a la gente, 'Al no practicar su ritual, salvará vidas', podría no ser efectivo para todos", añade el científico.
El desafío para las familias que intentan mantenerse seguras durante la pandemia de COVID-19 es cómo alterar los rituales de manera que mantengan sus valores intactos, incluso si no es posible reunirse físicamente. "Esta investigación sugiere que para reducir la indignación cuando se alteran los rituales, se debe tratar de cambiarlos de manera que todavía permita a la gente celebrar los valores del grupo. Eso es lo que molesta a la gente cuando se altera el ritual. . . y eso es lo que hay que mantener", concluye Schroeder.