La Clasificación Internacional de Enfermedades en su undécima edición (CIE-11) introduce un cambio significativo con su enfoque de “duración de la vida, ” que elimina las distinciones rígidas entre los trastornos específicos de la infancia, adolescencia y adultez.
Bajo esta perspectiva, los trastornos que antes se clasificaban de acuerdo a dis...
La Clasificación Internacional de Enfermedades en su undécima edición (CIE-11) introduce un cambio significativo con su enfoque de “duración de la vida, ” que elimina las distinciones rígidas entre los trastornos específicos de la infancia, adolescencia y adultez.
Bajo esta perspectiva, los trastornos que antes se clasificaban de acuerdo a distintas etapas del desarrollo se han integrado, reconociendo que muchas condiciones pueden manifestarse en diferentes momentos de la vida y con variaciones en sus características clínicas. Esta integración refleja una visión más dinámica y continua de la salud mental, reconociendo que los trastornos no son exclusivos de una etapa de la vida, sino que pueden evolucionar y persistir en formas distintas a lo largo del tiempo.
En el ámbito de los trastornos del desarrollo neurológico y los trastornos disruptivos, la CIE-11 ha implementado cambios en sus definiciones y descripciones, con el objetivo de ofrecer una comprensión más precisa y contextualizada de estas condiciones.
La nueva clasificación amplía el concepto de los trastornos del desarrollo neurológico para incluir no solo aquellos síntomas que emergen en la infancia, sino también aquellos que pueden persistir en la adultez con distintos grados de afectación. Por ejemplo, trastornos como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y el autismo, que antes se concebían como afecciones principalmente infantiles, se reconocen ahora como condiciones que pueden continuar y evolucionar en la adultez, presentando desafíos específicos en cada etapa de la vida.
Asimismo, los trastornos disruptivos, que incluyen condiciones como el trastorno de conducta y el trastorno negativista desafiante, han sido redefinidos en la CIE-11 para reflejar una comprensión más compleja y menos estigmatizante de estos comportamientos. En lugar de limitarse a describir las conductas problemáticas, se enfatiza la importancia de factores contextuales y ambientales, reconociendo que estos trastornos no son meramente problemas de comportamiento, sino respuestas complejas que pueden estar influenciadas por diversas variables psicológicas, familiares y sociales.
Estos cambios en la CIE-11 no solo tienen implicaciones clínicas, sino que también podrían impactar significativamente en el desarrollo de servicios de salud mental.
Al adoptar una visión que considera la duración de la vida y una descripción más matizada de los trastornos, los sistemas de salud y los profesionales pueden desarrollar intervenciones más personalizadas y adaptadas a las necesidades específicas de cada persona, independientemente de su edad. Esta reorganización conceptual facilita la creación de servicios integrales que aborden las necesidades de los individuos a lo largo de toda su vida, promoviendo una continuidad en el cuidado y una mejor respuesta a la evolución de las condiciones de salud mental desde la infancia hasta la adultez.
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