Los efectos nocivos para el desarrollo de la exposición a la adversidad temprana han sido bien documentados en la literatura científica. El hallazgo de que la pobreza en la primera infancia se encuentra entre los predictores más sólidos de una variedad de resultados de desarrollo deficientes es bien conocido desde hace décadas.
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Los efectos nocivos para el desarrollo de la exposición a la adversidad temprana han sido bien documentados en la literatura científica. El hallazgo de que la pobreza en la primera infancia se encuentra entre los predictores más sólidos de una variedad de resultados de desarrollo deficientes es bien conocido desde hace décadas.
Más recientemente, también ha surgido evidencia de que las primeras experiencias de pobreza y formas relacionadas de adversidad impactan negativamente la función y la estructura del cerebro en desarrollo.
Los estudios retrospectivos que relacionan los malos resultados de salud física con las experiencias adversas en la infancia (ACES) destacaron la naturaleza más global de estos factores de riesgo para el bienestar y, desde entonces, los estudios prospectivos de seguimiento han confirmado estos hallazgos (Brown et al. , 2009).
Alternativamente, se ha vuelto cada vez más claro que las experiencias tempranas de estimulación, crianza, y el apoyo de los cuidadores promueve resultados de desarrollo positivos con evidencia emergente de impactos tangibles en el neurodesarrollo en humanos (Luby et al. , 2021).
Sin embargo, la comunidad científica y de salud pública aún tiene que sintetizar estos conjuntos de datos relacionados y desarrollar un plan de acción relacionado con su importancia global y de gran alcance para proteger y promover la salud y el desarrollo infantil en general, a pesar de los numerosos llamados para hacer precisamente eso ( Farah, 2018; Luby et al. , 2020).
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