Una investigación de psiquiatras y psicólogos infantiles del HUBU refuta los estudios que afirman que el encierro ha incrementado los síntomas de psicopatología.
La protección de la familia, la no exposición a situaciones estresantes y la reducción de gran parte de las actividades son algunos de los factores que han podido ayudar a que el confinamiento durante el estado de alarma provocado por la pandemia de la covid-19 no solo no haya perjudicado a los menores atendidos en la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil sino que, al contrario, en esos días han mejorado su estado de salud, tal y como lo confirman los primeros resultados de un estudio realizado por los facultativos de esta unidad perteneciente al servicio de psiquiatría del hospital Universitario de Burgos.
Para el psicólogo infantil Xosé Ramón García Soto, uno de los participantes, estos resultados han sido una "gran sorpresa" porque los profesionales partían de cuatro hipótesis basándose en investigaciones ya publicadas y que eran bastante sombrías: que empeoraría el juicio clínico global de los niños, que este empeoramiento iría aumentando conforme avanzara el encierro, que iban a ponerse peor determinados cuadros diagnósticos (ansiedad, problemas de atención y dificultades depresivas) y que los síntomas iban a aumentar de una forma significativa.
Pero nada de eso ha ocurrido: De hecho, a lo largo del confinamiento mejoró el estado global de salud de los menores y lo hizo en los cinco tramos en los que se dividió el estudio: cuando se decretó el primer estado de alarma, cuando se iniciaron las clases telemáticas, en la fase álgida de la pandemia, en la salida de los niños y en la salida de los adultos.
"Para los niños ha sido una experiencia aceptable y se ha visto que mejoraron globalmente, algo que hemos advertido de una forma estadísticamente muy significativa, aunque esto no quiere decir que de forma puntual no haya habido algún caso que haya ido a peor. Y esta mejora se ha cumplido en todos los tramos, incluido el del inicio de las clases a distancia, que es el que menos mejora pero también lo hace", añade el psicólogo, que apunta que los niños que mejor se han encontrado son aquellos (una quinta parte del estudio) que comenzaron el confinamiento asintomáticos "aunque ningún grupo ha empeorado".
García Soto señala que estos resultados divergen sustancialmente de los publicados hasta ahora, "unánimes en objetivar incrementos moderados de los síntomas de psicopatología". A su juicio, esta diferencia sugiere que la valoración y el apoyo por un servicio especializado, incluso en las condiciones limitadas de las consultas no presenciales "puede tener efectos significativos sobre la evolución de los menores".
Este experto insiste en que el factor protector de la familia ha sido clave: "Es una institución natural que está organizada en torno a la crianza de los hijos y cumple perfectamente con su función, la cosa que mejor hacen las personas es ser madres y padres. Además, en un estado del bienestar avanzado como el que tenemos, donde gran parte de la población que tendría problemas serios de supervivencia ve garantizada su situación con medidas como los ERTE, la familia se convierte en un entorno de máximo bienestar para los niños. Muchísimas madres nos han contado que han podido comer con sus hijos y estar más tiempo con ellos, que los hermanos se han llevado mejor y que se han reducido las discusiones y las peleas en casa, algo que también han constatado otros facultativos con los de hemos hablado".
Estos entornos familiares, sumados a que algunos de los factores de estrés de los niños (la escuela, por ejemplo) se han quedado fuera, han hecho que, como señala García Soto, el confinamiento haya sido "una especie de vacaciones en casa" y que se hayan encontrado con un efecto inesperado y que no preveían las hipótesis iniciales, y es que los niños han empeorado en el momento en el que salieron a la calle. Pero el psicólogo advierte que esto puede cambiar a largo plazo y que aparezcan otros efectos, por lo que a los tres meses volverán a valorar a todos los participantes en el estudio.
La investigación, titulada Estudio prospectivo de los efectos del confinamiento por la pandemia de covid-19 sobre la salud mental de niños y adolescentes en tratamiento en un equipo de salud mental infantojuvenil, está firmado por el jefe del servicio de psiquiatría, Jesús de la Gándara, Xosé Ramón García Soto, Yolanda Álvarez, Arancha Bernal, Marta Díez, Susana González, Rocío Gordo, Rosario Hernando, Esther Jiménez de Lamo y Ángela Osorio. En él se exponen los resultados obtenidos tras 625 consultas telefónicas de entre 30 y 60 minutos de duración, correspondientes a 422 pacientes de edades comprendidas entre 3 y 18 años, todas ellas realizadas entre el 16 de marzo y el 29 de mayo, y forma parte de un trabajo más amplio que se propuso encontrar una modalidad de asistencia para la población durante el confinamiento y valorar su efectividad.
García Soto destaca como un hecho significativo esta metodología utilizada -"que se aproxima a lo que son las consultas ordinarias"- frente a otros estudios que han dado a conocer los medios de comunicación y basados en encuestas anónimas: "Son preguntas que contesta una persona a través de internet y que interpreta otra persona que no la conoce de nada. Puede tener cierta utilidad pero esa información es de baja calidad comparada con la que obtiene un facultativo cuando entrevista a sus propios pacientes, que es lo que nosotros hemos hecho, y esto permite opinar con una mayor objetividad".
