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Reflexiones sobre la religión y su influencia en la salud mental.

  • Autor/autores: O'Ferrall González C.*; Crespo Linares M**.; Gavira Fernández C**.; Crespo Benítez J*.

    ,Artículo,Psicología,


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Artículo | 17/02/2004

Introducción

En esta comunicación, los autores, clínicos y profesores de la Universidad de Cádiz, realizan una serie de aportaciones que pretenden sirvan como puntos de reflexión sobre el papel que juega la religión en la salud mental de las personas. Si bien es un aspecto desconocido para la mayoría de los profesionales sanitarios, consideramos de sumo interés sensibilizar y familiarizar a los futuros profesionales en la nueva psicopatología emergente en la sociedad actual, en la que los factores sociales juegan un papel preponderante sobre los más clásicos y tradicionalmente aceptados como son los biológicos y psicológicos Por esta razón, desde la Universidad de Cádiz, se diseñó una nueva asignatura, titulada Salud Mental y Modo de vida, que consta de 4,5 créditos, con carácter Optativo para la Diplomatura de Fisioterapia y de Libre Configuración para el resto de los universitarios gaditanos (1). La disciplina está estructurada con carácter modular, organizada en dos unidades didácticas.



En la primera de ellas, de carácter general, se analizan conceptos básicos (salud mental, factores etiopatogénicos de los trastornos mentales, prevención primaria, secundaria y terciaria, etc…) y en la segunda, las nuevas patologías de la sociedad actual, entre las que destacan las relacionadas con la violencia, la inmigración, el feminismo, los nuevos modelos de familia, medios de comunicación, el medio urbano, la adicción a las nuevas tecnologías y las religiones. En relación con éstas y sin perder de vista la triple función que debe cumplir la Universidad, como son la Docencia (transmisión de conocimientos), la Investigación (adquisición de nuevos conocimientos científicos) y la función de Servicio a la sociedad, hemos encontrado como principal dificultad la escasez de bibliografía al respecto. La sistematización realizada toma punto de partida en algunos de los textos clásicos (2, 3, 4) con posterior actualización, en la que se han utilizado las Bases de Datos Medline y Psyncinfo. La búsqueda se ha limitado a lo publicado en los 3 últimos años, las palabras claves utilizadas han sido religión y salud mental y los idiomas chequeados castellano e inglés.



El resultado ha sido un total de 40 referencias bibliográficas, todas ellas escritas en inglés.

El análisis de lo encontrado se ha organizado en torno al papel de la religión como elemento estabilizador y adaptativo del individuo y de la sociedad, como generadora de diversos fenómenos psicopatológicos, como responsable de conflictos sociales en la sociedad actual y sus relaciones con los trastornos psiquiátricos y con algunos aspectos de las psicoterapias.

La función adaptativa de la religión

En todas las culturas y a lo largo de los tiempos la religión ha desempeñado un papel destacado, de lo que se deduce que realiza una función adaptativa, invocada en todas las sociedades para satisfacer una o varias necesidades universales humanas. Por tanto, y desde el punto de vista psicológico el rasgo más destacado de la religión es su universalidad (2). En éste sentido, resultó polémica la opinión de Freud, que relacionaba este hecho con las necesidades de dependencia, lo que provocó las consiguientes críticas de los sectores eclesiásticos.



El hombre primitivo creó divinidades benignas y malignas, que representaban las fuerzas de la naturaleza, con las que tenía que congeniar para procurar buenas cosechas. En su mayor parte, eran figuras femeninas (simbolizaban el misterio, la fertilidad,…) con una clara relación con la sexualidad. Al crecer el nivel intelectual del hombre (uso del fuego, invención de la rueda) se empezaron a crear leyes (reglas y normas), que explicaban el porqué de muchos de los fenómenos de la naturaleza. Así, el hombre abandonó sus primitivas supersticiones a medida que las ciencias consiguieron explicar lo antes incomprensible.



Posteriormente, el crecimiento de la religión judeo-cristiana representó el punto más alto del desarrollo moral y espiritual del hombre. En los Diez Mandamientos del Antiguo Testamento, se observan grandes avances en cuanto a las formulaciones legales que expresan para gobernar la vida cotidiana (delincuencia, administración justicia, matrimonio, derecho a la propiedad, etc…).

Paulatinamente, y a medida que las sociedades evolucionan, se va imponiendo el monoteísmo, que profesan en la actualidad más de 2.500 millones de creyentes en el mundo.



Sin embargo, y a pesar de la multitud de doctrinas religiosas existentes y de dioses a los que se rinde culto en nuestro tiempo, resulta curioso constatar la presencia de un denominador común que se repite para todas ellas: el proteger al otro de las ambiciones individuales antisociales, especialmente del incesto y del parricidio (2). Así es, como cada religión, a través de sus principios doctrinales que establecen normas, prohibiciones, premios y castigos, cumple esa función adaptativa y de protección a la que se ha aludido. Esta función protectora tiene una acepción individual y otra grupal, orientada a la comunidad o grupo social y se evidencia con una serie de peculiaridades para cada uno de los grupos de creencias religiosas (5, 6, 7, 8).



A pesar de la visión ofrecida por Freud relativa a los beneficios que la religión ofrecía a nivel individual (seguridad y dependencia de una figura poderosa y protectora, prometer la vida eterna como seguridad frente a la muerte, ofrecer mecanismos de expiación de la culpa, servir como escape trascendente a la dura realidad de la vida cotidiana), el papel de la religión en la vida humana se percibe más claramente si se considera como una forma de organización de grupo.



Esta función organizadora de la sociedad suele perderse de vista porque en el mundo moderno, la gestión política ha reemplazado a la religiosa, en cuanto a crear una disciplina interna y de defensa. No obstante, se puede constatar como la religión proporciona una poderosa, aunque subordinada, función organizativa. Sus principales funciones comunitarias son (2):



· Proporcionar ritos de iniciación del joven a la vida adulta

· Dar validez al matrimonio y al divorcio

· Fomentar la identificación mutua de sus miembros y la subordinación al poder establecido (Papa, Mandamientos,…) a través de sus ritos (misa, sacramentos,…)

· Prohibir el incesto y el asesinato, y establecer un código moral y ético que haga prevalecer el beneficio de la comunidad sobre las ventajas individuales

Estas funciones crean cohesión en el grupo (comunidad) y exigen la lealtad de sus miembros en diferentes grados según las circunstancias (así, a los católicos, en situaciones de catástrofes, se les conmina a hacer donaciones, a los musulmanes, si hay opresión política, ir a la "guerra santa", etc…,).

Pero puede suceder, que frente a circunstancias de crisis, individuales o de la comunidad, alguno/s de sus miembros opten por abandonarla, apareciendo diversas situaciones:

· Abandono de la religión, supliendo las gratificaciones que ésta le proporcionaba de manera individual (hedonismo)
· Repudio de los valores y normas, profesando o no las de otra organización religiosa (cristianismo al budismo)
· Participación en grupo rebelde que trate de desplazar al actual dirigente y/o transformar a toda la comunidad (los Cismas, el Palmar de Troya)

En todas estas circunstancias se rompe el equilibrio entre las demandas que la religión hace a sus seguidores y las gratificaciones que les proporciona, lo que facilita la aparición de trastornos mentales en sus miembros, y determina incluso, la intensidad de los mismos (2). Este fenómeno cobra especial interés en los adolescentes y adultos jóvenes, que se encuentran en esta época de la vida en la búsqueda de una identidad propia y en el tránsito hacia la madurez.

Un nexo de unión que tienen las diferentes religiones existentes son los dogmas religiosos. Estas ideas dogmáticas parecen incluir conceptos que se aceptan como buenos sin realizar un examen previo sobre ellos. Muchas personas adultas, en el fondo, creen todavía todo lo que le enseñaron en su niñez y se sienten angustiados cuando la vida no sigue sus máximas. Lo malo no es simplemente el hecho de crear una división entre la personalidad razonable consciente y la personalidad infantil inconsciente, sino que lo negativo, estriba también en el hecho de que las partes válidas de la moral convencional resultan desacreditadas íntegramente con las partes inválidas. Este peligro es insuperable en un sistema que enseña a los jóvenes “en bloque”, cierto número de creencias que es casi seguro que rechazaran cuando lleguen a la madurez (3). Aunque la moral sea acrítica y, a veces contradictoria, ya que no fomenta la idea de una ética universal, no obstante, los puntos de coincidencia entre distintas religiones, si son analizados con detenimiento resultan básicamente muy parecidos. Si no fuera así resultaría imposible afirmar que Teresa de Calcuta fue mejor que Hitler. Por esta razón, con frecuencia se establece una concatenación de hechos que trae como consecuencia la aparición de determinados estados emocionales, tales como la frustración, la angustia y finalmente, la depresión.



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Señas de identidad de una religión madura

Uno de los aspectos relativos a la religión y la salud mental que puede centrar polémica o debate social es, determinar cuándo una doctrina religiosa pasa a ser generadora de conflicto, ya sea psicológico o social, es decir, dónde se pierde el límite de esa función adaptativa. Este mismo aspecto, también se observa al comprobar las transformaciones que una misma religión experimenta a lo largo de la historia de la humanidad, al objeto de adecuar sus principios básicos a una sociedad en continuo cambio. En este sentido, M. Ostow (2) enumera alguna de las características orientativas del grado de madurez de cualquier religión que se profese:

· Promueve una moralidad familiar y sexual sólida y realista (no es generadora de culpa y ascetismo)

· Promueve la dignidad humana y los procesos de motivación (no es punitiva y flageladora)

· Es centrífuga, se mueve hacia el exterior, hacia el bien de la sociedad (no centrípeta, situando en lugar preeminente la propia salvación)

· Su sistema ético está centrado en leyes (permiten experimentar el sentimiento de culpa y la autoconciencia de las violaciones de los principios humanos más básicos)

· Interviene activamente sobre el mal (no se escuda pasivamente encomendándose a instancias superiores para que lo resuelvan)

· Se apoya en la ciencia y en la razón para descubrir las leyes de la naturaleza y entender el funcionamiento del psiquismo humano (en lugar de apelar a la revelación sobrenatural).

Parece ser, que este punto de vista puede convertirse en un elemento conciliador entre la clásica disputa que hace irreconciliables a la ciencia y la veneración de un dios o la profesión de determinadas creencias religiosas.

La religión como factor de riesgo de pscopatología

Otro de los aspectos que despierta el interés social es el de catalogar y comprender algunas formas de militancia religiosa y pseudoreligiosa desde la perspectiva de una posible enfermedad mental. En este sentido, destacan el fenómeno de las sectas y el fanatismo religioso. Por estas situaciones, entre otras, el DSM-IV (9) incluye un apéndice dedicado a problemas (al margen de los trastornos mentales) que pueden requerir atención médica, entre los que figura la categoría denominada "Problema religioso o espiritual". En este apartado se incluyen el malestar relacionado con el cuestionamiento de la fe, con la conversión a otra religión, con las dudas personales en cuestiones espirituales relacionadas o no con el culto religioso y con la incorporación a sectas.



En cuanto a las sectas, parece que las personas captadas, al margen de que puedan exhibir multitud de psicopatología como formas de desadaptación, tienen una tendencia a ingresar en las mismas que sigue un curso más o menos similar. Así, se trata en su mayoría de jóvenes o adultos que se encuentran en un momento crucial de sus vidas, en el que buscan una forma de identidad propia. En estas circunstancias, es frecuente que necesiten que la comunidad a la que pertenecen les haga demandas urgentes y realistas (2), relacionadas por lo general con la participación activa, solidaria y altruista con determinadas causas (grupos juveniles religiosos, ONG, voluntariado, etc…). De no existir estas posibilidades, es probable que aparezcan estados depresivos, marcada insatisfacción y una ausencia de valores que puede llevarles a otras muchas actividades: abandono de los estudios, militancia política extremista (lucha callejera), promiscuidad, suicidio, abuso de drogas, búsqueda de sensaciones raras o intensas ("matar para experimentar sensación de poder…"), o ser captados por una secta, que les ofrece la falsa promesa de bienestar emocional asegurándoles proporcionarle esa dirección en la vida que están buscando.



Las sectas son grupos carismáticos, capaces de influir sobre sus adeptos de diferentes formas. Sus características son:



· Poseer un sistema de creencias muy arraigado de carácter religioso o pseudoreligioso, y una ideología que se impone a sus miembros



· Exigir un alto nivel de cohesión entre sus integrantes, intentando prevenir la libertad individual para escoger abandonar el grupo



· Ejercer una profunda influencia sobre la conducta de sus miembros, que puede incluir síntomas psiquiátricos e incluso trastornos psicóticos



· Alentar el proselitismo y la captación de nuevos adeptos



· Inducir la ruptura de las relaciones familiares y sociales anteriores, manteniendo contacto sólo con los miembros de la secta



Las sectas están conducidas por personas capaces de atraer o seducir con su presencia o sus palabras, caracterizadas por su interés en obtener beneficios económicos, sexuales y de poder, y por su insistencia en acatar rígidamente todo el sistema ideológico y de creencias de la organización. La orientación, a ser posible, debe enfocarse a ayudar a los miembros a salir de estos grupos y a proporcionarle lazos emocionales alternativos con personas ajenas al mismo.



Otra forma en la que pueden canalizarse las situaciones vitales críticas (búsqueda de identidad) o algunos estados depresivos, es profesando muy activamente la religión o una nueva doctrina religiosa (conversión). Con frecuencia, ese estado depresivo sucede a un periodo de la vida en el que la persona ha tenido un intenso comportamiento hedonista (riqueza, derroche, vida disoluta), experimentando seguidamente un proceso de cambio con una dedicación plena a determinadas creencias religiosas.

Históricamente existen ejemplos claros en nuestra religión católica, tal como sucedió por ej. con San Agustín. Su biografía recoge: "…oyó la voz de un vecino que le decía: coge y lee, coge y lee…y encontró en el evangelio la forma de salir de la oscuridad" (citado en 2).



En otras religiones no occidentales se consideran estos excesos, sobretodo los sexuales, como un paso previo a la unión mística con su Dios. En la actualidad, podemos comprobar cómo algunas personas con problemas de éste tipo sufren una espectacular conversión, dedicándose a una sobria vida religiosa o a militar por alguna causa de manera exagerada.



Estas conductas pueden ser consideradas como mecanismos antidepresivos, pero llevan aparejados otros problemas, en cuanto a que con frecuencia conllevan un rechazo más o menos encubierto de la familia de origen.



Otro fenómeno que puede aparecer en relación con la religión es el del fanatismo. Fanático (10) es aquel "que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas".



Desde el punto de vista psicopatológico, éste concepto se aproxima al de "idea sobrevalorada" (creencia persistente y no razonable que se mantiene con menor intensidad que la idea delirante; esta creencia lleva aparejada una intensa carga afectiva, de manera que el sujeto organiza y rige su vida en función de esa idea). El fanatismo es propio de grupos con bajo nivel cultural y escasa formación humanística. Para sus líderes, supone también con frecuencia un mecanismo defensivo frente a la depresión o la insatisfacción crónica, con la diferencia de que si tienen un elevado nivel económico o dotes de mando, pueden llevar a disfrazar los objetivos de este fanatismo con intereses personales (admiración, veneración, etc…).



Uno de los fenómenos que desgraciadamente está de actualidad en relación con el fanatismo religioso, lo constituyen los llamados "hombres bomba" palestinos, miembros radicalizados de la religión musulmana. Eyad El-Sarraj-Sarraj, psiquiatra palestino y director del programa de salud mental de la comunidad de Gaza, nos ofrece una explicación a este fenómeno. Refirió durante una entrevista realizada por Linda Butler (11), que quienes cometen los atentados suicidas son personas que han sufrido demasiados traumas en la infancia. Por esta razón, al crecer, su propia personalidad se va forjando con la identidad nacional de la humillación y la derrota, y con estos actos suicidas, pretenden vengarse de lo que experimentan como un fracaso en el ámbito de lo nacional y lo personal. Algunos estudios demostraron que el 55% de los niños palestinos habían sido testigos de las humillaciones y malos tratos que padecieron sus padres por parte de los soldados israelíes (11). El padre, normalmente la figura que representaba la autoridad, comenzaba a ser visto como alguien impotente, que ni siquiera podía protegerse a sí mismo. Obviamente estas vivencias produjeron un importante impacto psicológico aún presente esta población.



Las bombas suicidas son sólo síntomas, comenta el psiquiatra, la reacción a un proceso crónico y sistemático de humillación popular. Por esta razón, se ha llegado a diagnosticar trastornos depresivos en personas que no son aceptados como candidatos a la autoinmolación. Y es que para ellos existe la creencia religiosa de que la vida comienza con la muerte, creen que con la muerte comienzan a vivir. Cuando una persona se ha sacrificado por Dios, alcanza la oportunidad del martirio. Estas personas adquieren un reconocimiento de santidad a los ojos de los que los rodean. Este apoyo social ayuda a la familia a sobrellevar la pérdida. Más tarde estas familias comienzan a sentir una reacción retardada de dolor, y sienten la pena como cualquiera.



Otro aspecto de la religión que requiere consideración es su relación con la expresividad clínica. Así, son conocidas las conexiones existentes entre algunos síndromes psicopatológicos, las actitudes religiosas y el contenido religioso de algunos síntomas. Las más significativas se encuentran en:



· Los actos compulsivos (rezar y persignarse repetidamente al pasar por todas las Iglesias, como una forma de controlar impulsos agresivos o sexuales no admitidos a nivel consciente).



· Las conductas fóbicas (evitar experiencias sexuales por temor a contraer una enfermedad venérea en una persona piadosa que evita las relaciones extramatrimoniales por no violar el mandamiento que exige fidelidad).



· Los estados disociativos o "ataques histéricos" (estados místicos de trance o posesión, interpretados como huida de la sexualidad genital, que se expresa simbólicamente a través de movimientos o de parálisis).

· El sentimiento de culpa, presente en la mayor parte de los trastornos mentales (la religión lo intensifica en el pecado y lo utiliza para la expiación a través de la confesión y los actos caritativos).

· La esquizofrenia y otras psicosis esquizoafectivas (son frecuentes los contenidos místico-religiosos de las ideas delirantes y de las alucinaciones)

No obstante, también existen datos que confirman el efecto beneficioso de la religión sobre la morbilidad psiquiátrica, constituyéndose en una especie de factor de protección frente al trastorno mental. Prueba de ello lo constituyen los estudios que reflejan que las personas con un marcado sentido religioso y espiritual en sus vidas, muestran tasas más bajas de depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático y suicidio; de igual manera, las cifras de trastorno mental son más bajas cuando se asocia la religiosidad en las situaciones críticas de la vida, como es la proximidad a la muerte (12, 13, 14, 15).



Desde el punto de vista terapéutico, existen algunas similitudes entre la psicoterapia y algunos ritos religiosos. Griffith y cols. (2) han esclarecido los mecanismos que los sujetos emplean en las ceremonias religiosas con objetivos terapéuticos. Así, en la Iglesia Baptista Espiritual de las Indias Occidentales, la ceremonia del duelo implica un rito consistente en rezar, ayunar y experimentar sueños y visiones mientras se permanece aislado, concluyendo que se trataba de una verdadera práctica psicoterapéutica. Así mismo demostraron, cómo esta experiencia satisfacía los requisitos de la curación no médica (2) que contemplan los siguientes aspectos:



· El producir una estimulación emocional del individuo



· La existencia de un terapeuta del que depende el sujeto



· El alentar la esperanza del individuo a partir de los atributos personales del terapeuta



· El refuerzo de la autoestima



· El potenciar los lazos del individuo con un grupo de apoyo



Quizás otro aspecto que otorga beneficio a los creyentes en situaciones de crisis sea el hecho de que las religiones constituyan un soporte de los valores universales tan carentes en la actual sociedad de consumo.



Con estos parámetros de referencia es fácil entender el poder sanador de muchos de los ritos religiosos al uso (la expiación de la culpa con la confesión en el catolicismo, el sobrellevar las vicisitudes de la vida a través del rezo y las plegarias, de las creencias kármicas o taoístas, los rituales de evocación ancestrales de algunas tribus africanas, etc…). Sin embargo, existe una tendencia en la formación y en la praxis médica a marginar o estigmatizar las cuestiones religiosas, a pesar de las pruebas evidentes que recoge la literatura sobre sus efectos protectores sobre el estado físico y mental, sobre la evolución de la enfermedad e incluso sobre la longevidad (16, 17, 18, 19, 20, 21).



Es por ello, y por la transformación étnica y cultural a la que estamos asistiendo en España con la inmigración, que resulta deseable y necesario abordar adecuadamente estas cuestiones. Prueba del interés creciente que ya suscita en otros países, lo constituye Canadá, que incluye en la formación de los profesionales de la salud mental aprendizajes relativos al manejo de la religión y la espiritualidad de los pacientes (22), o el que haya precedentes de un I Congreso Internacional sobre Religión y Salud Mental celebrado en Teherán (23).



En este sentido de la formación, quizás, lo que conviene no perder de vista es, por una parte, que la religión, como cualquier otro sistema de creencias poderoso, puede también constituir un daño potencial para las personas, y por otra, de qué manera integrar creencias tan arraigadas y variadas en el contexto terapéutico (24, 25, 26, 27, 28, 29). Es evidente que todo este debate requiere investigaciones más detalladas y lugares de encuentro entre los profesionales de la salud mental.

Bibliografía

1. BOE nº 30 de 4 de Febrero de 2000 en el que se publica la Resolución por la que se ordena el Plan de Estudios de Enfermería y Fisioterapia a impartir en la Escuela de Enfermería de la Universidad de Cádiz.



2. Mortimer Ostow MD. Religión y Psiquiatría. En: Alfred Freedman, Harold I. Kaplan, Benjamin J. Sadock, editores. Tratado de Psiquiatría. Barcelona: Salvat; 1982.p. 2798-2805.



3. Bertrand Russell. Why I Am not a Christiam. New York: Simon y Shuster; 1957.



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8. Mohit A. mental health and psychiatry in the Middle East: historical development. Eastem Mediterranean Health Journal 2001 May; 7(3): 336-47.



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10. Real Academia Esdpañola. Diccionario de la Lengua Española. Vigésima primera edición. Madrid: Espasa Calpe; 1996.



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Palabras clave: Religión, Salud mental.
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Comentarios de los usuarios


Esta publicación me parece inapropiada, ya que no se debe propiciar la creencia en seres mitológicos, es acercarlos a trastornos como la esquizofrenia.

Hector Blanco
Profesional - México
Fecha: 07/07/2020



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