Artículo |
26/10/2016
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ong>Resumen
La WPA y la Organización Mundial de la Salud (WHO) han trabajado con ahínco para asegurarse de que la promoción y el tratamiento integral de la salud mental tengan fundamentos científicos y, al mismo tiempo, sean compasivos y tomen en cuenta los aspectos culturales1,2. En las últimas décadas, el público y los académicos se han percatado cada vez más de la relevancia de la espiritualidad y la religión para los problemas de salud. Los análisis sistemáticos de la literatura académica han identificado más de 3000 estudios científicos en que se investiga la relación entre religión/ espiritualidad (R/S) y salud3,4. En el campo de los trastornos mentales, se ha demostrado que la R/S tiene implicaciones importantes para la prevalencia (sobre todo trastornos depresivos y por consumo de sustancias), el diagnóstico (por ejemplo, la diferenciación entre las experiencias espirituales y los trastornos mentales), tratamiento (por ejemplo, conducta de búsqueda de ayuda, cumplimiento, atención plena, tratamientos complementarios), desenlaces (por ejemplo, restablecimiento y suicidio) y prevención, así como para la calidad de vida y el bienestar3,4. La WHO ha incluido ahora la R/S como una dimensión de la calidad de vida5 . Aunque hay datos que demuestran que la R/S suele asociarse a mejores desenlaces en la salud, también puede causar daño (por ejemplo, renuencia al tratamiento, intolerancia, adaptación religiosa negativa). Las encuestas han demostrado que los valores, las creencias y las prácticas de R/S siguen siendo relevantes para la mayoría de la población mundial por cuanto a los pacientes les gustaría que sus inquietudes religiosas/espirituales fuesen abordadas en la atención a la salud.
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World Psychiatry (Ed Esp)