La preocupación obsesiva por la salud produce trastornos.

Al establecer la relación entre cuerpo y mente, no podemos pensar que alguien "imagine" cierto malestar y que no sea real. El caso típico es del hipocondríaco, quien se queja continuamente de que algo le duele y tiene la convicción de estar enfermo a pesar de que el doctor le explica que no existe una razón médica para ello, pero que no está "loco".



Esta persona siente una preocupación obsesiva con su salud y como consecuencia de ello concentra su atención en alguna parte de su cuerpo, haciéndose más sensible a ella e interpretando incorrectamente ciertos síntomas.



Todos tenemos la capacidad de hacer que nuestras emociones afecten al cuerpo. El niño que tiene dolores de estómago cuando no quiere ir a la escuela, la madre que desarrolla dolores de cabeza por la preocupación por sus hijos y el padre de familia que sufre de insomnio preguntándose cómo pagara la próxima letra son ejemplos de aflicciones psicosomáticas con las cuales todos nos podemos identificar.





No hay paciente más frustrado que aquel que va a una consulta médica y le dicen: "¡Todo es un problema de su mente!". Para muchos pacientes, esto significa casi un insulto, más aún, cuando hay todavía quien cree que consultar a un psicólogo implica estar loco.



En la mayoría de los casos, el enfermo cree que el doctor no le entiende o no le quiere hacer caso. Además, la reacción de la familia tampoco suele ayudar. Incluso cuando el médico se toma tiempo y le explica al paciente el fundamento de su recomendación, cuando el paciente llega a la casa la familia reacciona con el mismo criterio, pensando que en realidad está imaginando su enfermedad y por ese motivo le dicen "que son imaginaciones" suyas mientras que, en algunos casos más lamentables, se burlan de él.





Es importante entender las bases de las reacciones psicosomáticas (cuando la mente, sin saberlo, afecta el bienestar del cuerpo) para poder descartar estos prejuicios.



Los seres humanos no estamos separados en cuerpo, mente y emociones. Muy por el contrario, todos ellos actúan entre sí y se afectan mutuamente. Tal es así que se ha comprobado que el 20% de los enfermos cardiacos también tiene depresión, que la tensión emocional afecta el aparato gastrointestinal y el sistema cardiovascular-respiratorio y que la actitud personal influye en la recuperación de enfermedades tanto como en la longevidad, especialmente en situaciones de enfermedades terminales como cáncer, artritis y sida.



El 80% de los enfermos tiene algún tipo de repercusión emocional. Algunos diagnósticos, tales como la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica, que aún no son bien entendidos por la ciencia médica, son de muy fácil relación con la vida mental y/o emocional.