La demanda de atención psicológica y psiquiátrica de los servicios públicos y privados se disparó con la pandemia, y por ahora la tendencia no parece remitir. Esta es la conclusión principal de la IX Jornada Técnica de prevención y de atención a adolescentes en riesgo, organizada por la Fundación Portal de apoyo a chicos con patología dual y dirigida por Amalgama7, que ha tenido lugar en Fundación ONCE.
«Lo vemos todas las semanas en el hospital», reconoce María José Penzol, psiquiatra en la Unidad de Hospitalización Breve para adolescentes del Gregorio Marañón, y una de las ponentes de la jornada, quien remarca que cada vez «hay más patologías mentales graves entre niños de 12 a 18 años, que presentan cuadros de ansiedad y depresión, trastornos de conducta alimentaria, autolesiones y, finalmente, intentos de suicidio».
No hay nuevas enfermedades mentalestras el Covid pero sí «mayor prevalencia y expresiones sintomáticas más intensas de su malestar psíquico», aclara esta experta, «que hacen que estén saturados los recursos de tratamiento de salud mental infanto-juvenil de la Comunidad de Madrid, tanto a nivel ambulatorio como de hospitalización y tratamiento intensivo y residencial».
En opinión de Penzol, detrás de esta situación tan devastadora hay muchos factores pero destaca dos que, a su juicio, son determinantes y comunes en todos los casos que llegan a su consulta: «El aislamiento social y un uso erróneo y excesivo de dispositivos tecnológicos que está siendo muy perjudicial para los chicos, que pasan seis horas diarias frente a las pantallas mientras dejan de hacer deporte, de entrenar habilidades sociales...».
La sociedad debería empezar por preguntarse «¿quién entra en el cuarto de nuestros hijos a través del móvil?», porque cada vez existen más estudios, «que coinciden en señalar cómo la ansiedad y la depresión que presentan los menores están relacionados con el aumento en el uso de dispositivos electrónicos y redes sociales».
Ese acceso a contenidos inapropiados a una edad tan temprana, con el cerebro todavía en formación, recuerda Jordi Royo, psicólogo y director clínico de Amalgama7, «no ocurría en los años 80 cuando, entre otras cosas, la adolescencia empezaba más tarde pero, ¿qué niño hoy en España no tiene un smartphone o teléfono 'inteligente' a los 12 años?«.
La teoría de Royo es que «hoy la pubertad no existe y la adolescencia empieza el día en el que ese niño cierra la puerta de su cuarto, un momento cada vez más previo. Si antes lo teníamos a los 14 años, en la actualidad ese fenómeno de querer distanciarse de los padres y de que los amigos se conviertan en la familia es cada vez más precoz».
Acceso libre a contenidos inapropiados
Precisamente en una edad en la que están «en transición hacia la autonomía de la vida adulta, enfrentándose día a día al reto de estructurar su identidad más allá de las expectativas de los padres –explica la psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón–, la necesidad de validación, de comparación continua con los otros, de respuesta positiva, la dependencia de estar permanentemente conectado por miedo a perderse algo… puede contribuir a la aparición de esos síntomas«.
De hecho, prosigue esta doctora, «se ha constatado que, a más horas en las redes sociales, más autolesiones y más ideación suicida en adolescentes«. Las pantallas, insiste esta experta, »tienen un elevadísimo poder adictivo, en el que cae un 5 por ciento de la población adolescente que tiene acceso fácil e inmediato a información muy peligrosa como, por ejemplo, cómo suicidarse mezclando fármacos ansiolíticos y analgésicos que encuentran en su propia casa a través de vídeos que reciben por canales como Instagram, TikTok o YouTube, por decir algunos«.
Así, recuerda Penzol, «la existencia de determinadas plataformas captadoras de personas vulnerables que tienen acceso libre a la habitación de determinados niños y adolescentes lamentablemente sin supervisión por parte de los padres es algo que hemos detectado en nuestro servicio hospitalario».
El problema está, corrobora el director clínico de Amalgama7, en que los progenitores no tienen manual de uso. «No me refiero a la parte técnica, sino a saber comunicarse con sus propios hijos sobre lo que es peligroso ver o dejar de ver». Por este motivo, prosigue Royo, «lo que es verdaderamente determinante es que los padres puedan estar presentes en las vidas de sus hijos pero las familias están desinformadas y poco formadas».
La realidad es que al final, concluye este experto, «se han disparado los diagnósticos psicológicos y psiquiátricos de menores que conllevan un incremento de prescripción psicofarmacológica y cuando hay un sufrimiento emocional en un menor no hay atajos: se trata de acompañarlos poniendo esfuerzo, amor y, sobre todo, tiempo».