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La sociedad perversa
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Autor/autores: Francisco Traver.
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Artículo revisado por nuestra redacción
MASOQUISMO EN INTERNETEn un contexto clinico es imposible aprender nada sobre la perversidad. Ya he dicho que la gente no va al psiquiatra a contarle como disfruta de la vida, sino como la sufre. Los psiquiatras sabemos muy poco acerca de los placeres individuales y lo poco que sabemos es tangencial, generalmente a partir de los fracasos del goce, o de su encubrimiento neurótico. A pesar de ello ...
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MASOQUISMO EN INTERNET
En un contexto clinico es imposible aprender nada sobre la perversidad. Ya he dicho que la gente no va al psiquiatra a contarle como disfruta de la vida, sino como la sufre. Los psiquiatras sabemos muy poco acerca de los placeres individuales y lo poco que sabemos es tangencial, generalmente a partir de los fracasos del goce, o de su encubrimiento neurótico. A pesar de ello "las perversiones" siguen estando en los manuales de Psiquiatria, pero el conocimiento que adquirimos -a veces tras una larga vida profesional- es insuficiente y fragmentario.
Los puntos de encuentro que tenemos con los fenomenos perversos, están descalificados por sí mismos: el ambiente clinico es un malentendido para articular un discurso sobre el goce, pero ¿qué decir del conocimiento que logramos cuando actuamos como peritos de un supuesto perverso, en un conflicto medico-legal?. Aqui el encuadre está viciado de antemano y nuestras conclusiones son cualquier cosa, menos algo serio y definitivo, porque se rompe el principio de lealtad implícito en cualquier psicoterapia. En mi vida profesional he actuado como períto en tres ocasiones para diagnosticar a un supuesto perverso: una vez fue un pederasta, otra un exhibicionista y la tercera vez un asesino en serie. Los dos primeros salieron bien librados de sus etiquetas diagnósticas, el tercero no. Las sentencias del juez siempre tuvieron en cuenta el peso de la etiqueta, casi siempre para dejar libre al acusado de acuerdo con un diagnóstico de perversión. Por el contrario el asesino en serie no tuvo esta suerte, a pesar de que hubiera quien adornara su diagnóstico de perversidad con otras etiquetas no menos confusas como la de "psicopatia".
Creo que hay que situarse fuera de la clinica si pretendemos acercarnos a este fenómeno, porque dentro de ella no hay sino -efectivamente- disimulo,y beneficios penitenciarios. El malentendido, ya he dicho procede de la suposición de que la "enfermedad mental" supone una mengua en la voluntad y que los perversos son enfermos mentales. Nada más lejos de la realidad.
Es verdad que un enfermo mental (verdadero), puede ser a su vez un perverso, como puede también padecer una apendicitis, pero no hay ninguna relación entre la perversidad (una condición para el goce erótico) y le enfermedad mental. En realidad los enfermos mentales están muy poco interesados en lo erótico, los perversos son personas normales que no padecen signos o sintomas de enfermedad mental, son por tanto totalmente imputables.
La condición para el goce no puede constituirse en una etiqueta psiquiátrica, no sólo porque confunde la epistemología de la propia Psiquiatría, sino porque configura un caldo social, donde cualquier diferencia es percibida de forma paranoica cuyo inevitable destino es la exclusión, no en nombre de la normatividad, lo que sería tolerable, sino "en nombre de la ciencia".
En el contexto clinico me he preguntado muchas veces hasta qué punto nuestros enfermos nos cuentan la verdad. Me refiero a toda la verdad. Creo que sería inocente que supusieramos que esto es así. Aun en el caso de que hubiere una perfecta sintonía en la alianza terapeutica que conseguimos establecer con nuestros pacientes, es obvio que hay un segmento de privacidad que queda sin explorar en cualquier forma de psicoterapia.
Se trata de barreras de edad: los adolescentes nos ven como agentes de sus padres. De barreras juridicas: los acusados de algun delito como mecanismos abstrusos de la propia ley. Las mujeres pueden sentirse violentas contándoles cosas íntimas a los hombres y los hombres también a las psiquiatras. Por ultimo existen barreras sociales, barreras de lenguaje y barreras trasferenciales, el terapeuta puede vivirse como una persona lejana e inaccesible, alguien que es o representa al poder en sí mismo.
No, los pacientes no nos cuentan toda la verdad, para no ser descubiertos, disecados, analizados y sometidos al tormento de ser etiquetados como un bicho raro. El encuadre psicoterapeutico es insuficiente para dar cuenta de la intimidad de una persona.
Además los psiquiatras damos miedo. Las personas comunes suelen pensar que los psiquiatras tratamos locos, la locura y que tenemos poderes invisibles. Nos adjudican mágicamente habilidades que no tenemos y nos sustraen otras que sí tenemos. No todo el mundo va al psiquiatra a contar su intimidad. Se prefiere para eso a los amigos o confidentes no profesionales.
Cuando alguien va al psiquiatra ya ha agotado, podriamos decir los apoyos sociales que le daban sustento. Aun así no es de esperar una apertura confiada y sostenida, sino una relación desconfiada y difícil. En los ultimos años y quizá a un debilitamiento del discurso psicoanalitico estamos asistiendo a una progresiva medicalización de la figura del psiquiatra. Los pacientes traen expectativas de curación médica, rauda y eficaz. Ya nadie busca al psiquiatra para volcar en él, sus problemas ordinarios o sus fantasias, sino una curación mágica con psicofármacos de cualquier sufrimiento, hasta del sufrimiento necesario como es por ejemplo el duelo. No sé si de eso tenemos la culpa los propios psiquiatras, la industria farmacéutica o la emergencia de los psicólogos en el mercado del sufrimiento, pero me parece haber asistido a un cambio en la presentación de la enfermedad, como también a las expectativas que los enfermos depositan en nosotros, desde que empecé mi ejercicio profesional en la decada de los 70.
Hago este rodeo para preguntarme sobre el futuro de nuestra disciplina. Y tambien para mencionar un hecho que aunque embrionario, me parece digno de tener en cuenta: me refiero a la emergencia de las nuevas tecnologias de la comunicación en el mercado del sufrimiento y sobre todo en el intercambio de la perversidad. Me refiero a las posibilidades que se entreven en Internet, con respecto a la comunicación humana.Sobre todo a los chats especificamente perversos como los dedicados a gays, sado-masoquistas, lesbianas, fetichistas, etc.
No estoy utilizando en ningun momento el término perverso en cuanto a una entidad clinica sino que me voy a referir a la sociedad perversa como un modo de articular la perversidad, es decir las condiciones individuales para el goce, que no son delito, (como la pederastia, perseguida en Internet por los poderes públicos).
Creo que la proliferación de esta formas de intercambio abre un interrogante muy interesante a la propia Psiquiatria. ¿Para que serviremos los psiquiatras en la era de Internet?.
Es evidente que aun no podemos hacer psicoterapia en la red, por varias razones, la primera es el tema de la despersonalización.
Efectivamente en Internet nadie es quién es, pueden vivirse personalidades alternativas, lo que favorece el fraude terapeutico, algo insalvable para una terapia reglada. Pero tambien favorece algo que nadie en su propia vida puede hacer. Me refiero al posible desdoblamiento de la personalidad, de las actitudes y de las identidades. ¿Puede este desdoblamiento tener algun efecto beneficioso en sus usuarios?. En una reciente entrevista publicada por un diario de tirada nacional Susan Sontag explicaba el caso de un amigo suyo que gracias a Internet habia podido "vivir" una experiencia homosexual, que de ningun otro modo hubiera osado explorar. La pregunta que me hago es: ¿ese desdoblamiento anónimo de esa persona le procurará algun efecto en su felicidad, salud individual o posibilidades de goce?. Y la siguiente pregunta es ¿Las relaciones virtuales son capaces de provocar distorsiones o beneficios en los que las emplean?.
Ningún terapeuta aceptaria -creo- hacer una terapia por Internet sin ver la cara de su paciente. Aunque es muy probable que hubieran pacientes que prefirieran hacer terapia con alguien a quien no ven. Se abren interrogantes éticos de imposible respuesta en este momento en que la red aun no ha dado de sí, todo lo que se espera en un futuro próximo. Sin embargo los temas deontológicos no me preocupan demasiado en este momento. ¿Habrá alguien en el futuro dispuesto a pagar una escucha profesional teniendo la posibilidad de encontrar un partenaire en la red?. ¿Será la red la substituta de la clinica en el futuro?
Se puede decir con razón que las relaciones virtuales en Internet no dejan de ser imaginarias. Es verdad. También lo son nuestras fantasias, nuestros deseos y nuestros sueños. El imaginario de cada cual es potente y construye y destruye mundos con la velocidad de un ciclón, en este sentido somos omnipotentes. Y además aunque el cerebro sano, sabe que el imaginario sigue siendo el imaginario, muchas personas prefieren este registro al de la propia realidad y se dedican a destilar su propia fantasia para consumo de los demás. Además el cerebro no parece distinguir demasiado entre la realidad que procesa como realidad y la realidad que procesa como imaginaria. Lo sabe solo en condiciones de vigilia, pero la materia en que se sustentan ambas es la misma.
Por eso nos refugiamos en la narrativa ajena, vamos al cine y estamos fascinados por el arte. Vamos a que nos cuenten historias, porque -como decia Dovstoieisky- , "si la vida fuera divertida no necesitariamos jugar". De pequeños nos cuentan cuentos, que recordaremos toda la vida con alguna fábula moral. Nos enamoramos de artistas de cine que nunca conoceremos. Recordamos cancioncillas de cuanto estuvimos enamorados, leemos novelas que nos transportan hacia mundos que nunca visitaremos y visionamos videos pornográficos con variantes sexuales que nunca hemos ejercitado. ¿Es esto virtual?.
Las tecnologias virtuales se definen en oposición al puro imaginario de las novelas o de los cuentos orales en que comprometen nuestro juicio de la realidad. No se trata sólo de leer una novela, sino de vivirla. Percepcion visual, auditiva, cenestesias y texturas conformarán un nuevo engaño de los sentidos tan aproximado a la realidad que tendremos serias dificultades en saber qué es real y qué es imaginario sin volvernos locos.
Nada de esto se encuentra aun comercializado en masa y no es mi intención más que mencionarlo de pasada para decir, que la variable critica que discrimina entre lo real y lo imaginario o virtual es el juicio de la realidad. Es real aquello a lo que adjudicamos valor de realidad y no es real aquello que vivimos como imaginario. Hasta en las pesadillas tenemos una especie de gobernante interno que nos advierte de que estamos soñando cuando las cosas se ponen feas. De manera que no acepto que se diga que las interacciones que se hacen en Internet son del todo inocentes o juegos de niños, como sostienen aquellos que movidos por el prejuicio, aun no navegan.
Otra dificultad seria que encuentro para hacer terapia por Internet es la falta de control sobre el propio encuadre. Internet se caracteriza por la desaparición de nuestros interlocutores, por su dispersión y por el misterio de su identidad real. ¿Cómo hacer para ayudar a un supuesto suicida que no conocemos más que por un nick?. La falta de control sobre las variables de la psicoterapia la convierten de hecho en algo anómalo, en algo desprofesionalizado, en una ayuda puntual que tiene más de desahogo que de búsqueda de soluciones. Las personas recorren varios chats, desaparecen en largas temporadas y cuando vuelven lo hacen con otro nombre adoptando quizá otra identidad. La impostura es frecuente, hay hombres que se hacen pasar por mujeres y mujeres por hombres. Casi todos mienten (o pueden hacerlo) sobre su edad o su aspecto fisico. Pero aunque estas variables pudieran ser sometidas a un examen objetivo, no habría manera de mantener al mismo tiempo el anonimato y la objetividad, al eludir las señales analógicas de un contacto real. El tono de la voz, los gestos y el aspecto de una persona delatan muchas veces sus conflictos profundos. Sin embargo el "cara a cara", es un obstáculo que me parece que opera en muchas ocasiones contra la sinceridad. Es verdad que se pueden hacer ya chats con imagen, pero esta situación es entonces la misma que un cara a cara, con sus mismas dificultades y obstáculos. Con una más añadida, la ausencia de calor humano y de "carne en el asador", impediria -a mi juicio- la emergencia de una trasferencia intensa tal y como la conocemos en nuestra práctica convencional.
Tampoco era mi intención hablar aquí de las posibilidades de hacer terapia en Internet. Si he tocado este tema era para aclarar de pasada lo que pienso acerca de las relaciones entre partenaires dialogantes en un chat, que están presididas a mi juicio por:
1.-El anonimato
2.-La posibilidad de adquirir diversas identidades
3.-La impostura
4.-El volcado de fantasias poco usuales
5.-La posibilidad de encontrar partenaires con quien compartirlas, es decir la posibilidad de contactar con un semejante.
Naturalmente este encuadre es cualquier cosa menos un encuadre terapeutico y por eso le llamaré en adelante el "encuadre perverso".
El encuadre perverso no tiene como fines clasificar, tratar o curar sino simplemente "poner en contacto", personas según un area concreta de preferencias. Hay chats dedicados a la poesia ,a la caza , a los deportes de riesgo y tambien a la perversidad de la que me estoy ocupando prioritariamente. La gente que concurre a un chat no lo hace con ningun fin utilitario, sino que muchas veces es un fin en sí mismo, se trata de charlar, bromear, insultarse, o discrepar sin la posibilidad de llegar a las manos. Todo lo que sucede (o casi todo) lo que sucede en un chat es inocente y algo ingenuo, sus usuarios suelen ser adolecentes entre los 18 y 30 años, como sucede siempre con las nuevas tecnologías. Hay tambien chats donde la gente se propone tener la ilusión virtual de masturbarse en grupo, tener coitos virtuales, etc. En realidad no hay forma humana de saber que pasa al otro lado de la red y la mayor parte de las veces todo queda en un truco de buenos actores y de mejores intenciones. El juego consiste en creer que nuestro partenaire está teniendo realmente un orgasmo si se trata de una interacción cibersexual o de que está fumandose un "canuto" que muchas veces compartirá con sus "colegas" de chat.
De manera que se pueden tener ciberorgasmos, ciberfelaciones, ciberamantes o ciberamores, dando lugar a una nueva nomenclatura, que como mínimo es ingeniosa.
No quiero decir que en el futuro las relaciones virtuales vayan a substituir a a las relaciones reales. Las relaciones "reales" no corren ningun peligro, son insustituibles e inevitables. Lo que parece adivinarse es que estamos asitiendo a una verdadera democratización o globalización del fenómeno de la perversidad, del mismo modo que la información circula por la red de forma ubicua.
Ya no es necesario guardarse para sí aquello abyecto e inconfesable que nunca hemos contado a nadie, ahora tenemos la oportunidad de volcar nuestras fantasías en la red, después de buscar un partenaire complementario que opere como contenedor del goce. Tampoco quiero decir que los contactos entre internautas tengan como finalidad tener un contacto real. Creo que más bien los contactos entre cibernautas tienen la finalidad de servir de soportes a las fantasias, que pueden constituirse en verdaderas comunidades virtuales como ya está sucediendo en algun caso. Las "Kedadas" (encuentros colectivos entre ciberamigos) generalmente adolescentes sin compromisos con la vida, están sometidas a la misma decepción y a la misma aridez y dificultades que cualquier interacción entre humanos. De modo que son usuales que los primeros entusiasmos vengan seguidos rápidamente de deserciones en masa. Dos de las razones del éxito de estas "interacciones perversas"se encuentra en el anonimato y en la gratuidad. Nadie (o poca gente) pagaria por charlar en un chat si tuviera que abonar una cuota para ello, ese pago implicaria demasiado compromiso para el usuario y de lo que se trata en cualquier interacción perversa es quedar afuera de compromisos y de la exposición de la verdadera identidad, que cualquier pago derivaria.
Además las personas conectadas a la red pueden explorar sus tendencias perversas sin temor a ser reconocidas, aun sin haber ejercitado nunca ninguna de ellas (es decir sin ser propiamente perversos), pueden someterse a la prueba de la realidad que una conversación perversa pudiera delatarles e introspectivamente averiguar muchas cosas sobre su deseo, que jamás hubieran osado preguntarse. En este sentido la "sociedad perversa" actuaria como una autoterapia o al menos como un autodescubrimiento.
Las interacciones masósadicas son un buen ejemplo de ello. Mi opinión personal es que se encuentran en expansión y es uno de los leit-motivs que animan cualquier chat, tanto los genéricos como los especificos. Naturalmente la gente que concurre a este tipo de interacción son personas que se hacen preguntas. No sólo les anima la curiosidad de saber algo sobre el fenómeno en sí, sino que pretenden explorar en sí mismos hasta que pounto a ellos les interesa este juego. Son personas que tienen fantasias masósadicas, -ya he dicho que este tipo de fantasias están generalizadas en la población general-, pero que declaran que nunca han tenido una experiencia de este tipo. Naturalmente toman sus precauciones, nadie puede llegar a un contacto real de este tipo (ni de cualquier otro) sin tomarlas. De hecho existen paginas web que dan consejos de cómo comportarse en una primera cita. Pero son personas que quieren llegar a tenerlas una vez explorada su tendencia a la dominación o a la sumisión y que tienen muy claras cuales son las condiciones para poder llegar a ejecutarlas, en el caso de llevarlas a la realidad. En una conversación de este tipo, se nota que las cosas están muy elaboradas, cada persona tiene una lista mental de qué gustaria de probar y lo que está más allá, la frontera que nunca se cruzaria, sin embargo las personas se preguntan en muchas ocasiones donde está su limite.
La búsqueda del límite es en mi opinión la clave que guia la búsqueda erótica, La sexualidad normal no se ocupa casi nunca de ello, me refiero a la sexualidad "light", a la sexualidad convencional. Esta se conforma casi siempre con la búsqueda del placer, de algo que añada placer a la vida. Hay personas que lejos de esto se preguntan que hay más allá de la vida, si hay Dios o no lo hay, si existe la reeencarnación, si hay transubstanciación, resurreción de los muertos o un estado de Nirvana permanente. Bien, hay otras personas que se preguntan qué cosa sucede en el limite: en el limite de la vida con la muerte.
Es obvio que la mayor parte de los perversos no suelen ir tan lejos, pero ya es algo. El perverso es aquél que no se conforma con el placer, aspira al goce, a lo que hay más allá del placer. Todos los perversos aunque no lleguen al borde que separa la vida con la muerte, atraviesan el lado oscuro de las cosas, aunque sólo sea en el imaginario, fantaseando y descubriendo -quizá- que pueden llegar más lejos. Todos, en este sentido rompen un tabú, transgreden la norma y se situan más allá del sexo reproductivo, el unico que no está prohibido.
Se podrá argumentar también con algo de razón que la mayor parte de estas interacciones no persiguen ningun fin, se trata de juegos, de pasatiempos más o menos autoeróticos, formas de excitarse o de bromear que bordean la ingenuidad y lo lúdico. Estoy seguro de que esto es así en muchos casos, pero me pregunto si este juego no estará escondiendo una realidad, a la que no tenemos acceso más que en nuestra propia imaginación a la que negamos cualquier verosimilitud.
Si atendemos a las confesiones que se hacen a traves de este medio las relaciones ocasionales que se establecen en los distintos canales de Internet son escasas, ignoro el destino de estas relaciones, pero es evidente de que los contactos que se consiguen a traves de Internet son fácticamente posibles. No hay ninguna razón para suponer, que quienes las cuentan de forma anónima están mintiendo, porque no pierden nada (luego veremos si lo ganan) con esa declaración. En cualquier caso sus declaraciones pueden ser tan auténticas o tan falsas como las que se realizan cara a cara con un interlocutor cualquiera, o en el diván de un psiquiatra.
Como psiquiatra estoy acostumbrado a operar "como si" todo lo que me cuentan fuera siempre verdad. En cualquier medio o en cualquier ámbito. Ya sé que muchas de las cosas que se le cuentan a un psiquiatra (o a un no psiquiatra), son siempre verdades parciales, sesgos perceptivos, mentiras intencionadas para conseguir prebendas o engañar al interlocutor, sin embargo acepto siempre las mentiras como si fueran verdades. Tiempo habrá para confrontarlas con el propio paciente y de desenmascarar el engaño. A mi juicio lo importante no es la veracidad de lo que la gente cuenta, sino las razones que le llevan a contar una cosa y no otra. Es así como descubrimos a los mitómanos, a los confabuladores y a los que buscan beneficios en la enfermedad.
La gente miente mucho en Internet, es cierto y casi nunca el autor del engaño es desvelado. Si esto es cierto me interesa saber ¿en qué cosas mienten y para qué?. Mienten sobre todo en su aspecto fisico y en menor medida en la edad. ¿Para qué deberia mentir en relación con su aspecto fisico una persona que sabe que no va a confrontarse directamente nunca con su interlocutor?. He aquí la paradoja. Lo lógico es que si mis intenciones son las de conseguir una pareja para un contacto real en Internet diga siempre la verdad, pero si no persigo este fin la mentira está de más. Las mentiras serán desveladas en el momento del encuentro y seré pronto o tarde desenmascarado. Si no va a haber encuentro ¿para qué mentir?
Se miente para excitar al partenaire. De lo que se trata no es tanto tener una relación sexual real con él, sino conseguir su atención, lograr una cierta exclusividad, conseguir alguien que logre soportar las propias fantasias y conseguir, atención a esta palabra: seducirlo.
Pero ¿seducir para qué? ¿con qué finalidad?. Todos los psiquiatras hemos tenido una escena como la que voy a contar a continuación en nuestras entrevistas cara a cara con determinadas pacientes. Creo que el fenómeno es el mismo. De lo que se trata es de introducir el deseo propio en la cabeza de alguien, de inocular algo insoportable en uno, hablo de la identificación proyectiva, un mecanismo perverso presente en cualquier interacción en Internet y tambien en algunas pacientes como esta:
Una paciente de 50 años a la que conocia porque habia tratado a un familiar suyo, me pidió una consulta para hablarme de sus problemas. Era una mujer atractiva y con aire de resignación, debido -según ella- a un matrimonio desgraciado. Sólo sentarse cara a cara conmigo, me hace la siguiente comfesión: Desde que me conoce (me conoce de una sola entrevista) no ha dejado de pensar en mi, tanto que esta noche pasada y sabiendo ya, que la iba a recibir ha tenido el siguiente sueño. Estaba arrodillada delante de mi y me pedia si podia hacerme una felación, yo le decia que si, que estaba dispuesto porque desde que la conoci tambien estaba excitado pensando en la posibilidad de que llegara a ser mi paciente. Naturalmente, despues de oir este sueño, me puse en guardia, porque aunque son frecuentes estas declaraciones de amor de pacientes femeninas insatisfechas a sus psiquiatras, nunca nadie en su sano juicio, me las habia hecho el primer dia. Es decir se trataba de una jugada muy fuerte. Al concluir la sesión donde estuvimos hablando de temas generales, mientras yo intentaba despistar el tema erótico, nos levantamos y entonces la mujer cogiendome de la cintura, me preguntó, mirandome fijamente a los ojos ¿me dejas que te haga una cosa?. Como pude me desprendí del abrazo de aquella mujer- por otra parte muy atractiva- y como pude, ya no recuerdo cómo logré despedirla, no sin quedar azorado, perplejo y
.excitado.
Estoy seguro de que el sueño que me contó aquella paciente era falso. Pero en cualquier caso es irrelevante que fuera falso o verdadero. La paciente trataba de seducirme, más que eso: de acorralarme y de convertirse en mi amante alli mismo en mi propio territorio, en mi consulta. Se trataba de un seducción brutal, de un arrebato, de un rapto, realizado con bastante brusquedad, quizá motivado por la urgencia o el ansia de aquella mujer de tener un contacto sexual. Sea como fuere el sentimiento que me invadió, una especie de voluptuosidad (en el sentido de Rousseau), me llevó a preguntarme que es lo que pretendia aquella mujer. Bien, creo que hay pocas interpretaciones de su intencionalidad.
Las interacciones humanas se basan en gran parte en este mecanismo. Nadie seduce a nadie, sin cortejo, sin un ritual de seducción. El seductor introduce su deseo en el seducido, que a su vez se comporta como seductor, cuando el seductor original queda exhausto, relevándose continuamente en esa función. En cualquier relación hay siempre un seductor y un seducido. Aunque los roles del cortejo al estar definidos por un orden social, basado en el respeto mutuo y en la apariencia, difumine en ocasiones quien inició la maniobra. Lo usual es que la mujer se ofrezca y salga huyendo, imponiendo asi una persecución por parte del varón excitado ante esa huida. Ese es el juego. Tan sólo las prostitutas no huyen despues de ofrecerse: eso es -precisamente- lo que les confiere el estatuto de mujeres consagradas. El deseo siempre lo pone alguien, generalmente el hombre, al que se le supone siempre un deseo en posición de debe, la mujer aunque tiene deseo "se ofrece al propio deseo" tal y como propone Bataille. La mujer -sin embargo- es poco usual que muestre su deseo de una forma explícita, aunque estos modelos se encuentran en crisis en todo el mundo occidental. La seducción, cualquier seducción es una forma menor de violencia, alguien impone a otro su deseo o su rechazo. Es imposible (poco probable) un deseo simultáneo, alguien enciende la cerilla, generalmente el que puede permitirselo.
En Internet los encuentros son poco frecuentes, porque de lo que se trata no es tanto de tener un contacto sexual, sino de tener muchas oportunidades para excitar y ser excitado, tambien de ofrecerse sin huir, es decir tener la oportunidad de ser una "prostituta", estando a salvo por la propia distancia fisica que la red interpone entre los partenaires. Bucear en esa sensación y descubrir qué cosas nos excitan, sin tener que exponer nuestro cuerpo y nuestra reputación y sobre todo: averiguar si somos capaces de despertar respuestas poderosas en los demás, cuestión que para una mujer es vital. Averiguar, atención a la palabra: "si se es atractiva", es parte de la ilusoria paradoja en que Internet ha convertido nuestra vida sexual alternativa. Una atracción que sin la exposición del cuerpo, es el ideal para ciertas personas tímidas y evitadoras, una competencia desleal para las más atractivas y las prostitutas profesionales.
Las interacciones perversas en Internet propician la omnipotencia, a condición -claro está- que el juego no rebase los limites de la restricción virtual de la propia red. Democratiza la belleza, amplía las posibilidades de los tímidos, rompe en definitiva el juego de espejos en que se ha convertido nuestra vida real, presidida siempre por la apariencia y la esgrima dialéctica. Acorta el camino entre el conocimiento entre dos personas y las acerca, si, hasta un punto en que se hace necesario retroceder para seguir manteniendo el anonimato. Creo que el tiempo necesario para seducir a alguien en Internet es sensiblemente menor que lo que sucede en la vida real, y también creo que las fantasias que se vierten en la red sólo podrian hacerse cara a cara con personas muy puntuales y despues de un tiempo más bien largo de trato personal. Aun asi, surgirian dificultades y sombras: las barreras comunicacionales a las que ya me he referido. De este modo Internet propicia un intercambio profundo, pero casi siempre inconsumado.
Pero ya hemos visto que una de los goces del masoquismo es precisamente la insabilidad del objeto. ¿Qué busca el masoquista?, sino precisamente esta inconsumación, cierto es que existe una barrera fisica que impide el contacto carnal entre los partenaires, pero ¿no es precisamente esta una barrera de seguridad que propicia que nuevos consumidores se adentren en el lado turbio de las cosas?. Y esta vez sin peligro alguno.
De manera que ya hemos disecado las caracteristicas principales de cualquier interacción cibersexual en Internet:
1.-Fantasia.
2.-Inconsumación.
3.-Anonimato y no exposición del cuerpo.
4.-Posibilidad de desdoblamiento e impostura.
5.-Seducción.
6.-Omnipotencia.
7.-Democratización del acceso de todos a todos.
8.-Seguridad fisica.
9.-Promiscuidad.
10.-Mitomania.
¿Puede haber en la vida real, una oportunidad mejor para que la sociedad perversa emerja?. En Internet los limites son sólo los de la propia ley, no existe otro límite más que el que las propias reglas del juego propician con la propia naturaleza del intercambio.
No creo que el panorama mejore o cambie sustancialmente cuando los chats de imagen provean a los consumidores de una pantalla que permita ver al interlocutor. Tampoco el video teléfono ha tenido mucha suerte, porque de lo que se trata basicamente en este tipo de relaciones es de no ver, u oir, sólo de escribir.
Escribir no es lo mismo que hablar o ver, aunque forme parte tambien de la narrativa, es decir de la capacidad para contar, inventar y transformar el mundo, de eso se ocupa la literatura. En la charla, ademas de narrar, lo hacemos exponiendo algo nuestro: la voz, soporte de la propia identidad. Si lo hacemos delante de una camara de video lo que exponemos es el cuerpo, sumergido e investido en una inexorable identidad. Escribir pertenece a un registro distinto al de la charla oral. Escribir es un acto racional, matemático, que procede de nuestro cerebro izquierdo, hablar es un acto tambien racional pero teñido de emociones e infiltrado de incertidumbre, algo gestáltico que gobierna el cerebro derecho. Escribir no compromete a nada inmediato, hablar es distinto porque aquí se expone la voz. Muchas fantasias que se vierten en la escritura, no podrian ser reproducidas con palabras, la escritura no tiene censura más allá de las reglas gramaticales y el buen gusto estético. En el habla ya está operando nuestro censor moral, algunos sujetos se asustarian de oirse a si mismos. Claro que escribir presupone un cierto talento para dimensionar la seducción, en un registro donde las señales analógicas han desaparecido, un talento al que no parecen acceder las personas poco preparadas, incultas o poco hábiles para manejar el teclado. Este es un obstáculo, que de alguna manera cercena las posibilidades de buena parte de la población actual. Pero voy a referirme a las barreras o a los límites que este tipo de interacción tiene en el desarrollo de las perversiones, sin tener en cuenta a los que por razones culturales no han podido , ni podrán acceder.
Los limites que tiene Internet desde el punto de vista del destino de la perversidad es a mi juicio ilimitado. Tambien para el delito, la falsificación y la globalización de información que deberia ser confidencial. De eso se ocuparán los juristas a medida que los delincuentes que operan en Internet descubran nuevas formas de delinquir aun no regladas, como lo que sucede con la divulgación de bases de datos, protegidas por la Ley.
Mi opinión personal es que el vertido fácil de fantasias en la red va a tener a medio plazo un efecto benefactor sobre el sufrimiento. Muchas personas se sentirán decepcionadas por las posibilidades ciberafectivas de la red. Otras permutarán casi completamente las relaciones de carne y hueso, por relaciones virtuales. Otros enloquecerán. Pero algunos podrán gracias a las posibilidades de este nuevo medio, desplazar determinadas tendencias que de otro modo se hubieran constituido en fantasmas permanentes, cuyo destino final hubiera sido inexorablemente la neurotización.
La perversión es la otra cara de la neurosis. Si es verdad esta conocida sentencia Freudiana, las perversiones más frecuentes, las perversiones que no hacen daño a nadie, tienen aquí su oportunidad. Una oportunidad de escapar de la neurosis y sobre todo de la clinica. Una viñeta clinica para ilustrar esta ultima afirmación.
Atendi a una paciente afecta de una agorafobia, casada de unos treinta años, cuyo marido me contó en una entrevista que el inicio de su ansiedad, habia acontecido a partir de lo siguiente: Ambos tienen una sexualidad libre y habian frecuentado el cambio de parejas, pero para él no era suficiente, pretendia que su esposa aceptara una fantasia que queria llevar a la realidad. La esposa es muy sumisa y el es bastante dominante pero no sabe como iniciar a su esposa en la sumisión (se refiere a la sumisión sexual) . Buscó la ayuda de un amigo que se ofreció a enseñarle y precisamente aquí comienza el cuadro de agorafobia de la mujer, asi como una serie de episodios histriónicos destinados a convencer al marido de que aquella persona "le da mucho miedo". El marido pretendía presenciar el coito entre el amigo y la esposa sin llegar a intervenir, es decir operando solo como voyeur.El problema de este matrimonio era la imposibilidad de negociar esta fantasía y de darle una solución satisfactoria, dado que la agorafobia de la esposa estaba relacionada con esta demanda y era utilizada por aquella como un disuasorio.
Naturalmente en esa ocasión me limité a señalar aquella correspondencia, lo que me hizo perder un cliente. Tiempo después me encontré con el marido y me contó la epicrisis de aquella situación. Para entonces ya sabia que la mujer ideal para un masoquista es aquella que es infiel, y que aunque alguien se defina como dominante puede esconder a un masoquista reprimido
Habia buscado consejo a traves de Internet en un chat de sadomasoquistas. Y habian llegado a una situación de compromiso con una tercera persona que les habia guiado y habian conseguido llegar a una total compenetración y confianza. Estuvieron varios meses chateando y hablando por telefono. La mujer comenzó a mejorar a medida que iba avanzando ·su "iniciación". No hizo falta tener ninguna cita con aquella persona que habia operado aquel cambio. Actualmente el y su esposa comparten la afición a visitar este tipo de chats y su esposa parece entusiasmada con las posibilidades del cibersexo, en este caso de la cibersumisión. No hay ni rastro de la agorafobia.
No lo he comprobado personalmente pero este es el relato del marido. Lo que ahora procede preguntarse es por el destino del otro miembro de la pareja, ¿qué sucederá con él?. Si la teoria es cierta es posible que con el tiempo desarrolle una celotipia, dado que su pulsión homosexual es precisamente la que se encuentra -al parecer- desactivada en este momento, al menos por lo que sé, que no es mucho dado que la información la obtuve en una situación no clinica. Sin embargo "la infidelidad" de la mujer es sólo virtual con lo que el número de enigmas aumentan con estas interacciones.¿Podrá sentirse celoso a pesar de todo el marido? ¿Será suficiente su gratificación homosexual?.
Inexorablemente el encuadre perverso, sustituirá a la clinica, como la clinica sustituyó al confesionario. Si resultará beneficioso o perjudicial para la humanidad, es algo que ya podemos intuir porque hemos asistido históricamente a un proceso similar en la transformación del vicio en enfermedades. Un viraje semántico que modificó la realidad y nuestra percepción de la misma. Habrá quien mejore, y habrá quien salga mal parado, no hay soluciones ejemplares y universales para todo el sufrimiento individual. Pero si existe sadomasoquismo, si existe perversidad es precisamente porque existe una cultura de la dominación, como existe la anorexia porque existe un culto excesivo a la belleza y al cuerpo. Nadie, de eso estoy seguro podrá poner un dique de contención al progreso tecnológico, que probablemente cambiará definitivamente las reglas de interacción entre los humanos, y aparecerán nuevos y antiguos pesares y calamidades. La esencia del hombre es esa, al menos mientras no se invente algo para evitar la muerte individual, el supremo drama.
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