Hallan vínculos mensurables entre la temperatura de alimentos y bebidas y la salud intestinal y mental

Aunque escasean los estudios que han examinado los posibles efectos de las bebidas y alimentos fríos en la salud humana, se han encontrado evidencia de que las bebidas frías pueden alterar la microbiota intestinal y reducir la temperatura corporal central en adultos mayores.

Cuando esto sucede, es decir, con la microbiota alterada y la reducción de la temperatura central, pueden aparecer diversos problemas de salud, incluyendo circulación intestinal deficiente, e incluso, problemas de salud mental.

También puede ocurrir, con bebidas a temperatura más elevada, como agua tibia o caliente, entre otras, cuya ingesta tiende a mejorar la circulación sanguínea y aliviar los síntomas gastrointestinales (GI).

En este contexto, se ha publicado, recientemente, un estudio en el 'British Journal of Nutrition', realizado desde la Universidad Estatal de San Diego (EEUU), en el que se sugiere un vínculo mensurable entre la temperatura de los alimentos y bebidas, y la ansiedad, el insomnio y el malestar intestinal.

 Se trata del primer estudio en EE. UU. que vincula directamente el consumo de alimentos fríos y calientes con múltiples consecuencias para la salud, con importantes implicaciones para abordar las crecientes tasas de ansiedad, insomnio y problemas digestivos.

"Algo tan simple como la temperatura de lo que comemos y bebemos puede tener un impacto real en la salud. Dado que el consumo de alimentos fríos y calientes es una parte tan habitual de la vida diaria tanto en casa como en restaurantes, los hallazgos tienen una amplia relevancia para las decisiones de salud cotidianas", señaló Tianying Wu, profesor asociado de epidemiología de la SDSU y autor principal del estudio.

La investigación se basó en datos de la Encuesta sobre Envejecimiento Saludable de la citada Universidad, que investiga nuevos factores de riesgo y disparidades de salud entre diversas razas en la población de EE.UU.

El análisis de subgrupos mostró que los participantes chinos, quienes consumían menos alimentos y bebidas frías, experimentaron menos efectos adversos, mientras que los indios asiáticos mostraron una asociación más fuerte entre el consumo de alimentos fríos y los efectos adversos para la salud.

El estudio reveló que los efectos fueron más pronunciados en los participantes que reportaron con frecuencia tener las manos frías, un posible indicador de circulación reducida.

"Nuestra capacidad para vincular el estado de manos frías como predictor de los efectos sobre la salud relacionados con el consumo de alimentos fríos añade una dimensión innovadora al campo, ampliando la comprensión de las implicaciones fisiológicas de la exposición al frío", según los autores del trabajo.

En definitiva, esta investigación ofrece una visión general de cómo el consumo de frío y calor puede estar relacionado con los resultados de salud. 

"El siguiente paso es realizar estudios prospectivos y de intervención más rigurosos, ya que los efectos pueden ser dinámicos; por ejemplo, los adultos mayores o las personas con problemas de circulación pueden ser especialmente vulnerables a la exposición al frío", concluyó el prof.Wu.