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Actualidad y Artículos | Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia Seguir 120 Favorito
Prevalencia de los trastornos de conducta y emocionales en niños de 2-3 años.
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Autor/autores: San Román Villalón, P.(*) ; Pedreira Massa J.L.(**) ; López-Torres Hidalgo, J.(***); Bonete Yacer, J.M.(****); Castelló Pons, T.(****).
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Artículo revisado por nuestra redacción
IntroducciónEn la primera infancia (periodo comprendido entre 0-5 años de edad) es difícil diferenciar los comportamientos que pueden ser considerados como normales para esa edad y los comportamientos que pueden ser considerados como patológicos. Ello se debe a varias razones: el funcionamiento normal en el niñ@ pequeño puede caracterizarse por fluctuaciones bastante amplias y di...
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Introducción
En la primera infancia (periodo comprendido entre 0-5 años de edad) es difícil diferenciar los comportamientos que pueden ser considerados como normales para esa edad y los comportamientos que pueden ser considerados como patológicos. Ello se debe a varias razones: el funcionamiento normal en el niñ@ pequeño puede caracterizarse por fluctuaciones bastante amplias y diversas en el comportamiento diario, además ciertos comportamientos problemáticos en niñ@s mayores, como desafíos, desobediencia, pérdida de control... pueden incluirse en el desarrollo normal de los niñ@s más pequeños. A estas edades existe una gran dependencia del niñ@ de sus cuidadores, lo que obliga al clínico a considerar en su estudio tanto al propio niñ@ como al vínculo que ha establecido con las figuras parentales y otras personas de su entorno, siendo frecuente que los diferentes informantes que tienen contacto con el niñ@ puedan manifestar algún desacuerdo con la presencia y severidad de los problemas de conducta presentes en el niñ@. Las descripciones que hacen los padres acerca de su niñ@ varían en función de múltiples variables, cada uno puede aportar datos válidos, aunque diferentes. Por último, la mayoría de los problemas de conducta en los niñ@s pequeños no se han aislado como categorías diagnósticas propias, con un contenido claro y preciso, ni son aceptadas internacionalmente, hasta el punto que algunos se hayan preguntado si realmente existen trastornos mentales a esta edad o bien si solamente se encuentran síntomas de riesgo que puedan desencadenar en etapas posteriores trastornos psicológicos (KOOT & col. 1991) (1). Algunos investigadores resuelven este problema utilizando puntuaciones cuantitativas de la sintomatología que presentan los niñ@s y evitan trabajar con categorías diagnósticas.
Por todo ello una forma de detección de patología en niñ@s preescolares sería utilizar resultados cuantitativos derivados de procedimientos de valoración estandarizados y comparar estos resultados con la muestra de pares de la misma edad y sexo. Este es el sistema que se ha seguido en los escasos estudios epidemiológicos que se han publicado sobre de la psicopatología de la temprana infancia (Richman y col. 1975 (2); Earls y col., 1980 (3); Achenbach y col., 1987 (4); Koot y col., 1991 (1)). Estos estudios se han realizado en muestras de niños de 2 y 3 años, su interés radica en que aportan datos sobre la prevalencia de las alteraciones en niñ@s pequeños. En el último estudio citado, Koot y Verhulz (1) utilizaron el Child Behavior Checklist para edades 2-3 (Achenbach y col., 1987 (4)) y, a partir de la información obtenida de los padres, hallaron una prevalencia de alteraciones psicopatológicas en un 7,8% de la población general holandesa. En un estudio anterior utilizando un procedimiento semejante se encontraron cifras más elevadas en Estados Unidos (Achenbach y col., 1987) y Larson y col. (1988) hallaron en Canadá una prevalencia de un 11,1%, algo inferior a la de los de USA.
En 1998 Robert y col. (6) revisaron 52 estudios que habían sido realizados durante las cuatro últimas décadas para estudiar la prevalencia global de los trastornos psiquiátricos en niñ@s y adolescentes y estiman que las 10 muestras de preescolares estudiadas presentaron una prevalencia media del 10,2% (media=8,3, intervalo=3,6-24%). Pedreira y Sardinero(1996) (7) realizaron un estudio de prevalencia de trastornos mentales en la etapa infantil sobre población que acude a consultas pediátricas y obtuvieron una tasa de prevalencia de 30.2%, con lo que demuestra que los problemas emocionales y comportamentales de los niñ@s son una parte importante en la práctica pediátrica de nuestro entorno; afirman que solo 1/3 de los niñ@s con trastornos mentales son derivados para evaluación y tratamiento al servicio especializado de salud mental infantil, los 2/3 restantes o no son identificados por los pediatras, o bien son asumidos por ellos mismos. De cualquier modo se confirma, también en este estudio, la existencia de morbilidad oculta en los problemas emocionales y comportamentales de los niñ@s que acuden a las consultas pediátricas de atención primaria, sea cual fuere la causa de su padecimiento (Costello, 1989).
El objetivo principal de este trabajo es conocer la prevalencia de los trastornos de conducta y emocionales en niñ@s de 2-3 años de una zona de salud de la Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha.
Material y método
1. Población de estudio: Elegimos para el estudio la Zona de Salud I de Albacete. Se trata de un área muy: heterogénea en cuanto a características físicas, poblacionales y socioculturales. Presenta una gran disparidad en cuanto al nivel socioeconómico y familiar, existiendo un pequeño grupo con un nivel socioeconómico medio-alto, el grupo más numeroso tiene un nivel medio y medio-bajo y otro pequeño grupo con un nivel muy bajo. Por lo que se puede asegurar que representa con cierta exactitud el conjunto de la población.
2. En cuando a la metodología que hemos utilizado se trata de un estudio observacional de carácter transversal. La captación se hizo mediante muestreo consecutivo en las dos consultas de pediatría existentes en el Centro de Salud Zona 1 de Albacete. De los 249 niños nacidos desde el 1 de enero de 1995 al 31 de diciembre de 1995 en la Zona I de Albacete, pudieron ser entrevistados 188, siendo la tasa de respuesta del 75,5%.
La captación de los sujetos de la muestra ha sido lo más costoso del estudio ya que a los 2-3 años no existen consultas programadas con Pediatría, no obstante a los padres se les había informado en las consultas de pediatría que se iba a realizar este estudio. La captación de la muestra se efectuó en cuatro etapas que exponemos a continuación: en una primera etapa se llamó por teléfono a todos los padres de los niñ@s de la muestra explicándoles el objeto del estudio y dándoles una cita en la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil para que acudieran a realizar las pruebas. Fueron muy pocos los padres que acudieron. En una segunda etapa los padres de los niñ@s de la muestra recibieron una carta conteniendo información del estudio que íbamos a realizar y una cita para que acudieran a realizar la entrevista. También respondieron pocos padres.
En una tercera etapa contactamos con los dos servicios de Pediatría del Centro de Salud solicitándoles que derivaran a sus pacientes a nuestra Unidad cuando acudieran por algún proceso somático agudo, ya que a los 2-3 años los niñ@s no forman parte de ningún programa de salud en el Centro. Al no ser muchos los niñ@s que acudían derivados por los pediatras tuvimos que comprobar y captar diariamente los casos que solicitaban consulta pediátrica, en muchos casos acudiendo a la hora de su cita pediátrica. En la última etapa se les visitó en sus domicilios y allí se realizaron las pruebas. La recogida de la muestra se llevó a cabo desde diciembre de 1997 a Octubre de 1998.
En un primer momento, cuando las familias establecían contacto con nosotros, se procedía a explicar el trabajo que pretendíamos realizar y pedir su colaboración en el mismo. La mayoría de los padres -generalmente madres- accedían gustosamente, sobre todo después de explicarles el absoluto anonimato de los resultados hallados después del estudio. En la mayoría de los casos las entrevistas se realizaron en la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Centro de Atención a la Salud. A los padres y/o madres de los niñ@s se les realizó una entrevista, interesándonos por su salud física y psíquica, posteriormente se les aplicó una Escala para evaluar la conducta del niñ@: child behavior checklist 2-3 años (CBCL, 2-3) de Achenbach. En la mayor parte de los casos se les leyó en voz alta todos los elementos del CBCL 2-3 en relación con su hij@ y se puntuaron las respuestas de los padres. En algunos casos fueron los padres quienes ellos mismos rellenaron el cuestionario en presencia del investigador para poder resolver las posibles dudas a la hora de contestar las preguntas del test. En algunos casos fue necesario desplazarse al domicilio de los padres ante la imposibilidad de los mismos de acudir a la Unidad, realizándose la entrevista en la forma expuesta anteriormente.
El Instrumento que hemos utilizado es el inventario de comportamiento infantil de padres/the child behavior checklist for 2 to 3 years olds (CBCL/2-3) (Achenbach,1987). Es un cuestionario que recoge de forma estandarizada, con resultados cuantitativos, la descripción que los padres hacen sobre los comportamientos y sentimientos de sus hij@s. Diseñada por Achenbach y Edelbrock en 1983 siendo la aplicación para niños de 2-3 años del año 1987. Se trata de un instrumento para valorar el normal desarrollo general del niñ@. La ejecución del test es realizada por los padres del niñ@ contestando a preguntas sobre ciertos comportamientos de éste, en la actualidad o en los dos últimos meses, y al final hay un apartado en el que pueden anotar cualquier cosa que les resulte extraña de sus hij@s y que no haya sido mencionada en la batería de preguntas. Normalmente la encuesta del CBCL puede ser autoadministrada, aunque estará presente el responsable del estudio para resolver las dudas que pudieran surgir durante su cumplimentación, haciendo esto, si se requiere, con criterios objetivos. Se les pide que den una puntuación a cada pregunta de 0 a 2 según la siguiente forma: 0 = no es cierto; 1 = a veces, pocas veces, medianamente; 2 = casi siempre o muy a menudo.
En cuanto a la medición de los resultados obtenidos en el CBCL 2-3, como el número de ítems del cuestionario es de 100 y el máximo valor posible de cada uno de ellos es 2, el rango de la puntuación TOTAL del CBCL puede oscilar entre "0" (si todas las preguntas tuviesen "no es cierto" como contestación) y "200" (si la contestación de todas las preguntas fuese "casi siempre).
Para determinar el tamaño muestral hemos tenido en cuenta el número de sujetos que se necesitarían estudiar para estimar una proporción de trastornos psiquiátricos en preescolares del 10% con una precisión de ±5% y un nivel de confianza del 95 sería de 138 niñ@s. En nuestro caso se han seleccionado 188, que corresponden a los recién nacid@s en el periodo de enero a diciembre del año 1995 y pertenecientes al Centro de Salud Zona I de Albacete, lo que permitirá alcanzar una precisión de ±4% con dicha prevalencia. Los niñ@s fueron seleccionados mediante muestreo consecutivo.
Para el análisis descriptivo se utilizaron medidas de frecuencias, porcentajes, medidas de tendencia central (media, mediana y moda) y medidas de dispersión (desviación estándar, error estándar y varianza), teniendo en cuenta su intervalo de confianza. La comprobación de la consistencia interna del instrumentos utilizado (CBCL) fue realizada mediante el Alpha de Cronbach. El conjunto del procedimiento estadístico se realizó mediante el paquete estadístico informatizado SPSS. El análisis también se realizó utilizando distintos puntos de corte (percentiles 25, 50, 75 y 95), teniendo como referencia las frecuencias de la puntuación total y de las subescalas del CBCL en los cuatro percentiles.
Para estimar la prevalencia de trastornos mentales en la muestra total estudiada (N=188), los niñ@s que obtuvieron una puntuaron igual o por encima del percentil 75 en la puntuación total del CBCL y en las 4 subescalas fueron considerados casos clínicos, para obtener la prevalencia hemos aplicado la fórmula:

Resultados
La muestra del estudio consistió en 188 niñ@s, existiendo un mayor porcentaje de niños (56,4%) que de niñas (43,6%). (Fig. 1)

La edad de los niñ@s de la muestra oscilaba entre los 24 meses (el más pequeño) y los 46 meses (el mayor), siendo el rango más frecuente de edad de 31-36 meses (42%), seguido a poca distancia del rango de 24-30 meses. En cuanto a los rangos menos frecuentes encontramos el de 37-42 meses (17%) y el de 43-48 meses (2,7%) (Fig. 2).

Respecto a la escolarización de los niñ@s, la mayoría de los niñ@s estaban escolarizados en guardería (48,4%) o en el colegio (9%), pero con poca diferencia respecto de los que no estaban escolarizados (42,6%).
En cuanto al nivel de instrucción del padre, la mayoría habían cursado E.G.B. (66,5%), seguidos por los que habían cursado estudios superiores (13,3%), estudios de Formación Profesional (11,7%), y estudios medios (6,4%), y el menor pocentaje correspondió a los analfabetos (2,1%). El nivel de instrucción de las madres, al igual que los padres, el mayor porcentaje correspondió a las que habían estudiado E.G.B, presentando un porcentaje mayor que ellos (69,7%). Habían realizado estudios superiores (11,2%) y formación profesional (10,6%) un porcentaje discretamente menor que el de los padres. El porcentaje de madres que tenían estudios medios era ligeramente superior al de los padres (7,4%) y al igual que en los padres era escaso el número de madres analfabetas (1,1%).
Respecto a la profesión que tenían los padres y las madres (clasificación por sectores económicos), aquellos en su gran mayoría pertenecían al sector de la industria y de la construcción (59%), seguidos por los que pertenecían al sector agrícola (33,5%) en el caso de los padres, un pequeño porcentaje al de servicios (4,8%) o no tenían ocupación (2,7%). En el caso de las madres la mayoría pertenecían al sector de industria y construcción (52,2%) o sus labores (42,5%), un pequeño porcentaje pertenecían al sector agrícola (3,7%) y al de servicios (1,6%). (Tablas 1 y 2)


Respecto al trabajo de los padres, el padre trabajaba en la mayoría de los casos (84%), seguidos por los que estaban en el paro (15%) y jubilados existía un pequeño porcentaje (1%). La madre no trabajaba fuera de la casa en la mayoría de los casos (52,7%), pero seguidas a poca distancia de las que trabajaban (47,3%). (Tablas 3 y 4)


De las variables cuantitativas analizadas la edad media de los niñ@s de nuestra muestra fue de 2 años y ocho meses, la media de la posición que ocupaban en la familia era del segundo, la media del número de herman@s fueron dos, la edad media de la madre fue de 31 años y del padre 34, teniendo un tiempo medio de paro el padre de 16 meses y la madre de 15 meses.
Los resultados obtenidos en la determinación de la consistencia interna del instrumento utilizado están detallados en la tabla 5.

Cuando agrupamos las subescalas cognitiva, somática y emocional en Subescala Internalización y la conductual en Subescala Externalización el Alfa de Cronbrach que obtenemos lo reflejamos en la tabla 6.


Como se puede observar en la tabla 7 las correlaciones de las distintas subescalas con la puntuación total fueron todas mayores de 0,4, es decir, con una consistencia suficiente y la correlación de las subescalas con ellas mismas puede observarse en la tabla 8.

Los resultados obtenidos utilizando distintos puntos de corte (percentiles 25, 50, 75 y 95), teniendo como referencia las frecuencias de la puntuación total y de las subescalas del CBCL en los cuatro percentiles, están reflejados en la tabla 9.

En cuanto a los resultados del CBCL, la media de la puntuación total y de las subescalas emocional, conductual, cognitiva y emocional exponemos sus medias, desviaciones estándar, error estándar y rango en la tabla 10.

Las distribuciones de frecuencias de las alteraciones del desarrollo en el niñ@, en función de los percentiles 25 al 95, pueden verse en la tabla 11.


Los resultados la prevalencia de trastornos mentales los exponemos en las tablas 12, 13, 14 15 y 16.





Como puede observarse en las tablas, hemos considerado casos clínicos los niñ@s que presentaban puntuaciones en el CBCL por encima del percentil 75, con esta consideración, la tasa de prevalencia de trastornos mentales que hemos obtenido en la muestra de preescolares es del 25%, la de los trastornos de conducta ha sido de un 24,46%, de trastornos cognitivos un 4,7%, de trastornos emocionales 20,2% y de trastornos psicosomáticos un 17%.
Discusión y comentarios
El perfil más frecuente del niñ@ del estudio es: varón de 2 años y ocho meses, es el segundo de dos herman@s, escolarizado en guardería, la madre tiene 31 años y el padre 34, ambos han estudiado EGB, pertenecen profesionalmente al sector de la industria y la construcción, el padre trabaja y la madre está en el paro.
Existen distintos métodos para la evaluación en el niñ@ de las alteraciones del desarrollo (aspectos cognitivos, conductuales, emocionales y psicosomáticos), pero uno de los más adecuados por su sencillez, fiabilidad, validez, poder discriminante y aplicación transcultural y transracial lo constituye el CBCL de Achenbach y Edelbrock, que además ha demostrado su validez como herramienta de investigación. Una de las primeras aplicaciones que se le dio al CBCL fue la de discriminar entre niñ@s normales y con alteraciones de conducta, que posteriormente podrían ocasionar trastornos psiquiátricos. La convergencia entre los diagnósticos realizados mediante CBCL y otros métodos, como criterios de caso DSM-III, fue bastante alta, y pudo señalar con mucha fiabilidad aquellos niñ@s susceptibles de evaluaciones más profundas y/o tratamiento. Así pues, la correlación entre el CBCL y los diagnósticos obtenidos mediante entrevista clínica fue de 0.42. En un estudio realizado por Verhulst (1985) se compararon varios métodos diagnósticos con la entrevista clínica tradicional y posterior clasificación de la patología mediante los criterios DSM-III. Se utilizaron ANOVA y análisis discriminante y el resultado fue que de todos los métodos comparados el que más discriminaba entre niñ@s con y sin patología fue el CBCL. En 1993, Koot (8) establece de forma clara la utilidad del CBCL como método diagnóstico y de screening, así como de herramienta de investigación. Achenbach, en su "Manual for the Child Behavior Checklist/2-3 and 1992 Profile" da una larga lista de sugerencias para la aplicabilidad práctica de este test, una de ellas, muy importante, es la aplicación del mismo, una vez diagnosticado el proceso y recibido el tratamiento que proceda, como método de evaluación de éste; otra, que ha sido aprovechada por nosotros para la realización de este estudio, es la de su utilidad como herramienta de investigación. En 1993 se publica un artículo donde se referencian los más de 1000 estudios realizados utilizando el CBCL.
Se ha demostrado que la aplicación del test tiene un buen poder predictivo, y así Koot (9) en 1992 aplicó el CBCL a 1052 niñ@s de 3 a 12 años, y comprobó que la mayoría de los niñ@s, a los que se detectó algún tipo de problema, tuvieron necesidad posteriormente de acudir a centros de educación especial y/o a centros de salud mental. Otros autores posteriormente comprobaron lo mismo. Más aún, se pudo predecir patología psiquiátrica que esos niñ@s tuvieron de adultos. Por otro lado, pasando el test a niñ@s que ya acudían a estos tipos de centros y a otros pertenecientes a un grupo control, los primeros exhibieron puntuaciones en el test significativamente peores. La mayoría de los autores revisados afirman que el CBCL tiene aplicabilidad transcultural y transracial, y que en lo único que podría influir el nivel cultural de los padres o su estatus socioeconómico, es en que estos niñ@s, si pertenecen a un nivel sociocultural bajo, posiblemente sean llevados en menor proporción a consultas de pediatras, guarderías o cualquier otro sitio donde pudiera aplicarse el test de forma sistematizada. Han sido realizados estudios para comparar poblaciones diversas como USA, Alemania, Islandia, Chile, Francia, Canadá y Méjico, probándose la validez transcultural y transracial. Ha demostrado ser útil para valorar competencias y habilidades sociales, así como problemas de conducta en niñ@s cuyos padres se han sometido a programas de tratamiento. informa sobre problemas de conducta y competencias adaptativas. las conductas evaluadas se agrupan en dos grandes bloques de interiorización y de exteriorización. las características psicométricas de fiabilidad y validez del CBCL/2-3 son adecuadas (Arnold y O´Leary, 1995). la adaptación y baremos para la población española ha sido realizada por de la Osa, Ezpeleta y Navarro (1996)(10) y por Pedreira, Matarranz, de los Heros y Magro (1998) (11).
La consistencia interna del CBCL fue testada mediante el Alfa de Cronbrach (Tabla 1), que aportó resultados del 0.80 para la puntuación TOTAL del test y del 0.84 para la subescala conductual. Las subescalas somática y cognitiva tuvieron resultados del 0.62 y 0.52 y la puntuación más baja, del 0.35 fue para la subescala emocional. Acorde con la literatura, consideramos niveles de 0 a 20 como pésimos, del 20 al 40 como malos, del 40 al 60 como discretos, del 60 al 80 como buenos y del 80 al 100 como muy buenos. El haber obtenido niveles más bajos en la subescalas "psicosomática", cognitiva y emocional podría deberse a varias razones: en primer lugar, al ser un cuestionario contestado por los padres los datos que se refieren a conductas internalizadas (subescala somática, emocional y cognitiva), que son las que obtenemos puntuaciones más bajas, depende su puntuación del estado psicológico y afectivo de los padres y de su capacidad perceptiva; además, es posible que en una casuística mayor el nivel de consistencia interna del CBCL hubiera aumentado en estas subescalas. La inclusión o exclusión de los ítems en cada subescala se realiza a criterio del investigador, aunque en nuestro caso la selección de los ítems para la medición de las distintas subescalas se hizo acorde a lo manifestado en la literatura, por esta razón no sabemos si la inclusión de algunos ítems en las mismas o la exclusión de algunos de los que se incluyeron, pudiera variar estos niveles de Alfa de Cronbrach. No obstante, al agrupar los ítems en interiorización y exteriorización el alfa de Cronbrach que obtenemos es muy bueno, 90 para interiorización y 87 para exteriorización(Tabla 2). Por tanto, los valores obtenidos para el Alfa de Cronbrach del instrumento sugieren que los resultados descritos para la aplicación del CBCL pueden ser utilizables, si bien con la prudencia acorde a cada caso del análisis, según los valores de la escala.
Pero además, la objetividad de los resultados obtenidos debe afrontar las siguientes limitaciones: por un lado depende de la colaboración voluntaria de los padres del niñ@ y, por ello. puede verse influenciada por la predisposición de los mismos a contribuir en el estudio o la negativa a dicha contribución, debido a factores ajenos a nuestro control (experiencias pasadas, nivel cultural). Por otro lado, la respuesta de los padres ante una conducta determinada del niñ@ puede, en el mejor de los casos, ser subjetiva y en el peor falsa, al considerar la madre que ese tipo de conducta pudiera ser "vergonzante" o no adecuada en su hij@ y no querer admitirla públicamente.
Dependiendo del punto de corte utilizado en cuanto a la puntuación total del test, la sensibilidad y especificidad del mismo varía. Así por ejemplo Nolan (1996) utilizando un punto de corte de 60 (puntuación total del test) para la división entre niños con retraso y sin él, obtuvo una sensibilidad del 77,4% y una especificidad del 83,2%, en cambio si utilizaba como punto de corte la cifra de 63, conseguía una sensibilidad del 70,5% y una especificidad del 88,6% (la puntuación media de los niñ@s con problemas en su estudio fue de 67), aunque con algunas limitaciones estos puntos de corte han resultado ser útiles para la evaluación de los niñ@s. Posteriormente Koot (1993), en su estudio sobre los problemas de conducta en los niñ@s alemanes, arrojó una sensibilidad del 80% y una especificidad del 69%, lo que en términos de eficacia supuso el 73%, es decir, un buen poder discriminante. Tanto en el trabajo realizado en Holanda por Verhulst y cols. (1985) (12) como en España por Pedreira Y Sardinero (1996) (7), se constata que la escala de factores sociales no adquiere una consistencia suficiente para ser utilizada en la evaluación por lo que sólo debe ser usada como descriptora, sin embargo las escalas conductuales adquieren una consistencia interna suficiente y superponible a la obtenida por el resto de las investigaciones.
Para medir los resultados hemos considerado la puntuación total del CBCL y de las subescalas, considerando por una parte el valor medio de éstas y por otra parte considerándolas desde los percentiles 25, 50, 75 y 90. Los casos en los que la puntuación total del CBCL estaba por encima de 60 los hemos considerado como patológicos. Por otra parte, en cuanto a la puntuación por percentiles, hemos considerado el percentil 75 como punto de corte dado que es el más utilizado en la literatura para evaluar los retrasos del desarrollo (Achenbach, Verhulst, Pedreira...), considerando como patológicos los casos que estaban por encima de este percentil y no casos los que estaban por debajo de este percentil. En la Tabla 12 señalamos el valor de los percentiles 25, 50, 75 y 90 en los resultados que hemos obtenido en la Escala CBCL. La proporción de niñ@s con retraso en el desarrollo encontrada en nuestra muestra varió en función del percentil de corte utilizado para tal fin (Tabla 7), pero las cifras oscilaban desde el 74,3% (puntuación total del CBCL), siendo muy conservadores y utilizando el percentil 25, al 4,3% (subescala Conductual), siendo más agresivos y utilizando el percentil 95. Drillien (1980) estima cifras respecto al retraso en el desarrollo cognitivo en torno al 10%, si bien estas fueron estimadas a través del cociente intelectual, por lo que no podemos saber qué porcentaje estimado se hubiese obtenido utilizando el CBCL. Koot (1993) tomando la muestra de un estudio anterior de Rotterdam, encontró que niñ@s de dos a tres años que habían sido definidos por sus padres como difíciles o problemáticos, se ubicaban por encima del percentil 98 al ser evaluados con el CBCL para dos y tres años. Las desviaciones de comportamiento no deben ser miradas como equivalentes a diagnósticos psiquiátricos, sin embargo, en diagnósticos comparativos estos comportamientos desviados proporcionan valores de confianza relativos de condiciones psicopatológicas entre niñ@s del grupo de la edad estudiada.
Los resultados de este estudio ponen en evidencia que la presentación de trastornos mentales en la etapa preescolar (2-3 años) es frecuente en las consultas de pediatría de Atención Primaria, existiendo en nuestro estudio una tasa de prevalencia del 25%, resultado mayor que el aportado por otros autores. Sabemos que existe una baja proporción de derivación a las Unidades de salud mental infanto-juveniles, por tanto consideramos necesario diseñar intervenciones adecuadas para ese rango de edad teniendo en cuenta la morbilidad que permanece oculta para el juicio pediátrico.
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