La fase preclínica del Alzheimer y el Parkinson, una oportunidad terapéutica
Artículo revisado por nuestra redacción
A pesar de sus particularidades, la enfermedad de Alzheimer y la de Parkinson comparten algunos factores de riesgo y mecanismos de daño neuronal, y ambas se caracterizan por una fase que precede a la aparición de los síntomas y que podría representar una oportunidad terapéutica para reducir el riesgo de degeneración o ralentizar su curso. El 27 de...
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A pesar de sus particularidades, la enfermedad de Alzheimer y la de Parkinson comparten algunos factores de riesgo y mecanismos de daño neuronal, y ambas se caracterizan por una fase que precede a la aparición de los síntomas y que podría representar una oportunidad terapéutica para reducir el riesgo de degeneración o ralentizar su curso.
El 27 de octubre, los especialistas reunidos en Padua para el Congreso de la Sociedad Italiana de Neurología informaron sobre los avances en la capacidad de identificar esta fase preclínica y las perspectivas sobre su gestión.
Alzheimer: evaluar, comunicar y reducir el riesgo
"En una actualización de los criterios diagnósticos para la enfermedad de Alzheimer, el Grupo de Trabajo Internacional ha descrito claramente las características de la fase que precede a la manifestación clínica de la neurodegeneración y las posibles trayectorias de los pacientes que no padecen déficit cognitivo, pero que dan positivo en la presencia de placas amiloides y acumulaciones de proteína tau", explicó Giovanni Frisoni, director de la Clínica de la Memoria de los Hospitales Universitarios de Ginebra.
"El Grupo de Trabajo Internacional describe un continuo que incluye una fase presintomática de riesgo, una fase prodrómica y, finalmente, una fase caracterizada por demencia leve, moderada o grave. Cuando la demencia es evidente, solo se puede intervenir en la velocidad de su progresión. De hecho, los anticuerpos monoclonales dirigidos contra las placas amiloides solo pueden ralentizar la degeneración.
En la fase presintomática, en cambio, aún cabe preguntarse si el paciente desarrollará un déficit cognitivo. Por lo tanto, es necesario establecer criterios para estimar el riesgo personal de aparición de la enfermedad e intentar intervenir para reducir este riesgo".
Un estudio reciente realizado en personas de entre 65 y 77 años, sometidas a tomografía por emisión de positrones (PET) para detectar la posible presencia de placas amiloides y acumulaciones de proteína tau, ha puesto de manifiesto un riesgo del 60 % de desarrollar los primeros síntomas de la enfermedad en un plazo de seis años en las personas sin déficit cognitivo pero positivas para ambos biomarcadores.
"Durante la evaluación, además de la presencia de placas amiloides y acumulaciones de tau y la percepción subjetiva de alteraciones cognitivas, hay que tener en cuenta muchos otros parámetros de riesgo", señala Frisoni. "La magnitud de este riesgo debe comunicarse adecuadamente al paciente. Por último, hay que poner en marcha una estrategia preventiva para reducirlo".
Según el informe publicado en 2020 por la Comisión Lancet sobre prevención, intervención y atención de la demencia, la probabilidad de desarrollar demencia está determinada en un 45 % por factores de riesgo modificables: estilo de vida, actividad física, alimentación, consumo de sustancias nocivas como el alcohol, contaminación ambiental, estrés y traumatismos craneales.
"Es sobre estos factores sobre los que se puede trabajar de forma preventiva, teniendo en cuenta que la posibilidad de modificarlos varía de una persona a otra: no todos, por ejemplo, pueden mudarse a un entorno menos contaminado o reducir su nivel de estrés diario", afirma Frisoni. "Por último, se está estudiando el posible beneficio del uso de anticuerpos monoclonales en la fase presintomática".
Parkinson: los primeros síntomas
"A diferencia de la enfermedad de Alzheimer, el Parkinson se manifiesta con síntomas que afectan a diferentes órganos y partes del cuerpo: temblores, pérdida del olfato, rigidez muscular, movimientos lentos, dificultad para controlar el estímulo urinario", recordó Angelo Antonini, catedrático de Neurología de la Universidad de Padua.
Según la hipótesis propuesta por el neurólogo danés Per Borghammer, en algunas personas la enfermedad comienza con la formación de agregados de alfa-sinucleína en el sistema nervioso central (el mecanismo brain-first), mientras que en otros individuos se origina a partir de agregados de la proteína que se forman en el sistema nervioso periférico, especialmente en el sistema nervioso entérico (el mecanismo body-first), y luego se propaga hasta el cerebro.
En el primer caso, la enfermedad se manifiesta ya en la fase inicial con síntomas motores como temblores y lentitud de movimientos. En el segundo caso, en cambio, se manifiesta con trastornos intestinales y del sueño REM antes de la aparición de los síntomas motores.
"Un reciente estudio italiano ha confirmado la diversidad de las manifestaciones iniciales de la enfermedad en un grupo de 400 pacientes, algunos de los cuales experimentaron, antes de los síntomas motores, alteraciones del sueño REM, estreñimiento y pérdida del olfato", afirma Antonini.
"Por lo tanto, en algunos sujetos, estos tres trastornos indican un mayor riesgo de padecer Parkinson y pueden aparecer años o incluso una década antes de la aparición del temblor. Otro factor a tener en cuenta para evaluar el riesgo personal de padecer la enfermedad es la familiaridad, que en el Parkinson tiene más peso que en el Alzheimer".
En cuanto a los marcadores biológicos, hasta la fecha no es posible identificar las acumulaciones de alfa-sinucleína con PET, mientras que el electroencefalograma puede poner de manifiesto algunos procesos de reorganización que el cerebro activa para compensar la degeneración inicial. Por último, mediante la resonancia magnética funcional se puede evaluar el deterioro cognitivo.
"¿Qué hacer una vez identificadas las señales de riesgo? Actualmente se están desarrollando varias moléculas que podrían utilizarse en la fase temprana de la enfermedad. También pueden ser beneficiosos los fármacos que son eficaces en el tratamiento de otras enfermedades neurodegenerativas, por ejemplo, los anticuerpos monoclonales dirigidos contra las placas amiloides, ya que estas también están presentes en algunos casos de Parkinson", concluye Antonini.

